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La amis­tad como fuer­za de liberación

Nota: Comen­ta­rio de He cum­pli­do con la amis­tad de Alber­to Pin­zón Sán­chez, Alex Ugal­de-Jor­ge Freyt­ter (edit.), Alber­da­nia, Irún 2021.

Varias veces he esta­do a pun­to de cono­cer en per­so­na a Alber­to Pin­zón Sán­chez, pero ese momen­to siem­pre nece­sa­rio fue abor­ta­do por cir­cuns­tan­cias varias. Aho­ra aca­bo de leer unas pala­bras suyas con­ten­di­das en el libro que comen­to. No es un tex­to cual­quie­ra, de esos de «teo­ría» seca e imper­so­nal, fría. Al con­tra­rio. Rezu­ma, ade­más de rigor teó­ri­co, de la bue­na teo­ría para enten­der­nos, tam­bién valo­res huma­nos impres­cin­di­bles como el de la amis­tad: y por eso es teo­ría de la bue­na. Uno no enten­de­rá ple­na­men­te El Capi­tal, por ejem­plo, si no sabe o no cono­ce su car­ga éti­ca, axio­ló­gi­ca, que es uno de los pila­res de la obra. La amis­tad era un valor para Marx, como se apre­cia en la car­ta de agra­de­ci­mien­to que le envió a Engels nada más aca­bar de escri­bir el libro I, sus­ten­ta­do en el axio­ma que Publio Teren­cio escri­bió el ‑165 y reco­gi­do por Marx cuan­do redac­ta­ba El Capi­tal: «Nada de lo humano me es ajeno».

Varias veces he esta­do a pun­to de cono­cer en per­so­na a Alber­to Pin­zón Sán­chez, pero ese momen­to siem­pre nece­sa­rio fue abor­ta­do por cir­cuns­tan­cias varias. Aho­ra aca­bo de leer unas pala­bras suyas con­ten­di­das en el libro que comen­to. No es un tex­to cual­quie­ra, de esos de «teo­ría» seca e imper­so­nal, fría. Al con­tra­rio. Rezu­ma, ade­más de rigor teó­ri­co, de la bue­na teo­ría para enten­der­nos, tam­bién valo­res huma­nos impres­cin­di­bles como el de la amis­tad: y por eso es teo­ría de la bue­na. Uno no enten­de­rá ple­na­men­te , por ejem­plo, si no sabe o no cono­ce su car­ga éti­ca, axio­ló­gi­ca, que es uno de los pila­res de la obra. La amis­tad era un valor para Marx, como se apre­cia en la car­ta de agra­de­ci­mien­to que le envió a Engels nada más aca­bar de escri­bir el libro I, sus­ten­ta­do en el axio­ma que Publio Teren­cio escri­bió el ‑165 y reco­gi­do por Marx cuan­do redac­ta­ba El Capi­tal: «Nada de lo humano me es ajeno».

Alber­to Pin­zón hace honor a esta axio­lo­gía esen­cial por­que entien­de la amis­tad como una espe­cie de «pega­men­to» afec­ti­vo entre las per­so­nas, o mejor decir un mul­ti­pli­ca­dor de fuer­zas psi­co­po­lí­ti­cas que bus­can la libe­ra­ción huma­na: pági­na a pági­na vamos vien­do cómo esos valo­res se des­plie­gan aun sien­do cons­cien­tes de los peli­gros que pue­den aca­rrear­le a Alber­to Pin­zón, y que se los aca­rrea­ron de hecho: seña­la­mien­to y ame­na­zas, aten­ta­dos con­tra su vida, per­se­cu­cio­nes, exi­lios, peti­cio­nes de extra­di­ción para ser devuel­to de Ale­ma­nia a Colom­bia según lo mar­ca­do por el Plan Cón­dor I, II y III (p. 264). Sin duda, esa dia­léc­ti­ca entre con­cien­cia polí­ti­ca, amis­tad y con­cien­cia del ries­go, carac­te­rís­ti­ca de la pra­xis revo­lu­cio­na­ria, le sal­vó a Alber­to Pin­zón de ser injus­ta­men­te dete­ni­do en el Esta­do espa­ñol gra­cias al apo­yo de un comu­nis­ta cana­rio (p. 61), al igual que suce­de­ría des­pués varias veces, tam­bién momen­tos de fies­ta «loquí­si­ma» (p. 37). Y es que los lazos afec­ti­vos que se crean en la soli­da­ri­dad huma­na fren­te al dolor y a la opre­sión tien­den a supe­rar barre­ras y temores.

Una demos­tra­ción la tene­mos en cómo las per­so­nas lucha­do­ras sue­len esta­ble­cer afi­ni­da­des basa­das en su expe­rien­cia dia­ria que pue­den ir más allá de las polí­ti­cas ofi­cia­les que defien­dan. Cuan­do en 1948 ase­si­na­ron a Elie­cer Gai­tán, bases del Par­ti­do Comu­nis­ta Colom­biano crea­do en 1930 se suma­ron a las pro­tes­tas de masas, aun­que su par­ti­do le acu­sa­ba de fas­cis­ta (p. 32). Gai­tán era un libe­ral que se enfren­ta­ba cada vez más deci­di­da­men­te a la injus­ti­cia. La inca­pa­ci­dad del Par­ti­do Comu­nis­ta para com­pren­der qué esta­ba suce­dien­do en las cla­ses explo­ta­das fue común en los par­ti­dos enca­de­na­dos al dog­ma­tis­mo que se impu­so en la Ter­ce­ra Inter­na­cio­nal des­de media­dos de la déca­da de 1920, impo­ten­cia que vol­ve­ría a repe­tir­se en Cuba, en Chi­le, en Vene­zue­la… Pero muchas de las bases de estos par­ti­dos ofi­cia­les intuían o com­pren­dían gra­cias a la soli­da­ri­dad emo­cio­nal desa­rro­lla­da en la lucha que la reali­dad es polí­cro­ma mien­tras que el dog­ma es gris.

