Colom­bia: Jesús San­trich: «Si mue­ro lo haré com­ba­tien­do, no acri­bi­lla­do mise­ra­ble­men­te por la gue­rra sucia»

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Tex­to y fotos: Ibai Tre­bi­ño. Argia /​Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 17 mar­zo 2020

Jesús San­trich, miem­bro de la direc­ción de las FARC-EP – Segun­da Marquetalia. 

Tras 5 años como dele­ga­do de la gue­rri­lla colom­bia­na en las nego­cia­cio­nes de paz de La Haba­na, el coman­dan­te de las nue­vas FARC-EP «Jesus San­trich» (Tolu­vie­jo, 1966) es hoy el refle­jo de la falli­da imple­men­ta­ción del pro­ce­so de paz en el pais andino. 

Tras la fir­ma del acuer­do, San­trich pasó más de un año encar­ce­la­do bajo la acu­sa­ción de nar­co­trá­fi­co ‑un pro­ce­so judi­cial que dife­ren­tes orga­ni­za­cio­nes polí­ti­cas y socia­les colom­bia­nas tacha­ron de «escan­da­lo­so mon­ta­je»- y cuyo obje­ti­vo final era la extra­di­ción a EEUU del ex-gue­rri­lle­ro y miem­bro de la cáma­ra. Tras su libe­ra­ción, las «esca­sas garan­tias» para ejer­cer la vida poli­ti­ca ‑expli­ca Santrich‑, le empu­ja­ron a refu­giar­se en las mon­ta­ñas del Orien­te del país para reor­ga­ni­zar, jun­tos a otros impor­tan­tes coman­dan­tes faria­nos como Iván Már­quez o «El Pai­sa», una nue­va fase de lucha insur­gen­te gue­rri­lle­ra en el pais cafetero. 

Has­ta la ubi­ca­ción de Jesús San­trich ha acce­di­do Argia​.eus para con­ver­sar con el miem­bro de la direc­ción de la nue­va gue­rri­lla colombiana. 

FARC-EP vuel­ve a las armas ¿se trun­có el sue­ño de la paz en Colombia?

Per­so­nal­men­te sigo cre­yen­do en la posi­bi­li­dad de la paz para Colom­bia, tan­to como el colec­ti­vo fariano cree en ese pro­pó­si­to mayor y lucha por su concreción.

En las FARC-EP – Segun­da Mar­que­ta­lia, y esta es una con­cep­ción con raí­ces his­tó­ri­cas, se con­fía en la pers­pec­ti­va de alcan­zar la recon­ci­lia­ción nacio­nal den­tro de mar­cos de jus­ti­cia social. Tene­mos el con­ven­ci­mien­to de la nece­si­dad y posi­bi­li­dad real de la con­quis­ta de la paz como dere­cho cum­bre sin el cual no es posi­ble la rea­li­za­ción ple­na de los demás dere­chos fun­da­men­ta­les del ser humano.

El Acuer­do de La Haba­na pare­cía intere­san­te, inclu­so era del agra­do de la pro­pia gue­rri­lla. ¿Qué pasó con el acuerdo? 

Debe­mos pre­ci­sar que el Acuer­do de La Haba­na, el ori­gi­nal, fue nego­cia­do por dos dele­ga­cio­nes y no por una sola. Me expli­co: una cosa fue lo que abor­dó la dele­ga­ción de paz enca­be­za por Iván Már­quez, la cual se cen­tró en los pun­tos refe­ri­dos a trans­for­ma­cio­nes polí­ti­cas, eco­nó­mi­cas y socia­les para alcan­zar el buen vivir de los colom­bia­nos, la Refor­ma Rural Inte­gral por ejem­plo, y otra cosa fue la nego­cia­ción del pun­to ter­ce­ro sobre el fin del con­flic­to, que incluía el «acuer­do sobre cese al fue­go y de hos­ti­li­da­des bila­te­ral y defi­ni­ti­vo», o sea, la deja­ción de armas entre el Gobierno Nacio­nal y las FARC-EP por un lado, y la rein­cor­po­ra­ción de las FARC-EP a la vida civil de acuer­do con sus intere­ses, por otro lado.

