Por Gerardo Fernández Casanova, Resumen Latinoamericano, 26 marzo 2020.-
Albergo una razonable certeza de que México va a librar la pandemia del coronavirus con éxito, es decir que con baja letalidad y control de daños. La abundante información ha logrado mantener al pánico bajo control y los fenómenos epidemiológicos suceden muy cercanamente a lo pronosticado. Existe un equipo profesional y científico de alta calificación aplicado a fondo a la solución del problema y, especialmente, está al 100% el liderazgo del Presidente de la República, no obstante la esquizofrénica campaña en contra desatada por sus adversarios, cada vez más agresivos e insolentes.
El Presidente delega las decisiones y el manejo de las alternativas de solución al equipo técnico de salud pública y se reserva el muy importante rol de transmitir seguridad y confianza, de ejercer el poder sirviendo. Hasta ahora ha sido una combinación perfecta y no se vislumbra motivo alguno para que se descomponga. Además del honesto afán de servicio, se presiente el atractivo del triunfo sobre la caterva de agoreros del fracaso, los que ya exigen la cabeza de Andrés Manuel por su “incapacidad”. Hace falta mucha mezquindad para desear que el Presidente fracase y México se hunda; son pocos pero los hay, están afectados de “canallavirus” (No confundir: Ricardo Anaya dejó su retiro y envió un mensaje de solidaridad suficientemente inteligente, enhorabuena).
El contenido importante del discurso presidencial es la convocatoria a la solidaridad en todos los niveles de la población, pero con especial énfasis en la familia, considerada como la más importante institución de seguridad social. Es una muy afortunada coincidencia que los científicos de la medicina indiquen que el mejor tratamiento para esta enfermedad es el reposo en casa y la sana distancia entre infectados e infectables. La hospitalización se limita a los casos de infección agravados por senectud o por enfermedades crónico-degenerativas preexistentes (diabetes, cardiopatías, cáncer o enfisema pulmonar). Solidarivirus es la respuesta y de ello hay existencias suficientes en almacén.
Donde la pandemia realmente golpea y fuerte es en la economía, comenzando por la familiar. El entusiasmo de los párrafos anteriores sufre una brutal mutación y deriva en confusión. No tengo duda de que esta pandemia rebasa sus efectos sobre la salud física para adentrarse y hundirse en las profundidades de la organización de la humanidad. Registro una gran incógnita respecto del origen del fenómeno, entre lo natural o lo inducido. A lo natural no será difícil seguirle la pista y procesarlo con la ciencia médica y biológica, pero si se trata de algo inducido se entra al campo de la extrema complejidad, con apuntes que van desde la necesidad de eliminar al cada vez más numeroso sector de la población senil, cuyas pensiones gravitan onerosamente sobre las economías del capitalismo; el agotamiento del sistema capitalista de acumulación de riqueza, o el advenimiento de un nuevo orden social más justo. Cualquiera que sea la causa, su procesamiento lleva implícita una enorme carga de violencia y sufrimiento. Por lo pronto, el súbito freno a la producción de bienes y servicios y a la movilidad de las personas conlleva consecuencias tremendas, comenzando por la mala costumbre de tener que comer para sobrevivir, motivo suficiente para desatar una ola imparable de violencia urbana para conseguir la comida y la consiguiente represión dictatorial, pero que puede producir una verdadera revolución que dé la puntilla letal al capitalismo; ojalá sea para generar un régimen de humanismo solidario y generoso. El riesgo es caer en algo peor con la dictadura, cualquiera que sea su signo.
No es posible, por ejemplo, seguir viviendo bajo un régimen imperial capitalista que sustrae la riqueza natural del resto del mundo para ser dilapidada por un pernicioso consumismo ecocida que, además, se arroga la potestad de imponer su voluntad en decisiones que sólo competen a las sociedades de cada país. No es aceptable que se mantenga una prolongada guerra contra Cuba y Venezuela, mientras se mantiene a regímenes repudiados como los de Duque, Bolsonaro y Piñera.
Bendita la pandemia si nos empuja a terminar con la opresión y la injusticia.