Tithi Bhattacharya es marxista, feminista y profesora de historia de la Universidad de Purdue, en el Estado de Indiana (Estados Unidos). En 2017 editó Social Reproduction Theory. Remapping Class, Recentering Opression, libro que tiene la particularidad de proponerse como una visión marxista de la Teoría de la Reproducción Social. Aquí presentamos una charla en la que nos expone sus puntos de vista sobre las relaciones entre clase y género, las posibilidades de un feminismo anticapitalista y la búsqueda de fortalecer la clase obrera.
Ideas de Izquierda: En tu libro decís: «estoy proponiendo aquí tres cosas: (a) una reafirmación teórica sobre la clase trabajadora como sujeto revolucionario; (b) una más amplia definición sobre la clase trabajadora que aquella que refiere a la/os asalariadas/os; © una reconsideración de la lucha de clases que incluya a las luchas más allá de los salarios y las condiciones laborales». Me gustaría organizar la entrevista en torno a esa afirmación. Primero, la idea de la clase obrera como sujeto revolucionario no es una posición muy habitual en el feminismo en general, e imagino que tampoco es generalizada en el feminismo del 99%. ¿Qué significa la defensa de esa propuesta en el marco de los debates del feminismo en la actualidad?
Bueno, gracias por la pregunta porque considero que es muy importante. No creo que haya una contradicción entre este punto de vista del poder de la clase obrera o la potencialidad de la clase obrera para cambiar el mundo, y el feminismo del 99%, surgido en 2016 a partir de la Huelga de Mujeres. Porque nació precisamente para establecer esta idea del poder de la clase obrera. Porque particularmente en Estados Unidos y el norte de Europa, pero también en vastas regiones del mundo (yo trabajo de forma muy cercana con el feminismo de India de donde provengo), la idea de feminismo que se gestó durante el neoliberalismo fue la que construyó esta vaga figura del empowerment. Esa idea de «empoderamiento» evita la pregunta de quién es la que se empodera y para qué fines, esas son las preguntas que el neoliberalismo silencia. Entonces, el feminismo se volvió algo cercano a la idea de «empoderamiento» de las mujeres, lo que, en términos reales, se transformó en la idea de éxito de un sector muy pequeño de las mujeres de todo el mundo: éxito como políticas, éxito como mujeres de negocios, éxito como CEO, etc. Cuando las mujeres escalan estas posiciones y tienen éxito, eso es considerado un éxito para el feminismo. Mientras que el verdadero problema es que, para la gran mayoría de las mujeres en todo el mundo; el neoliberalismo significó un empobrecimiento absoluto de las condiciones de vida y las condiciones de trabajo. Entonces, si el feminismo quiere convertirse en una amenaza para el sexismo y la violencia capitalistas, en lugar de ser una cierva del desarrollo capitalista, entonces tiene que ser un feminismo anticapitalista. Esta forma de entender el feminismo está estrechamente ligada a la cuestión del poder de la clase obrera. Creo que hay un problema teórico y un problema político que hay que abordar. El teórico es que, durante mucho tiempo, tanto en las concepciones liberales de clase y clase obrera, como en la autopercepción de la clase trabajadora, ha habido una separación teórica entre lo que son considerados problemas de clase y lo que son cuestiones de opresión social. Las mujeres, las minorías étnicas o, más aún, las personas trans, no son vistas como miembros de una clase, entonces somos comprendidas por nuestra opresión más que por nuestra pertenencia de clase. Pienso que este es un problema que la Teoría de la Reproducción Social, como está planteado en el libro, trata de sacar a la luz. Trata de disputar que las percepciones de género, de raza, de discapacidad, etc. deben ser comprendidas como parte de la cuestión de clase y no como asuntos separados. Esa es la parte teórica. Las conclusiones estratégicas que una saca es que todas esas cuestiones son cuestiones de lucha de clases. Las luchas que desafían la opresión social, también son luchas de clases. Entonces, para mí la concepción de que la lucha de clases está limitada a luchas por aumentos salariales o luchas dentro de los lugares de trabajo, debe ser combatida. En la etapa neoliberal, las condiciones de vida empeoraron junto a las condiciones laborales. Las dos están relacionadas, de hecho la vulnerabilidad de las condiciones de vida te hace más vulnerable en el lugar de trabajo. Si no tenés seguridad migratoria, es más fácil para el patrón despedirte. O si sos mujer, también es más fácil para el jefe acosarte. Por ejemplo, en relación a la cuestión migratoria: la lucha contra cuotas migratorias («immigration rates») no se puede separar de la lucha por la sindicalización, porque las dos son luchas que van de la mano. Esa es la consecuencia estratégica: en el libro intentamos tener un entendimiento más integral de la clase trabajadora, que integre cuestiones de raza, género, igualdad u opresión social entendido como un todo.