Estos aspec­tos debían ser resuel­tos de mane­ra inte­gral y simul­ta­nea, pero en el pun­to ter­ce­ro hizo irrup­ción la lla­ma­da Comi­sión Tec­ni­ca, repre­sen­ta­da por mili­ta­res de alto ran­go del ejér­ci­to colom­biano y por Car­los Anto­nio Loza­da como repre­sen­tan­te de las FARC-EP. Lo que ocu­rrió fue que el pun­to de la deja­ción de armas fue saca­do del con­tex­to gene­ral de las con­ver­sa­cio­nes y mane­ja­do de for­ma com­par­ti­men­ta­da, con un secre­tis­mo abso­lu­to que impi­dió inter­cam­bios, opi­nio­nes y posi­bi­li­dad de víncu­lo con el res­to de lo que se esta­ba acor­dan­do. Quie­nes está­ba­mos en la dele­ga­ción ori­gi­na­ria de nin­gu­na mane­ra tuvi­mos posi­bi­li­dad de ana­li­zar lo que se esta­ba dan­do entre los mili­ta­res y la dele­ga­ción del Gobierno y el equi­po del señor Loza­da; Fir­ma­ron lo que les vino en gana y enton­ces el tema de la rein­cor­po­ra­ción que­dó des­guar­ne­ci­do de cual­quier posi­bi­li­dad de manio­bra de nego­cia­ción, fren­te un gobierno que ya con el com­pro­mi­so de la entre­ga de las armas, que fue en lo que se con­vir­tió la deja­ción, se mos­tró arro­gan­te e intransigente.

En lo espe­cí­fi­co, ¿a que cam­bios fue some­ti­do el acuer­do de La Haba­na en rela­ción al acuer­do final de Bogotá?

Sería muy dis­pen­dio­so entrar a deta­llar los cam­bios y vio­la­cio­nes que hubo en un acuer­do, que todos los días y como nin­guno otro en el mun­do, estu­vo y sigue estan­do some­ti­do a trans­for­ma­cio­nes e incum­pli­mien­tos uni­la­te­ra­les de par­te del Esta­do. Te pon­go dos o tres casos; Por ejem­plo, lo más fun­da­men­tal e impor­tan­te, que es el dere­cho a la vida no se garan­ti­zó, o el des­co­no­ci­mien­to que se hizo de las curu­les (asien­tos) adi­cio­na­les en Cáma­ra para que fue­ran asig­na­das a las víc­ti­mas del con­flic­to y las dis­tor­sio­nes que sufrió la Juris­dic­ción Espe­cial para la Paz.

Res­pec­to al pri­mer asun­to, son inocul­ta­bles los ase­si­na­tos de cen­te­na­res de los rein­cor­po­ra­dos y la diri­gen­cia popu­lar o lide­res socia­les que han ocu­rri­do en tres años de implementación.También pode­mos men­cio­nar las varia­cio­nes que se le hicie­ron a lo acor­da­do en mate­ria de Juris­dic­ción Espe­cial para la Paz, que des­de el prin­ci­pio impri­mie­ron al sis­te­ma el dere­cho penal del enemigo.

Pode­mos decir que, des­afor­tu­na­da­men­te y en lineas gene­ra­les, en lo que res­pec­ta a la imple­men­ta­ción, la nota pre­do­mi­nan­te ha sido el incum­pli­mien­to guber­na­men­tal. Ello ha pro­du­ci­do un esta­do gene­ra­li­za­do de inse­gu­ri­dad jurí­di­ca, inse­gu­ri­dad per­so­nal, inse­gu­ri­dad socio-eco­nó­mi­ca y ha con­fi­gu­ra­do una cri­sis pro­fun­da que por la vía de la trai­ción, lan­zó el Acuer­do de Paz al pan­tano de lo que son los acuer­dos falli­dos. El Gobierno ha piso­tea­do prin­ci­pios uni­ver­sa­les como el «Pac­ta Sunt Ser­van­da» y el prin­ci­pio de bue­na fe.

