Una cuestión que se discute en el marxismo es hasta qué punto ramas como la industria de armamentos, o la propaganda, contribuyen al crecimiento de las economías o, en términos de Marx, a la reproducción ampliada. Existe una larga tradición de autores ‑tal vez los más relevantes sean Baran y Sweezy- que consideran que estas actividades son improductivas, y forman parte de la «economía del desperdicio», propia del modo de producción capitalista. Sin embargo, esta postura parece contradecirse con la idea de Marx, de que en tanto un producto sea una mercancía que encierra plusvalía, el trabajos que lo produce debe considerarse productivo. Por eso algunos marxistas afirman que las industrias de armas, o de avisos publicitarios, son «productivas» en el mismo plano que las industrias de las máquinas herramientas o el pan.
En este nota sostengo que si bien desde el punto de vista de la noción de trabajo productivo de Marx, los trabajos que producen armas o publicidad son productivos, sin embargo desde el punto de vista de la reproducción global del capital, esas industrias no deberían considerarse productivas. Esto es, a los efectos de la reproducción global del capital, no es lo mismo fabricar armas, o avisos publicitarios, que máquinas herramientas o pan. Para argumentar mi posición, comienzo presentando, de forma sintética, el concepto de trabajo productivo en Marx.
Trabajo productivo e improductivo, concepto «general»
En lo que sigue me baso esencialmente en el capítulo 4 del tomo 1 de Teorías de la plusvalía, de Marx, y en Savran y Tonak (1999), que contiene una presentación ajustada a los textos de Marx, de la noción de trabajo productivo e improductivo. Para abordar la cuestión, es necesario precisar la noción de trabajo productivo que se aplica a todos los modos de producción (o trabajo productivo «en general»), para luego analizar la diferencia específica que caracteriza al trabajo productivo en el modo de producción capitalista.
El trabajo productivo «en general» es aquel que debe realizarse bajo cualquier régimen social, a fin de asegurar la reproducción material de los individuos y de la organización social. Se trata del trabajo empleado en actividades ineludibles, que comprenden la producción, la circulación y el almacenamiento. Este tipo de actividades incrementa (o preserva, en el caso del almacenamiento) el valor de uso de los bienes, y por lo tanto la riqueza material. El trabajo que transforma una madera en una mesa genera un valor de uso, y por lo tanto es productivo; lo mismo el trabajo que transporta esa mesa desde el lugar de su producción al lugar de su consumo, etc. Sin embargo, existen otras actividades que, si bien necesarias, son improductivas. Marx presenta el caso de la contabilidad en antiguas comunidades ‑en nuestro ejemplo, el funcionario que toma cuenta de las mesas fabricadas- que no agregaba valor de uso (el valor de uso de la mesa no se incrementa aunque se la cuente muchas veces), pero su trabajo podía ahorrar tiempos y esfuerzos (por ejemplo, no producir más mesas de las que necesita la comunidad). Este tipo de trabajo, sin bien necesario, se sustraía del trabajo social general, abocado a la generación de riqueza material. Marx pensaba que ese tipo de trabajos, improductivos, eran necesarios, independientemente de la forma social bajo la que se organizara la producción y distribución.
Sin embargo, en las sociedades clasistas existen otros trabajos ‑ausentes en las sociedades sin clases sociales o explotación- que están destinados a preservar y reproducir el orden social. Por ejemplo, si las mesas son construidas por esclavos, habrá guardianes que tendrán como tarea cuidar que los esclavos no se rebelen y cumplan sus tareas. El trabajo de estos guardianes no genera valor de uso (ellos no fabrican mesas), pero es necesario para el mantenimiento del orden social. Teniendo en cuenta que hemos definido como productivo el trabajo que incrementa (o preserva) los valores de uso, el trabajo de los guardias es improductivo; representa una sustracción del trabajo social general destinado a incrementar la riqueza material. Es trabajo necesario, dado el orden social asentado en la explotación del trabajo humano, pero improductivo.
