«Sobre la base de esa doble discriminación, de raza y de clase, la gran masa de los alemanes disfrutó hasta la segunda mitad de la guerra de una buena situación. Ignoraron durante mucho tiempo el reverso criminal de su bienestar, un imperialismo social y racista edulcorado por la palabrería socializante de sus dirigentes […] La combinación del amparo y atenciones generales con la violencia ejemplar contra los denominados “enemigos del pueblo” no convirtió a la inmensa mayoría de alemanes en nazis entusiastas, sino más bien en conformistas que disfrutaban de las posibilidades cotidianas de beneficiarse que les ofrecía el sistema. Pero la lealtad pasiva así obtenida bastó para garantizar la capacidad de maniobra interna del Estado nacional socialista hasta verano de 1944.»
Los textos que se recogen en este librito publicado por Sare Antifaxista que prologo aquí intentan explicar qué es el fascismo desde las necesidades de la lucha de clases y de liberación nacional: es por tanto un libro de combate práctico y teórico, evitando ser engullido por el agujero negro del academicismo «imparcial». Son textos que he ido escribiendo al calor de las movilizaciones contra las múltiples expresiones del fascismo, pero que, estudiados en su conjunto, pueden servir para un debate colectivo que establezca los puntos mínimos de un concepto de fascismo válido para facilitar su derrota.
Recientemente han salido en prensa los casos de varios nazis, fascistas y franquistas con vidas cotidianas normales, personas que no se distinguieron por una especial brutalidad visible. Kurt Waldheim, por ejemplo, fue miembro de las SA, grupos paramilitares de asalto, y participó durante la Segunda Guerra Mundialen las deportaciones de decenas de miles de personas a campos de exterminio a las órdenes del general Alexander Lohr ejecutado en 1947 por criminal de guerra, A pesar de conocerse su historial, fue elegido secretario general de la ONU entre 1972 y 1981. Pocos Estados le recibieron en viaje oficial, menos el Vaticano y algunos países árabes. Para 1986 se disponía de información más concreta y grave sobre sus responsabilidades, pero en ese año ganó las elecciones austríacas siendo presidente hasta 1992. Luego vivió «retirado» de la vida política hasta su muerte en 2007 siendo enterrado con honores oficiales.
Rudolf Höss, lugarteniente de Himmler, fue comandante de Auschwitz, tenía a su cargo a criminales de la calaña de Mengele, Josef Kramer apodado La Bestia de Belsen, y muchos más. Según su hija «parecía el mejor hombre del mundo, siempre dulce y amable con quienes le rodeaban». Separaba perfectamente el mundo de sus atrocidades diarias en Auschwitz y el mundo de sus relaciones personales dentro y fuera de aquél averno. En ambos era consciente de su quehacer y vivía normalmente esa aparente contradicción. El policía español Antonio González Pacheco, alias Billy el Niño, recibió muy contadas y suaves reprimendas por las torturas salvajes que aplicaba a detenidas y detenidos durante la dictadura franquista y en los primeros años de la «monarquía constitucional». Dejó su «trabajo» en 1982 a la edad de 38 años tan profusamente condecorado que su sueldo se incrementó en un 50%. Mediante el método de las «puertas giratorias» pasó a ser responsable de seguridad de Renault, transnacional francesa que colaboró decisivamente en el esfuerzo de guerra con los ocupantes nazis.
En la actual Argentina, Denise Yanet Evequoz, conocida como Ana Elisa Duprat, maestra de trato dulce con la juventud, justifica en su docencia el holocausto nazi a la vez que dice «defender la vida» negando el irrenunciable derecho al aborto legal, seguro y gratuito. En Norte América, las organizaciones nazifascistas han aumentado en un 22% durante el primer año de gobierno de Donald Trump, siendo la punta de lanza de la legitimación de la aberrante medida nazi de Trump de separar hijas e hijos de migrantes encerrándolos en cárceles especiales, como se hacía en los campos de concentración alemanes cuando los trenes de mercancías descargaban su «carne humana»: las madres eran separadas a golpes de sus hijos e hijas para no verlos nunca más. La Marina yanqui va a crear campos militares para encarcelar a 120.000 migrantes, de entrada. No merece la pena extendernos sobre los sucesivos golpes a los derechos sindicales y sociales de la clase trabajadora que en los cuatro primeros meses de 2018 ya había igualado las huelgas y horas «perdidas» de todo 2017: es en este contexto en el que la Corte Suprema anula el derecho de la clase obrera a presentar demandas colectivas contra la patronal. Y si vamos a Japón vemos que una especie de neofascismo empieza a penetrar sutilmente desde 2012 en algunos estamentos del poder, reforzando el revanchismo imperialista y militarista.
Estos seis casos son una minúscula gotita en el océano fascista conocido y oculto, en el que miles y miles de personas que tuvieron y tienen responsabilidades con esta política inhumana campan a sus anchas porque la burguesía sabe que los necesita o que puede necesitarlos en un futuro. Pero reflejan muy bien las características generales del fascismo al margen de las formas particulares y singulares que adquiera en cada sociedad a través de los años.