Al mar­gen del incum­pli­mien­to guber­na­men­tal, la fir­ma de los acuer­dos y la imple­men­ta­ción ha deja­do una impor­tan­te frac­tu­ra entre algu­nos de los prin­ci­pa­les coman­dan­tes de las anti­guas FARC-EP, por ejem­plo Ivan Már­quez o Timochenko. 

El papel más tras­cen­den­tal en la cons­truc­ción del acuer­do lo logra­ron la gen­te del común que anhe­la un esta­dio de con­cor­dia para sus hijos y las bases guerrilleras.

En lo que no par­ti­ci­pa­ron los com­ba­tien­tes de la gue­rri­lla fue en la deter­mi­na­ción de la entre­ga de las armas, la cual no se le con­sul­tó nun­ca, ni siquie­ra en la Déci­ma Con­fe­ren­cia de las FARC-EP, la que ter­mi­nó atro­pe­lla­da­men­te sin dis­cu­tir los pro­ble­mas de fon­do del acuerdo.

En esto hay una gran res­pon­sa­bi­li­dad de Timo­chen­ko, y con con­ta­das excep­cio­nes, del Secre­ta­ria­do y par­te de lo que era el Esta­do Mayor Cen­tral, quie­nes des­afor­tu­na­da­men­te no tuvie­ron la capa­ci­dad de con­du­cir a las FARC, ni para las cir­cuns­tan­cias de gue­rra ni para las cir­cuns­tan­cias de paz.

Des­de fuen­tes poli­cia­les colom­bia­nas o inclu­so des­de fuen­tes ofi­cia­les del par­ti­do FARC se les seña­la como res­pon­sa­bles del supues­to inten­to de ase­si­na­to de Rodri­go Lon­do­ño «Timo­chen­ko» el pasa­do enero. ¿Que tie­ne que decir al respecto?

A veces pien­so que algu­nas decla­ra­cio­nes se rea­li­zan de mane­ra apre­su­ra­da y son pre­sio­na­das por el áni­mo de no con­tra­riar al esta­ble­ci­mien­to. En par­te son pro­duc­to de la igno­ran­cia. Ese es el cri­te­rio que ten­go res­pec­to a la espe­cie trá­gi­ca echa­da a andar sobre el supues­to aten­ta­do; Des­de las FARC-EP – Segun­da Mar­que­ta­lia no hay inten­ción algu­na de aten­tar físi­ca ni moral­men­te con­tra nin­gún diri­gen­te ni mili­tan­te de La Rosa ni de nin­gún par­ti­do polí­ti­co. Eso es con­clu­yen­te. Si hay dis­cre­pan­cias ideo­ló­gi­cas debe­mos tra­tar­las en ese plano y no en otro.

Por otro lado, cabe des­ta­car que exis­te una serie de incon­sis­ten­cias en las impu­tacio­nes por las cir­cuns­tan­cias que rodea­ron la muer­te de los com­pa­ñe­ros a los que invo­lu­cran en los hechos. Lo que está cla­ro es que no murie­ron en nin­gu­na con­fron­ta­ción como apun­ta la ver­sión ofi­cial, sino que fue­ron tor­tu­ra­dos y ase­si­na­dos, en tiem­pos y luga­res dife­ren­tes. Estas cir­cuns­tan­cias mere­ce­rían la inves­ti­ga­ción pro­fun­da del caso.

Háble­nos de su deten­ción en abril de 2018. ¿Como vivió todo aquel proceso?

Era un capí­tu­lo pre­vi­si­ble cuan­do lo que se está dan­do es un pro­ce­so con una con­tra­par­te some­ti­da a los intere­ses y capri­chos de Washing­ton, y ade­más his­tó­ri­ca­men­te carac­te­ri­za­da en la men­ti­ra, en el enga­ño y en la mez­quin­dad. Lo cier­to es que no me sor­pren­die­ron las acu­sa­cio­nes ni la inten­ción de extra­di­tar­me y des­truir­me polí­ti­ca y moral­men­te. Es más, yo lo había adver­ti­do y denun­cia­do inter­na­men­te en las FARC y públi­ca­men­te, des­de los tiem­pos en que está­ba­mos nego­cian­do en La Haba­na y lue­go en Colom­bia, cuan­do ya se ini­cia­ba la implementación.