En relación a esta comprensión más integral de la clase trabajadora, en el libro vos planteás que es una «ampliación» de la definición de clase, pero yo me pregunto: ¿una ampliación respecto de qué definición de clase trabajadora? ¿La de Marx? ¿La de cierto marxismo? ¿La de la mayoría de los sindicalistas?
Bueno, en el libro hay mucho uso de la palabra o del prefijo «re», porque entendemos a esta comprensión teórica no tanto como algo nuevo sino más bien como una recuperación de las tradiciones marxistas clásicas. La idea central es que, en el Volumen I de El Capital (en el conjunto de los tres volúmenes de El Capital) y en varios otros lugares, Marx desarrolla una comprensión del motor del capitalismo. ¿Cuál es esa dinámica que impulsa el sistema hacia adelante? El motor se ubica en la producción de mercancías por parte de la clase obrera en el lugar de trabajo, que permite al capitalista extraer plusvalía a través de ese proceso. Así que no es un proceso extra económico como los modos de producción anteriores. Es y se hace a través de la explotación y la extracción de ganancias y plusvalía, a través de hacer que la trabajadora Durante la entrevista, Tithi Bhattacharya utiliza el género femenino para referirse a una trabajadora mujer, varón o de cualquier género. Dado que en castellano los plurales tiene género, hemos decidido utilizar «trabajadoras» para referirnos a trabajadoras mujeres, varones o de cualquier género. trabaje más tiempo o más intensivamente para que el patrón obtenga sus ganancias. Así que este es el punto de partida y el motor del capitalismo. Pero hay varias partes de la obra de Marx, por ejemplo, La Ideología Alemana, donde Marx y Engels dicen básicamente que ese es el modo que la trabajadora tiene de vivir, de subsistir, en algún sentido, ese es el comienzo del sistema: la trabajadora tiene que estar separada de sus medios de subsistencia, porque si todos tuviéramos acceso a reproducir nuestras vidas, no tendríamos que trabajar para nuestros jefes. Nadie iría a un trabajo horrible de 9:00 a 5:00 o incluso cada vez más horas, si tuviéramos acceso a producir nuestra propia comida y sostener nuestras propias vidas. En un momento particular de la historia del capitalismo, la clase obrera fue separada o violentamente arrancada de sus medios de reproducción, razón por la cual la obrera pasa a depender del capitalista para reproducir su vida. Por eso vende su fuerza de trabajo o su capacidad de trabajar: para ganarse la vida. En la historia del capitalismo, la cuestión comienza cuando la trabajadora empieza a trabajar, es decir, se toma a la fuerza de trabajo como un hecho dado. En Teoría de la Reproducción Social doy un paso atrás y digo: «la fuerza de trabajo no es dada, tiene que ser reproducida». Hay numerosos procesos sociales que entran en esa reproducción de la fuerza de trabajo. No está dada. Porque si tomáramos la fuerza de trabajo como un hecho dado, entonces la fuerza de trabajo de cada humano sería exclusivamente la fuerza de trabajo portada al nacer. Pero, obviamente, la fuerza de trabajo no se reduce a esa fuerza «primera»: es formada, moldeada, producida y perfeccionada por nosotras dentro de la familia y dentro de las redes sociales a las que pertenecemos por muchos años. Ninguno de estos son procesos naturales. Todos estos son procesos sociales. La teoría de la reproducción social nos hace mirarlos. Me gusta pensarla como un mecanismo teórico extremadamente elaborado para desenvolver: estamos desenvolviendo constantemente todas las categorías naturalizadas, filosóficas y políticas, que el capitalismo nos presenta. Entonces tenemos la pregunta de qué tipo de procesos sociales producen la fuerza de trabajo. Lo que es obvio es que hay un proceso biológico: das a luz y después sos socializada. En la mayoría de las familias no socializamos a nuestras hijas (tal vez deberíamos empezar dentro del movimiento feminista), diciendo: el matrimonio o la monogamia son terribles. Algunas de nosotras obviamente hablamos con nuestras hijas sobre estas cosas una vez que son lo suficientemente maduras para manejar estas preguntas. Pero no empezamos por ahí. En otras palabras: socializamos a la niña en relaciones sociales capitalistas. Luego socializamos a la niña en las escuelas, en los centros de salud. Y cuando menciono estos mecanismos de socialización más institucionales, inmediatamente nos damos cuenta de que están segmentados. Ciertos barrios tienen ciertos tipos de escuelas y otros tienen mejores escuelas. Así que estamos hablando de la reproducción