De la misma forma en que a raíz de la crisis sociopolítica abierta con la revolución bolchevique de 1917 y sus efectos sísmicos mundiales, más la posterior crisis socioeconómica abierta en 1929, el gran capital y amplísimos sectores de la mediana y pequeña burguesía pasaron a apoyar al nazifascismo y al militarismo como garantía definitiva contra la revolución social; de manera similar, desde la crisis de 2007 cuando se van intensificando los esfuerzos por asentar el fascismo como reserva irracional de masas contrarrevolucionarias. Al haber desaparecido el «peligro comunista» inmediato como en los años treinta, y al no existir la llamada «guerra fría» desde 1991, el fascismo vio cómo se debilitaba su mayor argumento hasta entonces.
Debía buscar rápidamente otra fuerza incontrolable, otra forma de miedo, que surgiera de atavismos profundos creados durante siglos y reforzados abiertamente por la estrategia del miedo lanzada inicialmente por la Iglesia desde finales del siglo XII, pero reforzada sistemáticamente a raíz de las grandes hambrunas del siglo XIV. Pero en el capitalismo, a diferencia de la Baja Edad Media, el miedo irracional, no controlado por la conciencia, proviene fundamentalmente de la precarización de la vida en un mundo que, sin embargo, podría resolverlo mediante drásticas medidas sociopolíticas que pusieran las enormes fuerzas productivas a disposición de la humanidad, en vez de a las órdenes de la minoría burguesa. Este sueño, esta esperanza roja, sufrió un golpe en 1991, pero la angustia no desapareció en amplios sectores a pesar del triunfalismo imperialista. Una sociedad puede ser alegre pero puede estar carcomida por temores profundos, cósmicos, parecidos al Cthulhu de Lovecraft: ahí también anida el fascismo que, como solución, propone la omnisciencia del duce, del führer, del caudillo a cambio de la obediencia ciega.
El fascismo bien pronto encontró alternativas atrayentes. Una buena manipulación del miedo al extranjero, al migrante, basado en el terrorismo islámico pero también en el riesgo de perder los puestos de trabajo y en el sambenito de la «inseguridad ciudadana», era una propaganda muy eficaz en sectores de las clases trabajadoras desilusionados y traicionados por el eurocomunismo, por los restos del stalinismo y por la integración de la burocracia sindical… Desde siempre es sabido que el racismo también se alimenta de la angustia del hombre blanco a ver a «sus mujeres» en brazos de hombres de otras etnias. Si ya el nazifascismo y el franquismo explotaron al máximo en su beneficio esta ansiedad, temor, angustia y miedo del patriarcado blanco, luego se ha intensificado con el aumento de migrantes, con la crisis del sistema familiar clásico, con la toma de conciencia feminista, con el impacto de la hipersexualización burguesa de la vida…
El neofascismo sabe que ahora tiene otra sólida base irracional para crecer, lo que aprovecha para atacar los derechos elementales de las mujeres en todos los sentidos, como hemos visto en las reacciones disimulada o descaradamente justificadoras de la iniquidad de la Manada. Los microfascismos tienden a aumentar en la invisible cotidianeidad bajo las presiones de la crisis, pero a la vez, muchos «demócratas» ocultan su ideas fascistas con los buenos modales, con la frase oportuna, con la caricia oportuna a una niña migrante en un acto de «ayuda humanitaria» para que las televisiones y demás sistemas de comunicación instantánea lo divulguen por todo el mundo.
La devastación social desencadenada desde 2008 ha reforzado lo anterior. Si bien desde finales de la década de 1980 y en especial desde 1995, por poner una fecha, las luchas obreras y populares iban recuperándose paulatinamente en el capitalismo imperialista, el clásico por recurrente proceso de polarización social ha ido agudizándose y otra vez pero con formas y algunos contenidos nuevos, se empieza a entrever en la lejanía algo parecido al siempre deseado fantasma del comunismo. Los servicios de planificación y estrategia represiva de los Estados también lo sienten y se preparan para el combate: el Tribunal Constitucional alemán ha privado a 800.000 maestros del derecho de huelga tal vez por el miedo a que allí cunda el ejemplo de las poderosas huelgas de maestros en Estados Unidos. Hasta ahora, la burocracia sindical alemana ha conseguido evitar que la lucha obrera en ascenso empiece a desbordar el límite de tolerancia del capital.
