Por Romina C. de Chilecito y José «Gueso» Sayago NVL, Resumen Latinoamericano, 26 marzo 2020
La actual situación de una nueva pandemia, esta vez del
virus denominado Covid-19, nos expone a riesgos de contagio y de otra índole
que debemos puntualizar bien.
1- Sin lugar a dudas, el contagio vino del
exterior. El primer caso conocido fue el de una persona que recorrió España e
Italia en plena etapa de contagio. Volvió al país, trajo la enfermedad, se
internó en la Clínica Suizo Argentina de Recoleta y, dado de alta, volvió a su
casa. Lo mismo con el resto de ricachones que desparramaron el virus por el
resto del territorio con total impunidad.
Hace unos días, la secretaria de Acceso a la Salud, Carla Vizzotti, dijo: «Se evidencia
que las personas que tienen indicación de aislamiento no la cumplen y quienes
están llegando de viaje no visualizan la importancia de su aislamiento».
El cumplimiento de la cuarentena de esta gente ha dependido pura y
exclusivamente de su buena voluntad, aunque muchos ni siquiera eso han tenido,
saliendo a cumpleaños de 15, de vacaciones a la costa, a surfear, etc.
2- El contagio físico existe y alarma. El virus no distingue
de clases sociales. La saliva y los mocos de los ricos contagian tanto como la
del más pobre, y desnudan la igualdad natural de la especie humana con
precisión y crudeza.
3- Que los pobres de este país y los pobres
de los países limítrofes podemos ser contagiados y lo estaremos, es indudable.
Así como el virus no distingue clases sociales, la cuarentena del gobierno, sí.
El contagio vino de la clase alta, pero la policía no impone la cuarentena en
los barrios de ricos ni en los countrys, donde están los focos de contagio,
sino en las barriadas y en las villas.
En conclusión, los que vivimos en las barriadas no estamos
contagiados porque no anduvimos por Europa, EE.UU, China y/o Brasil. Ergo
¿quiénes nos pueden contagiar?
1- Gente de guita que viajó a Europa, EE.UU, China y/o
Brasil.
2- Gente pobre que labura para gente de guita que viajó
allí.
3- Gente de guita que vive en esos países y por lo que sea
(vacaciones, visita a familiares y/o amigos), vino a estas tierras.
La clase trabajadora no tenemos ni por asomo la posibilidad
de enfrentar un contagio masivo como sí la tiene la gente que, evidenciando
altos recursos materiales, trajo la enfermedad al país. Una vasta parte de
nuestra clase habita viviendas precarias, otra vive en hacinamiento y otra,
directamente vive en la calle.
La crisis económica de larga data produjo que una parte muy
numerosa de la población venga teniendo una alimentación deficiente desde hace
varios años.
Los que todavía tienen trabajo en blanco, dependen de la
precaria cobertura de salud de las obras sociales saqueadas por los dirigentes
gremiales (la burocracia sindical). Los demás trabajadores, dependen de las
salitas de atención primaria y los hospitales, que se verían desbordados
rápidamente en caso de un contagio masivo, el cual el gobierno de Alberto
Fernández pretende evitar decretando una cuarentena, que termina encerrando a
los que no estamos contagiados, y aconsejando a los que tienen guita y son potenciales
portadores que no salgan. De hecho ha instalado una cuarentena de clase.
Teniendo en cuenta estos factores, se evidencia que los
pobres no tienen ni por asomo la posibilidad de afrontar esta emergencia
sanitaria como presupone el gobierno.
Cabe preguntarse: ¿Un contagio masivo se combate con
represión policial y el miedo infundido por los medios de comunicación? ¿O con
un sistema de salud pública equipado y organizado?
A esta altura, es indudable que en vez de rodear barriadas
obreras, lo que se debería haber rodeado son los barrios privados sin dejar
salir a nadie. Ni de shopping, ni a surfear.
Otra medida plausible hubiera sido decretar un paro nacional
de toda actividad productiva y/o comercial (exceptuando, obviamente, las de
emergencia sanitaria, alimentaria y de energía).
Pero el escenario real es otro: Alberto Fernández está
recurriendo a lo único por lo que el Estado se preocupó en tener disponible
para responder a situaciones de crisis: las fuerzas represivas. Allí el Estado
viene invirtiendo mucho desde hace décadas: patrulleros, equipos, municiones, y
armas sofisticadas compradas, por ejemplo, al Estado imperialista de Israel.
Por contrapartida, en rubros de Salud Pública (camas,
respiradores, insumos, remedios, profesionales de distintas disciplinas,
personal auxiliar), la inversión es magra cuando no directamente nula.
Becas para investigación científica, inversión en
biotecnología, aumento de salarios, ídem.
Para ilustrar la situación de la educación
pública, tan sólo basta mencionar dos nombres: Sandra y Rubén. Planes de
viviendas populares, eficiencia en el transporte público, organización de
la recolección y manejo sustentable de
residuos, etc… nada.
En medio de este precario cuadro social, en el que el Estado
ha servido durante décadas sólo para garantizar las ganancias patronales, y con
esa significativa inversión en armamento en desmedro de la salud, la educación
y el bienestar del pueblo, el actual gobierno se dispone a reforzar el virtual
Estado de Sitio bajo el alero de un aparente aval de la población.
Otro dato ilustrativo: el salario de un diputado es de
$200.000 y se otorgaron un bono de $100.000 más. El salario de las científicas
precarizadas del Instituto Malbrán es de $24.000 a $40.000. Esto es claramente un manifiesto
político.
Por ello tener confianza ciega en los gobernantes es muy
peligrosa para la ciudadanía en general, pues el “manijeo” de la campaña para
remachar la paranoia, enarbola que en nombre de protegernos del contagio, es
necesario dejar postergadas libertades democráticas tan básicas como transitar
por la calle.
Sin embargo, las fábricas continúan trabajando, y en el
espacio rural (territorio impune de la oligarquía terrateniente) la peonada
continúa yugándola en la cosecha y no se le permite quedarse en sus casas junto
a sus familias.
La voluntad manifiesta del gobierno ha sido proteger a los
ricachones, a sus fábricas y patrimonio poniendo en riesgo la salud de los
millones de trabajadores de nuestro país.
Aún si el contagio de este nuevo virus para el que no
tenemos defensa inmunológica, no llegara a ser masivo en nuestro país,
inexorablemente un verdadero bombazo llegará en la forma de una RECESIÓN que
rajará las paredes.
Por todos estos motivos, nos resulta necesario reforzar
todos los vínculos de la clase obrera y de toda la comunidad trabajadora. Pues,
cuando, harta de tanta paranoia contra nuestras familias y de privilegios hacia
los ricos, acorralándonos con hambre y privaciones de todo tipo, la población
trabajadora rompa el silencio en las calles y cope la soledad de las plazas,
atropellando a la actuales autoridades, allí se verán flamear las banderas de toda
la militancia politicamente leal a nuestra clase, como reflejo distintivo de quienes
constituyen entre miles de compañeras y compañeros, la mejor versión de nuestro
Pueblo.