Por Unai Aranzadi. Resumen Latinoamericano, 18 de octubre de 2020.
Conocedor del documental investigativo que Unai Aranzadi está dirigiendo sobre la enigmática vida del guerrillero navarro, Pedro Baigorri Apezteguia, el Ejército de Liberación Nacional colombiano ha facilitado un encuentro clandestino en el que el periodista ha podido entrevistar al único superviviente del grupo armado que comandó Baigorri.
La vida de Pedro Baigorri Apezteguia, nacido el 1 de noviembre de 1939 en la localidad navarra de Zabaldika, es un misterio que está costando años desvelar. Ni la familia, que lo vio muy pocos días en su edad adulta, ni la mayor parte de sus amigos y compañeros de militancia, quienes dado el carácter secreto de Baigorri solo fueron conocedores de los episodios concretos en los que coincidieron, tienen las piezas completas de ese rompecabezas que fue su vida. Este navarro, que creció en acuartelamientos militares por el trabajo de Guardia Civil que desempeñó su padre, se fue de Iruñea a Donostia al poco de cumplir la mayoría de edad.
Allí fue cocinero del Hotel María Cristina, preparó un inesperado almuerzo para el dictador Francisco Franco e ideó su paso al Estado francés en 1959. La revolución le esperaba, pero no en la España fascista donde habría tenido que enfrentarse a su padre, sino en París, donde, además de incorporarse a un comando del Frente de Liberación Nacional argelino, fue chef del lujoso hotel Príncipe de Gales y se enamoró de una popular bailarina mexicana con la que se iría a Cuba como asesor de una serie de proyectos turísticos y gastronómicos.
Ya en La Habana, pasado 1962, Baigorri trabó amistad con los hermanos Castro. También trató con el Che y el ministro Núñez Jiménez, el hombre que lo trajo de París y le abrió las puertas de su casa en el barrio de Miramar. Pasados unos años de felicidad en una Habana fervorosa, Baigorri es abandonado por su pareja, quedándose solo y más entregado que nunca a la vida revolucionaria que soñaba desde que aprendía judo y estudiaba francés en la antigua Biblioteca General de Navarra. «Dispuesto a virarse», como se decía de aquellos internacionalistas que dieron el salto a playas y selvas que no eran las suyas, Baigorri hizo el curso de guerrilla con otros revolucionarios, la mayoría colombianos. Así, en 1967 estaría viajando a Colombia previo paso por París e Iruñea, donde vería por última vez a su familia.
Ya establecido en Bogotá, trabaja como chef de lujo a la par que lanza su primera intentona guerrillera con dos personajes clave, el médico Tulio Bayer, famoso por haber protagonizado ya una insurrección armada en 1961, y William Ramírez, un destacado sociólogo que aún vive para contarlo. Tanto en esta primera etapa de la vida guerrillera de Baigorri (de la que en 7K dimos la primicia en 2016) como en la posterior y última (de la que hasta hoy se desconocía prácticamente todo) el “tío Ramón”, tal y como se le conoce en el ELN al testigo que nos recibe en Colombia, estuvo siempre junto al zabaldikarra. Decidido a desvelar los últimos secretos de aquello que Baigorri aportó al inconcluso proceso revolucionario que vive Colombia, el “tío Ramón” deja a un lado sus graves problemas de salud, y asiste a un encuentro clandestino para ofrecer una información que solo él conoce de principio a fin: La vida y muerte del guerrillero Baigorri en las montañas de Colombia.
Cordial, voluntarioso y consciente de que es el único portador de una memoria jamás escrita, este octogenario con medio siglo de experiencia guerrillera a sus espaldas, habla de forma dulce y pausada, tratando de dar a conocer, no solo al Baigorri insurrecto, sino un capítulo fundamental de la actual guerra interna que se sigue viviendo en el Caribe colombiano. Hechas las primeras presentaciones de un encuentro difícil en el que no se permiten cámaras, “el tío Ramón” se lanza de lleno a por un detalle que considera determinante para que la familia pueda dar con los restos óseos del internacionalista navarro. «Antes de comenzar quisiera decirle que la muerte de Baigorri se produjo el día 8 de octubre a las 18.00 horas. No fue el día 6 de octubre como se ha publicado. Pero para que se comprenda todo, tenemos que remontarnos a cuando lo conocí, que fue en 1969. Pedro Baigorri fue a la Sierra Nevada de Santa Marta con Tulio Bayer y William Ramírez, y allí estábamos unos poquitos más que los ayudábamos».
