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Tithi Bhat­ta­char­ya: «Sobre la rela­ción entre géne­ro y clase»

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Tithi Bhat­ta­char­ya es mar­xis­ta, femi­nis­ta y pro­fe­so­ra de his­to­ria de la Uni­ver­si­dad de Pur­due, en el Esta­do de India­na (Esta­dos Uni­dos). En 2017 edi­tó Social Repro­duc­tion Theory. Remap­ping Class, Recen­te­ri­ng Opres­sion, libro que tie­ne la par­ti­cu­la­ri­dad de pro­po­ner­se como una visión mar­xis­ta de la Teo­ría de la Repro­duc­ción Social. Aquí pre­sen­ta­mos una char­la en la que nos expo­ne sus pun­tos de vis­ta sobre las rela­cio­nes entre cla­se y géne­ro, las posi­bi­li­da­des de un femi­nis­mo anti­ca­pi­ta­lis­ta y la bús­que­da de for­ta­le­cer la cla­se obrera.

Ideas de Izquier­da: En tu libro decís: «estoy pro­po­nien­do aquí tres cosas: (a) una reafir­ma­ción teó­ri­ca sobre la cla­se tra­ba­ja­do­ra como suje­to revo­lu­cio­na­rio; (b) una más amplia defi­ni­ción sobre la cla­se tra­ba­ja­do­ra que aque­lla que refie­re a la/​os asalariadas/​os; © una recon­si­de­ra­ción de la lucha de cla­ses que inclu­ya a las luchas más allá de los sala­rios y las con­di­cio­nes labo­ra­les». Me gus­ta­ría orga­ni­zar la entre­vis­ta en torno a esa afir­ma­ción. Pri­me­ro, la idea de la cla­se obre­ra como suje­to revo­lu­cio­na­rio no es una posi­ción muy habi­tual en el femi­nis­mo en gene­ral, e ima­gino que tam­po­co es gene­ra­li­za­da en el femi­nis­mo del 99%. ¿Qué sig­ni­fi­ca la defen­sa de esa pro­pues­ta en el mar­co de los deba­tes del femi­nis­mo en la actualidad?

Bueno, gra­cias por la pre­gun­ta por­que con­si­de­ro que es muy impor­tan­te. No creo que haya una con­tra­dic­ción entre este pun­to de vis­ta del poder de la cla­se obre­ra o la poten­cia­li­dad de la cla­se obre­ra para cam­biar el mun­do, y el femi­nis­mo del 99%, sur­gi­do en 2016 a par­tir de la Huel­ga de Muje­res. Por­que nació pre­ci­sa­men­te para esta­ble­cer esta idea del poder de la cla­se obre­ra. Por­que par­ti­cu­lar­men­te en Esta­dos Uni­dos y el nor­te de Euro­pa, pero tam­bién en vas­tas regio­nes del mun­do (yo tra­ba­jo de for­ma muy cer­ca­na con el femi­nis­mo de India de don­de pro­ven­go), la idea de femi­nis­mo que se ges­tó duran­te el neo­li­be­ra­lis­mo fue la que cons­tru­yó esta vaga figu­ra del empo­wer­ment. Esa idea de «empo­de­ra­mien­to» evi­ta la pre­gun­ta de quién es la que se empo­de­ra y para qué fines, esas son las pre­gun­tas que el neo­li­be­ra­lis­mo silen­cia. Enton­ces, el femi­nis­mo se vol­vió algo cer­cano a la idea de «empo­de­ra­mien­to» de las muje­res, lo que, en tér­mi­nos reales, se trans­for­mó en la idea de éxi­to de un sec­tor muy peque­ño de las muje­res de todo el mun­do: éxi­to como polí­ti­cas, éxi­to como muje­res de nego­cios, éxi­to como CEO, etc. Cuan­do las muje­res esca­lan estas posi­cio­nes y tie­nen éxi­to, eso es con­si­de­ra­do un éxi­to para el femi­nis­mo. Mien­tras que el ver­da­de­ro pro­ble­ma es que, para la gran mayo­ría de las muje­res en todo el mun­do; el neo­li­be­ra­lis­mo sig­ni­fi­có un empo­bre­ci­mien­to abso­lu­to de las con­di­cio­nes de vida y las con­di­cio­nes de tra­ba­jo. Enton­ces, si el femi­nis­mo quie­re con­ver­tir­se en una ame­na­za para el sexis­mo y la vio­len­cia capi­ta­lis­tas, en lugar de ser una cier­va del desa­rro­llo capi­ta­lis­ta, enton­ces tie­ne que ser un femi­nis­mo anti­ca­pi­ta­lis­ta. Esta for­ma de enten­der el femi­nis­mo está estre­cha­men­te liga­da a la cues­tión del poder de la cla­se obre­ra. Creo que hay un pro­ble­ma teó­ri­co y un pro­ble­ma polí­ti­co que hay que abor­dar. El teó­ri­co es que, duran­te mucho tiem­po, tan­to en las con­cep­cio­nes libe­ra­les de cla­se y cla­se obre­ra, como en la auto­per­cep­ción de la cla­se tra­ba­ja­do­ra, ha habi­do una sepa­ra­ción teó­ri­ca entre lo que son con­si­de­ra­dos pro­ble­mas de cla­se y lo que son cues­tio­nes de opre­sión social. Las muje­res, las mino­rías étni­cas o, más aún, las per­so­nas trans, no son vis­tas como miem­bros de una cla­se, enton­ces somos com­pren­di­das por nues­tra opre­sión más que por nues­tra per­te­nen­cia de cla­se. Pien­so que este es un pro­ble­ma que la Teo­ría de la Repro­duc­ción Social, como está plan­tea­do en el libro, tra­ta de sacar a la luz. Tra­ta de dispu­tar que las per­cep­cio­nes de géne­ro, de raza, de dis­ca­pa­ci­dad, etc. deben ser com­pren­di­das como par­te de la cues­tión de cla­se y no como asun­tos sepa­ra­dos. Esa es la par­te teó­ri­ca. Las con­clu­sio­nes estra­té­gi­cas que una saca es que todas esas cues­tio­nes son cues­tio­nes de lucha de cla­ses. Las luchas que desa­fían la opre­sión social, tam­bién son luchas de cla­ses. Enton­ces, para mí la con­cep­ción de que la lucha de cla­ses está limi­ta­da a luchas por aumen­tos sala­ria­les o luchas den­tro de los luga­res de tra­ba­jo, debe ser com­ba­ti­da. En la eta­pa neo­li­be­ral, las con­di­cio­nes de vida empeo­ra­ron jun­to a las con­di­cio­nes labo­ra­les. Las dos están rela­cio­na­das, de hecho la vul­ne­ra­bi­li­dad de las con­di­cio­nes de vida te hace más vul­ne­ra­ble en el lugar de tra­ba­jo. Si no tenés segu­ri­dad migra­to­ria, es más fácil para el patrón des­pe­dir­te. O si sos mujer, tam­bién es más fácil para el jefe aco­sar­te. Por ejem­plo, en rela­ción a la cues­tión migra­to­ria: la lucha con­tra cuo­tas migra­to­rias («immi­gra­tion rates») no se pue­de sepa­rar de la lucha por la sin­di­ca­li­za­ción, por­que las dos son luchas que van de la mano. Esa es la con­se­cuen­cia estra­té­gi­ca: en el libro inten­ta­mos tener un enten­di­mien­to más inte­gral de la cla­se tra­ba­ja­do­ra, que inte­gre cues­tio­nes de raza, géne­ro, igual­dad u opre­sión social enten­di­do como un todo.

