Siguiendo la estela de Gran Bretaña aparecen los imperialismos alemán, francés y belga que comienzan a prestar masivamente a los países de la periferia.
Rosa Luxemburg describe esta evolución: «Desde hace veinte años se ha producido solo un nuevo fenómeno: los capitales alemán, francés y belga han participado junto con el capital inglés en inversiones en el extranjero y en particular en préstamos. Entre los años 1850 y finales de los 1880, la construcción del ferrocarril en Asia Menor fue financiada por el capital inglés. Luego, el capital alemán invadió Asia Menor y emprendió la ejecución del enorme proyecto de construcción del ferrocarril de Anatolia y Bagdad. Las inversiones de capital alemán en Turquía conducen a un aumento de las exportaciones alemanas a ese país. Estas ascendieron en 1896 a 28 millones de marcos, en 1911 a 113 millones de marcos; en 1901, solo para la Turquía asiática, incluyeron 12 millones y, en 1911, 37 millones de marcos».
Rosa Luxemburg muestra que la expansión colonial e imperialista permite a los antiguos países capitalistas europeos como Gran Bretaña, Francia, Alemania, Bélgica (podríamos agregar Italia y los Países Bajos), en los que hay un situación de excedencia de capitales, utilizar estos capitales no utilizados para prestarlos o invertirlos en países periféricos que, a partir de ahí, constituyen una salida rentable. Escribe:«El capital desempleado no tenía la posibilidad de acumulación en su país de origen por falta de demanda de productos adicionales. Pero en el extranjero, donde la producción capitalista aún no se ha desarrollado, surgió una demanda adicional voluntariamente o por la fuerza en círculos no capitalistas». Es que al destruir la pequeña producción local tradicional, los productos manufacturados europeos toman el lugar de la producción doméstica precapitalista. Las comunidades campesinas o los artesanos empobrecidos de países africanos, asiáticos o estadounidenses se ven obligados a comenzar a comprar productos europeos como, por ejemplo, textiles británicos, holandeses y belgas. Los responsables de esta situación no son solo los capitalistas europeos, también son las clases dominantes locales en los países periféricos que prefieren especializarse en el comercio de importación-exportación en lugar de invertir en las industrias manufactureras locales (como he mostrado con respecto a América Latina en el sistema de deuda en los capítulos 2 https://www.cadtm.org/La-deuda-y-el-libre-comercio-como y https://www.cadtm.org/Mexico-demostro-que-es-posible). Prefieren invertir los capitales que han acumulado para extraer materias primas (minería, por ejemplo) o cultivar algodón y vender estos productos en bruto en el mercado mundial, en lugar de transformarlos localmente. Prefieren importar productos manufacturados de la vieja Europa en lugar de invertir en industrias locales de transformación y producir para el mercado interno.