La patronal española no ha podido llevar a puerto, por el naufragio del PP, su plan de reducir al máximo el ya golpeado derecho a huelga, pero lo intentará de nuevo. Un informe de la CEOE de finales de 2017 reconocía que aumentaba la lucha de clases sobre todo desde ese verano. Aprovechando este 1 de mayo, sectores de la patronal avisaban a las burocracias sindicales que iban perdiendo influencia entre la clase trabajadora cada vez más activa, tanto que en 2017 se había incrementado en un 50% con respecto a 2016 aunque se encuentra todavía muy lejos de los niveles de hace décadas. Movilizaciones masivas en lo que va de 2018 como las de las mujeres trabajadoras, jubiladas y sobreexplotadas, el pensionado, el movimiento estudiantil, etc., indican que la ley Mordaza, la parálisis impuesta por la burocracia político-sindical, el miedo al paro y la necesidad perentoria de aceptar la explotación laboral debido al empobrecimiento…, nada de esto ha logrado detener por ahora esa recuperación. No es casualidad, por tanto, que se haya disparado la violencia fascista contra las recuperadas formas de autoorganización de la juventud trabajadora, contra los derechos de las naciones oprimidas, contra las y los migrantes y quienes les ayuda, contra los derechos humanos concretos en cuanto tales.
¿Y qué decir de Macrón frente a las movilizaciones sociales de todo tipo a las que responde con una militarización que nos recuerda a De Gaulle? ¿Y qué comentar de Salvini obsesionado en llegar a ser el segundo Duce, que cuenta con el inestimable apoyo del M5 Estrellas, que en su origen fue la admiración del reformismo español, como lo había sido antes Syriza? Salvini ha lanzado una propuesta que no es nueva, pero que cada día que pasa tiene más posibilidades de materializarse: crear un partido europeo de extrema derecha que llegue a ser mayoritario en Bruselas. Se trata de una dinámica de acercamiento fascista que responde a la ley de centralización y concentración que es la base misma de Unión Europea. Son muchos los obstáculos que frenan la propuesta y hasta pueden abortarla, pero tarde o temprano resurgirá otro proyecto similar.
La concentración y centralización de capitales en Europa genera, como siempre, tensiones interburguesas por el reparto de poder pero se termina imponiendo la fracción capitalista más poderosa. En la actualidad, las presiones múltiples de Estados Unidos también favorecen el ascenso del fascismo mediante la expansión militar en el Este para agotar a Rusia, de modo parecido a cómo la segunda guerra fría lanzada por Reagan ayudó a la implosión de la URSS. Si en gran medida, los ejércitos italianos, alemán y español fueron fuerzas decisivas para el ascenso del nazifascismo, ahora, noventa u ochenta años después vuelven a serlo los estrategas político-militares, conectados con los ejércitos privados burgueses y con su industria político-mediática. Han aprendido mucho mientras que la izquierda lo ha olvidado casi todo, voluntariamente muchas veces. Recordemos que la OTAN fue central en las formas de guerra sucia, terrorismo, guerra psicológica y cooptación de políticos, intelectuales y periodistas en la primera guerra fría. Entonces el fascismo estaba desacreditado pero tenía un sólido refugio en la OTAN y otras instituciones imperialistas. Ahora también.
Para concluir, uno de los mayores errores del olvido muchas veces voluntario de la historia por la izquierda, es el abandono de las vitales reflexiones teóricas que fue haciendo el movimiento revolucionario sobre la naturaleza político-militar de toda concepción estratégica. No es casualidad que las reflexiones sobre el régimen bonapartista, que ya anunciaba indicios de lo que luego sería el fascismo, se hicieron precisamente bajo las presiones de la derrota político-militar de la revolución de 1848. Tampoco es casualidad que fuera otro estallido de violencia consciente y defensiva del pueblo, la Comuna de 1871, la que demostrara la urgencia de elaborar formas de poder de clase antagónicas al autoritarismo criminal de la contrarrevolución, formas que debían demostrar a la clase obrera mundial que puede avanzarse al socialismo, rompiendo así con la resignación derrotista que luego caería obnubilada ante la demagogia fascista.
Del mismo modo, las reflexiones tras la derrota de la revolución de 1905 demostraron que toda estrategia debe integrar una profunda concepción de la guerra, del militarismo y de la estructura psíquica alienada de masas, mentalidad obediente a los dictados de la autoridad suprema, como se comprobó al poco tiempo sobre los millones de cadáveres desde 1914 en adelante. La irrupción del imperialismo en esta época, uno de cuyos efectos más destructivos es el fascismo, demostró al movimiento revolucionario que debe actualizar en todo momento la teoría de la crisis sistémica, de la violencia, del Estado, de la democracia, del patriarcado, del racismo, etcétera, sin las cuales la hidra fascista sigue siendo una incógnita.
Pero aquellos avances que se expresaron en los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista, fueron abandonados por razones que no podemos desarrollar ahora. En lo que concierne al fascismo, además tenemos que volver a autores como Gramsci, W. Reich, Trotsky y otros que aportaron ideas básicas. Las transformaciones habidas desde entonces exigen no quedarse en una lectura formal de la impresionante riqueza teórica sintetizada en esos congresos, sino de su crítica dialéctica a la luz de los cambios acaecidos, para, así, poder combatir con más eficacia al fascismo contemporáneo. Espero que los textos aquí reunidos faciliten esta tarea.
Iñaki Gil de San Vicente
Euskal Herria, julio de 2018