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Boro como sín­te­sis y como acción

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Ami­go Boro, al final de su auto­bio­gra­fía Víc­tor Ser­ge escribe:

Muchas veces me he sen­ti­do al bor­de de una con­clu­sión pesi­mis­ta sobre la fun­ción del pen­sa­mien­to (de la inte­li­gen­cia) en la socie­dad. He com­pro­ba­do ince­san­te­men­te, des­de hace un cuar­to de siglo, es decir, des­de la esta­bi­li­za­ción de la revo­lu­ción rusa un poco antes de 1920, una ten­den­cia gene­ral a la repre­sión del pen­sa­mien­to cla­ri­vi­den­te […] Las rela­cio­nes entre el error y el cono­ci­mien­to jus­to son toda­vía dema­sia­do oscu­ras para que pue­da pre­ten­der­se regu­lar­los por auto­ri­dad; sin duda, los hom­bres nece­si­tan lar­gas tra­yec­to­rias a tra­vés de las hipó­te­sis, los erro­res y los ensa­yos de la ima­gi­na­ción para lle­gar a des­bro­zar cono­ci­mien­tos más exac­tos, en par­te pro­vi­sio­na­les: pues hay pocas exac­ti­tu­des defi­ni­ti­vas. Es decir que la liber­tad de pen­sa­mien­to me pare­ce uno de los valo­res más esenciales.

Es tam­bién uno de los más com­ba­ti­dos. En todas par­tes, sin cesar, he encon­tra­do el mie­do al pen­sa­mien­to, la repre­sión del pen­sa­mien­to, como un sor­do deseo abso­lu­ta­men­te gene­ral de huir o de repri­mir ese fer­men­to de inquietud.
(Memo­rias de un revo­lu­cio­na­rio, Edi­cio­nes El caba­lli­to, Méxi­co, 1973, pp. 425 – 426). 

Víctor Serge murió en 1947 tras una vida militante caracterizada por la praxis, por vivir en el ojo del huracán y desde él escribir obras como <cite>El año I de la revolución rusa</cite>. Nunca se arrodilló ante la injusticia y aunque supo aquilatar sus críticas a las necesidades de supervivencia de la revolución, tampoco diluyó su esencia, su contenido, sino que, en todo caso, adaptó su forma, su continente, a las necesidades objetivas de la emancipación humana para no facilitar las mentiras propagandísticas de los criminales. Serge estaría de acuerdo con esta advertencia de Marcos Roitman Rosenmann: <cite><a href="https://borrokagaraia.wordpress.com/2018/09/18/cuando-la-izquierda-no-hace-critica-la-derecha-siempre-gana/" rel="nofollow" target="_blank"><img class="extlink-icon" src="http://www.google.com/s2/favicons?domain=borrokagaraia.wordpress.com" style="display: inline-block; padding-right: 4px;"/>Cuando la izquierda no hace crítica, la derecha siempre gana</a></cite>.

La Europa «libre» de 1947 estaba de hecho bajo la vigilancia y control de la burguesía entregada a los brazos de Estados Unidos, y organizando rápidamente ese instrumento de terror que es la OTAN. Serge se las había pasado canutas, que se dice. No se suicidó como W. Benjamin en 1940 escapándose de la trituradora nazi-franquista porque sí aceptaba el criterio básico de la necesidad de la militancia organizada en base a la probada visión estratégica en la que la autocrítica juega un papel clave. W. Benjamin, por razones de su historia, no desarrolló tanto como Serge esta imprescindible dialéctica de lo individual y de lo colectivo en el horno de la praxis. El pesimismo innegable que se desprende de sus palabras contiene por ello un innegable optimismo:<br/><blockqute></blockqute>

El par­ti­ci­pan­te y el tes­ti­go de los acon­te­ci­mien­tos de nues­tra épo­ca se ve arras­tra­do a con­cluir con­tra la fata­li­dad his­tó­ri­ca. Y si es evi­den­te que las más gran­des líneas de la his­to­ria en mar­cha resul­tan de fac­to­res que nos reba­san, que no pode­mos domi­nar, de los que solo imper­fec­ta y frag­men­ta­ria­men­te toma­mos con­cien­cia, no es menos evi­den­te que el carác­ter de los hechos his­tó­ri­cos (y su orien­ta­ción mis­ma en cier­tos casos) depen­de bas­tan­te amplia­men­te de la capa­ci­dad de los hom­bres. […] Los hom­bres de mi gene­ra­ción –naci­dos hacia 1890‑, sobre todo los euro­peos, no esca­pan a la sen­sa­ción de haber vivi­do en una fron­te­ra, en el final de un mun­do, en el comien­zo de otro mun­do. […] El por­ve­nir se me pre­sen­ta lleno de posi­bi­li­da­des más gran­des que las que entre­vi­mos en el pasa­do. ¡Oja­lá que la pasión, la expe­rien­cia y las fal­tas mis­mas de mi gene­ra­ción com­ba­tien­te acla­ren un poco más sus cami­nos. (Memo­rias de un revo­lu­cio­na­rio, Edi­cio­nes El caba­lli­to, Méxi­co, 1973, pp. 437 – 439-442.)

