El Parlament de Catalunya exige la amnistía, que se vaya la guardia civil y reivindica el derecho de autodeterminación y la desobediencia. No somos quién para dar lecciones (nuestra historia reciente lo acredita), pero ello no puede ser obstáculo para que sigamos pretendiendo liberar a nuestras naciones obreras y acabar con el capital. Seremos breves porque el debate real y objetivo implica muchos intereses y posiciones de clase diferentes y no nos sentimos capaces de sintetizarlos en un artículo. De todos modos, sí trataremos de describir y concretar algunas cuestiones, para poder llegar a conclusiones que tengan que ver con la praxis revolucionaria y no con estudiados vericuetos que solamente benefician a las burguesías catalanas y españolas y, en definitiva, al capital. Es decir, hacer postureo supuestamente rupturista, para quemarlo antes de que se pueda formular desde la posición nacional y de clase obrera.
Desobediencia
El Parlament de Catalunya, a instancias de la CUP (con el apoyo de JxCat y ERC), ha reconocido la legitimidad de la desobediencia civil e institucional, argumentado que es una herramienta para los derechos sociales, civiles y políticos conculcados.
La primera contradicción que nos surge es el marco de la decisión institucional: ¿Y el resto de los Països Catalans? Segunda contradicción, ¿hasta dónde puede ir el ámbito institucional y hasta dónde el potenciado por la clase obrera catalana? ¿Practicará el Parlament la desobediencia? ¿Se quemarán desde el Parlament las reivindicaciones más sentidas antes de que la propia clase obrera catalana pueda potenciar el conjunto de decisiones que lo catapulten a una ruptura total con el Estado español y la construcción socialista de los Països Catalans? Esa la cuestión principal que queríamos situar en este debate, en principio, tan complejo.
La desobediencia como instrumento. Según las fuerzas políticas y sindicales adscritas a la dictadura de la burguesía, las y los de abajo no tenemos muchas maneras de manifestar nuestro cabreo y resolución sino es por medio del voto y alguna movilización para templar ánimos. Así, el capital instrumentaliza la desobediencia por medio del voto. Nos hace creer que así auparemos a los «nuestros» y castigaremos a los «otros».
Al mismo tiempo, sobre todo, la desobediencia es un instrumento de lucha que en manos de la clase desposeída debe tener un desarrollo imprescindible, antes y después de la agudización de la lucha entre la clase obrera catalana y el capital con sus diferentes disfraces. Es una dinámica que tiene que ver con los objetivos finales. La desobediencia en manos de los oprimidos debe suponer el descontrol para el capital y la burguesía. El problema para la mayoría es cómo concienciarse de la situación de opresión y ocupación para poder organizarse antes de que el capital perciba ese estado de ánimo. El arte de la insurrección en el siglo XXI es bastante más complicado que el de las dos primeras décadas del siglo pasado.
Es evidente que estamos en inferioridad de condiciones, a todos los niveles, frente al capital. En realidad, lo único favorable es que somos mayoría. El asunto es que esa mayoría necesita ser consciente de que tiene que ser la protagonista y quien imponga los ritmos y los contenidos de la lucha por la liberación nacional y de clase. Son muchos los patrones culturales y de identidad que nos han marcado desde todos los instrumentos de educación y propaganda que tiene el capital, español y francés. Pero, para eso están las organizaciones de clase y, sobre todo, el partido de la clase obrera catalana (o vasca o gallega o andaluza o…), estén construidas o por construir.
Habrá batallas parciales (con desigual resultado) pero serán un referente para todas las clases o fracciones de clase, cara a situaciones de enfrentamientos mayores. Va a ser consciencia, conciencia (voluntad) y más conciencia y praxis hasta que ésta sea suficiente para saber quiénes son los enemigos de la clase obrera catalana, vasca (o de otras naciones oprimidas dentro del Estado español y francés, en este caso), independientemente de la bandera que alcen al aire. Nosotras y nosotros, tenemos la roja/ikurriña/navarra. No es cuestión de simbología. No es la cuestión principal, ni de segundo orden siquiera, si estamos hablando de la lucha de liberación nacional y social y de crear el Estado Socialista Vasco. En su caso, el Estado de los países catalanes, etc.