En el movimiento revolucionario guajiro. Tratando de encabezar ese grupo estaba el doctor Tulio Bayer, un hombre muy alto, de casi dos metros, con vocación de escritor (había escrito un par de libros) y, según sus detractores en la propia izquierda, más dotado para la teoría revolucionaria que para la vida guerrillera. Junto a él y Pedro estaba el tercero que también fue entrenado en Cuba, William Ramírez, un perfil intelectual que enfrentó a un Tulio que no avanzaba en sus planes y se pasaba los días fumando, bebiendo y escribiendo. «Es cierto que en la sierra, en ese pequeño campamento en el que estaban Pedro Baigorri, William Ramírez y Tulio Bayer, había desconfianza entre William y Tulio. Discutían y había tensiones, pero lo que William ha contado, de que Tulio lo quiso matar yendo a cazar no sucedió así».
En febrero del 2016, William dijo a 7K que salieron a cazar algo para comer y en un descuido Tulio le disparó por detrás para intentar matarlo haciendo creer al resto del grupo que fuera un accidente. «Pero no, Tulio no le disparó a William por atrás. Quizás William lo sintió así, pero fue un lío con un chinito (jovencito) al que se le disparó la Beretta del 12 con doble gatillo que usaban para cazar. Tulio se la quitó de las manos al chinito y cuando William se acercó a ver qué había pasado, pensó que Tulio lo quiso matar. Tulio era una buena persona. Se le ha criticado bastante, pero fue un revolucionario y sacrificó una gran carrera profesional por sacar a los pobres de la miseria. Yo tengo un buen recuerdo de él aún con sus debilidades, porque todos somos hombres y como hombres no somos perfectos. Su entrega pesa mucho más que aquello del fumar y beber en la Sierra».
Según cuenta el tío Ramón, «este grupo guerrillero hacía parte del Movimiento Revolucionario Guajiro al que se conocía como MOREG, fundado por el médico colombiano Jaime Velásquez, que era de Fundación pero vivía en Valledupar, un señor que tenía amistad con Tulio Bayer y lo había tratado anteriormente en Cuba. En el grupo eran seis. Pedrito, Ramón, un médico que venía de Cuba pero era colombiano, otro que era de Pasto, más William y Tulio». Gracias a este encuentro con este histórico comandante del ELN, descubrimos que aquella primera experiencia guerrillera de Baigorri con Ramírez y Bayer operaba bajo el paraguas de ese exótico y fallido “movimiento revolucionario guajiro” del que, dicho sea de paso, no hallamos rastro o mención alguna ni en Internet ni en las hemerotecas consultadas. «Ciertamente aquel grupo fue algo muy particular, con tan poca gente y durando tan poco tiempo…», apunta con clemencia el veterano exguerrillero.
Acercándose al ELN. Aquella experiencia en la fallida guerrilla del MOREG fue frustrante para todos sus integrantes. Tanto es así que el doctor Tulio Bayer terminó marchándose exiliado a París, mientras otros amigos de Pedro Baigorri, como William Ramírez, abandonaron para siempre toda intención de continuar luchando como guerrilleros monte arriba. Por el contrario, Baigorri, al que tanto William como el “tío Ramón” retratan valiente y disciplinado, se mantuvo dispuesto a continuar la lucha revolucionaria en otra organización afín si es que se daban las condiciones para integrarse en ella. Según recuerda el “tío Ramón”, «el campamento del MOREG en la Sierra Nevada de Santa Marta lo abandonamos en 1969. Dejamos algunas armas, mochilas y carpas en una caleta escondida, pero los indígenas chimila nos las robaron. No el indígena de confianza que andaba con nosotros y nos dijo dónde esconderlas, sino otros que nos debieron ver desde la distancia».
