Una rabiosa jauría encabezada por Estados Unidos está atacando desesperada al gobierno bolivariano de Venezuela para derrocarlo. Y quiere derrocarlo para apropiarse del petróleo, del oro, del coltan y de las riquezas minerales que yacen en el suelo y el subsuelo de Venezuela.
Ningún revolucionario, ningún bolivariano, ninguna persona honrada, ni organización social que luche por la justicia, por un mundo mejor, puede permanecer con los brazos cruzados frente a esta agresión de la codicia; mucho menos los que sientan palpitar la patria por dentro, ya sea venezolana o nuestramericana.
Estamos en la etapa final de un plan soterrado que venía avanzando desde hacía tiempo movido por el combustible del odio de los gobernantes de Washington y la derecha latinoamericana contra Simón Bolívar. Siempre quisieron apagar la voz que estremeció el cielo del Orinoco y del Nuevo Mundo en el Congreso de Angostura. Siempre quisieron silenciar el vibrato de ese espírtitu revolucionario que aun sigue convocando a las naciones surgidas de su espada a la confederación en una Gran Nación de repúblicas hermanas. Bolívar consideraba que ella constituía la única potencia capaz de garantizar la defensa de la libertad y la independencia, amenazadas por «el terrible monstruo del norte» y por la Santa Alianza europea que todavía nos quieren regresar a las cadenas coloniales. Por eso sus palabras siguen vigentes con todas sus sonoridades en el aire: «Unidos seremos fuertes y mereceremos respeto; divididos y aislados, pereceremos».
Estados Unidos históricamente ha contado con la oligarquía santanderista de Colombia a la hora de poner en marcha su estrategia geopolítica de dominación de Nuestra América. Han utilizado a Colombia como a Malinche en la traición a sus hermanos. Venezuela brindó amparo en su territorio a más de 5 millones de colombianos que huyeron de la pobreza y les colgó en el pecho el rango de compatriotas; pero el agradecimiento de esta oligarquía fue el ataque a la moneda venezolana, el saboteo a su economía y el despliegue de un fuego mediático desestabilizador que inflamó los odios y los chovinismos irracionales.
Ayer la prensa descubrió en la carpeta bajo el brazo de John Bolton, asesor de seguridad de Estados Unidos, la sugestiva línea a mamo alzada «5.000 tropas a Colombia»; y el canciller de Duque, que cree que el mundo es bobo, dice que no sabe por qué el gringo tenía esa anotación. Son unos hipócritas. Conocen muy bien el plan de intervención injerencista. Es una locura la guerra contra Venezuela. Tiene razón el presidente Nicolás Maduro al responsabilizar a Donald Trump de un eventual derramiento de sangre en la patria de Bolívar. El gobierno de Colombia siente trepidar por dentro la adrenalina de la fruición que le produce ser peón de los planes de las rapaces águilas de Washington.
El mismo asesor de seguridad de los Estados Unidos ha manifestado con la desfachatez de la soberbia el deseo de que las empresas petroleras de los Estados Unidos produzcan petróleo en Venezuela. Que hay que derrocar a Maduro para crear oportunidades de negocios en la región… Y para contribuir a ello le congelan más de 7.000 millones de dólares a Venezuela. Se quieren robar a CITGO filial de PDVSA en los Estados Unidos. Y ahora el gobierno británico, desempolvando sus antiguas prácticas de corsario del Caribe despoja a Venezuela, como Morgan el pirata, parte del oro de su reserva.
La conciencia mundial debe pronunciarse frente a estos atropellos. Levantemos la voz, movilicémonos, protestemos, opongámonos a esa gavilla de rufianes que quieren por la fuerza aplastar la patria grande bolivariana. Los latinoamericanos, el pueblo estadounidense, debemos manifestarnos con fuerza para impedir que se perpetre el abominable crimen que tienen en mente. Ningun pueblo, ningún gobierno, puede en este momento crucial volver la espalda de la indiferencia. Frente a esta grave circunstancia permanecer en silencio es un crimen.
Hagamos nuestro el sentimiento de Bolívar para quien «la ofensa hecha al justo es un golpe contra mi corazón». Lo necesitamos para alentar la nueva alborada del radiante sol de la solidaridad. No permitamos que la derecha borre de nuestra historia y de nuestra conciencia a Simón Bolívar el Libertador porque su proyecto sigue vivo y tiene quehacer en América todavía.
Iván Márquez
28 de enero de 2019