diferencial de la fuerza de trabajo: una parte de la fuerza de trabajo es preparada o socializada para ir a Harvard, mientras que otra parte de la fuerza de trabajo es preparada y socializada para convertirse en un trabajador de la construcción. Así que de nuevo, cuando decimos que la fuerza de trabajo se reproduce no es un proceso simple. Necesitamos mirar las varias instituciones sociales que reproducen la fuerza de trabajo. Entonces empezamos a entender que la reproducción de la fuerza de trabajo es también la reproducción de las relaciones sociales capitalistas. Ambos están intrínsecamente relacionados. La producción de mercancías en el lugar de trabajo y la producción de mano de obra o de la trabajadora fuera del lugar de trabajo, son procesos relacionados. De lo contrario, las relaciones sociales capitalistas se volverían inestables. Así pues, para asegurar su propia estabilidad tiene que haber una conexión sistémica entre cómo se reproduce la fuerza de trabajo, en qué lugares, etc. Por ejemplo, la familia basada en el parentesco tiene que ser estable para que la próxima generación pueda ser socializada. Las feministas en Argentina son una gran inspiración en este momento porque esa es precisamente una de las cosas que ustedes están combatiendo. Nuestras hermanas en las calles están luchando contra el hecho de que los políticos capitalistas y la Iglesia católica están básicamente presionando por un fortalecimiento de la unidad familiar a través de la cuestión del aborto, diciendo que las mujeres tienen que ser madres. Es una comprensión forzada de la relación de las mujeres con sus cuerpos, con nuestros cuerpos y con la unidad familiar. Obviamente, Argentina no está sola en esto. Todos los países capitalistas tienen una agenda «pro-familia», es solo una cuestión de hasta qué punto presionan con eso en nuestras gargantas.
En relación con esto, porque en Argentina, la cúpula de la CGT salió a plantear la preocupación por los costos que significaría para las obras sociales la legalización del aborto (argumento que, por cierto, ya habían planteado sectores de la derecha como la vice Presidenta Michetti) ¿Vos consideras que el derecho al aborto es un derecho que tienen que levantar los sindicatos?
Absolutamente. Creo que los sindicatos –no solo los sindicatos, sino cualquier sector del movimiento obrero, tengan o no organización sindical– deberían ocuparse de la cuestión del aborto. Sin derechos sobre nuestra capacidad reproductiva, tenemos derechos reducidos sobre nuestra capacidad productiva. Esas batallas no pueden separarse en absoluto. Y creo que estamos más débiles tanto en el movimiento feminista como en el movimiento obrero si los sindicatos se niegan a luchar por nuestros derechos reproductivos. Lo mismo pasa con el racismo: si los sindicatos no toman estas luchas, se debilitan. El derecho al aborto es un terreno muy importante de empoderamiento para las mujeres de la clase trabajadora. No sé cuáles son las cifras en Argentina, pero en Estados Unidos es una batalla de clases directa: la gente rica puede pagar el aborto, esa es la simple verdad. Parentalidad Planificada (Planned Parenthood) es la institución que más ayuda en el aborto (en Estados Unidos) y ha estado recibiendo mucha violencia del Estado y de los antiabortistas en general. La gran mayoría de las mujeres que acceden a los servicios de Parentalidad Planificada son pobres y de color, el 60% son mujeres de color. Se trata de una cuestión de clase directa para las mujeres de la clase trabajadora. Y si se piensa en esto, la cuestión de dar a luz a una niña o no dar a luz a una niña es completamente una cuestión de la clase trabajadora. ¿Cómo vas a alimentar a la niña? Esa es la primera pregunta y está directamente ligada a qué tipo de trabajo tenés , que a su vez, está relacionada con el tipo de atención médica a la que podes acceder. ¿Realmente podes dar a luz? ¿Podes gestar durante nueve meses para dar a luz? ¿Dispones de atención médica para gestar al bebé y dar a luz? Una vez que nazca el bebé ¿Cómo diablos lo vas a alimentar? ¿Tenes un hogar para ella? También está ligado a otros problemas ¿Se te quitará el bebé en la frontera por las autoridades migratorias, como lo está haciendo Trump? Todos estos son problemas reproductivos. No están separados, porque el nacimiento de un bebé no es solo una cuestión de mujeres. Son las mujeres y los cuerpos identificados como femeninos los que dan a luz (porque los hombres trans también lo hacen), pero la cuestión de la parentalidad es completamente una cuestión social.
