Oye, Trump, por si no lo sabías, Colombia y Venezuela son dos naciones hermanas nacidas de la espada y de la lucha comandada por el libertador Simón Bolívar. La América del sur no es el patio trasero de los Estados Unidos. La Doctrina Monroe y el Destino Manifiesto no pasan de ser una fantasía, un desvarío neocolonial de ciertos gobernantes de la Casa Blanca. Respete nuestra libertad y nuestra independencia. La autodeterminación del sur, en unidad, es y seguirá siendo nuestro gran sueño hasta su concreción. Seremos una Gran Nación de Repúblicas hermanas. Esa visión estratégica de Bolívar no ha perdido vigencia, ni ha sido derrotada; sigue siendo la ruta de nuestro futuro.
Nuestra independencia alcanzó sus primeras victorias en Boyacá y en Carabobo con la unidad de los ejércitos de Colombia y Venezuela. Luego plantó el estandarte de la libertad en Pichincha y Ayacucho, pero ya con un ejército latinoamericano de venezolanos, colombianos, ecuatorianos, peruanos, chilenos y argentinos. ¡Cuánta razón tenía el Libertador!: «Unidos seremos fuertes y mereceremos respecto; divididos y aislados, pereceremos». Sin duda tendremos que volver a esos viejos tiempos. No podrá la cizaña de la división regada por Trump con la ayuda de una oligarquía apátrida y santanderista, desbaratar la hoja de ruta escrita por el Libertador con sus propias manos.
El mundo está cambiando. Los pueblos están despertando. El capital que nació chorreando sangre por todas partes, produciendo irracionales cataclismos humanitarios, ha pela- do mucho más el cobre en medio de la pandemia que hoy azota al mundo. ¡Basta ya! Es hora de que Washington retire sus tropas de Asia Occidental y abandone la ilusión de mantener su predominio mundial mediante la fuerza y la barbarie.
El propio pueblo de los Estados Unidos ya está harto de tanto abuso y de tanto atropello en su nombre. Nadie entiende que en medio de esta crisis humanitaria global se siga persiguiendo a los hermanos negros con la irracionalidad de un racismo caduco y anacrónico, y que se siga atropellando el derecho a la libre autodeterminación de los pueblos cuyo decoro les impide arrodillarse ante un imperio decadente. Es lo que ocurre con Venezuela, con Cuba, con Irán, y con otros pueblos. Déjenlos ser, que no es un delito abrazar el orden social que quieran para lograr la felicidad de sus pueblos.
Sí; el mundo está cambiando: el propio ejército de los Estados Unidos le voltea la espalda a la orden del irascible Trump de reprimir las manifestaciones de inconformidad de su propio pueblo. En las principales capitales europeas la gente se solidariza con los ofendidos ciudadanos estadounidenses. Los israelíes rechazan la pretensión de anexión del gobierno de Benjamin Netanyahu del ocupado territorio palestino de Cisjordania. Si se mira directamente a los ojos del sentido común, no hay ninguna explicación racional que valide una agresión a la hermana Venezuela a través de mandatarios serviles como Iván Duque, presidente de Colombia. Los soldados colombianos que, aunque conscientes de que el acuerdo de paz de La Habana fue traicionado, no quieren una guerra azuzada por los Estados Unidos contra Venezuela; desean paz, vida digna, soluciones diplomáticas y relaciones respetuosas con los países vecinos.
Los colombianos todos, el movimiento social y político, debemos pedir a los soldados estadounidenses, que han sido enviados al país con el pretexto baladí de la lucha antinarcóticos, que no se presten para una guerra de agresión contra Venezuela, que se declaren en desobediencia como sus compañeros de armas, y exijan su regreso al país del norte.
Convirtamos esta encrucijada histórica, en el tiempo de la solidaridad global. Solidaridad de los pueblos del mundo con la Venezuela agredida, ultrajada y robada por Donald Trump. Solidaridad con la Cuba de Fidel, que, a pesar de estar maniatada por un bloqueo inhumano, no deja de esparcir su solidaridad entre los sufrientes y los pobres de la tierra en época de incertidumbre y de catástrofe. Por otra parte, si está demostrado que los iraníes no se rinden, entonces, respeten su cultura y su visión del mundo. Los persas son también un pueblo amante de la paz.
La lucha por la humanidad, tiene que triunfar. El mundo debe adentrarse por los múltiples caminos de la solidaridad y la hermandad, para buscar por esa vía una solución a la crisis mundial. Un nuevo orden social, un mundo de justicia, respeto, cooperación y hermandad, es posible. Tendremos todos ‑si nos unimos- una nueva oportunidad sobre la tierra. La unidad de los pueblos es la esperanza de una nueva aurora.
Por las FARC-EP, Segunda Marquetalia
Junio 10 de 2020
La entrada ¡Que se vayan! !Fuera yanquis! !Go home! se publicó primero en farc-ep.net.