Leyendo esto nos acordamos del  Gramsci encarcelado: el pesimismo de la razón y el optimismo de la voluntad, y también del optimismo vital de Rosa Luxemburg en sus cartas desde la cárcel. Es la misma filosofía de la praxis la que une al italiano, a la polaca y al ruso-polaco nacido en Bélgica. Aparentemente hay una discordancia entre el pesimismo de la razón gramsciana, la relativa tardanza de Rosa para comprender el fulgor bolchevique y la denuncia de Serge de la fatalidad histórica mediante la acción consciente que abre la vía del porvenir. Pero es una apariencia, una trampa de la lógica formal. La salida del agujero nos la presenta, cómo no, Alfonso Sastre en un libro de obligada lectura: 

La ima­gi­na­ción asis­te –y ayu­da- a la razón dia­léc­ti­ca a con­se­guir el acce­so a luga­res de lo posi­ble, en el mar­co de la reali­dad social e his­tó­ri­ca, no alcan­za­bles a un uso «cor­to» y estric­to, no «poé­ti­co», del enten­di­mien­to de la reali­dad «en acto», o sea, de la actua­li­dad. (Ima­gi­na­ción, retó­ri­ca y uto­pía, Hiru, Hon­da­rri­bia 2010, p. 639.) 

La actualidad, amigo Boro, la actualidad abierta en canal gracias al bisturí de la dialéctica que, como praxis, no tiene miedo a nada, ni tampoco a sus propios descubrimientos. Pero la actualidad no es solo «lo actual», sino la síntesis explosiva de las contradicciones sociales e históricas. Es por esto, porque tú eres uno de los notarios revolucionarios que dais fe de la actualidad insoportable, por lo que quieren condenarte a seis años de cárcel. La burguesía llama «periodismo» a la profesión de embellecer, amputar y legitimar la actualidad negando que es simplemente el estallido de la unidad y lucha de contrarios.

Nosotras y nosotros, llamamos praxis revolucionaria a mostrar mediante el bisturí de la dialéctica no solo por qué y cómo explosionan los antagonismos, sino también y sobre todo las vías que abren, las posibilidades que generan, tendencias en las que debemos actuar tras la autocrítica de nuestros errores. ¿Comprendes  ahora amigo Boro por qué he recurrido a Serge y a las y los demás? Si en 1947 terminaba una época y empezaba otra, lo mismo sucede ahora pero a una escala más terrible y a la vez más esperanzadora, o mejor decir, más crítica en el pleno sentido de la palabra: momento de opción. 

Basta ver la podredumbre que casi nos asfixia: el Tribunal Supremo español salvando in extremis al ultraconservador Casado para que el PP pueda aliarse con los de Rivera para «salvar a España» que va descendiendo imparablemente en la jerarquía imperialista porque sigue desplomándose su competitividad internacional. Desesperado, el bloque de clases dominante ataca por todas partes: Podemos mantiene su apoyo a la monarquía impuesto por el franquismo; la Iglesia roba todo lo que puede y protege a sus jaurías de pederastas; la mayoría de los jueces hacen oídos sordos al terrorismo machista; el Ibex 35 lleva casi todas sus ganancias a paraísos fiscales; militares fanáticos ensalzan a la momia genocida; el 155 sigue y se pudren las prisioneras y prisioneros políticos ; el Gobierno mantiene las reformas laborales de 2010, 2012 y todo lo que ha venido después, desde la ley Mordaza hasta el actual proyecto de censurar la libertad de expresión mediante la santa alianza entre Sánchez, Casado y Ribera ¿Para qué seguir? ¿Y Trump, Netanyahu, Salvini, Iván Duque…? 

El capital como relación social de explotación necesita de estas y otras realidades para impedir que crezca y se auto organice el potencial revolucionario que existe en la nueva fase que se abre. Desde hace tiempo venía preparando el arsenal represivo que ahora quiere aplastarnos. Tan solo hace pocos años, J. P. Garnier escribió esto: 