Pese a toda la des­con­fian­za yo per­sis­tí en la lucha legal por sacar ade­lan­te lo pac­ta­do, has­ta cuan­do se pro­du­ce la cap­tu­ra con base en fal­sos tes­ti­mo­nios acom­pa­ña­dos de una gue­rra mediá­ti­ca con­tra mi ima­gen usan­do un video alte­ra­do que por su cha­pu­ce­ría jamás se lle­vó como prue­ba a los estra­dos judi­cia­les. Nun­ca hubo ni podría haber prue­bas sobre hechos en los que jamás par­ti­ci­pé por­que nun­ca tuvie­ron realización.

¿Como fue su situa­ción en prisión? 

Mi situa­ción car­ce­la­ria fue de ais­la­mien­to y hos­ti­li­dad guber­na­men­tal, fren­te a mi acti­tud, que fue siem­pre de resis­ten­cia, de deco­ro y de ir has­ta las últi­mas con­se­cuen­cias para evi­tar que los nor­te­ame­ri­ca­nos y los laca­yos gober­nan­tes colom­bia­nos se salie­ran con la suya. En todo ello, el papel fun­da­men­tal de lo logra­do en cuan­to a mi liber­tad lo jugó la soli­da­ri­dad incon­di­cio­nal de com­pa­ñe­ros y amigos.

Una vez excar­ce­la­do, deci­de huir. ¿No cree que exis­tie­ran garan­tías para que usted, como miem­bro de la Cáma­ra del Con­gre­so, par­ti­ci­pa­se en la vida polí­ti­ca con pleno derecho? 

Garan­tías no las había y por eso tomo la deter­mi­na­ción, no de huir, sino de dar un sal­to hacia esce­na­rios de resis­ten­cia en la clan­des­ti­ni­dad, don­de pue­do luchar por el futu­ro de mi país sin la zozo­bra de la per­se­cu­ción judi­cial y de las ame­na­zas de muer­te coti­dia­nas. Aquí hay ries­gos, pero si mue­ro lo haré com­ba­tien­do y no acri­bi­lla­do mise­ra­ble­men­te, des­ar­ma­do, por la gue­rra sucia que alien­tan las cas­tas pode­ro­sos de Colombia.

En agos­to del 2019, usted y otros ex-coman­dan­tes faria­nos anun­cian el «regre­so a la armas». ¿El fra­ca­so del pro­ce­so de paz se confirma? 

El fra­ca­so del pro­ce­so de paz es pro­duc­to de la per­fi­dia esta­tal. Lo con­fir­ma la cri­sis en su imple­men­ta­ción, evi­den­cia­da en hechos noto­rios de la coti­dia­ni­dad del país como son el ase­si­na­to de diri­gen­tes comu­ni­ta­rios y excom­ba­tien­tes; No fir­ma­mos la paz para que a más de tres años de ese acon­te­ci­mien­to his­tó­ri­co se hayan ase­si­na­do más de 700 líde­res y lide­re­sas socia­les; tam­po­co para que los ase­si­na­tos de nues­tros gue­rri­lle­ros y gue­rri­lle­ras ya estén por el orden de los 200 .

El Esta­do no ha cum­pli­do con la más impor­tan­te de sus obli­ga­cio­nes, que es garan­ti­zar la vida de sus ciudadanos.

En el comu­ni­ca­do fun­da­cio­nal de las FARC-EP – Segun­da Mar­que­ta­lia lla­ma la aten­ción su lla­ma­do a la «gue­rra con­tra la oli­gar­quía», des­prio­ri­zan­do la gue­rra con­tra obje­ti­vos mili­ta­res. ¿A que res­pon­de este criterio?

