Engels-1

Engels, tra­di­ción socia­lis­ta y corrupción

Fren­te a las nue­vas reve­la­cio­nes sobre el pago de coimas a altos fun­cio­na­rios del gobierno ante­rior, inclui­dos Cris­ti­na y Nés­tor Kirch­ner, varias orga­ni­za­cio­nes de izquier­da inten­tan disi­mu­lar la gra­ve­dad del asun­to, y/​o des­viar la aten­ción de la opi­nión públi­ca. «Es un show»; «es una manio­bra elec­to­ral de Cam­bie­mos»; «es una ope­ra­ción de los ser­vi­cios de inte­li­gen­cia»; «es por ani­mad­ver­sión hacia Cris­ti­na»; «el juez y el fis­cal son agen­tes de la emba­ja­da de EEUU»; «son foto­co­pias que no prue­ban nada», son algu­nos de los argu­men­tos más repe­ti­dos. Alter­na­ti­va­men­te, algu­nas publi­ca­cio­nes casi no men­cio­nan el tema. La idea que pare­ce sobre­vo­lar es que la corrup­ción «nac & pop» es, de algu­na mane­ra, pro­gre­si­va con res­pec­to a la corrup­ción «neo­li­be­ral y pro yan­qui» del gobierno de Cam­bie­mos. En lugar de cri­ti­car de raíz todo el régi­men polí­ti­co, pare­cen empe­ña­dos en ate­nuar las res­pon­sa­bi­li­da­des de un sec­tor de la cla­se dominante.

Pues bien, en oposición a esta actitud, sostengo que, si bien la corrupción no es «la» causa del atraso del capitalismo argentino, o de la miseria en que están sumidos millones de hogares (como pretende el discurso dominante), los marxistas no deben defender a los políticos burgueses y empresarios metidos en la corrupción, así se presenten como «nacionales y progresistas». Y que no hay que tener miedo en llamar a las cosas por su nombre. López escondiendo bolsos con millones en un convento; Antonini ingresando al país cientos de miles de dólares sin declarar, y asistiendo luego a la Casa Rosada; empleados bancarios, jardineros y choferes «del poder», infinitamente enriquecidos de la noche a la mañana; gente filmada contando cientos de miles de dólares en «la Rosadita»; secretarios presidenciales con propiedades valuadas en millones de dólares; poderosos empresarios (incluso de la empresa de la familia Macri) admitiendo ante la justicia que pagaban coimas para obtener contratos de la obra pública, ¿qué otro calificativo merecen que el de banda de ladrones y corruptos?

Pero además, los ministros, secretarios de Estado, diputados, senadores, jueces, fiscales, que miraron (y miran) para otro lado pretendiendo «no saber», ¿qué son sino encubridores de la banda de salteadores? Sin embargo, mucha gente de izquierda también calla sobre estas complicidades. ¿Por qué tanto temor de hablar claro? ¿No se atreven a llamar cínico al cínico, e hipócrita al hipócrita? ¿Acaso el socialista no tiene la obligación, moral y política, de denunciar el sistema de engaño y encubrimiento de políticos y funcionarios del Estado, asociados al capital por miles de lazos, corruptelas y negociados? ¿O es que se tiene miedo de romper con posibles «compañeros» para las «unidades de acción patrióticas»?

En cualquier caso, y a fin de aportar elementos para el análisis, en lo que sigue presento algunos pasajes de cartas de Engels sobre un sonado caso de coimas y robos, que se destapó en Francia, a fines del siglo XIX. Se trató de sobornos a funcionarios del Estado, parlamentarios y periodistas por parte de la compañía Canal de Panamá, fundada por Ferdinand Lesseps, en 1879. Esta empresa proponía construir el canal, pero los fondos recaudados desaparecían rápidamente, a través de oscuras operaciones. Carentes de dinero, Lesseps y otros directivos sobornaron a parlamentarios y funcionarios para que los autorizaran a vender billetes de una lotería, destinada a recaudar fondos. También convencieron a miles de ahorristas de que invirtieran en acciones de la empresa. Sin embargo, en diciembre de 1888 Canal de Panamá se declaró insolvente, provocando la ruina de los pequeños accionistas y numerosas bancarrotas. El escándalo que siguió fue mayúsculo. Se formó una Comisión investigadora que obtuvo evidencia irrefutable se las coimas. Sin embargo, la Justicia tapó el asunto, y solo fueron condenados Lesseps y algunos otros ejecutivos de la empresa.