Por razo­nes que no vie­nen a cuen­to aho­ra mis­mo, el tér­mino «comu­nis­ta» esta­ba enton­ces aca­pa­ra­do, casi mono­po­li­za­do, por la Inter­na­cio­nal Comu­nis­ta que, por poner una fecha y un defi­ni­ti­vo ejem­plo, en 1924 había exclui­do del acer­vo comu­nis­ta mun­dial a nada menos que Rosa Luxem­burg admi­ra­da y deno­mi­na­da «Águi­la» por Lenin, sin hablar de la mar­gi­na­ción de Mariá­te­gui y un inaca­ba­ble etcé­te­ra. De esta for­ma, el comu­nis­mo, tal cual lo enten­dían Marx y Engels y el movi­mien­to revo­lu­cio­na­rio en gene­ral, fue empo­bre­ci­do a sim­ple cari­ca­tu­ra de lo que real­men­te sig­ni­fi­ca y pro­po­ne. Es por esto com­pren­si­ble que en las Con­ver­sa­cio­nes de Caguán de 1999 – 2002 Alber­to Pin­zón dije­ra que «más que comu­nis­ta, mi for­ma­ción es mar­xis­ta, demo­crá­ti­ca y pro­gre­sis­ta» (p. 167).

En el caso colom­biano, la her­man­dad que sur­ge en la lucha tomó fuer­za duran­te la resis­ten­cia de fami­lias cam­pe­si­nas gai­ta­nis­tas y libe­ra­les con­tra la repre­sión a fina­les de 1954 y comien­zos de 1955 lle­va­da a cabo por tro­pas foguea­das en la gue­rra de Corea: la reali­dad ense­ña­ba a estos sec­to­res cam­pe­si­nos la cohe­ren­cia y nece­si­dad de las rei­vin­di­ca­cio­nes comu­nis­tas (p. 38). Un hecho que refor­zó los lazos en la prác­ti­ca de lucha entre el cam­pe­si­na­do y los gru­pos de izquier­da que ya se esta­ban orga­ni­zan­do a fina­les de la déca­da de 1950 y comien­zos de los años 60 fue el impac­to de la Refor­ma Agra­ria cuba­na (p. 90). Pro­ba­ble­men­te fue­ra esta inter­ac­ción entre lo «obje­ti­vo» y lo «sub­je­ti­vo», más la pre­sión de las con­tra­dic­cio­nes la que hicie­ra que, al mar­gen del desar­me de la mayo­ría de los gai­ta­nis­tas tras una gue­rra con más de 300.000 muer­tos (p. 43), se crea­ran entre 1964 y 1967 las FARC, el ELN y el EPL (p. 63).

Es mi opi­nión per­so­nal que la soli­dez de esos lazos que unen la amis­tad con la con­cien­cia es una de las razo­nes por las que dos de los tres sec­to­res de las FARC-EP no se han ren­di­do y siguen en lucha de un modo u otro (pp. 350 – 351). Hay que tener en cuen­ta que solo en su his­to­ria recien­te ha habi­do inten­tos de nego­cia­ción en la déca­da de 1950, en la de 1980, en 1990 – 1991, en 1999 – 2002, en 2012 – 2016 (p. 329), y que siem­pre ha vuel­to la lucha arma­da con más o menos varia­cio­nes tác­ti­cas y estra­té­gi­cas. De hecho, Alber­to Pin­zón sos­tie­ne que «a la fecha actual, año 2020, el con­flic­to social y arma­do de Colom­bia con­ti­núa reci­cla­do» (p. 305).

Hora­cio Duque ha sos­te­ni­do recien­te­men­te que Colom­bia ha entra­do en «El ter­cer ciclo de la vio­len­cia», sien­do el pri­me­ro el de la segun­da mitad del siglo XX con medio millón de muer­tos; el segun­do el de la insur­gen­cia des­de los años 60 que «se inten­tó cerrar» en 2016, con «9 millo­nes de des­pla­za­dos y 7 millo­nes de hec­tá­reas des­po­ja­das a millo­nes de cam­pe­si­nos, víc­ti­mas de la matan­za de los para­mi­li­ta­res alia­dos con el Ejér­ci­to y los otros apa­ra­tos arma­dos de los gobier­nos de Uri­be Vélez y de San­tos». Y el ter­ce­ro, que no tie­ne su cau­sa direc­ta en la «sali­da per­ver­sa» de 2016, se está ini­cian­do aho­ra con nue­vas expre­sio­nes de resis­ten­cia, lo que expli­ca la con­ti­nui­dad reci­cla­da de la lucha armada.

Otra área de resis­ten­cias popu­la­res y obre­ras en las que se refuer­za la her­man­dad y la soli­da­ri­dad afec­ti­va –la «amis­tad»– es la que se sos­tie­ne con­tra el injus­to sis­te­ma judi­cial colom­biano. Des­de la visión mar­xis­ta de jus­ti­cia y de dere­cho, el sis­te­ma judi­cial bur­gués es explo­ta­dor por su mis­mo ori­gen y fina­li­dad de cla­se y patriar­cal, pero aho­ra no pode­mos exten­der­nos en esta cues­tión. Alber­to Pin­zón hizo una crí­ti­ca des­truc­ti­va de las fala­cias con las que la jus­ti­cia colom­bia­na inten­tó en 2009 cerrar defi­ni­ti­va­men­te la inves­ti­ga­ción de la masa­cre de 95 per­so­nas y otras doce des­apa­re­ci­das en lo que fue el asal­to del ejér­ci­to al Pala­cio de Jus­ti­cia en Bogo­tá ocu­pa­do en 1985 por un coman­do del M‑19 (p. 86). Alber­to Pin­zón mues­tra cómo la cas­ta polí­ti­co-judi­cial inten­ta­ba ocul­tar o jus­ti­fi­car la orden de liqui­dar a fue­go y muer­te aque­lla ocu­pa­ción, entre otras cosas para que no se die­ran a cono­cer posi­bles escán­da­los tapa­dos para siem­pre por el cie­rre judicial.