En el libro vos planteás que el circuito de la reproducción de la fuerza de trabajo (terreno en el que aparecen todas estas cuestiones que son propias de la clase obrera aunque no suela verse de ese modo) está subordinado al circuito de la producción. ¿Podrías precisar esa relación? ¿Qué significa esta subordinación?
En términos marxistas, para decirlo simplemente, la fuerza de trabajo de los trabajadores se aprovecha para producir mercancías en el lugar de trabajo, pero la reproducción de esa fuerza de trabajo ocurre fuera del circuito de producción de mercancías. Entonces esos dos circuitos están obviamente conectados de la manera en que hablamos antes, pero son circuitos separados. Son circuitos relacionados pero separados. ¿Cuáles son las características de esta separación? Dentro del lugar de trabajo, el capital tiene el control y la dominación total sobre las actividades de los trabajadores. Pero ese no es el caso en la reproducción de la fuerza de trabajo. El capitalismo, por supuesto, en la medida en que es una totalidad global sistémica, tiene influencia y dominio sobre el circuito de reproducción de la fuerza de trabajo, pero no tiene control total. Por ejemplo, aunque a la mayoría de los políticos capitalistas les gustaría, en realidad no pueden entrar en nuestros hogares y dictar cómo vivimos, lo intentan de varias maneras, por ejemplo, con la prohibición del aborto legal, las leyes que justifican la violación y otras expresiones de sexismo. Estas son diversas formas en que el capitalismo intenta controlar el circuito de la reproducción. Pero simplemente no tiene control total. Así que no importa cuáles sean las leyes de aborto, no importa qué tan fuerte sea la Iglesia Católica, las mujeres y los hombres todavía tienen sexo por placer, no solo tienen sexo para reproducirse. Las mujeres jóvenes todavía encuentran placer al decir «no, yo no seré una mujer heterosexual, soy lesbiana o soy una persona trans», de modo que los seres humanos expresan constantemente su potencial humano real en innumerables formas, más allá de lo que el capitalismo considera normativo o correcto. Esas cosas suceden todo el tiempo. Por cierto, no digo que ser lesbiana o ser una persona trans sea en sí mismo un desafío para el capitalismo. Por supuesto que no lo es, puede volverse un desafío al capitalismo si se transforma en un movimiento, pero una persona individual que se convierte en trans no necesariamente es un desafío al capitalismo. Lo que trato de señalar es que estas relaciones sociales, estos desarrollos emocionales afectivos continúan a pesar de los intentos de los capitalistas por regularlos o dominarlos. Y la razón por la cual la dominación o regulación nunca es completa y siempre está en formación y resistencia, es por la forma en que se configura el sistema: el capitalismo no tiene control total sobre la reproducción de la fuerza de trabajo. Tiene que dejar que las trabajadoras se ocupen de su propia reproducción social y determinen la mejor forma de encajar en este sistema. Debido a esa laxitud y a que hay un cierto grado de autonomía, es que pueden ocurrir todo tipo de cosas subversivas en esta esfera. De nuevo, con esto no estoy diciendo que en la esfera del trabajo no ocurren cosas subversivas: una huelga es exactamente eso. Estoy diciendo que allí la subversión se enfrenta al control directo del capital, mientras que en la esfera de la reproducción social las subversiones y las afirmaciones suceden a pesar de este control del capital mucho menos pleno.
