El 2 y el 3 de febrero se conmemora el fin de la Dictadura cívico-militar del Partido Colorado, encabezado por Alfredo Stroessner que duró 35 años en el poder (1954−1989). Pero, ¿es posible afirmar que ha finalizado la dictadura de los ricos si la estructura del Estado burgués sigue firme? ¿Es posible considerar victoria del pueblo la democracia de los ricos?
En este punto coincidimos con Mario Santucho al expresar lo siguiente:
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Es sabido que en la sociedad capitalista una minoría privilegiada de explotadores y burócratas ejerce su dominación de clase sobre la inmensa mayoría del pueblo. Es sabido que en el gobierno se turnan ciertos políticos y ciertos militares, ligados todos de una u otra manera a las grandes empresas, a la oligarquía terrateniente y al imperialismo.
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¿Cómo hacen los burgueses para mantener el control político, es decir, la dictadura de la burguesía? ¿Cómo se las ingenian para impedir que las clases trabajadoras, que son la mayoría, lleguen al gobierno?
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Se sirven de dos sistemas principales, el parlamentarismo y el bonapartismo militar. Ambos sistemas usan combinadamente el engaño y la fuerza para mantener la hegemonía de la burguesía. Cuando uno de los sistemas se ha desgastado y las masas muestran de mil formas su activo descontento, los capitalistas, oligarcas e imperialistas recurren hábilmente al otro sistema.
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El parlamentarismo es una forma enmascarada de dictadura burguesa. Se basa en la organización de los partidos políticos y el sufragio universal. Aparentemente todo el pueblo elige sus gobernantes, pero en realidad no es así, porque como todos sabemos, las candidaturas son determinadas por el poder del dinero.
Bien sabemos que, aunque el viejo dictador se fue, su método de tortura, persecución, represión y violaciones de los derechos humanos, lejos de desaparecer, pasó a ser una práctica camuflada de la «gloriosa democracia». Sin embargo, por todos los medios, tratan de inculcar al pueblo trabajador que se está en un «periodo de libertad».
La conmemoración del fin de la dictadura cívico-militar es importante para no olvidar las atrocidades cometidas por el Estado en ese periodo y para homenajear a los compañeros y compañeras que lucharon en contra y dieron su vida luchando. Pero engañoso es creer que la democracia parlamentarista es la gran conquista del pueblo trabajador.
La realidad que vive nuestro país hoy, 32 años después de la caída de la dictadura cívico-militar, discrepa con lo que quieren hacernos creer sobre la democracia y sus beneficios de libertad y soberanía. El poder político del país sigue siendo ejercido por una oligarquía compuesta por un puñado de familias que acaparan el poder y lo ejercen a través de todas las instituciones del Estado.
Este gobierno está al servicio de los intereses terratenientes, multinacionales, agro-ganaderos, banqueros y narcos, quienes concentran la mayor extensión de tierras del país; poseen grandes cadenas de supermercados y medios masivos de comunicación para engañarnos y adormecernos para seguir en lo mismo. Todos los aparatos represivos del Estado como el ejército militar y los cuerpos de policía especializados como los Lince y las FTC, protegen a muerte la propiedad privada de estos ricos; de esta clase explotadora.
Esta es la evidencia clara de que el poder sigue siendo de la clase rica del país, de la misma línea partidaria de aquella dictadura cívico-militar.
Sigue vigente el régimen político en el que la participación de un grupo o de una asociación es legitimada solamente si son grupos que fortalecen el poder de estos pocos o no amenazan sus intereses de clase. El resto de asociaciones o agrupaciones de gente que quiere participar en la toma de decisiones, construir el poder desde abajo, distribuir las riquezas, es abiertamente perseguido.
Sin embargo, hacen creer al pueblo que también forma parte de las decisiones del gobierno votando una vez cada cinco años por unos candidatos impuestos desde arriba. Una forma de política donde solo se representa a esa misma oligarquía. No importa el carácter o la forma de gobierno que tome el Estado Burgués, en el marco del capitalismo será siempre una dictadura de los ricos en contra la clase trabajadora empobrecida. La democracia parlamentarista en Paraguay no es más que un engaño absurdo que perpetúa el poder y la opresión de la oligarquía mafiosa de terratenientes y empresarios de diversa índole.
Es cierto que la herramienta política de los ricos es representada principalmente por el Partido Colorado, el Partido Liberal, el Partido Patria Querida y otros menores que hacen seguidilla a estos partidos tradicionales y conservadores. Sin embargo, la falacia de los oportunistas sobre la lucha electoral en el marco de la democracia burguesa para ocupar cargos en el parlamento o el gobierno central, los convierte en actores claves para fortalecer y perfeccionar la maquinaria opresora del Estado burgués.
En el capitalismo no existe democracia que deba ser festejada y defendida por los trabajadores empobrecidos. La esencia misma del capitalismo es la dictadura de los explotadores sobre los explotados. La democracia a la que aspira el pueblo trabajador, será conquistada con la organización y la lucha encarnizada en contra de la burguesía.
La democracia para el pueblo trabajador será la dictadura para el puchito de explotadores que gobierna nuestro país actualmente, porque no querrán dejar sus privilegios fácilmente y lucharán a muerte para seguir gobernando y expoliando nuestro país y a la clase trabajadora.
Mientras el poder no pertenezca al pueblo trabajador, lejos estamos de vivir una democracia real. La tarea de los revolucionarios actualmente es organizar a todo el pueblo trabajador y combinar diversos métodos de lucha desde las bases, a partir de las necesidades concretas de cada sector, apostando a la formación política e ideológica del pueblo organizado, buscando la unidad del programa de lucha.
Asimismo, otra tarea necesaria es desenmascarar los eufemismos sobre la falsa democracia y las diversas formas y expresiones del reformismo y el oportunismo que se presentan como los baluartes de la lucha popular, sin embargo, lo que hacen es claudicar constantemente ante la burguesía y vender la lucha genuina de las bases.
Esto será posible sobre un sólido programa político y una clara estrategia de lucha, que no vendrá sino desde una organización revolucionaria.
Tetãyguarandu
3 de febrero de 2021