AP12-3

Glo­ba­li­za­ción capi­ta­lis­ta, euro­cen­tris­mo e inmigración.

Una pro­le­ta­ri­za­ción del mun­do que des­en­mas­ca­ra el «pseu­do­mo­der­nis­mo» (pri­me­ra parte)

Tabla de contenidos

La proletarización de la periferia dominada no le ha aportado mejora alguna. El descenso del poder adquisitivo de las personas trabajadoras de los centros imperialistas no se ha traducido en un aumento del de las personas trabajadoras de la periferia sino en un aumento de las ganancias. Significa el paso de una explotación de la fuerza de trabajo a una sobreexplotación o incluso el paso de la dominación de una forma de plusvalía a otra. Volvamos a esos conceptos de Marx que siguen siendo imprescindibles para comprender el bárbaro mundo contemporáneo.

Recordemos que Marx considera que bajo el capitalismo la fuerza de trabajo es una mercancía que como todas las demás tiene un valor que corresponde a la cantidad de trabajo necesario para producir los bienes que permitan su producción y reproducción (comida, vivienda, ropa, formación, etc.). Este valor tiene una expresión monetaria que es el salario real. Por medio de este salario el capitalista compra el derecho a utilizar esta fuerza de trabajo durante un periodo de tiempo determinado. Este periodo de tiempo permite a la vez producir el equivalente del salario del obrero y un sobrevalor (la plusvalía) que se transformará en ganancia en el momento de la venta de las mercancías producidas. Por consiguiente, cada jornada de trabajo se divide en dos periodos de tiempo: el trabajo necesario (que corresponde al salario) y el plustrabajo (que corresponde a la plusvalía). Por tanto, el interés del capitalismo es maximizar el plustrabajo o minimizar el trabajo necesario. Para nuestro autor la explotación designa este plustrabajo o esta plusvalía. Por consiguiente, incluso cuando el salario se paga a su precio hay explotación. La segunda aportación de Marx es haber formalizado los medios por los que el capitalista trata de maximizar el plustrabajo o la plusvalía. Estudia en particular dos que denomina «plusvalía absoluta» y «plusvalía relativa». La primera se maximiza alargando la jornada laboral y la segunda aumentando la productividad de las personas trabajadoras.

Aunque Marx solo estudia en profundidad estas dos formas, eso no significa que no haya otras. Lo explica en varias ocasiones precisando que plantea una hipótesis, la de que la fuerza de trabajo se paga a su valor. En otras palabras, su objetivo es analizar la lógica del sistema capitalista (independientemente de las formas concretas que adopte en tal o cual país o en tal o cual época) y no el capitalismo realmente existente. Cada vez que la relación de fuerzas se lo permite este último no duda en disminuir el salario por debajo del valor de la fuerza de trabajo, es decir, por debajo del mínimo necesario para vivir dignamente. «La magnitud del plustrabajo se obtiene […] merced a la reducción del salario del obrero por debajo del valor de su fuerza de trabajo. […] A pesar del importante papel que desempeña este procedimiento en el movimiento real del salario, impide su consideración aquí el supuesto de que las mercancías y, por tanto, también la fuerza de trabajo, se compran y venden a su pleno valor»1, destaca Marx. Todo este capítulo 8 del libro primero de El Capital se dedica a ejemplos concretos de situaciones en las que la fuerza de trabajo se remunera por debajo de su valor, lo que tiene como consecuencia el «agotamiento y muerte prematuros de esta fuerza»2. En estas situaciones ya no estamos simplemente ante una explotación sino ante una sobreexplotación.

Entre los ejemplos que ofrece Marx dos revisten de una actualidad importante en el contexto de la actual globalización capitalista. El primero es el de las fuerzas de trabajo inmigradas muy afectadas por la sobreexplotación y el segundo es el de las situaciones esclavistas, coloniales y semicoloniales en las que la sobreexplotación es la regla. El primer ejemplo llevará a Marx a insistir en la importancia de que los sindicatos «se ocupen con el mayor de los cuidados de los intereses de los oficios peor pagados» para contrarrestar la falta de unión de los obreros «engendrada y perpetuada por la inevitable competencia que se hacen unos a otros»3. El segundo le llevará a una denuncia cada vez más virulenta del esclavismo y del colonialismo, el cual constituye en cierto modo una especie de tipo ideal del capitalismo en materia de fijación del precio de la fuerza de trabajo: «Por otra parte, en lo que respecta a los capitales invertidos en las colonias, etc., los mismos pueden arrojar tasas de ganancia más elevadas porque en esos lugares, en general, a causa de su bajo desarrollo, la tasa de ganancia es más elevada, y lo mismo, con el empleo de esclavos y culíes, etc.»4, recuerda Marx. Estos dos ejemplos ponen de relieve la inanidad de una lucha anticapitalista que excluya de su programa por una parte la lucha contra las discriminaciones racistas que afectan a las personas trabajadoras inmigradas con o sin papeles y por otra el internacionalismo.

Cuando al analizar el imperialismo Lenin insiste en su carácter parasitario, retoma este análisis de Marx para un capitalismo que se ha vuelto monopolista. El autor explica que la exportación de capitales en busca de una tasa de ganancia máxima lleva a la emergencia de un comportamiento «rentista» y parasitario de los propietarios del capital:

El monopolio de la posesión de colonias particularmente vastas, ricas o estratégicamente situadas opera en la misma dirección. Continuemos. El imperialismo es una inmensa acumulación de capital de dinero en un pequeño número de países, una acumulación que alcanza, como hemos visto, de 100 a 150 mil millones de francos en valores. De ahí el incremento extraordinario de una clase o, mejor dicho, de una capa rentista, es decir, los individuos que viven del «corte de cupón», que no participan en ninguna empresa y cuya profesión es la ociosidad. La exportación de capital, una de las bases económicas más esenciales del imperialismo, acentúa todavía más la total separación entre la capa rentista y la producción, imprime un sello de parasitismo a todo el país, que vive de la explotación del trabajo de unos cuantos países y de las colonias de ultramar5.