Esta idea de pensar la lucha de clases en el terreno de la reproducción social obliga, creo, a la pregunta por lo que el sociólogo John Womack llamó «posición estratégica» para designar aquellas posiciones dentro del circuito productivo en las que los trabajadores tenían más poder de fuego, es decir, aquellas posiciones en las que, del modo más económico en términos de su fuerza, causaban el mayor daño al capital. ¿Cuál es la relación entre estos dos territorios de lucha de clases (el de la producción y el de la reproducción) para vos desde el punto de vista de las posiciones estratégicas? ¿Son equivalentes desde el punto de vista de la capacidad de daño de la clase trabajadora? ¿Es lo mismo una huelga en una fábrica, en un subterráneo que en un barrio?
Como marxista, creo que el mayor poder de la clase trabajadora está en el lugar de trabajo. Es ahí donde el colectivo de clase es más fuerte y es ahí donde tiene la capacidad de dañar o colapsar este sistema. Y es así porque, en el lugar de trabajo, si el trabajador deja de trabajar, está parando el motor del sistema que es la extracción de la plusvalía. Todo el resto existe para que el sistema extraiga plusvalía. Si detiene esta extracción de plusvalía, el sistema debe cerrarse. Entonces, sí, creo que la importancia estratégica del lugar de trabajo es diferente y es mucho más poderosa que las luchas no laborales. Eso en términos de lo que es más perjudicial para el sistema en su conjunto. Sin embargo, no podemos ver el asunto de una forma estática, como si hubiera estadios de la lucha. La razón por la que creo que esta es muy importante en este momento es porque globalmente el poder de los sindicatos y, por lo tanto, el poder de los trabajadores en el lugar de trabajo, no solo disminuyó sino que en grandes franjas del globo, no existe. Por ejemplo, en dos de las economías más grandes, India y China, el poder de los sindicatos en los lugares de trabajo es mínimo. Hay un vasto sector informal en India donde la gente nunca ha oído hablar de los sindicatos. Así que estamos hablando de un período de 40 años en el que el capital ha librado una batalla implacable contra los sindicatos en el lugar de trabajo y ha disminuido su poder. Ante ese tipo de circunstancias podemos decir dos cosas como militantes: podemos decir «clase, nosotros vamos a esperar el momento mítico dorado en el que los sindicatos sean reconstruidos»; esa es una posición de izquierda que sostiene que todo el poder debe provenir de los sindicatos, motivo por el cual todas las luchas deben ser para reconstruir el movimiento sindical, y eso es todo en lo que hay que enfocarse y concentrarse, cualquier otra lucha debe estar subordinada a esa lucha. La posición del ala derecha sería que la clase trabajadora está terminada, ya no habrá una lucha colectiva contra el capital porque el movimiento sindical ha terminado. Esas son las dos respuestas posibles a la posición debilitada de la clase trabajadora en el lugar de trabajo. Creo que nosotras, como feministas marxistas, tenemos un punto de vista diferente. Decimos: «¿por qué la gente va a trabajar?». La gente no va a trabajar para tener dinero. La gente va a trabajar para vivir. Entonces, la forma salarial es una mediación entre el ser humano y su existencia, su manutención. Los salarios son un medio, por eso la gente se concentra en el salario. Creo que, como marxistas, a veces olvidamos y, los jefes de los sindicatos definitivamente se olvidan, que no es el salario lo que preocupa al trabajador. Lo que le preocupa es lo que el salario permite conseguir, que es la vida. Cuando las condiciones de vida empeoran para la clase trabajadora, la lucha estalla. No importa que la clase trabajadora no pueda luchar en el lugar de trabajo porque el poder colectivo se ha debilitado, la clase trabajadora sigue luchando en los barrios, en las luchas por la renta, por el agua potable, y esas luchas creo que construyen la confianza de la clase como un todo, de manera que luego esa confianza pueda volver a expresarse en el lugar de trabajo. Como marxistas, si se tiene una visión a largo plazo, se observa que el desarrollo de la conciencia de la clase trabajadora puede ocurrir de innumerables maneras. Puede suceder que, en forma simultánea, se desarrollen huelgas en el lugar de trabajo junto con el desarrollo de movimientos sociales. Puede suceder también que no haya movimientos sociales