La posición de Engels frente al escándalo Panamá está registrada en su correspondencia. Los pasajes que cito a continuación corresponden a las cartas contenidas en el tomo 50 de <cite>Marx &amp; Engels Collected Works</cite>. Sin embargo, utilizo la traducción de los pasajes relevantes que tomo de <cite>Karl Marx – Friederich Engels, Materiales para la historia de América Latina</cite> (Pasado y Presente, 30, Córdoba, 1972). Lo que me interesa, antes que nada, es destacar la crítica frontal de Engels a la corrupción burguesa.

Algunas cuestiones a destacar en los pasajes de las cartas de Engels que transcribimos. Por un lado, su crítica de toda la corrupción, sin hacer distingos entre las fracciones burguesas implicadas. Su denuncia no se interrumpe aunque era consciente de que el escándalo podía ser aprovechado por aspirantes a Bonaparte para suprimir la actividad política.

En segundo lugar, es llamativa su convicción de que el escándalo abonaba el terreno para una revolución socialista. «La república burguesa desnucada»; o «es el comienzo del fin», leemos en las cartas. Por eso la situación llevaría a los socialistas a la toma del poder. Engels preveía que pudiera haber episodios reaccionarios en el mientras tanto, pero en su opinión la dirección general del proceso estaba clara. Y deseaba que no se acelerara, para dar tiempo a la preparación de los socialistas.

Aunque, por supuesto, sabemos que nada de eso sucedió. En las «notas» de la recopilación realizada por Pasado y Presente se dice: «Más que a un desarrollo de las corrientes socialistas, sin embargo, el escándalo de Panamá, hábilmente orquestado por la prensa reaccionaria, dio pie a una ola antisemita…» (p. 339). Una demostración de que las llagas de la política burguesa no necesariamente generan conciencia socialista.

Por último, subrayamos la actitud que recomienda Engels: utilizar el escándalo para avanzar en la agitación socialista. Mostrar el carácter sistémico de la corrupción: la república burguesa es una república de hombres de negocios, escribe. Y en esto entraban todas las fracciones de la clase dominante: los monárquicos, los aspirantes a bonapartes, los burgueses radicales y variantes. El discurso de Engels no deja espacio para los compromisos con las «pandillas y bandas de ladrones». Vayamos entonces a los pasajes.

La primera mención de Engels al asunto Panamá aparece en una carta a Paul Lafargue, del 22/11/1892. Dice: 

[…] El asun­to Pana­má, si las cir­cuns­tan­cias ayu­dan, bien pue­de con­ver­tir­se, para la repú­bli­ca bur­gue­sa, en la mis­ma caja de Pan­do­ra que fue para la monar­quía de Julio la gave­ta de Émi­le de Girar­din, de la que salía «un escán­da­lo por día» [Engels se refie­re a las reve­la­cio­nes, en 1847, del perio­dis­ta Girar­din sobre la corrup­ción de la monar­quía y el minis­tro Guizot]. 

Luego de pedirle a Lafargue que esté en París para seguir el desarrollo del escándalo, agrega: «Cada nuevo hecho escandaloso que se ponga al descubierto será un arma para nosotros».