En rela­ción a esta com­pren­sión más inte­gral de la cla­se tra­ba­ja­do­ra, en el libro vos plan­teás que es una «amplia­ción» de la defi­ni­ción de cla­se, pero yo me pre­gun­to: ¿una amplia­ción res­pec­to de qué defi­ni­ción de cla­se tra­ba­ja­do­ra? ¿La de Marx? ¿La de cier­to mar­xis­mo? ¿La de la mayo­ría de los sindicalistas?

Bueno, en el libro hay mucho uso de la pala­bra o del pre­fi­jo «re», por­que enten­de­mos a esta com­pren­sión teó­ri­ca no tan­to como algo nue­vo sino más bien como una recu­pe­ra­ción de las tra­di­cio­nes mar­xis­tas clá­si­cas. La idea cen­tral es que, en el Volu­men I de El Capi­tal (en el con­jun­to de los tres volú­me­nes de El Capi­tal) y en varios otros luga­res, Marx desa­rro­lla una com­pren­sión del motor del capi­ta­lis­mo. ¿Cuál es esa diná­mi­ca que impul­sa el sis­te­ma hacia ade­lan­te? El motor se ubi­ca en la pro­duc­ción de mer­can­cías por par­te de la cla­se obre­ra en el lugar de tra­ba­jo, que per­mi­te al capi­ta­lis­ta extraer plus­va­lía a tra­vés de ese pro­ce­so. Así que no es un pro­ce­so extra eco­nó­mi­co como los modos de pro­duc­ción ante­rio­res. Es y se hace a tra­vés de la explo­ta­ción y la extrac­ción de ganan­cias y plus­va­lía, a tra­vés de hacer que la tra­ba­ja­do­ra Duran­te la entre­vis­ta, Tithi Bhat­ta­char­ya uti­li­za el géne­ro feme­nino para refe­rir­se a una tra­ba­ja­do­ra mujer, varón o de cual­quier géne­ro. Dado que en cas­te­llano los plu­ra­les tie­ne géne­ro, hemos deci­di­do uti­li­zar «tra­ba­ja­do­ras» para refe­rir­nos a tra­ba­ja­do­ras muje­res, varo­nes o de cual­quier géne­ro. tra­ba­je más tiem­po o más inten­si­va­men­te para que el patrón obten­ga sus ganan­cias. Así que este es el pun­to de par­ti­da y el motor del capi­ta­lis­mo. Pero hay varias par­tes de la obra de Marx, por ejem­plo, La Ideo­lo­gía Ale­ma­na, don­de Marx y Engels dicen bási­ca­men­te que ese es el modo que la tra­ba­ja­do­ra tie­ne de vivir, de sub­sis­tir, en algún sen­ti­do, ese es el comien­zo del sis­te­ma: la tra­ba­ja­do­ra tie­ne que estar sepa­ra­da de sus medios de sub­sis­ten­cia, por­que si todos tuvié­ra­mos acce­so a repro­du­cir nues­tras vidas, no ten­dría­mos que tra­ba­jar para nues­tros jefes. Nadie iría a un tra­ba­jo horri­ble de 9:00 a 5:00 o inclu­so cada vez más horas, si tuvié­ra­mos acce­so a pro­du­cir nues­tra pro­pia comi­da y sos­te­ner nues­tras pro­pias vidas. En un momen­to par­ti­cu­lar de la his­to­ria del capi­ta­lis­mo, la cla­se obre­ra fue sepa­ra­da o vio­len­ta­men­te arran­ca­da de sus medios de repro­duc­ción, razón por la cual la obre­ra pasa a depen­der del capi­ta­lis­ta para repro­du­cir su vida. Por eso ven­de su fuer­za de tra­ba­jo o su capa­ci­dad de tra­ba­jar: para ganar­se la vida. En la his­to­ria del capi­ta­lis­mo, la cues­tión comien­za cuan­do la tra­ba­ja­do­ra empie­za a tra­ba­jar, es decir, se toma a la fuer­za de tra­ba­jo como un hecho dado. En Teo­ría de la Repro­duc­ción Social doy un paso atrás y digo: «la fuer­za de tra­ba­jo no es dada, tie­ne que ser repro­du­ci­da». Hay nume­ro­sos pro­ce­sos socia­les que entran en esa repro­duc­ción de la fuer­za de tra­ba­jo. No está dada. Por­que si tomá­ra­mos la fuer­za de tra­ba­jo como un hecho dado, enton­ces la fuer­za de tra­ba­jo de cada humano sería exclu­si­va­men­te la fuer­za de tra­ba­jo por­ta­da al nacer. Pero, obvia­men­te, la fuer­za de tra­ba­jo no se redu­ce a esa fuer­za «pri­me­ra»: es for­ma­da, mol­dea­da, pro­du­ci­da y per­fec­cio­na­da por noso­tras den­tro de la fami­lia y den­tro de las redes socia­les