sino solo luchas en el lugar de trabajo, una ola de huelgas que se traduzca en un movimiento social, por ejemplo, en un movimiento antiimperialista. Pero lo contrario también puede ocurrir: si extendés la herramienta de la huelga más allá del lugar de trabajo, los movimientos sociales pueden construir confianza en la clase obrera para que la huelga retorne al lugar de trabajo, para que hagan paro en el lugar de la producción. Por ejemplo, si a un trabajador cuyo principal problema es la vivienda (el alquiler) va el sindicato y le propone organizarse en su lugar de trabajo, quizás el trabajador piensa (influido por el discurso liberal): «No veo mi interés en unirme al sindicato». Pero supongamos que el propietario de la casa lo echa a patadas, el trabajador es madre o padre, y su familia y su vida se ven amenazadas, y entonces viene el sindicato y dice que lo va a ayudar a organizarse contra el propietario en su barrio. Entonces el trabajador podría pensar: «OK, esto es realmente sobre mi vida. Quiero trabajar con este sindicato porque esta situación es una basura». Ahí es donde se genera la confianza en el sindicato. Y entonces, cuando el sindicato va y dice «si tenemos salarios más altos, entonces será más fácil tener acceso a mejores viviendas…», entonces el trabajador podría considerar unirse al sindicato porque ahora el sindicato ha participado en duras luchas sociales para tener su confianza. Y creo que este tipo de «sindicalismo de lucha de clases» es el camino a seguir en el período neoliberal, porque el movimiento sindical ha sido tan atacado en el lugar de trabajo en todo el mundo, que para reconstruirlo no podemos limitar nuestra imaginación y nuestros horizontes políticos a el lugar de trabajo solamente. Debemos dirigirnos al trabajador en su mundo de la vida entera. Y es por eso que la cuestión del aborto se vuelve importante…
Iba a preguntarte justamente eso. En esta dinámica que va desde afuera del lugar de trabajo hacia adentro, desde movimientos por reclamos que en principio no se presentan como propios de la clase obrera (aunque lo son), hacia la organización y la lucha en la producción como centro neurálgico del capitalismo ¿vos considerás que las mujeres tienen un rol especial que cumplir, un rol protagónico? Pienso en el hecho de que las mujeres son la mitad de la clase obrera, son el 70 u 80% en los trabajos de la reproducción social, ¿creés que eso abre la posibilidad de pensar a las mujeres como vanguardia de una reconstrucción de la clase obrera? ¿O creés que esa puede ser una hipótesis esencialista?
No creo que sea esencialista en absoluto. Creo que es importante porque hace al tipo de cosas que discutimos anteriormente. Ante todo, está la cuestión numérica de que una mayoría de las trabajadoras son mujeres y están en todos los sectores. Eso ya es un tema que tenemos que tener en cuenta. Pero creo que hay un problema estructural más profundo que hace que las luchas tengan tanta marca de género, estén tan generizadas en los últimos años: el problema estructural es que el neoliberalismo en estos 40 años ha llevado adelante un ataque cruel contra los estándares de vida de las trabajadoras: salud, pensiones, escuelas, privatización de los servicios públicos. La privatización de todos los recursos que los seres humanos necesitamos para reproducirnos, ha estado a la vanguardia de los ataques neoliberales, eso significa que durante 40 años nuestra capacidad de reproducción ha sido atacada por el neoliberalismo y, debido al sexismo, las mujeres han cargado con la peor parte de estos ataques. Cuando privatizan tu agua las personas más afectadas son las mujeres, cuando cerras las escuelas, las mujeres son las más afectadas, cuando el sistema de salud se privatiza o directamente se cierra, las mujeres (que son las que asumen las tareas del cuidado en las familias y en los barrios), son las más afectadas. Entonces, desde hace 40 años que el neoliberalismo viene atacando a la reproducción social, lo cual ha tenido consecuencias fuertemente generizadas, y creo que se debe hablar mucho más de esto en los sindicatos, entre los marxistas y la gente de izquierda. El 2008 fue la gota que rebalsó el vaso del consenso neoliberal, la crisis se instaló en «la casa» del capitalismo. Pero si nos fijamos en los movimientos anteriores, de diez años antes de 2008 y diez años después de 2008, verán cuán intensamente