Luego, en carta a August Bebel, del 3 de diciembre de 1892, escribe:<br/><bkockquote></bkockquote>

[…] Por lo demás, la épo­ca se colo­ca bajo el signo de la cri­sis. Si por la maña­na leo el Daily News, o diga­mos los perió­di­cos fran­ce­ses que me lle­gan [Engels vivía en Lon­dres], me encuen­tro total­men­te inmer­so en el año 1847. Tam­bién enton­ces espe­rá­ba­mos cada maña­na una nue­va reve­la­ción escan­da­lo­sa, y raras eran las veces que se expe­ri­men­ta­ba un des­en­ga­ño. El asun­to pana­me­ño supera todo lo que ocu­rrió, en mate­ria de corrup­ción, tan­to en los tiem­pos de Luis Feli­pe como bajo el ter­cer Bona­par­te. Se han des­em­bol­sa­do 83 millo­nes de fran­cos en gas­tos de ins­ta­la­ción, inclu­yen­do en estos la pren­sa y el par­la­men­to. El asun­to des­nu­ca a la repú­bli­ca bur­gue­sa, ya que los radi­ca­les están tan meti­dos en el bai­le como los opor­tu­nis­tas [los opor­tu­nis­tas eran un par­ti­do de bur­gue­ses repu­bli­ca­nos mode­ra­dos, sur­gi­do de una rup­tu­ra del par­ti­do Radi­cal]. Des­de lue­go los impli­ca­dos pro­cu­ran echar tie­rra sobre el asun­to, pero cuan­to más se esme­ran, tan­to peor. Una vez abier­ta la com­puer­ta de las reve­la­cio­nes, y hallán­do­se algu­nos irre­me­dia­ble­men­te enre­da­dos en el escán­da­lo, estos tie­nen que cubrir­se y para ello trai­cio­nan a sus com­pin­ches y ale­gan que todo su deli­to fue dejar­se lle­var por la corrien­te. Ya en estos momen­tos la comi­sión ha escu­cha­do decla­ra­cio­nes tan tre­men­da­men­te com­pro­me­te­do­ras que no hay mane­ra de ente­rrar el asun­to; unos pocos podrán escu­rrir el bul­to, pero hay una gran can­ti­dad de iden­ti­fi­ca­dos nomi­nal­men­te, y ade­más, cuan­tos menos sean los nom­bres, que­da­rán más aso­cia­dos a la repú­bli­ca bur­gue­sa. Cual­quier cosa podrá sobre­ve­nir aún, pero es el comien­zo del fin. Por for­tu­na, todos los par­ti­dos monár­qui­cos están abso­lu­ta­men­te des­pres­ti­gia­dos, y no es tan fácil encon­trar un segun­do Bou­lan­ger [Bou­lan­ger era un gene­ral que había aspi­ra­do a con­ver­tir­se en un nue­vo Bonaparte].

En carta a Laura Lafargue, del 5 de diciembre de 1892, luego de mencionar los escándalos de 1847, escribe:

Pero aque­llos escán­da­los, y aun los del Segun­do Impe­rio, nada son com­pa­ra­dos con esta Gran Carre­ra de Obs­tácu­los Nacio­nal del Escán­da­lo. Cuan­do Luis Bona­par­te son­sa­có a los cam­pe­si­nos el dine­ro que tenían ente­rra­do, se cui­dó muy bien de hacer­lo en favor de emprés­ti­tos esta­ta­les, que eran segu­ros; pero en el pre­sen­te caso los aho­rros del peque­ño comer­cian­te, del cam­pe­sino, del fámu­lo y ante todo del ‘peque­ño ren­tis­ta’, que de todos es el que aúlla con más deses­pe­ra­ción, se han per­di­do irre­me­dia­ble­men­te, rea­li­zán­do­se así el mila­gro de trans­for­mar en abis­mo inson­da­ble un canal que aún no ha sido exca­va­do. 1500 millo­nes de fran­cos… des­apa­re­ci­dos para siem­pre, sal­vo lo que fue a parar a los bol­si­llos de esta­fa­do­res, polí­ti­cos y perio­dis­tas; y se reu­nió el dine­ro median­te esta­fas y sucias arti­ma­ñas con las que ni las de Nor­te­amé­ri­ca pue­den paran­go­nar­se. ¡Qué base de ope­ra­cio­nes para una cam­pa­ña socialista!