Las reiteradas deslocalizaciones en función de las variaciones del coste del trabajo, los cierres de empresas rentables pero que tienen una tasa de ganancia que se considera no máxima, las presiones de los planes de ajuste estructural (para aligerar el coste del trabajo, disminuir el papel del Estado y hacer desaparecer los obstáculos a la libre circulación de capitales), etc., que caracterizan nuestra realidad contemporánea son una ilustración de este parasitismo que ahora se ha generalizado. Estas características de la globalización capitalista son el signo de un capitalismo que ya no se centra en la simple explotación sino en una tendencia a una sobreexplotación generalizada. No por estar generalizada esta sobreexplotación es menos desigual entre el centro imperialista y las periferias dominadas. Lenin subrayaba ya en su análisis del parasitismo del imperialismo que las sobreganancias obtenidas de las colonias daban a la clase dominante un importante margen de maniobra para comprar la paz social por medio de la redistribución de migajas cuando lo impone la relación de fuerzas. Es lo que recuerda Fidel Castro en los términos siguientes: «[…] esa explotación tiene connotaciones mucho más terribles en un país del Tercer Mundo que en un país capitalista desarrollado, porque precisamente por temor a las revoluciones, por temor al socialismo, el capitalismo desarrollado elaboró algunos esquemas de distribución que, en cierta forma, evitan las hambrunas aquellas que conocieron las poblaciones de Europa, por ejemplo, en la época de Engels, en la época de Marx»6.

De las tres formas de plusvalías que aborda Marx, solo dos se designan con un nombre, a saber, la plusvalía absoluta para la obtenida alargando la duración del trabajo y plusvalía relativa para la proveniente de un aumento de la productividad. La tercera se menciona varias veces pero no forma parte del análisis por la razón antes mencionada. La llamaremos plusvalía de sobreexplotación obtenida por medio del pago de la fuerza de trabajo por debajo de su valor. La globalización capitalista actual tiende a generalizarla en el caso de una cantidad cada vez mayor de personas trabajadoras en los países del centro imperialista y aún más intensamente en el de las personas trabajadoras de las periferias dominadas. A la dominación de la plusvalía absoluta de los inicios del capitalismo y a la de la plusvalía relativa de la madurez del capitalismo sucede así la plusvalía de sobreexplotación del «capitalismo senil», por retomar la expresión de Samir Amin7. El capitalismo parece así acabar un ciclo y volver al inicio de su emergencia, es decir, al periodo en el que se reunían las condiciones de su instalación por medio de la destrucción bárbara de las civilizaciones indígenas de las Américas y la esclavitud, por medio del trabajo infantil y la sobreexplotación de las primeras personas proletarias provenientes del campesinado desposeído. Parece recuperar una «forma pura», la de que antes de que la organización de las personas trabajadoras impusiera el paso de la sobreexplotación a explotación, es decir, impusiera el pago de la fuerza de trabajo a su valor.

  1. Karl Marx: Le Capital, livre 1, éditions du Progrès/éditions sociale, París, 1976, p. 306. [Tomamos la traducción al castellano de esta cita y la siguiente del libro primero de El Capital de http://www.enxarxa.com/biblioteca/MARX%20El%20Capital%20-%20Tomo%20I.pdf, n. de la t.]
  2. Karl Mar: Le Capital, volume 1, op.cit., p. 258.
  3. Karl Marx y Friedrich Engels: Instructions pour les délégués du Conseil central provisoire de l’AIT sur les différentes questions à débattre au Congrès de Genève (3-8 septembre 1866), en Jacques Freymond: La Première Internationale: Recueil de documents, volumen 1, Droz, París, 1962, p. 34.
  4. Karl Marx: Le Capital, livre 3, éditions du Progrès/éditions sociale, París, 1976, p. 253. [En castellano https://webs.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/capital3/MRXC3614.htm, de donde tomamos la cita, n. de la t.]
  5. Lénine: L’impérialisme. Stade suprême du capitalisme, Editions sociales, París, 1945, p. 89. [En castellano, El imperialismo, fase superior del capitalismo, Madrid, Fundación Federico Engels, 2016; traducción, Grupo de traductores de la Fundación Federico Engels, https://www.fundacionfedericoengels.net/images/PDF/lenin_imperialismo.pdf, de donde tomamos la cita, n. de la t.]
  6. Fidel Castro: Discours de clôture de la IVème Rencontre Latino-américaine et des Caraïbes du 28 janvier 1994 (http://www.fidelcastro.cu/fr/citas/28-janvier-1994-0. [En castellano http://www.fidelcastro.cu/es/discursos/discurso-pronunciado-en-la-clausura-del-iv-encuentro-latinoamericano-y-del-caribe, de donde tomamos la cita original en castellano, n. de la t.]
  7. Samir Amin: Au-delà du capitalisme sénile, PUF/Actuel Marx, París, 2002. [En castellano, Más allá del capitalismo senil, El Viejo Topo, Barcelona 2003; traducción de Ramón Sánchez Tabares.]
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