Hemos dicho que nues­tra deter­mi­na­ción de reto­mar las armas es en res­pues­ta a la trai­ción del Esta­do al Acuer­do de Paz de La Haba­na, y en ello está con­te­ni­da la denun­cia del la per­sis­ten­cia de las cau­sas his­tó­ri­cas del con­flic­to, que son las que hay que supe­rar en pro­cu­ra de la paz cier­ta, ponien­do de pre­sen­te que la rebe­lión no es una ban­de­ra derro­ta­da ni ven­ci­da y que tie­ne el vigor para con­ti­nuar con el lega­do de Manuel ‑Maru­lan­da- y de Bolí­var, tra­ba­jan­do des­de aba­jo y con los de aba­jo por el cam­bio polí­ti­co y social que se mere­cen las mayo­rías. Así que el plan estra­té­gi­co en esen­cia es la mis­ma Cam­pa­ña Boli­va­ria­na por la Nue­va Colom­bia, pero exis­ten varian­tes en cuan­to a ser más selec­ti­vos y direc­tos en la defi­ni­ción de a don­de gol­pear a la con­tra par­te que impo­ne la gue­rra. Y es ahí don­de pre­ci­sa­mos que obje­ti­vo no es el sol­da­do, ni el poli­cía, el ofi­cial ni el sub­ofi­cial. Pero fíja­te que se agre­ga el cri­te­rio de que sean «res­pe­tuo­sos de los intere­ses popu­la­res». No es que con­si­de­re­mos que los apa­ra­tos arma­dos del Esta­do aho­ra les damos vía libre para hacer y des­ha­cer como órga­nos de repre­sión. Cual­quier acción en reac­ción defen­si­va es legítima.

Y cuan­do deci­mos que el obje­ti­vo es la oli­gar­quía, la con­cen­tra­mos en aque­lla oli­gar­quía exclu­yen­te y corrup­ta, mafio­sa y vio­len­ta que cree que pue­de seguir­le atran­can­do las puer­tas del futu­ro al país.

Cla­ra­men­te enton­ces, vamos a imple­men­tar una nue­va moda­li­dad ope­ra­ti­va que sobre todo res­pon­de­rá a la ofen­si­va, y eso se deri­va de una deter­mi­na­ción muy medi­ta­da en cuan­to a que no vamos a seguir matán­do­nos entre her­ma­nos de cla­se. La oli­gar­quía nun­ca man­da a sus hijos a poner el pecho en la gue­rra, es decir, las víc­ti­mas fun­da­men­tal­men­te se que­dan entre los pobres. De ahí nues­tro lla­ma­do tam­bién a los inte­gran­tes de la Fuer­zas Públi­ca que ten­gan dolor de pue­blo, a que cami­ne­mos jun­tos por sus rei­vin­di­ca­cio­nes y su felicidad.

¿Pode­mos hablar enton­ces de una moda­li­dad de insu­rrec­ción arma­da del esti­lo a la que prac­ti­có la gue­rri­lla del M‑19 en los años 70 y 80?

Me pare­ce que nues­tro plan­tea­mien­to insu­rrec­cio­nal no ha varia­do; su razón de ser sigue sien­do la movi­li­za­ción popu­lar y sus poten­cia­li­da­des de cam­bio. Hemos dicho con pre­ci­sión que lo que va ocu­rrien­do no obe­de­ce a un capri­cho nues­tro; que el régi­men impe­ran­te, de polí­ti­cas neo­li­be­ra­les, de corrup­ción y gue­rra, nos ha colo­ca­do fren­te a dos cami­nos: o se abre una recom­po­si­ción como resul­ta­do de un diá­lo­go polí­ti­co y de la ins­ti­tu­cio­na­li­za­ción de los cam­bios resul­ta­do de un pro­ce­so cons­ti­tu­yen­te abier­to, o esos cam­bios, tar­de o tem­prano, serán con­quis­ta­dos median­te el esta­lli­do de la incon­for­mi­dad en rebelión.

Expli­que­nos en qué con­sis­ti­rá el actuar polí­ti­co y polí­ti­co-mili­tar de la nue­va organización.