El asun­to se apo­ya­ba, evi­den­te­men­te en su mis­ma enor­mi­dad. Cada cual se con­si­de­ra­ba a sal­vo por­que todos los demás esta­ban meti­dos en el bai­le como él. Pera a eso se debe, jus­ta­men­te, que aho­ra sean impo­si­bles los tapu­jos; a los innu­me­ra­bles recep­to­res de bood­le [coimas]… por su mis­mo núme­ro les es impo­si­ble una acción común y con­cer­ta­da, pues cada uno pelea por su pro­pia cuen­ta y lo mejor que pue­de, y no hay exhor­ta­cio­nes ni ser­mo­nes que pue­dan evi­tar un sau­ve-qui-peut [sál­ve­se quien pue­da] gene­ral. […] A mi pare­cer, es el comien­zo del fin. La repú­bli­ca bur­gue­sa y sus polí­ti­cos mal pue­den sobre­vi­vir a este desenmascaramiento. 

Engels considera entonces tres alternativas: una intentona monárquica; la aparición de algún candidato a un Bonaparte, o sea, un nuevo Boulanger, «o el socialismo». Piensa de todas formas que las dos primeras conducen siempre a la tercera alternativa. Dice que eso le alegraría «siempre que no ocurra prematuramente y de manera demasiado repentina».

En carta a Bebel, del 22 de diciembre de 1892, escribe:

[…] Lo de Pana­má se vuel­ve cada día más mara­vi­llo­so. El asun­to adop­ta por ente­ro un giro dra­má­ti­ca­men­te crí­ti­co, tal como sue­le ocu­rrir en Fran­cia. A cada momen­to pare­ce como si pudie­ran cua­jar los esfuer­zos por ente­rrar el caso, pero enton­ces sal­ta de nue­vo por un lugar ines­pe­ra­do, con más vio­len­cia que antes, y suce­de aho­ra que no hay ocul­ta­mien­to que val­ga. Pri­me­ro había que echar­le tie­rra al asun­to por medio de la jus­ti­cia, pero las nue­vas reve­la­cio­nes obli­ga­ron a desig­nar la comi­sión inves­ti­ga­do­ra; lue­go se debía neu­tra­li­zar a esta, pero la inten­to­na no arro­jó más que un resul­ta­do par­cial, y ello solo por­que se incoó el segun­do pro­ce­so judi­cial, más riguroso […]
Cuál será el resul­ta­do de todo esto, es cla­ro: en últi­mo tér­mino, a nues­tro favor. Pero es difí­cil vati­ci­nar eta­pas inter­me­dias en la velei­do­sa Fran­cia. De todos modos, sobre­ven­drán varias de estas, antes de que nues­tra gen­te pase deci­di­da­men­te al pri­mer plano. Solo si París hicie­ra una revo­lu­ción les toca­ría el turno a los socia­lis­tas, ya que en París, como la Comu­na, toda revo­lu­ción se vuel­ve de por sí socia­lis­ta. Pero París está menos soli­vian­ta­do que el inte­rior, y eso es bueno. […] Si pro­si­guen los escán­da­los pue­de haber una cri­sis pre­si­den­cial –Car­not [el pre­si­den­te] está impli­ca­do por lo menos como encu­bri­dor de muchos chan­chu­llos– y de todos modos el año que vie­ne habrá elec­cio­nes par­la­men­ta­rias. Por aña­di­du­ra, elec­ción de muchos con­ce­ja­les en París. De mane­ra, pues, que están abier­tas más vías lega­les de las que son menester. […]

Sea como fue­re, el des­en­vol­vi­mien­to interno de Fran­cia ha adqui­ri­do aho­ra una impor­tan­cia sobre­sa­lien­te, y pron­to se verá has­ta qué pun­to la gen­te está a la altu­ra del come­ti­do que se le plan­tea. He de decir que tra­tán­do­se de cri­sis tan gran­des como la pre­sen­te, ten­go mucha con­fian­za en ellos. No en que ven­zan de inme­dia­to y rotun­da­men­te –toda­vía pue­den dar­se, en el inter­ín, repug­nan­tes epi­so­dios de reac­ción– sino en que al fin de cuen­tas sal­va­rán con honor el com­pro­mi­so. No con­vie­ne, por lo que a noso­tros res­pec­ta, que la cosa vaya muy rápi­do. Tam­bién noso­tros nece­si­ta­mos tiem­po para nues­tro desarrollo… 

En carta a Friedrich Albert Sorge, del 31 de diciembre de 1892:

[…] Por lo demás, hace tiem­po ya que los nor­te­ame­ri­ca­nos han pro­por­cio­na­do al mun­do euro­peo la prue­ba de que la repú­bli­ca bur­gue­sa es la repú­bli­ca de los hom­bres de nego­cios capi­ta­lis­tas, en la cual la polí­ti­ca es un nego­cio como cual­quier otro; y los fran­ce­ses, entre los cua­les los polí­ti­cos bur­gue­ses gober­nan­tes cono­cían des­de hacía tiem­po esa ver­dad y la prac­ti­ca­ban en secre­to, final­men­te lo han apren­di­do tam­bién a esca­la nacio­nal gra­cias al escán­da­lo de Pana­má. Pero para que las monar­quías cons­ti­tu­cio­na­les no pue­dan pavo­near­se vir­tuo­sa­men­te, cada una de ellas tie­ne en casa su peque­ño Panamá.
El asun­to de Pana­má, empe­ro, es con segu­ri­dad el comien­zo del fin de la repú­bli­ca bur­gue­sa y pue­de poner­nos, den­tro de poco, en una situa­ción de suma res­pon­sa­bi­li­dad. Toda la pan­di­lla opor­tu­nis­ta y la mayor par­te de la radi­cal está tre­men­da­men­te com­pro­me­ti­da; el gobierno pro­cu­ra echar tie­rra sobre el asun­to, pero esto ya no es posi­ble, por­que los docu­men­tos pro­ba­to­rios están en las manos de gen­te que quie­re vol­tear a los actua­les gober­nan­tes… Todos… tie­nen prue­bas más que sufi­cien­tes con­tra las ban­das de ladro­nes; las retie­nen, sin embar­go, pri­me­ro para no gas­tar de una vez toda su pól­vo­ra y segun­do, para dar tiem­po tan­to al gober­nó como a los tri­bu­na­les de meter­se en un calle­jón sin sali­da. Todo esto no pue­de sino con­ve­nir­nos; poco a poco sale a la luz sufi­cien­te mate­rial para que la agi­ta­ción no ceda un ápi­ce y los diri­gen­tes se metan cada vez más en el ato­lla­de­ro, pero tam­bién para que el escán­da­lo y las reve­la­cio­nes ejer­zan su efec­to has­ta el últi­mo rin­cón del país, ya antes de la inevi­ta­ble diso­lu­ción de las cáma­ras y las nue­vas elec­cio­nes que, con todo, no debe­rían tener lugar con dema­sia­da anticipación.

Que las cosas se apro­xi­man nota­ble­men­te al momen­to en que nues­tra gen­te se con­ver­ti­rá en los úni­cos gober­nan­tes posi­bles, no cabe duda. Solo que no debie­ran ir dema­sia­do rápi­do; nues­tra gen­te en Fran­cia tar­da­rá toda­vía en estar madu­ra para el poder. 

En un artículo sin título, publicado en <cite>Vorwärts</cite>, 13 de enero de 1893: «[…] Los jefes de la república burguesa radical-oportunista –ministros, senadores, diputados– están todos enredados en el escándalo Panamá: unos como sobornados, los demás como cómplices y encubridores».

Esta última frase de Engels se puede aplicar, punto por punto, a Argentina 2018. Senadores, diputados, jueces, funcionarios de Estado desde los presidentes para abajo, más empresarios, están todos enredados en el escándalo, ya sea por haber sido partícipes directos, ya sea por cómplices y encubridores. No debe haber lugar para el disimulo.

<em> Rolando Astarita</em>

6 de agosto de 2018

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