«Capi­ta­lis­mo», «impe­ria­lis­mo», «explo­ta­ción», «domi­na­ción», «des­po­se­sión», «opre­sión», «alie­na­ción»… Estas pala­bras, anta­ño ele­va­das al ran­go de con­cep­tos y vin­cu­la­das a la exis­ten­cia de una «gue­rra civil lar­va­da», no tie­nen cabi­da en la «demo­cra­cia paci­fi­ca­da». Con­si­de­ra­das casi como pala­bro­tas, han sido supri­mi­das del voca­bu­la­rio que se emplea tan­to en los tri­bu­na­les como en las redac­cio­nes, en los anfi­tea­tros uni­ver­si­ta­rios o los pla­tós de tele­vi­sión. Y lo mis­mo les ha ocu­rri­do a otros con­cep­tos, cuyo ori­gen beli­ge­ran­te les ha vali­do el cali­fi­ca­ti­vo de «no ope­ra­ti­vos», como es el caso de «cla­se», «luchas», «anta­go­nis­mo», «con­tra­dic­cio­nes», «intere­ses», «bur­gue­sía», «pro­le­ta­ria­do», «trabajadores»…¡Y qué decir tie­ne de aque­llos voca­blos que nos remi­ten a uto­pías qui­mé­ri­cas, como «eman­ci­pa­ción», «socia­lis­mo», «comu­nis­mo» o «anar­quis­mo»! Todo el mun­do sabe, y los inves­ti­ga­do­res los pri­me­ros, que recu­rrir a ese anti­guo glo­sa­rio es sinó­ni­mo de expre­sar­se en una «len­gua muer­ta». (Con­tra los terri­to­rios del poder, Virus, Bar­ce­lo­na 2006, p. 22.) 

Las lenguas muertas no sirven ya para transformar la realidad, por eso son «muertas»: con el galego, euskara, català, occitan, brezhoneg (bretón)… quieren hacer eso. Matar una lengua, o si no les es posible reducirla a exótica especialidad de filólogos, supone además de desarraigar al pueblo que la usa, también cortar de cuajo su proceso de pensamiento crítico. Se piensa con conceptos. Tú sabes, amigo Boro, porque lo hemos hablado mientras degustábamos abundante atún exquisitamente asado, que los conceptos son imprescindibles. Cuando La Haine o cualquiera otra página roja se preocupa en todo segundo por socializar, divulgar y explicar conceptos como los referenciados por J. P. Garnier, está llevando a la práctica la teoría del concepto. Una de las mejoras autoras que ha definido el contenido revolucionario de esta teoría es Raya Dunayevskaya: 

La teo­ría del con­cep­to ela­bo­ra las cate­go­rías de la liber­tad, de la sub­je­ti­vi­dad, de la razón, la lógi­ca de un movi­mien­to por medio del cual el hom­bre se hace libre. Sus uni­ver­sa­les, pese a que son uni­ver­sa­les del pen­sa­mien­to, son con­cre­tos (…) La doc­tri­na del con­cep­to expre­sa la deter­mi­na­ción sub­je­ti­va del hom­bre, la nece­si­dad de hacer­se due­ño de sí. Lo que se ela­bo­ra en las cate­go­rías del pen­sa­mien­to es la his­to­ria real de la huma­ni­dad. Que el con­cep­to hege­liano de auto­rrea­li­za­ción se «sub­vier­ta» –la revo­lu­ción en la «tra­duc­ción» de Marx– o no, lo cier­to es que tam­bién para Hegel cons­ti­tu­ye una cons­tan­te trans­for­ma­ción de la reali­dad y del pen­sa­mien­to, que pre­pa­ra un «nue­vo mun­do». De ahí, que des­de el comien­zo de la doc­tri­na del con­cep­to, vemos a Hegel tra­tan­do cons­tan­te­men­te de sepa­rar su dia­léc­ti­ca de la de Kant. (Filo­so­fía y revo­lu­ción. De Hegel a Sar­tre y de Marx a Mao, Siglo XXI, Méxi­co, 2004, p. 39.) 

O sea, cuando se lanzó la ofensiva para arrancar del habla, del conocimiento y de la ética humana todos aquellos conceptos que expresan la libertad, el capital estaba yendo más allá de lo descrito por Sorge, porque él no habló de la extirpación de la médula del conocimiento, sino solo del simple miedo a pensar, de su prohibición: el capital ha tenido que atacar hasta el mismo proceso de pensamiento porque la humanidad ha ido superando una a una sus represiones anteriores. Este es el secreto de la dura involución represiva contra la libertad de expresión, contra la pedagogía liberadora mediante el plan Bolonia y el fundamentalismo religioso, contra la ciencia crítica, contra los colectivos de debate y formación teórica…

Como ves, amigo Boro, la salvajada que el Estado quiere hacerte el próximo 3 de octubre, es una especie de síntesis del nivel represivo alcanzado en esa actualidad que Alfonso Sastre nos invita a desmenuzar en sus atrocidades concretas. Sé que conoces de sobra estas cosas pero reconozco que he aprovechado la denuncia de la barbarie para preparar el ambiente del debate que esperamos pueda realizarse el día 20 en Burgos. Allí nos veremos porque no basta con hablar, hay que organizar la práctica de la libertad. Y esta es la mejor forma que concluir esta cartita, por ahora, haciendo un llamado a la acción, a la pedagogía del ejemplo. F. Martínez Heredia comienza uno de los capítulos de su libro sobre el Che, así: «Hagamos que el ejemplo preceda a las palabras.» (<cite>Las ideas y la batalla del Che</cite>, Ciencias Sociales, La Habana 2010, pp. 223 y ss.) 

Pues eso, amigo Boro.

<em>Iñaki Gil de San Vicente</em>

Euskal Herria, 28 de septiembre de 2018 
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