generizados son. A menudo, o son dirigidos por mujeres, o la gran mayoría de los participantes en estos movimientos sociales son mujeres, y los problemas que plantean son todos temas que tienen graves consecuencias para las mujeres. Pero no estamos hablando de cuestiones necesariamente feministas. Es por eso que creo que el feminismo del 99% tiene perfecto sentido, porque no se puede hablar de mejorar la situación de las mujeres, a menos que se ataque al sistema mismo que crea esas condiciones de humillación para las mujeres. Y ese sistema es el capitalismo. Entonces, no se puede fortalecer al feminismo en el mundo de hoy si no es un feminismo que sea también anticapitalista, porque todos estos temas de los que estamos hablando no son cuestiones feministas, sino que son cuestiones fuertemente relacionadas con el género, lo que las convierte en cuestiones feministas. Creo que debemos descartar la idea de que el feminismo se trata solo de mujeres. El feminismo se trata de género y el género está en el corazón de cómo el capitalismo se reproduce a sí mismo. Así que a menos que los hombres, las mujeres y las personas de todas las sexualidades y elecciones y habilidades se unan en esta batalla, el feminismo no se fortalece. Si vos planteas un feminismo que es solo para mujeres cis, o solo para ciudadanos, eso no es feminismo, porque al hacerlo fortaleces el sistema. Si luchas solo por mujeres cis, realmente fortaleces la familia capitalista y las ideas hetero-normativas de parentesco, que a su vez serán las ideas que se vuelvan en tu contra. Por lo tanto, como persona cis te conviene luchar por los derechos trans, pero no por una «buena moral», sino porque tu interés está ligado a eso, porque luchar por eso debilita el sistema como un todo, y por lo tanto, tus condiciones mejoran cuando el sistema se debilita. Así que esta es la razón por la que creo que la pregunta acerca de qué es un «tema feminista» debe ser una pregunta constante, porque creo que todos los temas anticapitalistas son en realidad cuestiones feministas.
Por último, quisiera terminar la entrevista con tu opinión sobre un proceso que creo que está muy relacionado con lo que estamos hablando: las huelgas docentes en EE.UU. que, de febrero en adelante, se expandieron por distintos Estados formando lo que llamaron la «Primavera docente». Tres preguntas: ¿Por qué ahora? ¿Por qué en el sector de la educación pública? ¿Por qué las mujeres a la cabeza?
Bueno, voy a comenzar por el final. El 77% de todos las docentes de EE. UU. son mujeres. Eso es un hecho. En algunos Estados el porcentaje es más del 80%. Entonces, que la mayoría de las huelguistas hayan sido mujeres responde a ese hecho. ¿Por qué ahora? Porque en los últimos 40 años, el neoliberalismo ha atacado a la educación y ha intentado diversas maneras de privatizar la educación, debilitar a las docentes en su lugar de trabajo, debilitar a los grandes sindicatos de docentes y, básicamente, atacar el trabajo mismo de la enseñanza. Cuando las personas se convierten en maestras es porque realmente les gusta enseñar a los niños, y creo que debemos tomar eso en serio. No es solo una especie de esfuerzo emocional que las maestras hacen, es realmente una alegría y un orgullo que las personas sienten en su labor de enseñar, de dar forma a una mente joven. Y cada política que se ha llevado adelante para las escuelas públicas (y que es bipartidista, de George Bush a Barack Obama) ha socavado la capacidad de la docente para hacer justamente eso: disfrutar de formar y enseñar en sus propias aulas. Por ejemplo, los tests estandarizados como modo de medir la performance docente: todas esas políticas son herramientas que intentan controlar el proceso de enseñanza a nivel del aula. Y a nivel macro, hay fuertes recortes de fondos para la educación pública, que obliga a las escuelas a cerrar y obliga a las maestras a que abandonen sus trabajos porque se vuelve inviable para una persona enseñar, mantener una familia y tener una vida. En definitiva, durante los últimos 40 años ha habido un fuerte ataque a la profesión docente que estaba destinado a llegar a un punto crítico en algún momento. Creo que la elección de Donald Trump sacudió todos estos temas juntos de un modo que no había sido hecho antes. Es decir, todos estos pequeños ingredientes ya existían, Donald Trump no los inventó. Pero creo que intensificó los procesos políticamente