Ya podemos confirmarlo. Por la extensión, rapidez de propagación, número de casos y ratio de mortandad, la pandemia se está cebando con las personas habitantes en el Estado español. Los recursos sanitarios no eran, al contrario de lo que nos han venido diciendo sus gestores, ni por cantidad ni por calidad, los que hubieran sido necesarios para afrontar una situación como la que estamos padeciendo. Y no sólo eso, también la propia gestión de los mismos, instalada en un modelo alejada en la práctica de la medicina centrada en las necesidades de las personas, ha demostrado su absoluta incapacidad. Los datos estadísticos son demoledores y empeoran hora tras hora. El Estado español se ha aupado en los primeros puestos mundiales de personas contagiadas y fallecidas y señalado por su ineficacia e ineficiencia por varios organismos internacionales.
El gobierno actual se ha instalado en la mentira institucional, no por su composición sino porque forma parte de un Estado de naturaleza autoritaria, capitalista, patriarcal. El fascismo como forma totalitaria de mantener a los Pueblos y las clases subalternas en estado de subordinación y cómplice ‑hasta donde éstos se dejen- de su objetivo fundamental: la obtención de máximos beneficios para la minoría privilegiada.
Es mentira los datos que se ofrecen sobre el número de personas contagiadas porque no se están realizando todas las pruebas que serían necesarias para llegar a un dato exacto. Es mentira que se estén haciendo pruebas a las/los profesionales sanitarios que han estado en contacto con otras/os profesionales infectados. Es mentira que haya equipos de protección individual para todas estas personas. Cada servicio, cada equipo de sanitarios tiene que «buscarse la vida». Los servicios de cuidados intensivos hace días que están desbordados, no hay ni camas suficientes, ni equipos de respiración suficientes, dejando en manos de las/los profesionales decisiones tan dramáticas como a quien se le atiende suficientemente y a quién no. Vivir o morir. Las/los profesionales no quieren aplausos, quieren medios. La situación en los centros de personas mayores es dantesco.
El modelo sanitario del Estado combina instituciones públicas, privadas, semipúblicas, semiprivadas con formas y modelos de gestión que van desde la sanidad estatal-funcionarial, pasando por múltiples formas de gestión mixtas, hasta el modelo exclusivamente centrado en la obtención de beneficios económicos privados. No existe una oposición entre ellas sino, como insisten una y otra vez los representantes del capital, una armoniosa convivencia. Y es así porque les importa más los objetivos del capital que las personas. No olvidemos que fue el gobierno de Felipe González el que decretó las formas privadas en la gestión pública. No olvidemos que desde lo “público” se externalizan pruebas diagnósticas, tratamientos quirúrgicos, estancias hospitalarias, etc. hacia negocios sanitarios privados sin contar que toda la compra de medicamentos y equipos se hace a empresas privadas. Además, la existencia de la compatibilidad profesional entre público-privado limita el acceso al ejercicio de la profesión sanitaria, especialmente la médica, limita las horas de consulta y establece la estructura propicia para el aumento de listas de espera, origen de toda la externalización-privatización de los servicios. Este es el modelo sanitario que tenemos, podríamos hablar de su estructura política, de su división en clases-categorías, de la mala formación, etc. Nos remitimos a lo que ya hemos dicho en un primer comunicado.
Pero debemos insistir que la Sanidad no es sólo la tarea de afrontar el estado de enfermedad para restablecer la salud, sino que también es la búsqueda de la mejora constante del estado de salud de las personas, tanto física como psicológica y que implica, por tanto, la mejora de las condiciones de vida en prácticamente todos los aspectos de la dinámica social: trabajo, descanso, ingresos, alimentación, educación, vivienda, vejez, convivencia y participación de las personas en las tomas de decisiones.
Conseguir esos objetivos es imposible con nuestro modelo social y por ende, sanitario. Para nosotras, la sanidad no es un negocio, es una tarea de cada una de las personas que convivimos en una sociedad para la cual necesitamos unas condiciones sociales, educativas y éticas muy alejadas del modelo capitalista. Indicaríamos algunas de nuestras propuestas que habría que tomar si es que queremos cambiar esta terrible situación:
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Democratización de la estructura sanitaria pública con participación de todos los profesionales y usuarios.
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Extensión a toda las personas, sin exclusiones, de todos los servicios sanitarios.
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Aumento de las partidas sanitarias a costa de los presupuestos militares, gasto inútil de la burocracia estatal, ayudas y créditos a las grandes empresas y entidades financieras.
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Impuestos especiales a las grandes fortunas y patrimonios.
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Expropiación de todos los recursos sanitarios privados, inluídos los farmacéuticos y de equipamiento, sin condiciones, hasta la desaparición de los intereses económicos privados.
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Aumento de los gastos en formación para la salud del personal sanitario y de la Población en general.
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Cambiar el modelo público por un modelo comunitario en que no existan intereses ni privados-comerciales ni de instituciones y corporaciones colegiales y sindicales que hacen del patrimonio del Pueblo su base de poder y privilegio. Un modelo centrado en las personas y sus necesidades y no en intereses particulares.
Ha fallado la Sanidad, pero es que ha fallado su base, que no es otra cosa que el modelo de país. Ha fallado «España» porque tal supuesta nación nunca ha hecho de sus esencia a sus compatriotas, sino a los privilegiados. Es hora de cambiarlo todo.
Comunistas de Castilla
30 de marzo de 2020