La desobediencia como arma. Es un arma no sólo coyuntural sino estratégica. No solo es una cuestión de negarte (si se dan las circunstancias) a tu propia identificación, ante un municipal, un cipayo u otra gente armada de la dictadura de la burguesía española, catalana, vasca… La desobediencia tiene que ser una opción y modelo de vida suficientemente debatida e interiorizada para ir concienciando y cambiando a los hombres y mujeres proletarios de la ingente tarea que han llevar adelante. Siempre enfocada hacia nuestra liberación integral.
La desobediencia es una filosofía. El sistema capitalista tiene su modelo de producción para arrancar a los trabajadores la plusvalía que necesita para su reproducción. También tiene excelentemente afinada su superestructura. Por eso mismo, el proletariado necesita tener en cuenta la suma de millares de experiencias insurreccionales y aprendiendo de ellas, e innovando otras, necesita conquistar y reproducir su hegemonía en todos los aspectos de nuestra vida política, social, cultural, etc. Es una tarea difícil pero imprescindible para los sucesivos combates a enfrentar y la clase obrera lo tiene que tener presente para superar la influencia de la filosofía burguesa que constantemente recibimos.
Amnistía
Amnistía para los presos políticos catalanes y de todas las naciones que componen el Estado español y francés. Haría falta saber qué es lo que entiende cada cual por el concepto de amnistía. Hay quien relaciona directamente la amnistía con la libertad de presos y presas políticas (los sociales siempre se nos olvidan), sin más enredos ni consecuencias políticas. Es claro que eso es un arreglo oportunista para hoy y un desgarro descomunal para mañana, si es que lo hubiere.
¿Por qué? Porque no se toman en consideración las bases del enfrentamiento entre el capital español y la burguesía catalana por un lado y la que tarde o temprano tendrá que erigirse como motor revolucionario, la clase obrera catalana. Si no se considera que sólo la clase obrera catalana puede liderar su proceso de liberación nacional y social, estamos jugando a pretender una nación catalana insertada en la Unión Europea bajo la batuta del capital. Y esta última opción, negativa para la clase obrera catalana, que es la que pondría la carne en el asador, solamente se podría dar, en última instancia, con el beneplácito de los poderes reales del Estado de España. Cuestión que en ningún caso se va a dar por las buenas.
Así las cosas, la clase obrera catalana se tiene que pringar hasta las cejas para tomar la dirección de su integral liberación. Mejor hoy que mañana. Ya sabemos que los pequeños burgueses, socialdemócratas, postmodernos, etc. andarán al acecho. Por eso mismo. Cuanto antes seamos conscientes de la realidad, en mejor posición nos situaremos para el desigual pero inevitable combate.
Autodeterminación
En Euskal Herria hay quien mantiene una línea concreta en cuanto a los objetivos estratégicos que pasan por la amnistía, el antipatriarcado… y la construcción del Estado Socialista Vasco (disidentes les llaman, socialistas revolucionarios nos llamamos). Al mismo tiempo, algunos y algunas andan «algo» más retardados que en Catalunya. No reclaman la independencia como línea de intervención. Tampoco el derecho de autodeterminación, o sí, pero de vez en cuando. En cambio, se monta toda una actividad en torno a que se reconozca el derecho a solicitar el permiso para decidir. En Catalunya hablan de autodeterminación. Bien. ¿Quiénes, cuando y bajo qué premisas exigen y defenderán la autodeterminación?
Viendo lo del primero de octubre, «todos a por la independencia…». Pero, en breve tiempo, algunos/as cambian de residencia pública (exilio le llaman hoy en día –hay que tener valor para calificarlo así – ), otros son encarcelados y el pueblo trabajador y la clase obrera, que debiera ser el motor de todo movimiento emancipador, se queda perplejo. Es decir, «un poco» de represión aquí y allí, y parece que las ganas de liberación de la burguesía y pequeña burguesía catalana se apagan. No pretendemos ofender, pero así es como lo vemos.
Pasa el tiempo y los de abajo dicen que, de eso nada, que hay que ir adelante. El Estado (que en Euskal Herria ha ensayado todo), preventivamente, detiene a varios CDR para avisar que bromas va a haber pocas o la lían de verdad. Panorama caliente pero incierto.
Pensamos que lo único seguro y de futuro, a día de hoy, tienen que ser las estructuras de base, asamblearias y coordinadas. Estamos hablando de asamblea-estructura + coordinación. Esa es una fórmula general de organización. De abajo a arriba. No estamos hablando de células autónomas que quizá se coordinen o no. Serán ciertamente autónomas según las condiciones objetivas y subjetivas de donde tengan que desarrollarse para hacer su trabajo político y social. No hablamos de células autónomas que igual coinciden (o no) en las dinámicas y ni de lejos piensan en una lucha estructurada.