Para rom­per esta fle­xi­ble y resis­ten­te uni­dad psi­co-polí­ti­ca, las cla­ses domi­nan­tes han recu­rri­do a todas las estra­te­gias que per­fec­cio­nan la peda­go­gía del mie­do. Des­de muy pron­to en su libro Alber­to Pin­zón nos habla del papel de las dela­cio­nes, trai­cio­nes, pro­vo­ca­cio­nes y demás méto­dos clá­si­cos des­de la Anti­güe­dad pero cen­trán­do­se des­de la segun­da mitad de la déca­da de 1970 cuan­do supues­tos «maoís­tas» –«citan­do mala­men­te a Mao Tse-tung» (p. 125)– ase­si­na­ban a revo­lu­cio­na­rios (p. 42 y 386). Más ade­lan­te, el autor deta­lla cómo se reali­zó con pacien­cia la infil­tra­ción que logró acce­der a y con­quis­tar la con­fian­za de Raúl Reyes has­ta que el ase­sino le sor­pren­dió, lo mato, lo des­cuar­ti­zó, ase­si­nó a su com­pa­ñe­ra y lle­vó al Ejér­ci­to tro­zos del cuer­po del Coman­dan­te Raúl Reyes para cobrar la recom­pen­sa (pp. 182 y ss.). El pro­pio Alfon­so Cano había adver­ti­do a Jor­ge Bri­ce­ño sobre un dela­tor aún no iden­ti­fi­ca­do que infor­ma­ba al Ejér­ci­to y la Poli­cía (p. 174). Más aún, Alber­to Pin­zón sos­tie­ne que «ya no es irra­zo­na­ble pen­sar que en la actual direc­ción del Par­ti­do de la Rosa haya varios agen­tes del Esta­do infil­tra­dos den­tro de dicha orga­ni­za­ción» (p. 309). Cues­tio­nes a las que volveremos.

La infil­tra­ción tie­ne varios obje­ti­vos: obte­ner infor­ma­ción, dete­ner, secues­trar, des­mo­ra­li­zar, ase­si­nar, etcé­te­ra, pero su efi­ca­cia se mul­ti­pli­ca cuan­do va acom­pa­ña­da por la gue­rra sucia gene­ra­li­za­da en la que inter­vie­nen mafias y gru­pos cri­mi­na­les con­tro­la­dos por los ser­vi­cios del Esta­do y por agen­cias inter­na­cio­na­les. Colom­bia es uno de los Esta­dos en don­de el exter­mi­nio ha alcan­za­do nive­les más inhu­ma­nos, lo que expli­ca que su inte­lec­tua­li­dad crí­ti­ca estu­dia­ra la his­to­ria del etno­ci­dio des­de la inva­sión espa­ño­la, tal como hizo Alber­to Pin­zón en su carre­ra de medi­ci­na y antro­po­lo­gía (p. 66). La antro­po­lo­gía que no tra­ba­ja para el impe­ria­lis­mo es peli­gro­sa para el poder: el ase­si­na­to en 2000 del antro­pó­lo­go Her­nán Henao Del­ga­do (pp. 83 – 85) y de otras per­so­nas docen­tes, mues­tra que el poder colom­biano no aguan­ta las inves­ti­ga­cio­nes rigu­ro­sa­men­te cien­tí­fi­cas de sus crímenes.

Si siem­pre debe­mos hon­rar a la inte­lec­tua­li­dad crí­ti­ca que no se deja absor­ber por el agu­je­ro negro de la Aca­de­mia, y den­tro de esta con más sin­ce­ri­dad aún a la que mili­ta clan­des­ti­na­men­te, este deber se tor­na en cate­gó­ri­co en la situa­ción colom­bia­na en don­de se apli­ca un cri­mi­nal «geno­ci­dio aca­dé­mi­co» (p. 311) uno de cuyos muchos ejem­plos estre­me­ce­do­res fue el secues­tro, tor­tu­ra y des­cuar­ti­za­mien­to en 2011 del reco­no­ci­do pro­fe­sor uni­ver­si­ta­rio y sin­di­ca­lis­ta Jor­ge Adol­fo Freyt­ter Rome­ro (pp. 337 – 344). Sobre esta for­ma de terror tan demo­le­do­ra con­tra la liber­tad y el cono­ci­mien­to, en noviem­bre de 2020 escri­bí un tex­to dis­po­ni­ble en la red –Terror de Esta­do con­tra la uni­ver­si­dad crí­ti­ca– en el que tam­bién me dete­nía en el ase­si­na­to de Jor­ge Adol­fo Freyt­ter y uti­li­za­ba como refe­ren­cia dos escri­tos de Alber­to Pin­zón, uno de 2015 en el que defi­nía el Blo­que de Poder Con­tra­in­sur­gen­te, al que vol­ve­re­mos, y otros de noviem­bre de 2020 sobre los cua­tro años trans­cu­rri­dos des­de el Acuer­do de Esta­do de 2016.

El para­mi­li­ta­ris­mo en un prin­ci­pio y lue­go el nar­co-para­mi­li­ta­ris­mo fun­da­men­tal­men­te des­de 1991, fecha en la que se pro­du­ce la «ren­di­ción del Esta­do» a los cár­te­les de la dro­ga (p. 147), es un ins­tru­men­to de terror impres­cin­di­ble para que la bur­gue­sía man­ten­ga el poder en Colom­bia ase­si­nan­do a cual­quier per­so­na que le supon­ga un peli­gro bien por su acción direc­ta bien por su ejem­pla­ri­dad coti­dia­na, por tan­to, tam­bién para sos­te­ner el «geno­ci­dio aca­dé­mi­co» como hemos vis­to. Es cono­ci­da la terri­ble suer­te de muchos cien­tos de los de 5.000 gue­rri­lle­ros del M‑19, EPL, PRT y Movi­mien­to Arma­do Quin­tín Lame que se habían «ren­di­do» (pp. 148 – 149) en 1990 – 1991. Tam­bién es cono­ci­da la ani­qui­la­ción de no menos de 4.000 miem­bros de la Unión Patrió­ti­ca des­de esas fechas (p. 329). Para 1994 esta­ba en ple­na acti­vi­dad el plan «gol­pe de gra­cia» cuyo obje­ti­vo era liqui­dar defi­ni­ti­va­men­te a la Unión Patrió­ti­ca ese mis­mo año (p. 295).

Alber­to Pin­zón asis­tió en 1997 a un cur­so sobre Reso­lu­ción de Con­flic­tos con el fin de apren­der para pre­vi­si­bles inten­tos en ese sen­ti­do y una de las con­clu­sio­nes que obtu­vo era que «en vis­ta de que no era posi­ble derro­tar­los por la vía mili­tar se inten­tó hacer­lo por la vía de la solu­ción polí­ti­ca que los mis­mos gru­pos gue­rri­lle­ros en sus rei­vin­di­ca­cio­nes habían pre­sen­ta­do» (pp. 148 – 150). Más ade­lan­te, y expli­can­do la estra­te­gia con­tra­in­sur­gen­te del Plan Colom­bia que se desa­rro­lla­ba por esa épo­ca, se deno­mi­na­ba a este simu­la­cro de «nego­cia­ción» recu­rrien­do al dicho popu­lar de «zanaho­ria y palo» (p. 238) de modo que las pom­po­sas «con­ver­sa­cio­nes polí­ti­cas», con sus pro­me­sas y bue­nas inten­cio­nes eran la zanaho­ria, sien­do el palo las vio­len­cias terro­ris­tas del nar­co-para­mi­li­ta­ris­mo y de las fuer­zas repre­si­vas ofi­cia­les. Por esto y para pre­ve­nir situa­cio­nes peo­res, es deci­si­vo saber qué pien­sa el ejér­ci­to sobre las «nego­cia­cio­nes» (p. 202).

Mien­tras que se inten­ta «ven­cer polí­ti­ca­men­te» a la gue­rri­lla, tam­bién la gol­pean de mil modos las fuer­zas repre­si­vas lega­les y ale­ga­les, como los nar­co-para­mi­li­ta­res o peor aún el fas­cis­mo del «para-Esta­do» (p. 170) que se recom­po­ne y pene­tra por los entre­si­jos de la socie­dad, tal cual se con­fir­mó una vez más en el Caguán y en todos, en abso­lu­ta­men­te todos, los pro­ce­sos «nego­cia­do­res». Tam­bién, duran­te este pro­ce­so el Esta­do colom­biano se sumó deci­di­da­men­te a la «gue­rra con­tra el terro­ris­mo» decla­ra­da por Esta­dos Uni­dos tras los aten­ta­dos de 11‑S de 2001, logran­do que Washing­ton decla­ra­ra «terro­ris­ta» a las FARC-EP (p. 223).

La orga­ni­za­ción nar­co-para­mi­li­tar más pode­ro­sa es la AUC, Auto­de­fen­sas Uni­das de Colom­bia, que como el res­to de gru­pos terro­ris­tas está for­ma­da, sos­te­ni­da y finan­cia­da por terra­te­nien­tes, empre­sa­rios y nar­cos (p. 216) más el impres­cin­di­ble apo­yo interno del «para-Esta­do» colom­biano, de los ser­vi­cios secre­tos impe­ria­lis­tas, en espe­cial los yan­quis e israe­líes, lo que faci­li­tó que «en algu­nos muni­ci­pios y comar­cas prác­ti­ca­men­te sus­ti­tu­yen a las fuer­zas públi­cas poli­cia­les y a las ins­ti­tu­cio­nes esta­ta­les asu­mien­do sus pode­res» (p. 217). Las estre­chas rela­cio­nes entre las Fuer­zas Arma­das y el nar­co-para­mi­li­ta­ris­mo tam­bién las reco­gía el argot popu­lar. Así, dado que el Ejér­ci­to cons­ta­ba de cin­co gran­des divi­sio­nes, a la AUC se le deno­mi­na­ba «sex­ta divi­sión» (p. 222), y des­de 2001, cuan­do la AUC gol­pea­ba más dura­men­te con el palo del terror mien­tras el Gobierno ofre­cía la zanaho­ria, la UAC pasó a ser lla­ma­da su «aman­te clan­des­ti­na» (p. 385).

La impu­ni­dad del nar­co-para­mi­li­ta­ris­mo y de la AUC es inne­ga­ble a pesar de algu­nas deten­cio­nes de sica­rios y ase­si­nos meno­res, por­que la estruc­tu­ra cen­tral no solo per­ma­ne­ce intac­ta, sino que está expan­dién­do­se. Un caso lla­ma­ti­vo en el que Alber­to Pin­zón se extien­de con deta­lles es el de las supues­tas muer­tes de algu­nos de sus diri­gen­tes máxi­mos, en con­cre­to de los her­ma­nos Cas­ta­ños, ver­da­de­ros ase­si­nos en serie sobre los que aún la jus­ti­cia colom­bia­na no ha podi­do cer­ti­fi­car si están muer­tos o vivos (pp. 216 – 219), pro­te­gi­dos por el «para-Esta­do». Otro ejem­plo son la can­ti­dad de «atra­cos» que sufrió Pie­dad Cór­do­ba en su domi­ci­lio en 2019, muy bien orga­ni­za­dos pero que siem­pre eran des­pa­cha­dos por la poli­cía como «asal­tos» sin impor­tan­cia (p. 325).

Alber­to Pin­zón indi­ca que en el Caguán Esta­dos Uni­dos «sobre-deter­mi­nó» (p. 236) la «nego­cia­ción» des­de su ata­la­ya de poder y que el Gru­po Pri­sa y Pla­ne­ta con capi­tal his­pano-yan­qui juga­ron un gran papel en el des­en­la­ce últi­mo del inten­to del Caguán (p. 242). Ter­mi­na­do Caguán, Esta­dos Uni­dos reela­bo­ró, des­de 2003, su estra­te­gia gene­ral para con­tro­lar Nues­tra­mé­ri­ca con tres docu­men­tos fun­da­men­ta­les que sos­te­nían otros tres ins­tru­men­tos bási­cos: San­ta Fe-IV, el Área de Libre Comer­cio o ALCA y el Plan Colom­bia (p. 255). Si bien es cier­to que el Plan Colom­bia ya esta­ba ope­ra­ti­vo des­de el Caguán si no antes en lo bási­co, no es menos cier­to que su enor­me poten­cial de opre­sión y muer­te se desa­rro­lla­ría más ade­lan­te gra­cias, entre otras cosas, a que al ser una «ley extra­te­rri­to­rial» (p. 244) ela­bo­ra­da por Esta­dos Uni­dos, abría una sen­da por la que avan­za­rían nue­vos ata­ques imperialistas.

La nue­va estra­te­gia impe­ria­lis­ta tuvo una de sus pri­me­ras ope­ra­cio­nes en la deten­ción de Simón Tri­ni­dad en 2004 cuan­do se encon­tra­ba en Ecua­dor hacien­do tareas diplo­má­ti­cas. Fue un mon­ta­je inter­na­cio­nal cuya prin­ci­pal escu­sa se basa­ba en el arres­to por las FARC-EP de «con­tra­tis­tas» yan­quis que eran sim­ples espías del Pen­tá­gono (pp. 174 – 175). Des­de anti­guo, las gran­des poten­cias pre­pa­ran sus ata­ques envian­do via­je­ros, mer­ca­de­res, comer­cian­tes, misio­ne­ros, geó­gra­fos, téc­ni­cos, «con­tra­tis­tas»…, para cono­cer fuer­zas y debi­li­da­des del país a inva­dir. Fre­cuen­te­men­te se les eje­cu­ta­ba al ser des­cu­bier­tos. Chi­na, Roma, Mon­go­lia, Gran Bre­ta­ña… eran maes­tras en estas tác­ti­cas. El famo­so mís­ti­co cris­tiano padre Fou­cault fue eje­cu­ta­do en la Arge­lia ocu­pa­da por el Esta­do fran­cés en diciem­bre de 1916 por un gru­po de rebel­des cali­fi­ca­dos como ban­do­le­ros. En la actua­li­dad, Simón Tri­ni­dad está some­ti­do en una cár­cel selec­ta de Esta­dos Uni­dos a una estra­te­gia de anu­la­ción de su personalidad.

Mien­tras tan­to, el nar­co-capi­ta­lis­mo avan­za­ba como un cán­cer, lo que a la fuer­za tenía que agu­di­zar las dife­ren­cias entre sec­to­res de la bur­gue­sía colom­bia­na en el momen­to del repar­to de los cre­cien­tes bene­fi­cios obte­ni­dos con la dro­ga, ten­sio­nes que se suma­ban a otras muchas (pp. 239 – 240), debi­li­dad inter­na que según Alber­to Pin­zón fue una de las razo­nes del fra­ca­so del Caguán. La podre­dum­bre de las ins­ti­tu­cio­nes polí­ti­cas colom­bia­nas era tan escan­da­lo­sa que, por fin, en 2008 fue­ron con­de­na­dos 69 con­gre­sis­tas de todos los par­ti­dos par­la­men­ta­rios por sus rela­cio­nes con la nar­co-polí­ti­ca (p. 242). Todo indi­ca­ba que el poder nece­si­ta­ba un lava­do de cara para legi­ti­mar­se. De nue­vo, la tác­ti­ca de la zanaho­ria y el palo apa­re­cía como la más con­ve­nien­te pero ade­cua­da a la coyun­tu­ra del momen­to, agra­va­da por los efec­tos de la cri­sis mun­dial de 2007. El palo gol­pea­ba de muchas for­mas, des­de los ase­si­na­tos nar­co-para­mi­li­ta­res has­ta los sofis­ti­ca­dos ata­ques a la direc­ción de las gue­rri­llas para inten­tar debi­li­tar­las lo más posi­ble. Por ejem­plo, Raúl Reyes se encon­tra­ba en terri­to­rio de Ecua­dor cuan­do su cam­pa­men­to fue bom­bar­dea­do en mar­zo de 2008 por avio­nes colom­bia­nos guia­dos por la mejor tec­no­lo­gía yan­qui del momen­to, des­pués uni­da­des espe­cia­les colom­bia­nas pene­tra­ron en Ecua­dor para ter­mi­nar de ase­si­nar a 23 per­so­nas de diver­sas nacio­na­li­da­des; Correa, pre­si­den­te de Ecua­dor acep­tó sin rechis­tar la inva­sión (p. 283).

Para 2009 ya esta­ba actuan­do el Blo­que de Poder Con­tra­in­sur­gen­te. ¿Qué es el BPC? Lo mejor es empe­zar leyen­do a Alber­to Pinzón:

En Colom­bia, a medi­da que el capi­ta­lis­mo finan­cie­ro de la mano del gre­mio cafe­te­ro toma la direc­ción de la eco­no­mía y del Esta­do, se va cons­tru­yen­do un Blo­que de Poder Con­tra­in­sur­gen­te, per­fec­ta­men­te des­cri­to por la inves­ti­ga­do­ra Vil­ma Lilia­na Fran­co en su libro Orden con­tra­in­sur­gen­te y domi­na­ción, edi­ta­do en 2009. Don­de mues­tra dos com­po­nen­tes que, según los expli­ca el gran comu­nis­ta ita­liano Anto­nio Grams­ci, for­man el Esta­do: uno, el de coer­ción físi­ca que len­ta­men­te ins­tau­ra el Terror del Esta­do y el geno­ci­dio polí­ti­co como méto­dos de domi­na­ción; mien­tras en para­le­lo se apo­ya en el otro, en el ‘con­sen­so’ o hege­mo­nía de domi­na­ción, cuyo cemen­to cohe­sio­na­dor es la doc­tri­na o ideo­lo­gía con­tra­in­sur­gen­te mili­ta­ris­ta insu­fla­da des­de los cen­tros de adies­tra­mien­to del impe­ria­lis­mo en el con­ti­nen­te, no solo, como se cree común­men­te, en bases mili­ta­res, sino a tra­vés de ONG estra­té­gi­cas muy bien finan­cia­das, pro­li­fe­ra­ción de uni­ver­si­da­des pri­va­das, par­ti­dos polí­ti­cos como, por ejem­plo, el «Cen­tro Demo­crá­tic» en Colom­bia, revis­tas pseu­do inte­lec­tua­les de gran con­su­mo como la revis­ta Sema­na, así como la pro­li­fe­ra­ción de sec­tas pseu­do reli­gio­sas evan­gé­li­cas con matri­ces en Esta­dos Uni­dos y, sobre todo, una red de medios de comu­ni­ca­ción adic­tos al Poder cen­tral de gran pene­tra­ción popu­lar (p. 132).

Lue­go vol­ve­re­mos al BPC, aho­ra debe­mos recor­dar que en 2010 Juan Manuel San­tos acce­dió al Gobierno colom­biano que, a los meses, aca­ri­cia­ba la idea de crear una «comi­sión ase­so­ra» (p. 286) para otra posi­ble nego­cia­ción mien­tras que con­cre­ta­ba el plan para ase­si­nar a Alfon­so Cano –«fusi­la­do en inde­fen­sión» (p. 305)– en noviem­bre de 2011. Alre­de­dor de 7.000 sol­da­dos, muchos de ellos de cuer­pos espe­cia­les, ayu­da­dos por las más moder­nas armas y téc­ni­cas de detec­ción y segui­mien­to, y acon­se­ja­dos por espe­cia­lis­tas yan­quis e israe­líes (p. 299). A pesar del ase­si­na­to de Alfon­so Cano siguie­ron ade­lan­te los tan­teos para ini­ciar una nue­va «nego­cia­ción», comen­zán­do­se esta en octu­bre de 2012 en Norue­ga. Una nue­va for­ma de «zanaho­ria y palo» esta­ba en mar­cha, desem­bo­can­do en la «sali­da per­ver­sa» de 2016.

¿Por qué fra­ca­sa­ron las espe­ran­zas de las FARC-EP y de otros sec­to­res? Fra­ca­sa­ron por la inter­ac­ción de «tres armas de que dis­po­ne el Esta­do con­tra­in­sur­gen­te colom­biano»: la avia­ción, la infil­tra­ción y la degra­da­ción del con­flic­to arma­do (p. 309). Tam­po­co tene­mos que olvi­dar los pro­fun­dos cam­bios socia­les, de la estruc­tu­ra cla­sis­ta de la socie­dad simul­tá­nea a los cam­bios socio­eco­nó­mi­cos inter­nos y exter­nos a Colom­bia, mun­dia­les. Las estra­te­gias polí­ti­co-mili­ta­res y eco­nó­mi­cas de la bur­gue­sía colom­bia­na ayu­da­ron sobre­ma­ne­ra a la reduc­ción de la base cam­pe­si­na median­te los des­pla­za­mien­tos for­za­dos de millo­nes de per­so­nas. Des­de anti­guo, los pode­res han des­pla­za­do a los pue­blos resis­ten­tes para derro­tar­los y que­dar­se con sus tie­rras. El gene­ral espa­ñol Wey­ler adap­tó a Cuba esta inhu­ma­ni­dad entre 1895 y 1898 cau­san­do la muer­te a entre 300.000 y 600.000 en cam­pos de con­cen­tra­ción. Lue­go lo vol­ve­rían a hacer los ita­lia­nos en Libia, los nazis en Euro­pa… La bur­gue­sía colom­bia­na no gas­ta nada en cer­car con alam­bra­das el cam­po de con­cen­tra­ción, le sale más bara­to des­pla­zar a la pobla­ción a pun­ta de fusil. Así tam­bién se fue mer­man­do la base cam­pe­si­na de la gue­rri­lla, y con ella su fuer­za militar.

Más de una o un lec­tor se habrá pre­gun­ta­do por qué entre­co­mi­llo el tér­mino «nego­cia­ción». Alex Ugal­de y Jor­ge Freyt­ter se pre­gun­tan tam­bién sobre cual emplear: ¿con­ver­sa­cio­nes, inter­cam­bios, acer­ca­mien­tos, diá­lo­gos, nego­cia­cio­nes, acuer­dos…? Alber­to Pin­zón pre­fie­re uti­li­zar «acor­da­do» en vez de «nego­cia­do» por­que la segun­da –«nego­cia­do»– impli­ca la supre­ma­cía del valor de cam­bio sobre el valor de uso que, como es sabi­do, es una de las for­mas ade­cua­das de defi­nir la alie­na­ción huma­na. Pero al igual que con la defi­ni­ción de Blo­que de Poder Con­tra­in­sur­gen­te, aquí tam­bién es mejor leer al autor:

La oli­gar­quía colom­bia­na siem­pre en los múl­ti­ples pro­ce­sos de paz inten­ta­dos, ha habla­do de «nego­cia­cio­nes». ¿Por qué? Por­que en su men­ta­li­dad capi­ta­lis­ta mez­qui­na con­si­de­ran todo como una mer­can­cía con su doble valor: valor de uso y valor de cam­bio. La polí­ti­ca enton­ces se con­vier­te en una mer­can­cía como la paz que tie­nen un valor de cam­bio. Es tan­to a cam­bio de no armar tro­pe­les. Por el con­tra­rio, el pen­sa­mien­to dia­léc­ti­co habla de acuer­dos o com­pro­mi­sos don­de se dis­cu­ten intere­ses colec­ti­vos inva­lua­bles o con un valor supre­mo muy difí­cil de tasar en dóla­res, la mone­da uni­ver­sal, y que se logran median­te fle­xi­bi­li­dad y con­sen­sos que son ele­men­tos emi­nen­te­men­te polí­ti­cos que usan como medio los diá­lo­gos racio­na­les y el con­ven­ci­mien­to por medio de razo­nes. Hablar de diá­lo­gos y acuer­dos es tam­bién un aspec­to que le qui­ta ese peso de tur­bio nego­cio abs­trac­to fácil de rever­sar, des­tra­tar o hacer tri­zas como ha suce­di­do con el Acuer­do con las FARC-EP. […]

Ese aspec­to ambi­va­len­te, posi­ti­vo o nega­ti­vo del ver­bo «nego­ciar» valo­res de uso y de cam­bio, mer­can­ti­les, que es lo que se desea evi­tar dán­do­le un con­te­ni­do más acor­de con los intere­ses socia­les y éti­cos supe­rio­res que se pre­ten­den dis­cu­tir y con­sen­suar racio­nal­men­te en un acuer­do polí­ti­co de hon­do con­te­ni­do éti­co y moral, y que obvia­men­te no tie­nen taza, son inva­lua­bles o, mejor dicho, tie­ne un valor supre­mo éti­co moral. Pre­ci­sa­men­te ese con­te­ni­do éti­co de cum­plir con lo acor­da­do es que la cla­se domi­nan­te colom­bia­na, cíni­ca y sin escrú­pu­los de nin­gu­na cla­se ha supri­mi­do, para rea­li­zar la per­fi­dia del incum­pli­mien­to del Acuer­do con las FARC-EP que vemos en estas fechas (p. 352).

Des­pués de estas sóli­das refle­xio­nes, se pro­fun­di­za el aná­li­sis de Alber­to Pin­zón al pre­gun­tar­se sobre si lo alcan­za­do en las con­ver­sa­cio­nes en La Haba­na se limi­tó a ser una nego­cia­ción en tér­mi­nos sim­ple­men­te jurí­di­cos o un acuer­do polí­ti­co: «Da la impre­sión que San­tos, del equi­po nego­cia­dor guber­na­men­tal, logra impo­ner en la dele­ga­ción de las FARC la idea de que no había solu­ción polí­ti­ca, sino que era una solu­ción jurí­di­ca […] Y, ade­más de eso, logra impo­ner­le a las FARC, que es lo que las va a rom­per por den­tro, dos deci­sio­nes. Una, que al final se renun­cie a la idea de con­vo­car una Asam­blea Nacio­nal Cons­ti­tu­yen­te, ele­men­to defen­di­do his­tó­ri­ca­men­te. Y otra, acep­tar la entre­ga de las armas antes de que el Acuer­do se imple­men­ta­ra, lo cual era una cesión alta­men­te peli­gro­sa, como creo sal­ta a la vis­ta en los últi­mos tiem­pos» (pp. 355 – 536).

Dicho de otro modo: «Pero por una extra­ña cir­cuns­tan­cia al final, en el últi­mo año, el pro­ce­so sufre un vuel­co total y es el momen­to en que Timo­león asu­me el lide­raz­go de la nego­cia­ción. Le da un giro y logra impo­ner sus con­cep­cio­nes, a la vez que se con­so­li­da allí un gru­po de per­so­na­jes suma­men­te nega­ti­vos» (p. 356). Timo­león acep­tó entre­gar las armas antes de la imple­men­ta­ción de los acuer­dos. Alber­to Pin­zón se pre­gun­ta sobre qué papel jugó, qué res­pon­sa­bi­li­dad tuvo el abo­ga­do y actual Secre­ta­rio Gene­ral del Par­ti­do Comu­nis­ta de Espa­ña (p. 356) en aquel brus­co giro de cien­to ochen­ta gra­dos en la filo­so­fía y estra­te­gia his­tó­ri­ca de las FARC-EP y que supu­so el comien­zo del fin de la orga­ni­za­ción al abrir­se una bre­cha entre dos sec­to­res que lue­go sería una fosa abi­sal para cul­mi­nar en esci­sión y en trá­gi­cos acon­te­ci­mien­tos pos­te­rio­res: «Las FARC-EP asu­mían todas las cul­pas; mien­tras se deja­ba en impu­ni­dad a los ter­ce­ros, que habían par­ti­ci­pa­do direc­ta­men­te en el con­flic­to. Ter­ce­ros, que no eran miem­bros de la Fuer­za Públi­ca, pero que sí eran par­te del Esta­do y sí habían par­ti­ci­pa­do en el con­flic­to» (p. 356).

La dife­ren­cia entre una fir­ma en una «nego­cia­ción» sim­ple­men­te jurí­di­ca que afec­ta fun­da­men­tal­men­te al Gobierno y un acuer­do polí­ti­co que impli­ca que ade­más del Gobierno tam­bién com­pro­me­te al Esta­do por su deci­si­vo peso polí­ti­co, pode­mos ver­la en la dife­ren­cia que hay entre entre­gar las armas o depo­ner las armas. Esto ya se plan­teó en el Caguán, don­de no se lle­gó a nin­gún acuer­do y por tan­to tam­po­co se depu­sie­ron ni se entre­ga­ron las armas. Aho­ra, tras la «sali­da per­ver­sa» de 2016 sí es total­men­te opor­tuno lo que sigue: A la pre­gun­ta de «¿qué dife­ren­cia hay entre depo­ner las armas y entre­gar­las?» Alber­to Pin­zón res­pon­de: «Entre­gar es físi­ca­men­te dar las armas al Esta­do. Depo­ner­las es cesar la uti­li­za­ción de ellas. La his­to­ria nos ense­ña que, en los pro­ce­sos de paz, en todos los tiem­pos, la entre­ga de armas ha sido excep­cio­nal» (p. 208). Según deter­mi­na­dos auto­res e his­to­ria­do­res entre­gar las armas al Esta­do es lo mis­mo que «ren­dir armas», es decir, dar físi­ca­men­te las armas al enemi­go acep­tan­do que­dar inde­fen­so ante él, el cual, si quie­re, es mag­ná­ni­mo o cri­mi­nal, o las dos en pro­por­cio­nes diver­sas ya que ase­si­na a unos, pero deja vivos a otros como pri­sio­ne­ros o como rehe­nes para canjear.

Un acuer­do polí­ti­co hubie­se obli­ga­do al Esta­do a res­pe­tar que las FARC-EP fue­ran depo­nien­do las armas en la medi­da del cum­pli­mien­to de lo pac­ta­do en La Haba­na, man­te­ni­do así las FARC-EP la inde­pen­den­cia polí­ti­co-mili­tar estra­té­gi­ca y tác­ti­ca para obser­var el avan­ce de lo fir­man­do y, en el peor de los casos, pre­sio­nar de mil modos para que cum­pla lo incum­pli­do. Pero una «nego­cia­ción» jurí­di­ca que­da en papel moja­do por­que el Esta­do no está direc­ta­men­te obli­ga­do a res­pe­tar lo nego­cia­do, que que­da escon­di­do en los sóta­nos del Esta­do mien­tras se recru­de­ce el terror fas­cis­ta. Todo lo cual nos lle­va a un pro­ble­ma más de fon­do, el de saber o no saber, el de acep­tar o recha­zar que, por sí mis­mo, el Gobierno tie­ne menos poder deci­si­vo que el Esta­do, que es real­men­te el que man­da al ser el cen­tra­li­za­dor estra­té­gi­co de las vio­len­cias mate­ria­les y mora­les del capital.

Siem­pre es nece­sa­rio tener en cuen­ta las dife­ren­cias cua­li­ta­ti­vas y la casi insal­va­ble des­pro­por­ción entre el poder par­cial del Gobierno de turno, y el poder real casi abso­lu­to del Esta­do, de sus estruc­tu­ras pro­fun­das e inac­ce­si­bles en su mayo­ría al peque­ño poder guber­na­ti­vo. Nun­ca debe­mos olvi­dar aquel dicho terri­ble­men­te cier­to: «El Gobierno pasa, la poli­cía per­ma­ne­ce». Alber­to Pin­zón pro­fun­di­za en esta deci­si­va cues­tión que tan­ta san­gre ha cos­ta­do a la huma­ni­dad explo­ta­da, cuan­do cri­ti­ca la creen­cia social­de­mó­cra­ta de la iden­ti­dad entre Gobierno y Esta­do que le lle­va a creer que bas­ta acce­der al Gobierno para diri­gir y con­tro­lar el Esta­do. Con toda la razón nom­bra a Pepe Muji­ka en Uru­guay y a Dil­ma Rous­seff en Bra­sil como ejem­plos de cómo se abor­ta des­de el Gobierno un pro­ce­so que podría trans­for­mar­se en revo­lu­cio­na­rio, y cita como con­tra­ejem­plos a Fidel Cas­tro y Hugo Chá­vez (p. 151).

Sin poder exten­der­nos, recor­de­mos que en 1881 Marx le decía a Dome­la Nieu­wenhuy que «un gobierno socia­lis­ta no pue­de poner­se a la cabe­za de un país si no exis­ten las con­di­cio­nes nece­sa­rias para que pue­da tomar inme­dia­ta­men­te las medi­das acer­ta­das y asus­tar a la bur­gue­sía lo bas­tan­te para con­quis­tar las pri­me­ras con­di­cio­nes de una vic­to­ria con­se­cuen­te». Él mis­mo puso en cur­si­vas las pala­bras «asus­tar a la bur­gue­sía», remar­can­do así su impor­tan­cia estra­té­gi­ca, prin­ci­pio que ya fue ade­lan­ta­do en tex­tos ante­rio­res a 1848, cuan­do fue más desa­rro­lla­da en el Mani­fies­to comu­nis­ta. Des­de enton­ces, los refor­mis­mos varios han com­ba­ti­do la reite­ra­da­men­te con­fir­ma­da nece­si­dad de asus­tar a la bur­gue­sía des­de el Gobierno socia­lis­ta para irle arran­can­do cotas de poder eco­nó­mi­co, polí­ti­co y militar.

La per­ma­nen­cia his­tó­ri­ca de este deba­te entre refor­ma o revo­lu­ción se ve, como míni­mo y para cen­trar­nos en Nues­tra­mé­ri­ca, en Chi­le, Perú, