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La pér­di­da de rele­van­cia del impe­ria­lis­mo fran­cés. Efec­tos exter­nos e inter­nos de la «nos­tal­gia del imperio»

Por supuesto, esta nueva estrategia conlleva un gasto que hay que legitimar ante una opinión pública cada vez más encolerizada con las políticas de austeridad que desde hace décadas imponen las opciones políticas neoliberales. Por otra parte, una guerra de alta intensidad supone que la opinión pública dé su «consentimiento a la guerra», de modo que conviene fabricarlo. Este es el punto común de las muchas apariciones mediáticas del gobierno y del presidente de la República: innovación lingüística con el término separatismo [islamista] y su inclusión en la ley, multiplicación de las ilegalizaciones de asociaciones o colectivos, injerencia abierta y agresiva del presidente Macron en los asuntos internos de países soberanos como Malí, Guinea o Argelia, presentación de China como un enemigo potencial, etc. Se combina la construcción de un «enemigo interno» y de «enemigos externos» para tratar de legitimar la lógica de la guerra y su astronómico coste en el mismo momento en que el gobierno sigue cerrando camas de hospital y vuelve a poner sobre la mesa su reforma de las pensiones.

La lógica de guerra también requiere reafirmar la autoridad del Estado, requiere la disciplina necesaria frente al peligro, la exigencia de unidad nacional frente al peligro, la «defensa de la República» frente a los «intereses categoriales», etc. En nuestra opinión, el autoritarismo desplegado en la represión de los chalecos amarillos o en la gestión de seguridad de la pandemia tiene relación con este «aroma ideológico inmediato» que trata de producir el gobierno en su estrategia de restablecimiento del imperialismo francés que ha perdido relevancia. La lógica de guerra exterior es indisociable de una lógica de guerra interna. La primera siempre va acompañada de una restricción de las libertades democráticas justificada por las «necesidades de la urgencia». Por esa razón es mortal para las organizaciones que pretenden defender los intereses de las clases populares el error, demasiado frecuente todavía, de disociar lo internacional de lo nacional, el antiimperialismo de la defensa de los logros sociales y de los derechos en Francia, la lucha contra la austeridad y la lucha por la paz.

Otro efecto de esta lógica de guerra es acentuar la derechización de la sociedad y del ámbito político por medio del bombardeo ideológico centrado en la idea de «peligro» y por medio de la figurade la persona inmigrada, musulmana, manifestante o joven de un barrio popular como encarnación de ese peligro. El meteorito Zemmour es una consecuencia de esta derechización necesaria para la lógica de guerra. La rapidez de su ascenso es, por supuesto, el resultado de una construcción mediática. La asociación Acrimed resume de la siguiente manera el lugar que ocupó este cronista en los medios de comunicación en el mes de septiembre de 2021: «Del 1 al 30 de septiembre se han contabilizado 4.167 apariciones de “Zemmour” en la prensa francesa (incluidas las agencias y las versiones en línea de los titulares de prensa). Es decir, una media de… 139 al día. Unas apariciones cinco veces más numerosas que en el mes más “fuerte” de 2021 (julio: 737 apariciones); además, estas cifras no han dejado de aumentar (casi) desde 2016 (400 apariciones): 566 en 2017, 1.105 en 2018, 2.057 en 2019, 1.432 en 2020 y en 2021… 7.123. […] Éric Zemmour no está relegado en la prensa a las notas a pie de página. Por ejemplo, el 30 de septiembre la mayoría de los diarios de este país se pueden jactar de haberle dedicado la portada»1.

Si bien Zemmour es una construcción mediática, no es únicamente eso. No nos enfrentamos a una simple deriva del sistema mediático movida unicamente por la carrera por conseguir audiencia y/o únicamente por la moda del sensacionalismo. Esta producción mediática solo es posible porque la apoya una fracción de la clase dominante, sin duda todavía minoritaria, que ya no duda en contemplar la hipótesis de una secuencia fascista como respuesta a la pérdida de relevancia del imperialismo francés. Cada vez que este imperialismo se ha enfrentado a una crisis de estrategia en la defensa de sus intereses, su clase dominante se ha dividido acerca de qué soluciones políticas se deben aportar para relanzar su ofensiva de reconquista. En estas situaciones se manejan varias alternativas (entre ellas la hipótesis fascista) para poder paliar todas las eventualidades. En estas situaciones las diversas fracciones de la clase dominante financian y promueven varias fuerzas políticas o «líderes» como potencialidades de recursos. No es algo nuevo, funciona desde hace más de cuatro décadas. Sin embargo, hay que constatar una aceleración del proceso que conviene tratar de comprender.

