Compatriotas que leen este mensaje, compañeras y compañeros de sueños, de armas y de luchas, en campos y ciudades, en cárceles y campamentos, que en este diciembre y en las vicisitudes de la vida han sido nuestros hermanos y hermanas de trincheras y de utopías, va nuestro abrazo de navidad y año nuevo anhelando lo mejor en salud, ánimo y futuro, contando con que los tiempos venideros serán de éxitos o al menos de avance de las luchas populares por un mundo mejor. Que, en medio de las dificultades y lutos por nuestros muertos, la alegría y el optimismo colmen, así sea por un instante, nuestros corazones; pero que la reflexión constante en torno a los problemas que debemos enfrentar para abrir caminos de emancipación, sea cada vez más esclarecedora y de iniciativa para la acción revolucionaria.
Esto, sobre todo en una coyuntura en que la manipulación de la opinión ciudadana, con mentiras y acciones de intervencionismo que golpean la autodeterminación y la soberanía de las naciones, siguen causando el deplorable arrasamiento de los derechos fundamentales, con perfidia imperial por parte de los Estados Unidos, mediante acciones frontales de desestabilización, mientras se señala a las víctimas como los causantes de los males que genera el neoliberalismo y se pretende presentar las protestas sociales que hoy por hoy proliferan en el continente, como amenazas al supuesto orden democrático.
No podemos permitir silenciosamente, que se siga diseminando la propaganda de engaño que disfraza y oculta la desigualdad, la miseria y la exclusión que genera el neoliberalismo con el detrimento salarial, la precarización laboral, el deterioro ambiental, de la salud, de la educación, de los sistemas pensionales, del acceso al agua y de las condiciones mínimas de vida, aumentando los índices de violencia y los conflictos sociales, mientras se desestabilizan los gobiernos anti neoliberales y se reprime a quienes se alzan contra los regímenes pro imperialistas, asesinando a dirigentes sociales, a jóvenes, estudiantes y gente del común en general.
Que no se engañen los poderosos, porque históricamente los pueblos se han dado sus maneras, generalmente sorprendentes y únicas, de buscar alternativas, de repensar en nuevos términos el curso de su cotidianidad, rehaciendo caminos, creando nuevos relacionamientos entre pasado, presente y futuro, y revitalizando cuando menos se espera a veces, las luchas emancipadoras, revolucionando el orden social de sumisión y menoscabo de sus derechos.
Por ello no podemos menos que felicitar y seguir el ejemplo de quienes avanzan en el continente y otras latitudes del orbe, contra el neoliberalismo y contra la omnipresencia del imperialismo, que de ninguna manera se puede considerar imposible de derrotar. Tenemos el arma de la verdad y, sin duda, con mayor legitimidad que nunca antes, el derecho universal a la rebelión en todas sus modalidades, incluyendo la rebelión armada, porque como hemos dicho en otras ocasiones, no se puede condenar a los pueblos a que, para que sus luchas tengan reconocimiento deban estar condenadas a enfrentarse con sus manos y sus pechos desnudos, mientras sus terribles enemigos explotadores no descuidando el aspecto militar de la lucha de clases, cada día se arman más y más, subordinando a sus intereses el conocimiento, la ciencia y la tecnología.
No es exagerado decir que, en medio de la crisis del progresismo, el neoliberalismo agoniza en América Latina, y que es necesario darle la estocada final. Las promesas de leche y miel de los países del «capitalismo avanzado», y de sus instituciones de gánsteres como lo son el FMI y el BM, como de sus voceros y propagandistas, se derrumban sin remedio. La farsa del sistema chileno, por ejemplo, puesto en evidencia como maquinaria de saqueo, fue demolida a golpe de manifestaciones multitudinarias, sin precedentes en la historia del país austral y de Nuestra América. Desenmascarado ha quedado no sólo Sebastián Piñera sino todo el conjunto del falso paraíso de consumismo capitalista fingidamente democrático, pero probadamente atracador, y encubierto con la maquinaria mediática que ayudó a crear el engaño de la bonanza que nunca existió.
Quienes, en América Latina, han salido a protestar contra el neoliberalismo con descontento y furia, lo han hecho también con razones más que suficientes. Para desagrado de los áulicos truhanes delstatu quo, que apresuradamente se desbocan a llamarlos «vándalos», «terroristas», «desadaptados»; y hasta «alienígenas», según la percepción obtusa de la esposa del presidente de Chile Piñera, han puesto de presente que la violencia de la reacción del ofendido no es más que la respuesta a la violencia terrible de sus explotadores, de los plutócratas, que los han condenado a la miseria y a las humillaciones más abominables en la medida en que han saqueado y feriado las riquezas nacionales entregándolas a las trasnacionales.
De esta realidad no escapa Colombia, donde la derecha ultraneoliberal ha comenzado a sufrir demoledores golpes ya en la elecciones recientes, o ya con las marchas de ahora en las que sin duda el pueblo, que es el soberano, ha hablado, se ha tomado la palabra, para decir con firmeza que está cansado de que lo sigan mirando por encima del hombro, que se le siga desconociendo, irrespetando, abusando, victimizando y tomándosele del pelo con cada pliego y cada negociación incumplida. Porque si alguna victimización de más alta dimensión ha habido en nuestro país es la generada por la desigualdad, la miseria y la exclusión impuestas por el régimen al conjunto de ese pueblo humilde y sojuzgado.
Un presidente disociado de la realidad, disminuido al papel de manadero de Uribe y de Washington, secuestrado además por su propia ineptitud y torpeza, parece que no será quien podrá abordar un diálogo serio de solución a las necesidades y exigencias de quienes en marchas y cacerolazos han gritado su indignación pidiendo entre tantas cosas que se desmonte el ESMAD, que se frene y castigue la corrupción y la impunidad, que cesen la políticas económicas hambreadoras, que se respete la vida, que se cumplan los acuerdos de paz y con los tantos compromisos con el movimiento social burlados. De ahí nuestra insistencia en abrirle paso a la iniciativa de convocar a todos los partidos, movimientos políticos y sociales, y a todas las fuerzas vivas del país a concertar un gran ACUERDO POLÍTICO NACIONAL encaminado a definir las reformas y ajustes institucionales necesarios para atender los retos que la paz demande, poniendo en marcha un nuevo marco de convivencia que tras un proceso constituyente abierto y verdaderamente democrático nos permita salir de esta profunda crisis nacional que nos agobia.
No olviden los personeros del pasado y los guardianes del viejo orden, que la natilla, los buñuelos y los villancicos, pasan después del 31 de diciembre, pero que la inconformidad se multiplica y que cada día será más ferviente la determinación de las muchedumbres vejadas, para enfrentar y tirar al basurero de la historia a sus enemigos de clase, la prepotencia del imperio y a sus cómplices.
Esta es una tarea difícil, pero no imposible. Y seguros estamos que se avecinan tiempos preñados de grandes potencialidades de cambio. Y como en todos los momentos de inflexión de la historia, las sorpresas podrían ser mayúsculas. De nada valdrán la «neutralidad» de los «neutrales», ni el «lenguaje políticamente correcto» y los buenos modales de los tibios en la hora de los hornos.
¡Mientras haya voluntad de lucha, habrá esperanza de vencer!
FARC-EP (Segunda Marquetalia).
Diciembre de 2019