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El pen­sa­mien­to revo­lu­cio­na­rio de Frantz Fanon

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Así, la superación en el plano imaginario de la contradicción del universo colonial (colono colonizado), lejos de resolver esta contradicción, no hace más que agudizarla y hacerla todavía más insostenible. Este es un momento decisivo de la historia de la descolonización, o lo que es lo mismo, de la historia de la destrucción del colonialismo. Esta violencia imaginaria que se volvía contra el colonizado era una violencia alienada y alienante. En efecto, a falta de toda intencionalidad y de todo sentido, la violencia se reduce a un puro acto absurdo y al mismo tiempo ineficaz. Sin el sentido que la integra en la historia, se convierte efectivamente en un culto y una mística.

Sin embargo, el pensamiento de Fanon es completamente ajeno a esta concepción falsa e incluso fascista de la violencia. Este es uno de los aspectos fundamentales del pensamiento fanoniano que ha sido mistificado adrede, sobre todo por ciertos críticos occidentales, como Claude Julien, si no me equivoco. No cabe duda que la violencia desempeña para Fanon un papel primordial en la construcción por el pueblo colonizado de su propia historia. Porque en el universo colonial, es el colono quien hace la historia. Pero en realidad esta no es más que la prolongación natural, lógica y necesaria de la historia de la metrópolis. En otras palabras, es el desarrollo interno de la historia del Occidente capitalista el que, en su fase colonialista, determina necesariamente el espacio mismo del desarrollo histórico de los países colonizados.

Mientras que el colonizado realizaba la historia imaginariamente y la padecía realmente, el colono, ese representante supremo del Occidente capitalista, hacía la verdadera historia, que en su misma esencia no era más que la negación radical de la historia del colonizado. Sin embargo, esta misma contradicción del universo colonial, que encontramos aquí situado en el plano de la historia, hallará su superación real y no ya imaginaria en la violencia del colonizado, realmente destructora del orden colonial, por estar orientada y dirigida, por tener un sentido o más bien por convertirse en el sentido de la historia colonizada. Únicamente a través de ella se produce la resolución práctica de la contradicción colonial.

Es el colono quien impone al colonizado el arma del combate, su nivel y su naturaleza. Estas dos violencias se desarrollan en el mismo plano y en una única unidad antagonista cuya resolución implica la aniquilación radical de la violencia colonialista.

Para el colonizado, la vida solo puede brotar del cadáver en descomposición del colono (y a la inversa). Esta es en definitiva la correspondencia de los dos razonamientos (p. 69).

Por consiguiente, la violencia es el único medio por el que el colonizado destruye el sistema colonial y comienza de este modo el primer acto de la constitución de su propia historia. Hasta ahora solo hemos considerado la violencia desde el punto de vista de la historia, pero ahora hay que considerarla desde el punto de vista de la vida cotidiana y ver los cambios que experimenta en la propia personalidad del individuo colonizado.

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