Saludamos con especial afecto en este 56 aniversario de las FARC-EP a los guerrilleros y guerrilleras de Manuel, a las milicias populares que resguardan a las comunidades en sus territorios, al Movimiento Bolivariano por la Nueva Colombia, a los lideres del movimiento social y político del país, y a la gente del común, que luchan persistentes, sin descanso, por el derecho a la paz con vida digna, y sobre todo, por la vida, porque sin ella de nada sirven los derechos.
La gran bandera estratégica ondeada por las FARC desde su nacimiento en las montañas de Marquetalia, es y sigue siendo la de la paz con justicia social, democracia verdadera y soberanía. Manuel Marulanda Vélez, Jacobo Arenas, Hernando González Acosta y sus 45 compañeros y compañeras alzados en armas, encarnaron en 1964 con legendaria valentía la irrupción de un sentimiento nacional de resistencia y de combate contra el despotismo y la injusticia del Frente Nacional de las oligarquías.
Porque apreciamos y amamos la paz, la paz que le robaron a Colombia con la traición del Estado al Acuerdo de La Habana, hemos jurado seguir en la lucha con mayor determinación y decoro. No podemos permitir que una bandera justa sea arriada por el capricho de una casta gobernante egoísta como indolente, sin que haya una respuesta popular. La lucha sigue porque la patria del futuro de nuestros sueños reclama verdadera democracia e inclusión, reforma política que erradique la corrupción y la impunidad, titulación de tierras para los campesinos, respeto a los pueblos indígenas y generación de políticas que beneficien a las comunidades negras y a los colombianos más pobres y olvidados.
Tenemos que cambiar la semblanza de la patria. El desempleo, los bajos salarios, la pauperización permanente, el déficit de vivienda, la inexistencia de una real cobertura social del sistema de salud, la insuficiencia educativa, la carencia de agua potable en gran parte de los municipios del país, el arrasamiento el equilibrio ecológico que presagia catástrofes, el olvido de todos los damnificados de la violencia oficial, la desnutrición secular de franjas importantes de la niñez colombiana, son manifestaciones de la política de un Estado y de una oligarquía corrupta y mafiosa que solo piensa en su chequera.
Hay que frenar a esa oligarquía asesina que sigue matando impunemente por acción o por omisión a líderes populares y a excombatientes que firmaron la paz. Da la impresión que no se hartaran con tanta sangre. ¿Acaso no les parece suficiente el asesinato de más de 700 líderes y lideresas de los diferentes movimientos políticos y sociales del país, y el sacrificio de más de 200 excombatientes que firmaron la paz?
Frente a esta perfidia y la actitud criminal del Estado nos vimos obligados a retomar las armas como única opción para defender la vida y luchar en defensa del pueblo desposeído. Esta nueva etapa de la lucha política y armada se da en momentos de un evidente despertar del movimiento popular que reclama en las calles sus más sentidas reivindicaciones y busca frenar la intensificación de una violenta política gubernamental que por medio del terror pretende imponer medidas neoliberales, de apertura económica, de entrega de nuestros recursos naturales y de injusticia social. Es el desarrollo del capitalismo salvaje, del neoliberalismo, en donde además, el llamado crecimiento económico se opone al bienestar social, pues la ferocidad con que se acrecientan las ganancias, supone mínimas inversiones en el trabajador, las estrictamente necesarias para la reproducción de la mano de obra. Solo migajas del producto interno bruto y del presupuesto nacional se destinan al bienestar social, lo que ha llevado a una situación de indigencia a importantes sectores de la población, y a 25 millones de colombianos a vivir por debajo de los índices de pobreza.
Este 56 aniversario del surgimiento de las FARC-EP nos convoca a la reflexión para elevar la acción política y militar bajo el faro luminoso del legado de nuestros héroes y de la teoría revolucionaria y humanista que nos aviva; también a balancear y pulir las certezas que reclama nuestro desenvolvimiento en el horizonte de luchas que libra el pueblo, y en el que estamos todos comprometidos decididamente. Porque ser guerrillero revolucionario, comunista y bolivariano, es articular iniciativas para cualificar fuerza y acción de masas, es un trabajo permanente de creatividad para bloquear todas las formas en que se exprese la violencia de los opresores, es innovar cotidianamente el arte de la resistencia política y armada para hacer de la lucha un instrumento transformador de la historia de los oprimidos, respirar con sus anhelos liberadores, abrazar la historia de sus resistencias, ahondar en su cultura, es defender a toda costa sus vidas y respetar transparentemente sus intereses. El pueblo, los pobres, son la protección, la fortaleza y el espíritu indoblegable de la insurgencia, no se podría ser guerrillero sin el afecto de las masas; ser guerrillero es un ejercicio diario de humanismo y amor por los desposeídos.
Honor y gloria a todos nuestros camaradas que han ofrendado su vida por la paz con justicia social. Rechazamos y condenamos la traición histórica de la que fue víctima nuestra organización guerrillera.
Somos los auténticos hijos de Manuel.
Por el Estado Mayor del Frente Acacio Medina .
Mayo 27 de 2020