El hermano Santrich es un ejemplo de cómo el símbolo es una fuerza material que trasciende las fronteras de su país. Una vez asentado un potente movimiento de resistencia, las cárceles pierden parte de su eficacia represiva porque los pueblos han aprendido a hacer de ellas altavoces de la injusticia que se oyen en mundo entero. La dignidad de Santrich llega a Euskal Herria, a Palestina, a Vietnam… pero también muestra su potencial teórico –que nosotros debemos desentrañar– al sugerirnos que dentro de los muros que le aprisionan podemos descubrir la lógica criminal que ha intentado asesinar a Maduro y que poco antes había asesinado a tres representantes de la Marcha Campesina Admirable, además de los cientos de exterminados por el neofascismo en Colombia y en toda Nuestra América.
El hermano Santrich milita por la emancipación de la humanidad universalmente explotada, por su expresión particular en Nuestra América y singular en Colombia. La mundialización de la ley del valor hace que la cadena de extracción de plusvalor y de saqueo de la naturaleza recorra internamente todas, absolutamente todas las minúsculas maneras de sojuzgamiento que desarrolla el capital. Aunque cada una de ellas disponga de autonomía relativa más o menos amplia, aunque en apariencia no exista nada que les cohesione internamente hacia un objetivo último, en realidad desde las mentiras crecientes de Trump hasta la más anodina medida impuesta por el FMI pasando por el rearme imperialista, la censura mundial de prensa y un largo etcétera, existe esa dinámica interna.
El hermano Santrich sabe que las oposiciones interimperialistas, las luchas de las clases y de los pueblos, el caos que se escapa a los intentos de control, las dificultades que encuentra la acumulación de capital por razones múltiples y la tendencia al descenso de la tasa media de ganancia, es decir, sabe que la contradicciones del capitalismo aumentan las posibilidades de las fuerzas emancipadoras. Pero de la posibilidad a la realidad está el trecho que solo lo pueden llenar las direcciones estratégicas coordinadas por las organizaciones. Sin estas, la posibilidad objetiva apenas puede avanzar a probabilidad y a revolución de facto, y menos aún la victoria obrera y popular. Por eso, liquidarlas como sea, o sobornarlas e integrarlas en el engranaje del poder mediante el reformismo, ha sido y es una obsesión burguesa. Los asesinatos de militantes y atentado contra Maduro forman parte de un todo.
El hermano Santrich conoce por experiencia vital todo lo dicho aquí, muy especialmente asume que su militancia práctica no cesa del todo en prisión sino que cambia de forma en algunas áreas y se camina por otros senderos. Pero, en cuanto comunista, el hermano Santrich es consciente de que la cárcel siempre limita, merma la salud y hasta destruye la personalidad, matándola, porque ese es su objetivo además del de propagar el miedo y la pasividad. El objetivo último de la prisión burguesa es asesinar legalmente a luchadoras y luchadores. Por esto hay que liberar a Santrich y a las revolucionarias y revolucionarios, estén donde estén.
<em>Iñaki Gil de San Vicente</em>
Euskal Herria, 6 de agosto de 2018