Trabajo en el capitalismo
Los conceptos en la teoría de Marx se van enriqueciendo a medida que avanzamos hacia determinaciones más ricas en contenidos. La noción de trabajo productivo e improductivo, que acabamos de ver, es insuficiente cuando se aplica al sistema capitalista, porque ahora no basta con producir valores de uso para que una actividad sea calificada como «productiva». La razón es que en la sociedad capitalista el objetivo de la producción no es la generación de valores de uso, sino la valorización del capital, esto es, la generación de plusvalía. La producción de valores de uso es un medio, que está subordinado al fin último de conseguir ganancias (plusvalía). Si no se obtiene plusvalía, el capitalista no invierte y por lo tanto no aumenta la producción de valores de uso. Por este motivo el carácter productivo del trabajo estará determinado por su relación con esta característica del modo de producción capitalista. Es productivo, dice Marx (siguiendo una idea que ya había anticipado Adam Smith) el trabajo que genera plusvalía. En principio la distinción parece sencilla, pero es necesario avanzar con cuidado, porque el camino está plagado de matices y casos que no parecen tan claros.
Veamos primero el caso más sencillo, sobre el que Marx presenta varios ejemplos, la distinción entre trabajos que, si bien generan el mismo valor de uso, son productivos o improductivos de acuerdo a la relación social en que se encuentra el productor. Lo vemos con un ejemplo de Marx, el trabajo del sastre. Si contrato un sastre para que confeccione un traje para mi uso personal, ese trabajo no es productivo, ya que no genera plusvalía. Al pagar el trabajo del sastre no valorizo mi dinero, ya que lo gasto como rédito (esto es, para adquirir un bien para mi consumo personal). En otras palabras, compré el servicio del productor, de la misma manera que podía haber comprado cualquier otra mercancía a un productor propietario de sus medios de producción.
En cambio, si contrato la fuerza de trabajo del sastre, le entrego los materiales y herramientas de trabajo, y vendo los trajes que produce obteniendo una plusvalía, ese trabajo del sastre es productivo. Ahora no gasto mi dinero como rédito, sino que lo adelanto como capital, para recobrarlo en su valor originario, más un plus. El trabajo del sastre permite valorizar el capital, y se inscribe en el ciclo D‑M-D’, dinero que da dinero, mediante una relación de explotación del trabajo. Todos los trabajos que generalmente se encierran bajo el término «servicios», son productivos si están insertos en esta relación capitalista, esto es, si generan plusvalía que valoriza el capital. Los trabajos de una médica o de una docente que se desempeñan en un hospital privado, o en una escuela privada, son productivos en tanto generan plusvalía. Una produce la mercancía «cura de enfermedades», la otra la mercancía «educación». Observemos que tiene que haber generación de mercancía; el caso de la docente que trabaja en la escuela pública y gratuita es distinto, ya que en este caso la educación no se vende como mercancía (a fin de no alargar más esta nota, la trataré en otro lugar). Es importante destacar, para lo que estamos discutiendo, que el carácter de «productivo», o «improductivo» del trabajo no deriva de la naturaleza física del producto, sino de la relación social bajo la que está el trabajo. Un trabajador que produce armas en una empresa capitalista, es productivo; un trabajador que produce pan para su propio consumo, no es productivo.
Trabajos improductivos, pero subsumidos al capital
De lo dicho hasta aquí pareciera que bastara comprobar que un trabajador está subsumido a la relación capitalista ‑vende su fuerza de trabajo al capital y trabaja bajo sus órdenes- para concluir que realiza un trabajo productivo. Sin embargo la cosa no es tan sencilla, porque Marx también anota que existen trabajadores que, si bien están subsumidos al capital, y reciben un salario igual al valor de su fuerza de trabajo, sin embargo realizan trabajos que no son productivos, esto es, no generan plusvalía. El caso más típico y general es el de los trabajadores que están involucrados en la venta de las mercancías. Recordemos que para que exista creación de valor, debe haber creación de valores de uso. Como explica Marx en el capítulo 1 de El Capital, la base o contenido material del valor siempre es el valor de uso. Si un trabajo no genera valor de uso, no genera valor; crear valores de uso es una condición necesaria (aunque no suficiente) para que haya valor. Pero el acto de venta no agrega valor de uso alguno. Por eso Marx habla de la metamorfosis de la mercancía (en mi opinión, sería más claro si hubiera hablado de la metamorfosis del valor). Esto es, se trata de un cambio de la forma del valor, que primero existe bajo la forma de una mercancía, luego bajo la forma de dinero. Lo importante es que en este acto no puede haber generación alguna de valor; este punto es central en la crítica de Marx a la idea, propia de la apología burguesa, de que la plusvalía se genera en la circulación. Y si esto es así, los trabajadores contratados por los capitalistas para ocuparse de las ventas, necesariamente no pueden generar valor ni plusvalía. Por lo tanto son improductivos, a pesar de estar subsumidos al capital. Son trabajos necesarios para la realización del valor, pero no son productivos, y por eso la retribución de esta fuerza de trabajo representa una deducción de plusvalía. En la medida en que aumente este tipo de trabajadores, el capitalista dispondrá de menos plusvalía para invertir y ampliar la escala de la producción. Naturalmente la cuestión no cambia de contenido si el trabajo de venta es realizado por trabajadores contratados por los capitalistas comerciales.