La per­sis­ten­cia en el alza­mien­to arma­do sale de la carac­te­ri­za­ción del régi­men como régi­men feroz y vio­len­to, que nos obli­ga a asu­mir la legi­ti­ma defen­sa y el ejer­ci­cio del dere­cho tam­bién legí­ti­mo a la rebe­lión arma­da. Por ello, el pro­ce­so de recons­truc­ción de nues­tras estruc­tu­ras mili­ta­res, mili­cia­nas y par­ti­da­rias en la clan­des­ti­ni­dad impli­ca la defi­ni­ción de una estra­te­gia; un des­plie­gue de fuer­za, defi­ni­cio­nes ope­ra­cio­na­les y tác­ti­cas, cuya esen­cia es la tác­ti­ca de la com­bi­na­ción de las for­mas de lucha, la gue­rra de gue­rri­llas móvi­les y la con­cep­ción insu­rrec­cio­nal del alza­mien­to popu­lar para lograr el obje­ti­vo mayor de impo­ner o con­cer­tar la paz con jus­ti­cia social.

Jun­to a ello, exis­te el con­ven­ci­mien­to de que tene­mos las herra­mien­tas para seguir inten­tan­do una sali­da con­cer­ta­da; impul­sar un pro­ce­so cons­ti­tu­yen­te abier­to hacia la supera­ción de la exclu­sión, la mise­ria y las inmen­sas des­igual­da­des, hacia la demo­cra­ti­za­ción del Estado.

Entre otra de las cosas lla­ma­ti­vas estan sus inten­tos por acer­car­se al Ejér­ci­to de Libe­ra­ción Nacio­nal, ELN, el gru­po beli­ge­ran­te más anti­guo del país y del con­ti­nen­te. ¿Que tipo de alian­zas plan­tean con el ELN? 

Se tra­ta de nues­tra visión de uni­dad, que no es tác­ti­ca sino estra­té­gi­ca, de fon­do, sus­tan­cial. Sin ello no vemos posi­ble avan­zar en la cons­truc­ción de una alter­na­ti­va de poder. Y no se tra­ta sola­men­te de un asun­to de orden mili­tar sino tam­bién y fun­da­men­tal­men­te polí­ti­co, en esta eta­pa que hemos carac­te­ri­za­do como «eta­pa de lucha para el des­per­tar de las con­cien­cias». Nues­tra visión es que la estra­te­gia debe tener por obje­ti­vo la uni­dad del movi­mien­to popu­lar para la con­quis­ta de la paz con jus­ti­cia social, demo­cra­cia y sobe­ra­nía, median­te la moti­va­ción e inci­den­cia en el accio­nar de masas, que por vías insur­gen­tes de todo tipo a que obli­ga el carác­ter y la natu­ra­le­za vio­len­ta del orden social vigen­te, dis­pu­te el mono­po­lio de las armas y el poder del Estado.

¿Qué opi­nión tie­ne de los últi­mos acon­te­ci­mien­tos polí­ti­cos, espe­cial­men­te las gran­des movi­li­za­cio­nes del Paro Nacio­nal que se han dado en Colombia?

En lo de las movi­li­za­cio­nes, hubo un ante­ce­den­te con las masi­vas pro­tes­tas de los indí­ge­nas ecua­to­ria­nos. En Chi­le ocu­rrió algo simi­lar, ini­cián­do­se un alza­mien­to popu­lar mul­ti­tu­di­na­rio con­tra las medias neoliberales.

En el caso de Colom­bia, la gen­te alza­da en las calles pide el cum­pli­mien­to del Acuer­do de La Haba­na, que cesen las matan­zas con­tra el movi­mien­to popu­lar, que cum­plan con los acuer­dos de sus­ti­tu­ción ‑de cul­ti­vos ilícitos‑, que se le cum­plan los com­pro­mi­sos con indí­ge­nas y estu­dian­tes, que son acuer­dos anti­guos que se han hecho como pro­me­sas que jamás se concretan.

Lo que es evi­den­te es que el arma de las cace­ro­la­das y de las redes socia­les esta jugan­do un papel en estas pro­tes­tas y tene­mos que poner­nos en sin­to­nía con ello.

Itu­rria /​Fuen­te

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