En nuestra opinión, el hecho de que hoy en día la «derechización» del ámbito político y mediático sea tan fuerte y tan rápida (en algunos años el campo léxico de la extrema derecha se ha vuelto dominante política y mediáticamente) se debe a un cúmulo de diferentes factores: 1) la aceleración de la pérdida de relevancia del imperialismo francés en la última década; 2) la emergencia de una nueva generación anticolonial en África que vuelve a entroncar con los análisis del antiimperialismo, aunque a menudo todavía esté sumida en una gran confusión; 3) una cólera social en el Hexágono, ahora masificada aunque dispersa debido al debilitamiento desde hace tiempo del logro histórico que había construido el movimiento obrero consistente en percibir la realidad a partir de la noción de «sistema de explotación y dominación»; 4) una necesidad de radicalidad que se desprende de ello, busca un cauce de expresión y sufre una crisis de orientación, de objetivo sistémico y de dirección; 5) la radicalización de sectores no desdeñables de las «capas medias» afectadas por la «desestabilización de lo estable» que constituyen las políticas de austeridad de estas últimas cuatro décadas; 6) la multiplicación de las divisiones entre las clases populares (en función del origen, la edad, el sexo, la cualificación, la posesión o no de un empleo estable, etc.) hábilmente mantenidas por la clase dominante; 7) una carencia teórica e ideológica general para reflexionar sobre estas divisiones y clarificar las condiciones para superarlas, etc.

Nos parece que el último de estos factores ocupa un lugar especial. Testimonio de ello son las dificultades recurrentes para pensar las dominaciones de «clase», de «sexo» y de «raza» como constituyentes de facetas diferentes del mismo sistema social capitalista. También son testimonio de ello las dificultades para calibrar la lucha contra la islamofobia e inscribirla en la agenda de las movilizaciones. Y también son testimonio las porosidades igual de frecuentes a los temas ideológicos difundidos mediática y políticamente (separatismo [islamista], racismo antiblanco, islamo-izquierdismo, laicidad amenazada, reunión no mixta, etc.), cuya última expresión fue la casi ausencia de movilización contra la ley de separatismo [islamista] y la ilegalización del CCIF (siglas en francés de Colectivo Contra la Islamofobia en Francia). También son testimonio de ello las reticencias a partir de las revueltas sociales «tal y como son» a la espera de un movimiento «ideológicamente puro» al que apoyar. Desde un punto de vista más global son testimonio de ello las derivas que consisten en ocultar la noción de sistema global en los análisis a un extremo y en respuesta a otro, en desarrollar un análisis esencialista de las clases populares en general y de la clase obrera en particular como entidad homogénea, lo que lleva a descuidar las condiciones de su unificación, etc.

El lugar particular de este factor ideológico es un resultado. En efecto, es la consecuencia de la secuencia anterior, la que empezó en la década de 1980 en la que una ofensiva ideológica de gran magnitud (todavía hoy muy subestimada) atacó sistemáticamente a nuestros universos de pensamiento y acción, a las palabras y conceptos elaborados por generaciones de personas militantes de las luchas anticapitalistas, anticoloniales, antiimperialistas, antifascistas, antirracistas, feministas, etc. Aprovechando la desaparición de la URSS la clase dominante promovió masivamente y a través de diferentes canales (modas universitarias, medios de comunicación, fundaciones, etc) en forma de marcos interpretativos postmodernos, culturalistas, parcelizantes, etc., la idea misma de la imposibilidad de una emancipación colectiva. Sin duda esta victoria ideológica de la clase dominante no es definitiva ni total. Con todo, todavía es lo bastante importante no para impedir las luchas sociales, sino para confinarlas en el mejor de los casos en un «dégagisme»2 y en el peor en el enfrentamiento entre segmentos de las clases populares a las que, sin embargo, les interesa unirse ante los peligros que se anuncian: pauperización generalizada por un aparte y peligro de guerra de «alta intensidad» por otra.

Saïd Bouamama

12 de octubre de 2021

Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos.

Fuente: https://bouamamas.wordpress.com/2021/10/12/la-secondarisation-de-limperialisme-francais/

  1. Pauline Perrenot: Zemmour: un artefact médiatique à la Une, se puede consultar en la página web acrimed.org. [Acrimed es un observatorio de los medios de comunicación creado en 1996 (N. de la t.)].
  2. «Dégagisme» es un neologismo creado a partir de la palabra «dégage!», «¡largate!» que se popularizó en 2011 a raíz de la revolución tunecina en la que se exigió al presidente de la República de Túnez, Ben Ali, «largarse». En política se utiliza para exigir la destitución de quien ostentan el poder, pero sin voluntad de tomarlo, lo que lleva a un vacío de poder (N. de la t.).

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