La reacción furibunda orquestada y dirigida internacionalmente contra el Encuentro antiimperialista por la Vida, la Paz y la Soberanía, que se celebra en Caracas los días 22 al 25 de enero de 2020, nos exige algunas reflexiones sobre todo a quienes se nos ha impedido acudir.
Primera, el boicot llevado a cabo por varias líneas aéreas para impedir la asistencia al evento confirma su idoneidad, su necesidad, el acierto del PSUV al convocarlo. En la actualidad hay varios frentes de batalla decisivos en la guerra entre el imperialismo y la humanidad explotada. Venezuela es uno de ellos, el más decisivo junto a Cuba para la doble tarea de recomponer las fuerzas emancipadoras de Nuestramérica y tomar la ofensiva del proceso. Pero Venezuela –y Cuba– también son importantes a nivel mundial porque además de fortalecer la alianza con otras potencias que de algún modo se enfrentan al imperialismo por diversos intereses que no podemos analizar ahora, además de esto y, sobre todo, confirman la incuestionable lección histórica de que la soberanía de un pueblo depende de su capacidad de autodefensa. La catástrofe de Bolivia vuelve a dar la razón a la historia: el imperialismo nunca se da por vencido, siempre está actualizando sus contraataques, nunca ceja en la desestabilización, en el soborno y cooptación de seres despreciables, mercenarios designados para cumplir las órdenes de la burguesía y del imperialismo.
Segunda, desde hace un tiempo, personas de bien, revolucionarias, venían soportando en aeropuertos crecientes restricciones y ataques a su libertad de comunicación, de movimientos, de asistencia a actos, debates y reuniones de solidaridad internacionalista en otros países. Asistimos a un endurecimiento represivo contra estos derechos que nos recuerdan las desesperadas medidas de muchos Estados para impedir la solidaridad en las revueltas grecorromanas y medievales, en la asfixiante vigilancia sobre los y las esclavas, en las guerras campesinas, en las sublevaciones andinas y continentales, en las primeras revoluciones burguesas, en los comienzos de lo movimiento obrero y popular con trabas de toda índole, en los controles represivos de 1848, en las citas de la Primera Internacional, en el cerco a la Comuna de 1871, en las leyes antisocialistas de finales del XIX y el cerco a la Segunda Internacional y en especial a la Tercera Internacional, la comunista, en las Brigadas Internacionales y en el Socorro Rojo, la siempre fallida obsesión de amordazar y atar a Cuba y a Nuestreamérica… Recordamos aquella ridícula pretensión del rey español creyendo que enmudecería a Hugo Chávez cuya voz se escucha en este vital evento antiimperialista, junto a la de Fidel Castro, Marulanda, Argala, Allende, Camilo Torres, Lumumba, Sankara, Amílcar Cabral, el Che, Ho Chi Minh, Mao Zedong, Trotsky, Durruti, Nin, Mella, Mariátegui, Lenin, Zapata, Rosa Luxemburg, Jenny, Marx, Martí, Bakunin, Dessalines, Pétion, Bolívar, Túpac Amaru, el Negro Miguel… y a tantas y tantas mujeres trabajadoras invisibilizadas que son el cerebro y el corazón de la dignidad.
Tercera, pero todo indica que la clara tendencia represora está acelerándose porque esta vez el mando imperialista ha coordinado el sabotaje a líneas aéreas civiles de un tercer país para que no puedan tramitar billetes a Venezuela, es decir, un mando político-militar ha torpedeado a empresas civiles extranjeras ampliando el ataque a derechos humanos elementales. Asistimos a un salto más en el reciente proceso de unificación represiva entre los servicios secretos y la política internacional lo que confirma la naturaleza del imperialismo como dinámica inconciliable con la más mínima democracia. En ponencia que no pudimos exponer públicamente en Caracas, recordábamos cómo en el ‑338, en la Liga de Corinto, se tomaron decisiones que podríamos definir como la primera estrategia contrainsurgente internacional para derrotar el aumento de las luchas sociales desde, al menos, el ‑371. Las transformaciones sucesivas en las formas de propiedad privada, que han llevado a una ultracentralización y ultraconcentración de la gran propiedad burguesa en poquísimas manos en la segunda década del siglo XXI, han ido acompañadas de correspondientes avances en la coordinación internacional de las represiones, unido a una mayor agudización de la lucha de clases y de las contradicciones interimperialistas. Esta complejidad es la que ahora mismo explica el obsesivo ataque al evento antiimperialista en Caracas.
Cuarta, en la actualidad la economía capitalista en su conjunto y el poder de Estados Unidos y de la Unión Europea se enfrentan a obstáculos cada día más dramáticos: la gigantesca deuda global, que no para de crecer debido a la política suicida mantenida por la gran banca en los últimos tiempos de lo que se llama «dinero barato», representa ya el 320% del PIB mundial y solo hay dos formas de reducirla drásticamente hasta una cuantía mínima manejable desde los intereses del imperialismo: descargándola sobre la humanidad trabajadora y sobre las potencias competidoras que se resisten a ser peones del imperialismo. Pero no es la única amenaza existente, hay más, siendo la más grave la que anida en la ley tendencial de la caída de la tasa media de ganancia y en la ley general de la acumulación capitalista. Cuando los diferentes niveles de estas crisis se fusionan en una sola quiebra, al imperialismo no le queda más recurso que la destrucción masiva de valor acumulado, de trabajo muerto, infraestructuras y fuerzas productivas para intentar empezar otra fase expansiva, si es que puede. Y es por esto que no aguanta ni un segundo la mínima emancipación de los pueblos: de aquí el ataque al evento antiimperialista de Caracas.
Y quinta, por tanto, debemos multiplicar estos encuentros, estos debates, coordinarlos, avanzar en la praxis antiimperialista porque cada segundo que perdamos en un segundo de vida que regalamos al imperialismo para que contraataque.
Iñaki Gil de San Vicente
Euskal Herria, 23 de enero de 2010