Por Juan Carlos Pinto Quintanilla, Resumen Latinoamericano, 18 de octubre de 2020.
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Estamos a unas horas de momentos fundamentales para Bolivia. Luego de casi 11 meses de un gobierno dictatorial y una pandemia que sumó el dolor y la desgracia para la mayoría. Después de 4 fechas pospuestas, de muertos, heridos y encarcelados, de la dignidad herida por el racismo oficial y la discriminación campante; de los miedos inscritos en el corazón por el terror estatal y la enfermedad invisible, que solo nos dice que el mundo que teníamos ya nunca será el mismo.
Pero también que mucho de lo que nos daba la tranquilidad del encuentro intercultural luego de siglos, en realidad sigue siendo una ilusión, pues los pocos que creen ostentar el derecho racial de mandar nunca dejaron de pensar así, sólo la fuerza movilizada de la mayoría los contuvo casi 14 años. Arremetieron con todo el odio y la revancha, por estos años, y aunque también ellos estuvieron bien en su economía y tranquilidad social, siempre pesó más el que uno de ellos no estuviera en el gobierno guardando el poder total “que por herencia les pertenece”.
Por eso tanta rabia y despecho contra el indio presidente, contra “las hordas salvajes”, a las que temen tanto, porque nunca intentaron entender pues los “patrones mandan, no escuchan” ”castigan y golpean para el escarmiento, porque si no los indios se creen iguales que nosotros” y luego de 10 meses de saqueo estatal, y destrucción del Estado Plurinacional; se dan cuenta que la historia no retrocede, que el “votar por nosotros mismos” para los pueblos indígena originario campesinos es un camino hacia adelante, que no les importa el terror estatal, los miedos, las amenazas y la muerte de todos los días. Odian darse cuenta de que esa mayoría anónima, los nadies, ahora si saben que defienden, con la whipala en ristre, y el puño cerrado para que este capítulo de interrupción golpista, sea una lección para seguir avanzando mejor…
Sin embargo el fluir de la vida no es una película con finales felices, sino una ininterrumpida cadena de luchas, de derrotas y victorias; siendo que después de haber sido victoriosos también nos dimos cuenta de que la miseria humana y colonial, anidada por la conquista y la república, es también un lastre del que debemos despojarnos desde el corazón y las conciencias, paso a paso pero conscientes de que el enemigo no solo está al frente, sino muchas veces también entre nosotros, en nuestro anidado ser colonial.
Sin embargo, hoy tenemos a los MAS sumados en la diversidad de temores, sentimientos; entre cualidades y defectos, pero asertivamente avanzando para una nueva oportunidad de seguir construyendo un mundo diferente. Mientras los pocos dispersos en sus propios egos de poder, atinan solo a saquear y huir del país, otros a intentar que el futuro no los alcance cuando haya alguna justicia y deban explicar por los muertos y los robos estatales; estos atinan desesperados a usar todos los medios de comunicación para emprender su cruzada contra “los salvajes” apelando al miedo al “gran malón indígena”, que “arrasaría a los blancos bien educados”. Por eso vuelven a detonar los miedos urbanos, cuando alertan a los vecinos de prepararse para barricadas otra vez, de abastecerse para un gran bloqueo, y en definitiva, para no ceder en una guerra que unas veces silenciosa y otra abierta como el 2019, expresa que para quienes la diversidad es un orgullo popular, para los acomplejados grupos de poder tradicional, es la mayor desgracia.
En el extremos de lo patético de esta visión encontramos hechos como los ocurridos el 12 de octubre cuando simbólicamente se vistió la estatua de Isabel La Católica con polleras y aguayos de chola, y en la noche un grupo denominado pro hispanos, realizó una ceremonia de desagravio, vivando a los reyes de España y el retorno a la colonia, con el necesario aniquilamiento indígena. Asoma el fascismo detrás de todo lo que ha destapado el golpe de Estado del pasado año, justificación plena de la violencia desatada contra la mayoría indígena, encabezada por el ministro murillo y sus paramilitares en las ciudades. Todo a nombre del país y la democracia, claro la de ellos, que es la que escoge ganadores y vencedores, y por supuesto la mayoría indígena originaria campesina no está contemplada.
Un naturalizado discurso de odio y enfrentamiento contra “las razas inferiores” convertida en enemigo, y en la explicación de todo lo malo que ha pasado en este país; acompañada de algunos epítetos de los males modernos, para que nadie “se sienta racista por odiar a los diferentes”, por eso llamarlos “terroristas” porque bloquean caminos, se defienden a pecho abierto frente a las fuerzas armadas y algunas veces se organizan frente a la represión. Son “narcos”, porque es la manera en la que se pretende hilar a la mayoría con Evo Morales, como dirigente cocalero, pretendiendo estigmatizar a la producción de la coca, olvidando propiciamente que los grupos de poder y presidentes neoliberales, incluido el actual gobierno golpista, están explícitamente vinculados con el narcotráfico. Son “corruptos” y aunque los golpistas en 9 meses han saqueado totalmente el país y desfalcado al Estado, para ellos la mayor corrupción es la de haber tenido un presidente indio.
Finalmente todos estos epítetos construidos convergen ahora hacia el “masismo” para dejar establecido, que no es que se odie a los indígena-originario-campesinos, “sino a los masistas”, y que en realidad son todos los de la mayoría de este país, sean militantes o no. Han buscado convertir en mala palabra al MASISMO, y la han estigmatizado en los medios y redes asociándola a todos los males del país, mientras lo saqueaban y reprimían. Por eso su reivindicación de la república, que como la colonia, es donde esas minorías patronas eran las únicas con derecho a ser país, por eso para estas minorías – como decía Zavaleta- el país termina donde sus intereses y su propiedad acaba, no les interesa incendiar el país para lograr mayores tierras agrícolas, o dejar en bancarrota al país, mientras ellos puedan escapar con dinero del BCB y de todas las pillerías que realizaron con recursos fiscales.
Para las mayorías es la reivindicación de la Patria para todos, no sólo de indígenas originarios campesinos sino de quienes creen en que este país es de todos, de que los derechos no son una teoría sino una práctica de todos los días en un país en el que el Estado Plurinacional debe velar por que los ejerzas libremente; de quienes luchamos contra el racismo y el fascismo que nos busca enfrentar y asesinar para justificar su complejo de inferioridad histórico de no ser lo suficientemente blancos o lo suficientemente autoritarios.
En fin podemos decidir de qué lado estamos, y que tipo de país queremos. Si optamos por la mayoría juntos tenemos un horizonte por el que luchar, con nuestras diferencias que nos hacen plurinacionales e interculturales, que siempre nos darán la tarea de aprender a reconocernos nosotros en la diversidad que somos…
fuente: La Época