y el reclamo docente comenzó a jugar un papel muy importante. Y el género tiene una importancia vital en esto y no es solo porque la gran mayoría de las maestras son mujeres, sino porque la enseñanza, por desgracia, es considerada un trabajo de mujeres. Yo pasé un tiempo en West Virginia cuando estalló la huelga. Estuve en Kentucky también. Y la clase dominante entendió mucho más rápido que nosotras la importancia del género en estas huelgas. Ellos usaron todo tipo de epítetos sexistas para descalificar a las maestras. En West Virginia, a las maestras las llamaban «Dumb Bunnies» («conejos estúpidos», en referencia a la serie de libros infantiles), para decir que eran conejitos estúpidos que saltaban sin saber lo que estaban haciendo. En respuesta, las maestras se vistieron de conejitas rosas e hicieron una manifestación en la capital: «ok, somos conejitos estúpidos». Así que, por un lado, tenés eso. Pero además tenés otro tema: el catalizador de la huelga de West Virginia fue el ataque a las jubilaciones docentes. Una de las conquistas que las maestras mantenían en el marco de todas estas políticas contra la educación pública era la jubilación y el servicio de salud. Como son empleos estatales, aún conservan esos derechos. Pero esta última ronda de ataques también fueron contra la jubilación. Entonces, primero, el salario no es lo suficientemente bueno; segundo, las condiciones de trabajo son humillantes, pero incluso si aguantabas todo eso, una vez que te retirabas tenías, al menos, una jubilación que te permitía pasar la última etapa de tu vida de modo tranquilo. Eso fue quitado para las maestras en West Virginia. Y como se sabe, cuando se trata de la tercera edad, el género juega un rol particular porque son las mujeres las que se encargan del cuidado de las personas mayores. Por lo tanto, afecta a las mujeres de maneras particulares. Pero también el tema de la salud adoptó carácter de género en West Virginia. Se les dijo a las maestras que tendrían que cumplir con ciertos estándares para acceder a la atención médica. Y para ello tendrían que llevar un dispositivo en la muñeca que controlaría todos sus ritmos y capacidades biológicas. Y sobre la base de ese control, se determinaría la cantidad del monto a pagar por el seguro de salud. Entonces, una mujer de 40 años, sería monitoreada de acuerdo con la misma escala que una mujer de 70 años con cirugía de rodilla y que un hombre de 25 años. ¿Quién es más vital entre el hombre de 25 años, la mujer de 47 años o la mujer de 70 años? Quien fuera más vital pagaría menos. De ese modo es que tratan de vincular la atención médica y las jubilaciones a los ritmos biológicos. Obviamente, eso se convirtió en un tema fuertemente de género. Estos fueron algunos de los problemas que desencadenaron la huelga en West Virginia. Pero creo que la verdadera pregunta que debemos hacernos es por qué se extendió la huelga. Porque si, como dijeron los políticos, se trataba de un problema local, entonces debería haberse quedado en West Virginia. Pero se extendió porque es un problema sistémico. Esta ha sido la condición docente en los EE. UU. en los últimos 40 años. Lo que West Virginia demostró fue que podemos ganar. Y eso sucedió contra todo pronóstico. La dirección del sindicato estaba en contra de las maestras, los políticos republicanos estaban en contra de las maestras, los Demócratas estaban pidiendo a las maestras que terminaran el conflicto por menos. Y, sin embargo, las maestras organizadas en la base en el lugar de trabajo se mantuvieron firmes contra todas estas fuerzas y ganaron. Y ese dulce sabor de la victoria fue lo que convenció a todas estas otras maestras de que se puede lograr. Esta idea de que «se puede lograr» se perdió en el movimiento obrero y en el horizonte de imaginación y de conciencia de la clase obrera de Estados Unidos durante mucho tiempo. Así que ahora, si miras lo que ocurre en Estados Unidos, West Virginia no solo puso de pie a las maestras, puso en huelga a las trabajadores de las aerolíneas, activó las huelgas de UPS (servicio de correo). De repente hay un clima en el aire de que «puede suceder», de que «podemos ganar». Esa conciencia está, repentinamente, de vuelta en el aire y creo que es muy muy importante reconocer el papel de una lucha en el lugar de trabajo en un pequeño Estado, el poder y el potencial que tiene una vez que gana.
2 de septiembre de 2018