a las que per­te­ne­ce­mos por muchos años. Nin­guno de estos son pro­ce­sos natu­ra­les. Todos estos son pro­ce­sos socia­les. La teo­ría de la repro­duc­ción social nos hace mirar­los. Me gus­ta pen­sar­la como un meca­nis­mo teó­ri­co extre­ma­da­men­te ela­bo­ra­do para des­en­vol­ver: esta­mos des­en­vol­vien­do cons­tan­te­men­te todas las cate­go­rías natu­ra­li­za­das, filo­só­fi­cas y polí­ti­cas, que el capi­ta­lis­mo nos pre­sen­ta. Enton­ces tene­mos la pre­gun­ta de qué tipo de pro­ce­sos socia­les pro­du­cen la fuer­za de tra­ba­jo. Lo que es obvio es que hay un pro­ce­so bio­ló­gi­co: das a luz y des­pués sos socia­li­za­da. En la mayo­ría de las fami­lias no socia­li­za­mos a nues­tras hijas (tal vez debe­ría­mos empe­zar den­tro del movi­mien­to femi­nis­ta), dicien­do: el matri­mo­nio o la mono­ga­mia son terri­bles. Algu­nas de noso­tras obvia­men­te habla­mos con nues­tras hijas sobre estas cosas una vez que son lo sufi­cien­te­men­te madu­ras para mane­jar estas pre­gun­tas. Pero no empe­za­mos por ahí. En otras pala­bras: socia­li­za­mos a la niña en rela­cio­nes socia­les capi­ta­lis­tas. Lue­go socia­li­za­mos a la niña en las escue­las, en los cen­tros de salud. Y cuan­do men­ciono estos meca­nis­mos de socia­li­za­ción más ins­ti­tu­cio­na­les, inme­dia­ta­men­te nos damos cuen­ta de que están seg­men­ta­dos. Cier­tos barrios tie­nen cier­tos tipos de escue­las y otros tie­nen mejo­res escue­las. Así que esta­mos hablan­do de la repro­duc­ción dife­ren­cial de la fuer­za de tra­ba­jo: una par­te de la fuer­za de tra­ba­jo es pre­pa­ra­da o socia­li­za­da para ir a Har­vard, mien­tras que otra par­te de la fuer­za de tra­ba­jo es pre­pa­ra­da y socia­li­za­da para con­ver­tir­se en un tra­ba­ja­dor de la cons­truc­ción. Así que de nue­vo, cuan­do deci­mos que la fuer­za de tra­ba­jo se repro­du­ce no es un pro­ce­so sim­ple. Nece­si­ta­mos mirar las varias ins­ti­tu­cio­nes socia­les que repro­du­cen la fuer­za de tra­ba­jo. Enton­ces empe­za­mos a enten­der que la repro­duc­ción de la fuer­za de tra­ba­jo es tam­bién la repro­duc­ción de las rela­cio­nes socia­les capi­ta­lis­tas. Ambos están intrín­se­ca­men­te rela­cio­na­dos. La pro­duc­ción de mer­can­cías en el lugar de tra­ba­jo y la pro­duc­ción de mano de obra o de la tra­ba­ja­do­ra fue­ra del lugar de tra­ba­jo, son pro­ce­sos rela­cio­na­dos. De lo con­tra­rio, las rela­cio­nes socia­les capi­ta­lis­tas se vol­ve­rían ines­ta­bles. Así pues, para ase­gu­rar su pro­pia esta­bi­li­dad tie­ne que haber una cone­xión sis­té­mi­ca entre cómo se repro­du­ce la fuer­za de tra­ba­jo, en qué luga­res, etc. Por ejem­plo, la fami­lia basa­da en el paren­tes­co tie­ne que ser esta­ble para que la pró­xi­ma gene­ra­ción pue­da ser socia­li­za­da. Las femi­nis­tas en Argen­ti­na son una gran ins­pi­ra­ción en este momen­to por­que esa es pre­ci­sa­men­te una de las cosas que uste­des están com­ba­tien­do. Nues­tras her­ma­nas en las calles están luchan­do con­tra el hecho de que los polí­ti­cos capi­ta­lis­tas y la Igle­sia cató­li­ca están bási­ca­men­te pre­sio­nan­do por un for­ta­le­ci­mien­to de la uni­dad fami­liar a tra­vés de la cues­tión del abor­to, dicien­do que las muje­res tie­nen que ser madres. Es una com­pren­sión for­za­da de la rela­ción de las muje­res con sus cuer­pos, con nues­tros cuer­pos y con la uni­dad fami­liar. Obvia­men­te, Argen­ti­na no está sola en esto. Todos los paí­ses capi­ta­lis­tas tie­nen una agen­da «pro-fami­lia», es solo una cues­tión de has­ta qué pun­to pre­sio­nan con eso en nues­tras gargantas.