Se dio la circunstancia de que antes de que el MOREG se disolviera apareció en Valledupar (la capital del departamento desde la cual se les apoyaba) un grupo de jóvenes revolucionarios. «En junio de 1969 venía un grupo de seis compañeros para conformar un frente en la Sierra Nevada de Santa Marta, o al menos esa era la idea. Llegaron orientados por el ELN a Valledupar, pero los días pasaban y el ELN no los recibía porque acababan de fusilar a unos comandantes».
El “tío Ramón” se refiere a un oscuro proceso de purga interna que terminó con el fusilamiento de los elenos Víctor Medina Morón, Julio Cesar Cortés y Heliodoro Ochoa. Al ser algunos de estos de la misma zona del Cesar a la que habían llegado, «las células del ELN se encontraban como agazapadas esperando a ver qué pasaba, de modo que ninguna quiso responderle a estos seis muchachos que llegaron para integrarse en el ELN. El único que andaba asistiéndolos por allá era el sindicalista Víctor Eloy Mieles», quien muchos años más tarde, en 1999, terminaría asesinado por los paramilitares cuando era dirigente sindical en la multinacional suiza Nestlé.
En aquellos meses de 1969 el “tío Ramón” intercedió por los recién llegados a Valledupar, facilitando el contacto con el grupo del MOREG en el que estaba Pedro. Una vez se disolvió el MOREG, estos seis jóvenes, que se hacían llamar “Frente Simón Bolívar” se reunieron con Baigorri, el “tío Ramón” y algún otro veterano de la guerrilla guajira como Tomás Arévalo. Juntos y en asamblea, decidieron aunar fuerzas, consumar la incorporación al ELN y operar bajo el nombre de “Frente Antonio Nariño”. Pedro Baigorri se pondría al frente.
Baigorri al frente. Pedro Baigorri regresó a Bogotá. Hizo vida normal y, valiéndose de su característico hermetismo, se protegió a sí mismo y a los de su alrededor gracias a no compartir sus planes con nadie. A la par que trabajó en las mejores cocinas de la ciudad, fue pormenorizando los detalles y preparativos que requería su nueva subida al monte. De un día para otro, y casi sin despedirse, regresó al departamento del Cesar, donde le esperaba el “tío Ramón”, su amigo más fiel hasta el mismo instante de su muerte. «Había pleno consentimiento de Fabio Vásquez (máximo dirigente de la guerrilla entonces) para ser ELN. Pedro mantuvo comunicaciones con él», señala con determinación. Vásquez, fallecido en Cuba el pasado año, fue uno de los fundadores del ELN.
«Nosotros fuimos creando la base social del ELN. Nuestra base de operaciones estaba en la Serranía del Perijá, pero ya en el lado venezolano. El campamento se llamaba el Desengaño. Éramos un grupo de doce y Pedro Baigorri, cuyo nombre de guerra era Andrés, comandaba la mayor parte de las operaciones junto a Tomás Arévalo, cuyo nombre de guerra era Camilo». Según relata, iban entrando a pueblos para hacer contactos. «A veces llegábamos hasta La Guajira o Sabana Rubia, que es una sierra límite con Venezuela. Llegábamos a pasar dos o tres meses hasta regresar al campamento. Creábamos bases de apoyo. Con Pedro hice una marcha de veinte días y veinte noches, desde Bolívar hasta la Guajira. Comenzábamos la marcha a las 7 de la noche, atravesando ciénagas, potreros y todo tipo de terrenos. Yo conocía campesinos de Bolívar y Cesar. Ellos nos ayudaban. A veces yo me acercaba antes y pedía algo cocinado, porque no teníamos comida. La traía, cenábamos y caminábamos hasta las cuatro y media o cinco de la mañana».
Tanto en aquellos recesos como en los cortos periodos que pasaban en el campamento, ambos guerrilleros intercambiaban experiencias. El “tío Ramón” podía hablarle de aquella guerrilla del Vichada de la que hizo parte junto a Tulio Bayer, y Pedro de su colaboración con un comando del FLN argelino en París. «Me dijo que había una chica colombiana integrada en su grupo pro argelino. ¿Será su expareja Colombia Moya? También que fue con ellos con quienes aprendió el sistema estanco de no saber quiénes te mandaban las órdenes o para quién hacías algo. Pero eso de que el nuevo grupo que creamos nos llamábamos FLN en honor al Frente de Liberación Nacional argelino no es cierto y no sé por qué se ha publicado. Éramos del ELN», insiste decidido.