El mismo criterio se aplica a los trabajadores que llevan la contabilidad, cuentan y guardan el dinero, etc. Y también para los que son contratados por el capitalista para ejercer actividades de vigilancia dentro de la empresa. De la misma manera que sucedía con el guardián de esclavos, el moderno personal de vigilancia no agrega valor de uso al producto que sale de la empresa. Pongamos aun otros dos casos, que nos serán útiles para continuar el análisis. Supongamos que los trabajadores que están dedicados a la venta, pertenecientes a una empresa que produce el bien X, construyen un cartel para hacer publicidad. El cartel no agrega un ápice al valor de uso de X, y por lo tanto el tiempo de trabajo empleado en construir el cartel significa deducción del tiempo de trabajo dedicado a la producción. Lo mismo sucede si la empresa dedica un trabajador a fabricar armas, para que las utilice el personal de vigilancia. En todos los casos, se trata de una detracción de plusvalía que podría dedicarse a la acumulación, a ampliar la escala productiva de la empresa.
¿Hay incoherencia?
A partir de lo explicado en el punto anterior, llegamos a una conclusión aparentemente contradictoria con lo que habíamos concluido un poco más arriba. Es que, según la definición de trabajo productivo, si una empresa contrata un obrero para que fabrique un arma, y este arma se vende en el mercado, ese trabajo es productivo; lo mismo puede decirse del trabajo en una empresa dedicada a fabricar carteles de propaganda. Son trabajos productivos, esto es, generan plusvalía. Sin embargo, en el ejemplo anterior, si la empresa que fabrica X destina trabajadores a producir carteles o armas, concluíamos que esos trabajadores no generan plusvalía. ¿Cómo puede haber dos resultados tan distintos, tratándose de los mismos productos? ¿Cómo se pueden conciliar?
En primer lugar, señalemos que los resultados son distintos porque en un caso el arma o el cartel son mercancías, y en el otro no lo son. Dado que las empresas dedicadas a producir armas o carteles publicitarios venden estos productos, los mismos son mercancías, y contienen valor y plusvalía. Por lo tanto los trabajos empleados en su fabricación son productivos. Pero si una empresa fabrica el arma, o el cartel, para utilizarlos en sus tareas de vigilancia, o venta, esos productos no son mercancías, y por lo tanto no existe realización de valor o plusvalía alguna. Sin embargo, y en segundo lugar, desde el punto de vista de la generación de plusvalía, el resultado en principio para la empresa que fabrica X es exactamente el mismo. En un caso desvía recursos ‑horas de trabajo de los obreros- de la fabricación de X a la fabricación de armas y carteles; en el otro caso emplea todo el trabajo disponible en fabricar X, y destina una parte de la plusvalía obtenida en comprar armas o carteles a las empresas especializadas en su fabricación. Lo mismo sucede con otro tipo de actividades; por ejemplo, la vigilancia. La empresa que produce X puede destinar una parte de la plusvalía a pagar trabajadores que hacen vigilancia; o puede contratar a una empresa el servicio de vigilancia (una mercancía), que contiene valor y plusvalía (generada por los trabajadores contratados por la empresa de vigilancia).
Por lo tanto no solo no existe incoherencia teórica en el planteo, sino que pareciera que no hemos avanzado mucho, ya que volvimos a encontrar la noción de trabajo productivo/improductivo, aplicada esta vez a casos concretos de empresas capitalistas. Sin embargo, a poco que se reflexione, se comprueba que la distinción entre lo que es trabajo productivo e improductivo dentro de la empresa que fabrica X, sí nos permite abordar la cuestión desde una perspectiva macro y general, que tiene relevancia en el análisis de la reproducción ampliada de las economías capitalistas. Veamos por qué.