En rela­ción con esto, por­que en Argen­ti­na, la cúpu­la de la CGT salió a plan­tear la preo­cu­pa­ción por los cos­tos que sig­ni­fi­ca­ría para las obras socia­les la lega­li­za­ción del abor­to (argu­men­to que, por cier­to, ya habían plan­tea­do sec­to­res de la dere­cha como la vice Pre­si­den­ta Michet­ti) ¿Vos con­si­de­ras que el dere­cho al abor­to es un dere­cho que tie­nen que levan­tar los sindicatos?

Abso­lu­ta­men­te. Creo que los sin­di­ca­tos –no solo los sin­di­ca­tos, sino cual­quier sec­tor del movi­mien­to obre­ro, ten­gan o no orga­ni­za­ción sin­di­cal– debe­rían ocu­par­se de la cues­tión del abor­to. Sin dere­chos sobre nues­tra capa­ci­dad repro­duc­ti­va, tene­mos dere­chos redu­ci­dos sobre nues­tra capa­ci­dad pro­duc­ti­va. Esas bata­llas no pue­den sepa­rar­se en abso­lu­to. Y creo que esta­mos más débi­les tan­to en el movi­mien­to femi­nis­ta como en el movi­mien­to obre­ro si los sin­di­ca­tos se nie­gan a luchar por nues­tros dere­chos repro­duc­ti­vos. Lo mis­mo pasa con el racis­mo: si los sin­di­ca­tos no toman estas luchas, se debi­li­tan. El dere­cho al abor­to es un terreno muy impor­tan­te de empo­de­ra­mien­to para las muje­res de la cla­se tra­ba­ja­do­ra. No sé cuá­les son las cifras en Argen­ti­na, pero en Esta­dos Uni­dos es una bata­lla de cla­ses direc­ta: la gen­te rica pue­de pagar el abor­to, esa es la sim­ple ver­dad. Paren­ta­li­dad Pla­ni­fi­ca­da (Plan­ned Parenthood) es la ins­ti­tu­ción que más ayu­da en el abor­to (en Esta­dos Uni­dos) y ha esta­do reci­bien­do mucha vio­len­cia del Esta­do y de los anti­abor­tis­tas en gene­ral. La gran mayo­ría de las muje­res que acce­den a los ser­vi­cios de Paren­ta­li­dad Pla­ni­fi­ca­da son pobres y de color, el 60% son muje­res de color. Se tra­ta de una cues­tión de cla­se direc­ta para las muje­res de la cla­se tra­ba­ja­do­ra. Y si se pien­sa en esto, la cues­tión de dar a luz a una niña o no dar a luz a una niña es com­ple­ta­men­te una cues­tión de la cla­se tra­ba­ja­do­ra. ¿Cómo vas a ali­men­tar a la niña? Esa es la pri­me­ra pre­gun­ta y está direc­ta­men­te liga­da a qué tipo de tra­ba­jo tenés , que a su vez, está rela­cio­na­da con el tipo de aten­ción médi­ca a la que podes acce­der. ¿Real­men­te podes dar a luz? ¿Podes ges­tar duran­te nue­ve meses para dar a luz? ¿Dis­po­nes de aten­ción médi­ca para ges­tar al bebé y dar a luz? Una vez que naz­ca el bebé ¿Cómo dia­blos lo vas a ali­men­tar? ¿Tenes un hogar para ella? Tam­bién está liga­do a otros pro­ble­mas ¿Se te qui­ta­rá el bebé en la fron­te­ra por las auto­ri­da­des migra­to­rias, como lo está hacien­do Trump? Todos estos son pro­ble­mas repro­duc­ti­vos. No están sepa­ra­dos, por­que el naci­mien­to de un bebé no es solo una cues­tión de muje­res. Son las muje­res y los cuer­pos iden­ti­fi­ca­dos como feme­ni­nos los que dan a luz (por­que los hom­bres trans tam­bién lo hacen), pero la cues­tión de la paren­ta­li­dad es com­ple­ta­men­te una cues­tión social.

En el libro vos plan­teás que el cir­cui­to de la repro­duc­ción de la fuer­za de tra­ba­jo (terreno en el que apa­re­cen todas estas cues­tio­nes que son pro­pias de la cla­se obre­ra aun­que no sue­la ver­se de ese modo) está subor­di­na­do al cir­cui­to de la pro­duc­ción. ¿Podrías pre­ci­sar esa rela­ción? ¿Qué sig­ni­fi­ca esta subordinación?