En el campamento de la Serranía del Perijá, Pedro Baigorri tenía un perro, al que llamó Bejuco, que es una planta trepadora típica del Caribe. También era conocido por su austeridad y entrega a la lectura. «No era de ir detrás de las mujeres», dice “tío Ramón”. «Nada de eso. Ni de tragos ni de mujeres. Era muy recto y enfocado a la misión política». La relación con los campesinos era muy buena. Baigorri se preocupaba de llegar a ellos mediante el uso de su lenguaje. «Quería aprender a hablar como la gente sencilla. Usaba sus mismas palabras y los campesinos lo veían cercano».
Testigo de su muerte. Corría el verano de 1972 y Baigorri comenzaba a ser un veterano. Había pasado de la teoría a la práctica. Dirigió varios asaltos armados. Disparó y le dispararon. Fueron dos años a salto de mata de La Guajira al Perijá, y del Cesar a las proximidades de los departamentos de Bolívar y Norte de Santander, tejiendo una red de rutas y complicidades utilizadas por el ELN hasta el día de hoy. Y siempre, en todo momento, Pedro Baigorri jugó al despiste. Rehuyó dejar rastro, las fotografías, e incluso hizo creer ser quien no era, lo cual generaría confusiones en una inteligencia militar que pensó que se trataba de Domingo Laín, sacerdote aragonés que acababa de entrar como guerrillero a esa zona del Caribe.
Aquella etapa de creciente hostigamiento militar, el “tío Ramón” la recuerda así. «En 1972, cuando regresamos al Perijá, el Ejército se metió de pleno a por nosotros. Llegó un enlace de la dirección nacional (del ELN) y pidió que asistiéramos a una asamblea en el departamento de Bolívar. Salimos cuatro del campamento. Pedro Baigorri, Tomás Arévalo, un compañero del Cauca llamado Remberto Ortuduana y yo. También se nos juntó Alberto Álvarez, un campesino que instruimos en el campamento del Desengaño.
El 8 de octubre, bajando por la quebrada de San Pedro, paramos en casa de un señor llamado Don Trino para descansar y almorzar. A las seis de la tarde, cuando comenzaba a oscurecer, abandonamos la casa de Don Trino para reanudar la marcha, pero el Ejército nos estaba esperando para matarnos. Eran cientos de soldados estratégicamente situados. Nos denunció un pequeño ganadero llamado Aminadad Manzano, quien andaba con otro hombre llamado Pedro Quintero. Años después se hizo justicia revolucionaria sobre ese sapo (Aminadad, el presunto delator). Entonces, nada más comenzar a descender el caminito, la lluvia de disparos y granadas comenzó. Pedro murió rápido con su carabina San Cristóbal en la mano. Tomás y Remberto también.
A este último, alias Ramón, le vi la cara arrancada por una granada. Fue una emboscada sin duda para matarnos, aunque yo pude salvar la vida echándome a una acequia por la cual me arrastré como pude. Tenía un tiro en el talón y otro en mi morral. Me hice un torniquete y trepé por una zona muy escarpada. Desde la distancia veía los helicópteros, el dispositivo militar enorme… Después de tres días sin agua, durmiendo al raso y comiendo un ratón crudo para sobrevivir, el 11 de octubre conseguí llegar hasta donde estaba nuestro campamento en Perijá. En esa zona fue donde me recuperé y más tarde pude seguir en el ELN, donde he desarrollado toda mi vida revolucionaria por la transformación social de mi país».
Han pasado varias horas de conversación, y el “tío Ramón” está agotado. Aun así, se esmera por cubrir estos últimos vacíos en la biografía de Pedro. Ya incorporado y camino a perderse de nuevo en esa historia de luchas clandestinas, aún por escribir, se despide con un fuerte abrazo y un mensaje como epitafio. «Quiero que se sepa esto que le he relatado, porque solo quedo yo para contarlo. Pedro fue una persona generosa e íntegra. Salude a su familia con todo mi afecto. Colombia y el ELN honran su memoria».
Fuente: Gara //7K