La reproducción ampliada y la industria de lujo
En el tomo II de El Capital Marx presenta sus famosos esquemas de reproducción, en los que muestra cómo el capital de conjunto puede reproducirse, a escala ampliada. Para esto divide a la producción capitalista en dos grandes sectores, el sector I que produce medios de producción, y el sector II que produce medios de consumo. Esta división se corresponde a las dos formas principales en que se divide el capital; por un lado, el capital constante, conformado por los medios de producción, y por el otro el capital variable, que compra la fuerza de trabajo. Si la plusvalía se gasta enteramente en medios de consumo para el capitalista, no hay posibilidad de que se amplíe la producción de un ciclo para el otro, y estamos ante un caso (no es lo normal en el sistema capitalista) de reproducción simple. En cambio, si la plusvalía (o una parte de ella) se reinvierte en adquirir más medios de producción, y fuerza de trabajo, estaremos ante una reproducción ampliada del capital. Aumenta la masa de medios de producción y de fuerza de trabajo, que generan plusvalía, que a su vez puede acumularse para seguir ampliando la producción. Aquí la clave del proceso pasa por cuánta cantidad de plusvalía se destina a ampliar el capital, contratando más medios de producción, y medios de consumo. Para que ello ocurra, debe ampliarse la producción de medios de producción y de medios de consumo salariales, de manera que haya cada vez más fuerza de trabajo asalariada, que utiliza más medios de producción.
Lo interesante es que la plusvalía que gastan los capitalistas en su consumo constituye una detracción de la plusvalía que se destina a la reproducción ampliada. Por este motivo en algunos pasajes Marx ha dividido al sector II, productor de medios de consumo, en dos subsectores, el que produce medios de consumo para los trabajadores, o sector IIa, y el que produce los medios de consumo (o de lujo) para los capitalistas, el sector IIb. El crecimiento de IIb por lo tanto va en detrimento del potencial de reproducción ampliada. Para ponerlo con un ejemplo, si en una economía capitalista se producen muchos yates de lujo, esto no contribuye en nada a la reproducción ampliada; el consumo de yates es puro consumo improductivo. Si en cambio en una economía capitalista se producen máquinas, su consumo es productivo, ya que permite producir más bienes, que contienen valor y plusvalía. Lo mismo si se produce pan, o cualquier otro bien salarial; su consumo es productivo, ya que permite reproducir la fuerza de trabajo, que a su vez genera más valores de uso, y plusvalía. Dejo anotado que por bienes salariales no entiendo solo los bienes necesarios para la reproducción fisiológica del obrero, sino aquellos que entran en lo que se considera la canasta «normal» (condicionada histórica y socialmente) de reproducción de la fuerza de trabajo.
Cita de Marx, y sectores «no reproductivos»
Es claro que desde el punto de vista de la reproducción ampliada, las industrias de armamentos, de publicidad, o similares, comparten en esencia la misma posición que la industria de lujo. Si bien Marx no trató la cuestión de manera sistemática, existe un pasaje de sus borradores, en el que plantea que los productos que se consumen por gasto de plusvalía (por rédito) para satisfacción del capitalista (sus caprichos, pasiones, etc.) son, lógicamente, generados por trabajo productivo, pero dado que no se convierten nuevamente en medios de producción o de subsistencia, no se consumen productivamente, sino improductivamente. «Carecen de valor para el proceso de producción», afirma. Dada su importancia, y que es relativamente desconocida, transcribo el pasaje:
Gran parte del producto anual que se consume como rédito y ya no ingresa al proceso productivo en calidad de medios de producción, está compuesto de los productos (valor de uso) más nefastos, que satisfacen las pasiones, caprichos, etc., más deplorables. Este contenido es del todo indiferente para la determinación del trabajo productivo (aunque, naturalmente, al desarrollo de la riqueza se le aplicaría un freno si una parte desproporcionada se reprodujera de esta suerte, en lugar de convertirse nuevamente en medios de producción y de subsistencia que vuelvan a entrar en la reproducción ora de mercancías ora de la capacidad laboral misma; en pocas palabras, en lugar de consumirse productivamente), Este género de trabajo productivo produce valores de uso, se objetiva en productos que están destinados solamente para el consumo improductivo y que, en su realidad, en cuanto artículos, carecen de todo valor de uso para el proceso de reproducción…
«[…] a la economía vulgar le es imposible decir una sola palabra sensata, desde el punto de vista de la producción capitalista, acerca de las trabas a la producción de lujo. Desde el punto de vista de la producción capitalista el lujo es condenable si el proceso de reproducción se ve obstaculizado, o cuando su progreso… tropieza con el empleo desproporcionado de ese sector productivo que se presenta en artículos no reproductivos, con lo cual se reproducen demasiado pocos medios de subsistencias necesarios o medios de producción, etc. Por lo demás el lujo constituye una absoluta necesidad en un modo de producción que crea la riqueza para los no-productores…» (Marx, 1983, pp. 85 – 86).
Lo planteado con referencia a los bienes de lujo se aplica enteramente a la producción de armas, y de otros bienes que no vuelven a entrar en el proceso productivo, sea para reproducir medios de consumo para la fuerza de trabajo, o medios de producción. Una bala, o un fusil, se producen con vistas a un consumo improductivo. Los trabajos que fabrican las balas o los fusiles, son productivos (a igual que sucede con los que producen bienes de lujo), pero los balas y fusiles son comprados con plusvalía, y son consumidas sin que puedan contribuir a ampliar la producción. Por este motivo podríamos llamarlos sectores «no reproductivos».
En esta categoría también entrarían muchas otras actividades,que consumen plusvalía. Tomemos el caso de la vigilancia. Si una empresa capitalista se dedica a vender el servicio de vigilancia, está vendiendo una mercancía («seguridad») que contiene valor y plusvalía. Los trabajadores vigilantes son, en este respecto, trabajadores productivos. Sin embargo, desde el punto de vista de la reproducción global del capital, se trata de una actividad «no reproductiva»; es decir, produce un servicio que no vuelve a entrar en la reproducción de la fuerza de trabajo, ni de los medios de producción. El consumo de «seguridad» es, desde la lógica de la reproducción ampliada, consumo improductivo por el conjunto del capital. Algo similar podemos decir de otras actividades. Por ejemplo, la producción de bienes para ser consumidos en el sector financiero o comercial (en este último caso, nos referimos a la actividad dedicada exclusivamente a la comercialización) significa la existencia de trabajo productivo en las empresas que los fabrican. Pero desde el punto de vista de la reproducción del capital global, su consumo representa consumo de plusvalía. Esto se aplica también a actividades vinculadas con las transacciones monetarias, o que tienen relación con el cambio de forma del valor. Para verlo con un ejemplo, supongamos que la empresa que produce X y lo vende, deba destinar un trabajador a contar el dinero, transportarlo hasta una caja de seguridad dentro de la empresa, y cuidar de ella. Este trabajo no agrega un ápice de valor a X, pero es necesario para el capital. Marx sostiene que es un «costo de circulación, y no un trabajo que crea valor» (Marx, 1999, p. 404. t. 3). Evidentemente, se tiene que pagar con una deducción de la plusvalía que puede ser reinvertida en producir más X. Supongamos ahora que este trabajo de contar dinero, transportarlo y guardarlo, lo realiza un banco. Si bien Marx parece considerar que el caso sigue siendo el mismo que el anterior (por lo menos no lo distingue), pienso sin embargo que hay una diferencia. Es que el capitalista que emplea al trabajador que cuenta el dinero, lo transporta y guarda, está ofreciendo una mercancía, que tiene un valor de uso (conteo, transporte de dinero, etc.) y por lo tanto también un valor. Y para el capitalista que compra el servicio, la plusvalía desembolsada en el mismo sigue representando un costo de circulación, como antes. Por este motivo el trabajo de «contar y transportar dinero» ahora es productivo, aunque no es reproductivo. Globalmente se sigue pagando con parte de la plusvalía total, que por lo tanto no puede alimentar la reproducción ampliada.
En conclusión, las categorías de trabajo productivo e improductivo en el sistema capitalista pueden articularse con la idea de qué es productivo desde el punto de vista de la reproducción global del capital. Por lo tanto, no habría contradicción lógica entre la noción de trabajo productivo e improductivo explicada por Marx en Teorías… o El Capital, y la idea de autores como Baran y Sweezy (1982) que pusieron el énfasis en la existencia de enormes sectores de industrias improductivas, tales como la de armamentos o propaganda.
Rolando Astarita
6 de abril de 2011
Bibliografía
Baran, P. y P. Sweezy (1982): El capital monopolista, México, Siglo XXI.
Marx, K. (1999): El Capital, Madrid, Siglo XXI.
Marx, K. (1983): El Capital, libro I, capítulo VI Inédito, México, Siglo XXI.
Marx, K. (1975): Teorías de la plusvalía, Buenos Aires, Cartago.
Savran, S. y E. A. Tonak (1999): «Productive and Unproductive Labour», Capital & Class nº 68, pp. 113 – 152.
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