En tér­mi­nos mar­xis­tas, para decir­lo sim­ple­men­te, la fuer­za de tra­ba­jo de los tra­ba­ja­do­res se apro­ve­cha para pro­du­cir mer­can­cías en el lugar de tra­ba­jo, pero la repro­duc­ción de esa fuer­za de tra­ba­jo ocu­rre fue­ra del cir­cui­to de pro­duc­ción de mer­can­cías. Enton­ces esos dos cir­cui­tos están obvia­men­te conec­ta­dos de la mane­ra en que habla­mos antes, pero son cir­cui­tos sepa­ra­dos. Son cir­cui­tos rela­cio­na­dos pero sepa­ra­dos. ¿Cuá­les son las carac­te­rís­ti­cas de esta sepa­ra­ción? Den­tro del lugar de tra­ba­jo, el capi­tal tie­ne el con­trol y la domi­na­ción total sobre las acti­vi­da­des de los tra­ba­ja­do­res. Pero ese no es el caso en la repro­duc­ción de la fuer­za de tra­ba­jo. El capi­ta­lis­mo, por supues­to, en la medi­da en que es una tota­li­dad glo­bal sis­té­mi­ca, tie­ne influen­cia y domi­nio sobre el cir­cui­to de repro­duc­ción de la fuer­za de tra­ba­jo, pero no tie­ne con­trol total. Por ejem­plo, aun­que a la mayo­ría de los polí­ti­cos capi­ta­lis­tas les gus­ta­ría, en reali­dad no pue­den entrar en nues­tros hoga­res y dic­tar cómo vivi­mos, lo inten­tan de varias mane­ras, por ejem­plo, con la prohi­bi­ción del abor­to legal, las leyes que jus­ti­fi­can la vio­la­ción y otras expre­sio­nes de sexis­mo. Estas son diver­sas for­mas en que el capi­ta­lis­mo inten­ta con­tro­lar el cir­cui­to de la repro­duc­ción. Pero sim­ple­men­te no tie­ne con­trol total. Así que no impor­ta cuá­les sean las leyes de abor­to, no impor­ta qué tan fuer­te sea la Igle­sia Cató­li­ca, las muje­res y los hom­bres toda­vía tie­nen sexo por pla­cer, no solo tie­nen sexo para repro­du­cir­se. Las muje­res jóve­nes toda­vía encuen­tran pla­cer al decir «no, yo no seré una mujer hete­ro­se­xual, soy les­bia­na o soy una per­so­na trans», de modo que los seres huma­nos expre­san cons­tan­te­men­te su poten­cial humano real en innu­me­ra­bles for­mas, más allá de lo que el capi­ta­lis­mo con­si­de­ra nor­ma­ti­vo o correc­to. Esas cosas suce­den todo el tiem­po. Por cier­to, no digo que ser les­bia­na o ser una per­so­na trans sea en sí mis­mo un desa­fío para el capi­ta­lis­mo. Por supues­to que no lo es, pue­de vol­ver­se un desa­fío al capi­ta­lis­mo si se trans­for­ma en un movi­mien­to, pero una per­so­na indi­vi­dual que se con­vier­te en trans no nece­sa­ria­men­te es un desa­fío al capi­ta­lis­mo. Lo que tra­to de seña­lar es que estas rela­cio­nes socia­les, estos desa­rro­llos emo­cio­na­les afec­ti­vos con­ti­núan a pesar de los inten­tos de los capi­ta­lis­tas por regu­lar­los o domi­nar­los. Y la razón por la cual la domi­na­ción o regu­la­ción nun­ca es com­ple­ta y siem­pre está en for­ma­ción y resis­ten­cia, es por la for­ma en que se con­fi­gu­ra el sis­te­ma: el capi­ta­lis­mo no tie­ne con­trol total sobre la repro­duc­ción de la fuer­za de tra­ba­jo. Tie­ne que dejar que las tra­ba­ja­do­ras se ocu­pen de su pro­pia repro­duc­ción social y deter­mi­nen la mejor for­ma de enca­jar en este sis­te­ma. Debi­do a esa laxi­tud y a que hay un cier­to gra­do de auto­no­mía, es que pue­den ocu­rrir todo tipo de cosas sub­ver­si­vas en esta esfe­ra. De nue­vo, con esto no estoy dicien­do que en la esfe­ra del tra­ba­jo no ocu­rren cosas sub­ver­si­vas: una huel­ga es exac­ta­men­te eso. Estoy dicien­do que allí la sub­ver­sión se enfren­ta al con­trol direc­to del capi­tal, mien­tras que en la esfe­ra de la repro­duc­ción social las sub­ver­sio­nes y las afir­ma­cio­nes suce­den a pesar de este con­trol del capi­tal mucho menos pleno.

