Está a punto de acabar el curso académico y los profesores despedidos de la Universidad continúan en la puerta del campus de Leioa con su pancarta, ahora un tanto remozada. Han pasado 26 años en esta situación y todavía la UPV no ha sido capaz de ofrecer ninguna solución pactada a un conflicto que parece eternizarse en el tiempo. Como si la injusticia se hubiese instalado definitivamente en este lugar, depositando su mortífero y destructivo aliento para la propia institución.
Porque a pesar de la aparente invisibilidad, estos profesores con su resistencia están corroyendo, día a día, los cimientos básicos en los que debería asentarse una verdadera Universidad, que sea fiel a sus principios y a su tradición. Ya que la injusticia nunca es gratuita y silenciosamente va degradando el ropaje ético que supuestamente la adorna. Y esto, que va mas allá de cualquier coste material, no tiene que ver con el simple recuento del número de afectados o su capacidad de movilización.
Pasemos ahora a la verdad de lo sucedido en estos años, para evaluar el daño moral que la UPV se está haciendo a sí misma. Estos profesores, para nosotros los únicos verdaderamente universitarios, han sacrificado lo mejor de su vida profesional para que nuestro país dispusiera de modalidades de profesorado propio, de acuerdo con sus características nacionales.
De su sacrificada y triunfante lucha, se han beneficiado muchos otros profesores. Incluso la propia Universidad y la comunidad autónoma, que han ensanchado sus competencias educativas. Ellos habrán hecho posible un futuro universitario diferente si las modalidades de contratación, que han contribuido a crear, se fortalecen, se dignifican o se extienden. Y si recupera y renueva el espíritu que las motivó, que no es sino el de caminar hacia un sistema propio educativo para Euskalherria.
Ellos han abierto el camino y es obligación de las generaciones nuevas proseguirlo y mejorarlo. Recordando que, por todo eso que dieron, solo han recibido de la UPV despidos, comisarías, cárceles y agresiones de todo tipo. De ahí la deuda que tiene la Universidad con ellos, que por supuesto los despedidos no pretenden cobrar. Ya que lo único que siempre han solicitado es una solución digna, a este interminable contencioso. Solución que ellos han ofrecido numerosas veces, sin que por el momento se haya concretado en nada.
Quieren esta solución, en efecto, no por ningún interés material propio. Sino como una continuidad de su lucha por un ideal universitario y por crear un espacio universitario mas igualitario y justo. Donde su esfuerzo sea reconocido de algún modo y el movimiento que engendraron y les arropó, en su día, sea también recordado como lo que fue: un movimiento incluído dentro de las reivindicaciones nacionales de autodeterminación e igualdad laboral y social, que se reclamaron y siguen reclamándose con fuerza en este país.
<em>Juanma Idoiaga</em>, <em>R. Uriarte</em>, <em>Josemari Lorenzo</em> y <em>Joxe Mikel Kanpillo</em>, por la Comisión de Apoyo a los profesores despedidos de la UPV.
Bilbao, junio de 2018