Las estructuras políticas ya existentes, sean partidos, sindicatos o lo que fuere, tienen que demostrar que tienen propuestas y se considerará su aportación, pero no su liderazgo porque sean estructuras públicas anteriormente conformadas, con militancia, experiencia y logística. Esta organización o movimiento horizontal, asambleario pero orgánico y coordinado de abajo a arriba tiene que ser el embrión del poder popular que tumbe a la dictadura de la burguesía y sea el sujeto de la revolución socialista de los países catalanes.
Por intentar visualizar el tema: entre las de abajo, harán dirección los y las que se embarren en la lucha y demuestren que tienen la confianza temporal (reelegida en tiempos ya acordados) del resto para coordinar el movimiento revolucionario. Nada es sempiterno y la lucha con sus necesidades y contradicciones, parones y avances será la señal para que los de abajo aprueben lo realizado en cada momento o lo rectifiquen. En todos los niveles, sean responsabilidades nominales, dinámicas de lucha, etc., etc. Basta de figurones/as que de la noche a la mañana nos cuentan el viejo cuento reformista de que mejor algo en mano que ciento volando y bla, bla.
Que se vayan
Esta consigna tiene, sobre todo, un carácter resolutivo estratégico. Ningún estadio de la lucha de clases en la Europa capitalista del oeste tendrá la debilidad sistémica, y el proletariado la suficiente fuerza como para hacer desaparecer la violencia estructural en tanto que instrumento coercitivo del capital, si antes no toma el poder la clase obrera. Sólo con el poder conquistado puede el proletariado hacer efectiva esta consigna. Evidente que hasta que todas las condiciones confluyan tendremos que reivindicar la disolución de cuerpos represivos.
No obstante, también en este ámbito, la clase obrera ha de ganar espacios que pueden ser coyunturales pero que, en cualquier caso, serán enseñanzas para el futuro. Y no olvidemos que las enseñanzas serán para las dos clases en lucha hasta el final.
Hemos de señalar también que todos los cuerpos que estén bajo el mando del capital sean centralizados, locales, autonómicos o privados de seguridad, son un enemigo de la clase que se lo va a jugar todo. Y aquí y hoy, no ocurre como en el pasado siglo que todavía la gente más desposeída era mayoría entre la soldadesca del capital, de tal manera que podía ser influenciada por las consignas nacionales y/o de clase. Si no somos conscientes de esto, una de tres: nos asustaremos, nos equivocaremos estrepitosamente o acertaremos con la ardua y difícil cuestión. Queremos pensar que las organizaciones y partidos de clase son conscientes de todos estos problemas y otros que no enumeramos (lógicamente).
Sobre la decisión de las CUP de presentarse a las elecciones a Madrid
Es evidente que las CUP nada pueden hacer en Madrid, como tampoco se puede en los estatutos autonómicos de España repartidos por todo el Estado con diferente suerte en cuanto a poder de gestión. Cuando decimos nada queremos decir nada que sea vital para la clase obrera catalana en lucha por su emancipación nacional y social.
Acudir a Madrid no hace sino apuntalar aún más al Estado español. Nada pueden hacer en Madrid que pueda ayudar a la toma de conciencia de la nación obrera catalana sobre el propio gobierno de su futuro. ¿Ir para automáticamente abandonar los escaños si los tuviere? ¿Aprovechar la campaña, pero no acudir? Eso se avisa, por lo que no lo consideramos posible.
Todos los pasos que dé una formación política, y más en el momento actual, tienen que ver de alguna forma con el futuro que se pretende construir. Dadas las condiciones, ir a Madrid no es un paso hacia adelante sino hacia atrás. Entendemos que esta decisión política se corresponde con las tomadas por el Parlament y de las que hemos dado nuestra opinión.
Es la clase obrera independiente la que tiene que tomar las riendas pues no puede haber suplantación del sujeto revolucionario sin caer en el modelo burgués. No se pueden perder oportunidades relevantes e incluso históricas pensando en utilizar alguna artimaña del poder burgués pues este las ha engendrado para su exclusiva reproducción.
Jon Iurrebaso Atutxa
6 de octubre de 2019