Esta idea de pen­sar la lucha de cla­ses en el terreno de la repro­duc­ción social obli­ga, creo, a la pre­gun­ta por lo que el soció­lo­go John Womack lla­mó «posi­ción estra­té­gi­ca» para desig­nar aque­llas posi­cio­nes den­tro del cir­cui­to pro­duc­ti­vo en las que los tra­ba­ja­do­res tenían más poder de fue­go, es decir, aque­llas posi­cio­nes en las que, del modo más eco­nó­mi­co en tér­mi­nos de su fuer­za, cau­sa­ban el mayor daño al capi­tal. ¿Cuál es la rela­ción entre estos dos terri­to­rios de lucha de cla­ses (el de la pro­duc­ción y el de la repro­duc­ción) para vos des­de el pun­to de vis­ta de las posi­cio­nes estra­té­gi­cas? ¿Son equi­va­len­tes des­de el pun­to de vis­ta de la capa­ci­dad de daño de la cla­se tra­ba­ja­do­ra? ¿Es lo mis­mo una huel­ga en una fábri­ca, en un sub­te­rrá­neo que en un barrio?

Como mar­xis­ta, creo que el mayor poder de la cla­se tra­ba­ja­do­ra está en el lugar de tra­ba­jo. Es ahí don­de el colec­ti­vo de cla­se es más fuer­te y es ahí don­de tie­ne la capa­ci­dad de dañar o colap­sar este sis­te­ma. Y es así por­que, en el lugar de tra­ba­jo, si el tra­ba­ja­dor deja de tra­ba­jar, está paran­do el motor del sis­te­ma que es la extrac­ción de la plus­va­lía. Todo el res­to exis­te para que el sis­te­ma extrai­ga plus­va­lía. Si detie­ne esta extrac­ción de plus­va­lía, el sis­te­ma debe cerrar­se. Enton­ces, sí, creo que la impor­tan­cia estra­té­gi­ca del lugar de tra­ba­jo es dife­ren­te y es mucho más pode­ro­sa que las luchas no labo­ra­les. Eso en tér­mi­nos de lo que es más per­ju­di­cial para el sis­te­ma en su con­jun­to. Sin embar­go, no pode­mos ver el asun­to de una for­ma está­ti­ca, como si hubie­ra esta­dios de la lucha. La razón por la que creo que esta es muy impor­tan­te en este momen­to es por­que glo­bal­men­te el poder de los sin­di­ca­tos y, por lo tan­to, el poder de los tra­ba­ja­do­res en el lugar de tra­ba­jo, no solo dis­mi­nu­yó sino que en gran­des fran­jas del glo­bo, no exis­te. Por ejem­plo, en dos de las eco­no­mías más gran­des, India y Chi­na, el poder de los sin­di­ca­tos en los luga­res de tra­ba­jo es míni­mo. Hay un vas­to sec­tor infor­mal en India don­de la gen­te nun­ca ha oído hablar de los sin­di­ca­tos. Así que esta­mos hablan­do de un perío­do de 40 años en el que el capi­tal ha libra­do una bata­lla impla­ca­ble con­tra los sin­di­ca­tos en el lugar de tra­ba­jo y ha dis­mi­nui­do su poder. Ante ese tipo de cir­cuns­tan­cias pode­mos decir dos cosas como mili­tan­tes: pode­mos decir «cla­se, noso­tros vamos a espe­rar el momen­to míti­co dora­do en el que los sin­di­ca­tos sean recons­trui­dos»; esa es una posi­ción de izquier­da que sos­tie­ne que todo el poder debe pro­ve­nir de los sin­di­ca­tos, moti­vo por el cual todas las luchas deben ser para recons­truir el movi­mien­to sin­di­cal, y eso es todo en lo que hay que enfo­car­se y con­cen­trar­se, cual­quier otra lucha debe estar subor­di­na­da a esa lucha. La posi­ción del ala dere­cha sería que la cla­se tra­ba­ja­do­ra está ter­mi­na­da, ya no habrá una lucha colec­ti­va con­tra el capi­tal por­que el movi­mien­to sin­di­cal ha ter­mi­na­do. Esas son las dos res­pues­tas posi­bles a la posi­ción debi­li­ta­da de la cla­se tra­ba­ja­do­ra en el lugar de tra­ba­jo. Creo que noso­tras, como femi­nis­tas mar­xis­tas, tene­mos un pun­to de vis­ta dife­ren­te. Deci­mos: «¿por qué la gen­te va a tra­ba­jar?». La gen­te no va a tra­ba­jar para tener dine­ro. La gen­te va a tra­ba­jar para vivir. Enton­ces, la for­ma sala­rial es una media­ción entre el ser humano y su exis­ten­cia, su manu­ten­ción. Los sala­rios son un medio, por eso la gen­te se con­cen­tra en el sala­rio. Creo que, como mar­xis­tas, a veces olvi­da­mos y, los jefes de los sin­di­ca­tos defi­ni­ti­va­men­te se olvi­dan, que no es el sala­rio lo que preo­cu­pa al tra­ba­ja­dor. Lo que le preo­cu­pa es lo que el sala­rio per­mi­te con­se­guir, que es la vida. Cuan­do las con­di­cio­nes de vida empeo­ran para la cla­se tra­ba­ja­do­ra, la lucha esta­lla. No impor­ta que la cla­se tra­ba­ja­do­ra no pue­da luchar en el lugar de tra­ba­jo por­que el poder colec­ti­vo se ha debi­li­ta­do, la cla­se tra­ba­ja­do­ra sigue luchan­do en los barrios, en las luchas por la ren­ta, por el agua pota­ble, y esas luchas creo que cons­tru­yen la con­fian­za de la cla­se como un todo, de mane­ra que lue­go esa con­fian­za pue­da vol­ver a expre­sar­se en el lugar de tra­ba­jo. Como mar­xis­tas, si se tie­ne una visión a lar­go pla­zo, se obser­va que el desa­rro­llo de la con­cien­cia de la cla­se tra­ba­ja­do­ra pue­de ocu­rrir de innu­me­ra­bles mane­ras. Pue­de suce­der que, en for­ma simul­tá­nea, se desa­rro­llen huel­gas en el lugar de tra­ba­jo jun­to con el desa­rro­llo de movi­mien­tos socia­les. Pue­de suce­der tam­bién que no haya movi­mien­tos socia­les sino solo luchas en el lugar de tra­ba­jo, una ola de huel­gas que se tra­duz­ca en un movi­mien­to social, por ejem­plo, en un movi­mien­to anti­im­pe­ria­lis­ta. Pero lo con­tra­rio tam­bién pue­de ocu­rrir: si exten­dés la herra­mien­ta de la huel­ga más allá del lugar de tra­ba­jo, los movi­mien­tos socia­les pue­den cons­truir con­fian­za en la cla­se obre­ra para que la huel­ga retor­ne al lugar de tra­ba­jo, para que hagan paro en el lugar de la pro­duc­ción. Por ejem­plo, si a un tra­ba­ja­dor cuyo prin­ci­pal pro­ble­ma es la vivien­da (el alqui­ler) va el sin­di­ca­to y le pro­po­ne orga­ni­zar­se en su lugar de tra­ba­jo, qui­zás el tra­ba­ja­dor pien­sa (influi­do por el dis­cur­so libe­ral): «No veo mi inte­rés en unir­me al sin­di­ca­to». Pero supon­ga­mos que el pro­pie­ta­rio de la casa lo echa a pata­das, el tra­ba­ja­dor es madre o padre, y su fami­lia y su vida se ven ame­na­za­das, y enton­ces vie­ne el sin­di­ca­to y dice que lo va a ayu­dar a orga­ni­zar­se con­tra el pro­pie­ta­rio en su barrio. Enton­ces el tra­ba­ja­dor podría pen­sar: «OK, esto es real­men­te sobre mi vida. Quie­ro tra­ba­jar con este sin­di­ca­to por­que esta situa­ción es una basu­ra». Ahí es don­de se gene­ra la con­fian­za en el sin­di­ca­to. Y enton­ces, cuan­do el sin­di­ca­to va y dice «si tene­mos sala­rios más altos, enton­ces será más fácil tener acce­so a mejo­res vivien­das…», enton­ces el tra­ba­ja­dor podría con­si­de­rar unir­se al sin­di­ca­to por­que aho­ra el sin­di­ca­to ha par­ti­ci­pa­do en duras luchas socia­les para tener su con­fian­za. Y creo que este tipo de «sin­di­ca­lis­mo de lucha de cla­ses» es el camino a seguir en el perío­do neo­li­be­ral, por­que el movi­mien­to sin­di­cal ha sido tan ata­ca­do en el lugar de tra­ba­jo en todo el mun­do, que para recons­truir­lo no pode­mos limi­tar nues­tra ima­gi­na­ción y nues­tros hori­zon­tes polí­ti­cos a el lugar de tra­ba­jo sola­men­te. Debe­mos diri­gir­nos al tra­ba­ja­dor en su mun­do de la vida ente­ra. Y es por eso que la cues­tión del abor­to se vuel­ve importante…

Iba a pre­gun­tar­te jus­ta­men­te eso. En esta diná­mi­ca que va des­de afue­ra del lugar de tra­ba­jo hacia aden­tro, des­de movi­mien­tos por recla­mos que en prin­ci­pio no se pre­sen­tan como pro­pios de la cla­se obre­ra (aun­que lo son), hacia la orga­ni­za­ción y la lucha en la pro­duc­ción como cen­tro neu­rál­gi­co del capi­ta­lis­mo ¿vos con­si­de­rás que las muje­res tie­nen un rol espe­cial que cum­plir, un rol pro­ta­gó­ni­co? Pien­so en el hecho de que las muje­res son la mitad de la cla­se obre­ra, son el 70 u 80% en los tra­ba­jos de la repro­duc­ción social, ¿creés que eso abre la posi­bi­li­dad de pen­sar a las muje­res como van­guar­dia de una recons­truc­ción de la cla­se obre­ra? ¿O creés que esa pue­de ser una hipó­te­sis esencialista?

No creo que sea esen­cia­lis­ta en abso­lu­to. Creo que es impor­tan­te por­que hace al tipo de cosas que dis­cu­ti­mos ante­rior­men­te. Ante todo, está la cues­tión numé­ri­ca de que una mayo­ría de las tra­ba­ja­do­ras son muje­res y están en todos los sec­to­res. Eso ya es un tema que tene­mos que tener en cuen­ta. Pero creo que hay un pro­ble­ma estruc­tu­ral más pro­fun­do que hace que las luchas ten­gan tan­ta mar­ca de géne­ro, estén tan gene­ri­za­das en los últi­mos años: el pro­ble­ma estruc­tu­ral es que el neo­li­be­ra­lis­mo en estos 40 años ha lle­va­do ade­lan­te un ata­que cruel con­tra los están­da­res de vida de las tra­ba­ja­do­ras: salud, pen­sio­nes, escue­las, pri­va­ti­za­ción de los ser­vi­cios públi­cos. La pri­va­ti­za­ción de todos los recur­sos que los seres huma­nos nece­si­ta­mos para repro­du­cir­nos, ha esta­do a la van­guar­dia de los ata­ques neo­li­be­ra­les, eso sig­ni­fi­ca que duran­te 40 años nues­tra capa­ci­dad de repro­duc­ción ha sido ata­ca­da por el neo­li­be­ra­lis­mo y, debi­do al sexis­mo, las muje­res han car­ga­do con la peor par­te de estos ata­ques. Cuan­do pri­va­ti­zan tu agua las per­so­nas más afec­ta­das son las muje­res, cuan­do cerras las escue­las, las muje­res son las más afec­ta­das, cuan­do el sis­te­ma de salud se pri­va­ti­za o direc­ta­men­te se cie­rra, las muje­res (que son las que asu­men las tareas del cui­da­do en las fami­lias y en los barrios), son las más afec­ta­das. Enton­ces, des­de hace 40 años que el neo­li­be­ra­lis­mo vie­ne ata­can­do a la repro­duc­ción social, lo cual ha teni­do con­se­cuen­cias fuer­te­men­te gene­ri­za­das, y creo que se debe hablar mucho más de esto en los sin­di­ca­tos, entre los mar­xis­tas y la gen­te de izquier­da. El 2008 fue la gota que rebal­só el vaso del con­sen­so neo­li­be­ral, la cri­sis se ins­ta­ló en «la casa» del capi­ta­lis­mo. Pero si nos fija­mos en los movi­mien­tos ante­rio­res, de diez años antes de 2008 y diez años des­pués de 2008, verán cuán inten­sa­men­te gene­ri­za­dos son. A menu­do, o son diri­gi­dos por muje­res, o la gran mayo­ría de los par­ti­ci­pan­tes en estos movi­mien­tos socia­les son muje­res, y los pro­ble­mas que plan­tean son todos temas que tie­nen gra­ves con­se­cuen­cias para las muje­res. Pero no esta­mos hablan­do de cues­tio­nes nece­sa­ria­men­te femi­nis­tas. Es por eso que creo que el femi­nis­mo del 99% tie­ne per­fec­to sen­ti­do, por­que no se pue­de hablar de mejo­rar la situa­ción de las muje­res, a menos que se ata­que al sis­te­ma mis­mo que crea esas con­di­cio­nes de humi­lla­ción para las muje­res. Y ese sis­te­ma es el capi­ta­lis­mo. Enton­ces, no se pue­de for­ta­le­cer al femi­nis­mo en el mun­do de hoy si no es un femi­nis­mo que sea tam­bién anti­ca­pi­ta­lis­ta, por­que todos estos temas de los que esta­mos hablan­do no son cues­tio­nes femi­nis­tas, sino que son cues­tio­nes fuer­te­men­te rela­cio­na­das con el géne­ro, lo que las con­vier­te en cues­tio­nes femi­nis­tas. Creo que debe­mos des­car­tar la idea de que el femi­nis­mo se tra­ta solo de muje­res. El femi­nis­mo se tra­ta de géne­ro y el géne­ro está en el cora­zón de cómo el capi­ta­lis­mo se repro­du­ce a sí mis­mo. Así que a menos que los hom­bres, las muje­res y las per­so­nas de todas las sexua­li­da­des y elec­cio­nes y habi­li­da­des se unan en esta bata­lla, el femi­nis­mo no se for­ta­le­ce. Si vos plan­teas un femi­nis­mo que es solo para muje­res cis, o solo para ciu­da­da­nos, eso no es femi­nis­mo, por­que al hacer­lo for­ta­le­ces el sis­te­ma. Si luchas solo por muje­res cis, real­men­te for­ta­le­ces la fami­lia capi­ta­lis­ta y las ideas hete­ro-nor­ma­ti­vas de paren­tes­co, que a su vez serán las ideas que se vuel­van en tu con­tra. Por lo tan­to, como per­so­na cis te con­vie­ne luchar por los dere­chos trans, pero no por una «bue­na moral», sino por­que tu inte­rés está liga­do a eso, por­que luchar por eso debi­li­ta el sis­te­ma como un todo, y por lo tan­to, tus con­di­cio­nes mejo­ran cuan­do el sis­te­ma se debi­li­ta. Así que esta es la razón por la que creo que la pre­gun­ta acer­ca de qué es un «tema femi­nis­ta» debe ser una pre­gun­ta cons­tan­te, por­que creo que todos los temas anti­ca­pi­ta­lis­tas son en reali­dad cues­tio­nes feministas.

Por últi­mo, qui­sie­ra ter­mi­nar la entre­vis­ta con tu opi­nión sobre un pro­ce­so que creo que está muy rela­cio­na­do con lo que esta­mos hablan­do: las huel­gas docen­tes en EE.UU. que, de febre­ro en ade­lan­te, se expan­die­ron por dis­tin­tos Esta­dos for­man­do lo que lla­ma­ron la «Pri­ma­ve­ra docen­te». Tres pre­gun­tas: ¿Por qué aho­ra? ¿Por qué en el sec­tor de la edu­ca­ción públi­ca? ¿Por qué las muje­res a la cabeza?

Bueno, voy a comen­zar por el final. El 77% de todos las docen­tes de EE. UU. son muje­res. Eso es un hecho. En algu­nos Esta­dos el por­cen­ta­je es más del 80%. Enton­ces, que la mayo­ría de las huel­guis­tas hayan sido muje­res res­pon­de a ese hecho. ¿Por qué aho­ra? Por­que en los últi­mos 40 años, el neo­li­be­ra­lis­mo ha ata­ca­do a la edu­ca­ción y ha inten­ta­do diver­sas mane­ras de pri­va­ti­zar la edu­ca­ción, debi­li­tar a las docen­tes en su lugar de tra­ba­jo, debi­li­tar a los gran­des sin­di­ca­tos de docen­tes y, bási­ca­men­te, ata­car el tra­ba­jo mis­mo de la ense­ñan­za. Cuan­do las per­so­nas se con­vier­ten en maes­tras es por­que real­men­te les gus­ta ense­ñar a los niños, y creo que debe­mos tomar eso en serio. No es solo una espe­cie de esfuer­zo emo­cio­nal que las maes­tras hacen, es real­men­te una ale­gría y un orgu­llo que las per­so­nas sien­ten en su labor de ense­ñar, de dar for­ma a una men­te joven. Y cada polí­ti­ca que se ha lle­va­do ade­lan­te para las escue­las públi­cas (y que es bipar­ti­dis­ta, de Geor­ge Bush a Barack Oba­ma) ha soca­va­do la capa­ci­dad de la docen­te para hacer jus­ta­men­te eso: dis­fru­tar de for­mar y ense­ñar en sus pro­pias aulas. Por ejem­plo, los tests estan­da­ri­za­dos como modo de medir la per­for­man­ce docen­te: todas esas polí­ti­cas son herra­mien­tas que inten­tan con­tro­lar el pro­ce­so de ense­ñan­za a nivel del aula. Y a nivel macro, hay fuer­tes recor­tes de fon­dos para la edu­ca­ción públi­ca, que obli­ga a las escue­las a cerrar y obli­ga a las maes­tras a que aban­do­nen sus tra­ba­jos por­que se vuel­ve invia­ble para una per­so­na ense­ñar, man­te­ner una fami­lia y tener una vida. En defi­ni­ti­va, duran­te los últi­mos 40 años ha habi­do un fuer­te ata­que a la pro­fe­sión docen­te que esta­ba des­ti­na­do a lle­gar a un pun­to crí­ti­co en algún momen­to. Creo que la elec­ción de Donald Trump sacu­dió todos estos temas jun­tos de un modo que no había sido hecho antes. Es decir, todos estos peque­ños ingre­dien­tes ya exis­tían, Donald Trump no los inven­tó. Pero creo que inten­si­fi­có los pro­ce­sos polí­ti­ca­men­te y el recla­mo docen­te comen­zó a jugar un papel muy impor­tan­te. Y el géne­ro tie­ne una impor­tan­cia vital en esto y no es solo por­que la gran mayo­ría de las maes­tras son muje­res, sino por­que la ense­ñan­za, por des­gra­cia, es con­si­de­ra­da un tra­ba­jo de muje­res. Yo pasé un tiem­po en West Vir­gi­nia cuan­do esta­lló la huel­ga. Estu­ve en Ken­tucky tam­bién. Y la cla­se domi­nan­te enten­dió mucho más rápi­do que noso­tras la impor­tan­cia del géne­ro en estas huel­gas. Ellos usa­ron todo tipo de epí­te­tos sexis­tas para des­ca­li­fi­car a las maes­tras. En West Vir­gi­nia, a las maes­tras las lla­ma­ban «Dumb Bun­nies» («cone­jos estú­pi­dos», en refe­ren­cia a la serie de libros infan­ti­les), para decir que eran cone­ji­tos estú­pi­dos que sal­ta­ban sin saber lo que esta­ban hacien­do. En res­pues­ta, las maes­tras se vis­tie­ron de cone­ji­tas rosas e hicie­ron una mani­fes­ta­ción en la capi­tal: «ok, somos cone­ji­tos estú­pi­dos». Así que, por un lado, tenés eso. Pero ade­más tenés otro tema: el cata­li­za­dor de la huel­ga de West Vir­gi­nia fue el ata­que a las jubi­la­cio­nes docen­tes. Una de las con­quis­tas que las maes­tras man­te­nían en el mar­co de todas estas polí­ti­cas con­tra la edu­ca­ción públi­ca era la jubi­la­ción y el ser­vi­cio de salud. Como son empleos esta­ta­les, aún con­ser­van esos dere­chos. Pero esta últi­ma ron­da de ata­ques tam­bién fue­ron con­tra la jubi­la­ción. Enton­ces, pri­me­ro, el sala­rio no es lo sufi­cien­te­men­te bueno; segun­do, las con­di­cio­nes de tra­ba­jo son humi­llan­tes, pero inclu­so si aguan­ta­bas todo eso, una vez que te reti­ra­bas tenías, al menos, una jubi­la­ción que te per­mi­tía pasar la últi­ma eta­pa de tu vida de modo tran­qui­lo. Eso fue qui­ta­do para las maes­tras en West Vir­gi­nia. Y como se sabe, cuan­do se tra­ta de la ter­ce­ra edad, el géne­ro jue­ga un rol par­ti­cu­lar por­que son las muje­res las que se encar­gan del cui­da­do de las per­so­nas mayo­res. Por lo tan­to, afec­ta a las muje­res de mane­ras par­ti­cu­la­res. Pero tam­bién el tema de la salud adop­tó carác­ter de géne­ro en West Vir­gi­nia. Se les dijo a las maes­tras que ten­drían que cum­plir con cier­tos están­da­res para acce­der a la aten­ción médi­ca. Y para ello ten­drían que lle­var un dis­po­si­ti­vo en la muñe­ca que con­tro­la­ría todos sus rit­mos y capa­ci­da­des bio­ló­gi­cas. Y sobre la base de ese con­trol, se deter­mi­na­ría la can­ti­dad del mon­to a pagar por el segu­ro de salud. Enton­ces, una mujer de 40 años, sería moni­to­rea­da de acuer­do con la mis­ma esca­la que una mujer de 70 años con ciru­gía de rodi­lla y que un hom­bre de 25 años. ¿Quién es más vital entre el hom­bre de 25 años, la mujer de 47 años o la mujer de 70 años? Quien fue­ra más vital paga­ría menos. De ese modo es que tra­tan de vin­cu­lar la aten­ción médi­ca y las jubi­la­cio­nes a los rit­mos bio­ló­gi­cos. Obvia­men­te, eso se con­vir­tió en un tema fuer­te­men­te de géne­ro. Estos fue­ron algu­nos de los pro­ble­mas que des­en­ca­de­na­ron la huel­ga en West Vir­gi­nia. Pero creo que la ver­da­de­ra pre­gun­ta que debe­mos hacer­nos es por qué se exten­dió la huel­ga. Por­que si, como dije­ron los polí­ti­cos, se tra­ta­ba de un pro­ble­ma local, enton­ces debe­ría haber­se que­da­do en West Vir­gi­nia. Pero se exten­dió por­que es un pro­ble­ma sis­té­mi­co. Esta ha sido la con­di­ción docen­te en los EE. UU. en los últi­mos 40 años. Lo que West Vir­gi­nia demos­tró fue que pode­mos ganar. Y eso suce­dió con­tra todo pro­nós­ti­co. La direc­ción del sin­di­ca­to esta­ba en con­tra de las maes­tras, los polí­ti­cos repu­bli­ca­nos esta­ban en con­tra de las maes­tras, los Demó­cra­tas esta­ban pidien­do a las maes­tras que ter­mi­na­ran el con­flic­to por menos. Y, sin embar­go, las maes­tras orga­ni­za­das en la base en el lugar de tra­ba­jo se man­tu­vie­ron fir­mes con­tra todas estas fuer­zas y gana­ron. Y ese dul­ce sabor de la vic­to­ria fue lo que con­ven­ció a todas estas otras maes­tras de que se pue­de lograr. Esta idea de que «se pue­de lograr» se per­dió en el movi­mien­to obre­ro y en el hori­zon­te de ima­gi­na­ción y de con­cien­cia de la cla­se obre­ra de Esta­dos Uni­dos duran­te mucho tiem­po. Así que aho­ra, si miras lo que ocu­rre en Esta­dos Uni­dos, West Vir­gi­nia no solo puso de pie a las maes­tras, puso en huel­ga a las tra­ba­ja­do­res de las aero­lí­neas, acti­vó las huel­gas de UPS (ser­vi­cio de correo). De repen­te hay un cli­ma en el aire de que «pue­de suce­der», de que «pode­mos ganar». Esa con­cien­cia está, repen­ti­na­men­te, de vuel­ta en el aire y creo que es muy muy impor­tan­te reco­no­cer el papel de una lucha en el lugar de tra­ba­jo en un peque­ño Esta­do, el poder y el poten­cial que tie­ne una vez que gana.

2 de sep­tiem­bre de 2018

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