Hermano Pedro Casaldáliga, el tiempo de tu liturgia, la de los menesterosos y pobres de la tierra, se funde en tu verbo y en tu obra con la eternidad. ¡Kairós tou poiesai a Kyrio! Es tiempo de decisiones; es tiempo para actuar. Tal como lo expresaste respecto al Romero apóstol salvadoreño, a ti también que viviste para darlo todo por los demás, «El Pueblo te hizo santo». «La hora del Pueblo te consagró en el «kairós». «Los Pobres te enseñaron a leer el Evangelio».
Hasta las selvas insurgentes de la Colombia de Bolívar, a pocos días de la partida del Mallku Felipe Quispe, ha llegado la noticia de la muerte de Dom Pedro Casaldáliga. Sí, Dom Pedro, sin títulos porque nunca los quiso, ni de jerarquías, ni de honores, aunque se mereciera todos los que existiesen para expresar el sentido de máxima probidad, desprendimiento y bondad.
Pedro Casaldáliga simboliza toda una vida cristiana de verdadero sacerdocio ceñidamente popular, militando en la «Teología de la Liberación», que para él era la reflexión y la vivencia de la espiritualidad emancipante al lado de los desposeídos; es decir, el sentido del apostolado identificado en palabra y acción con un Jesucristo terrenal; el «Hombre Nuevo» de la lucidez crítica; el de la humildad, la austeridad, la creatividad alegre, la solidaridad y la fraternidad sin privilegios.
El 16 de febrero cumpliría 93 años de edad, gran parte de los cuales, quizás más de medio siglo, este catalán de presencia inmarcesible, los compartió a plenitud con las pobrerías del Brasil, predicando como pastor, empleándose como el más modesto y seráfico servidor de los necesitados y escribiendo como empecinado bardo de la esperanza en un mundo mejor.
Con su Misa de los Quilombos le recordaremos hasta siempre a nuestro Pedro Tierra de las favelas, haciendo la denuncia de la esclavitud, de la miseria y la codicia; alzando banderas de fe en la comunión del verbo, la música y el ritmo. Estará, entonces, celebrando la eucaristía necesaria del pan y el vino de los que sobran; con el Pacto de las Catacumbas, en la mesa del común, avivando las causas nuestramericanas y recordándonos que la cultura es factor fundamental para alcanzar la libertad.
Misionero del Araguaia, santo obispo del Mato Grosso, hermano fiel de indios y peonadas, amazónico pastor de los sin tierra, los descalzos del orbe te despiden con un adiós de bienvenida, por tu palabra ungida contra la marginación social y el latifundio infame; por tu clamor elemental que cree en la justicia y en la esperanza, y en la muerte que da sentido al credo y a la rebelde fidelidad, y a la experiencia del Dios que redime a los sufrientes, haciendo los cantares de la eterna libertad, con el fuego y la ceniza al viento; con el tiempo y en la espera, con el vuelo del Quetzal, con la flor de Izote que rebrota entre ruinas y pavesas brindando una opción para los pobres en la espiritualidad de la liberación; nuestra espiritualidad.
Ahora que, como nunca, los días dan que pensar, viva tu memoria, ideario y compromiso; vivan tus versos adversos, ¡subversos!, que animan siempre, por los siglos de los siglos, a batallar sin claudicar.
Camarada y hermano, con Neruda te cantamos que tu existencia, como para los amantes dichosos, no tienen fin ni muerte…; tiene la eternidad de la naturaleza.
FARC-EP
Segunda MarquetaliaEnero 29 de 2021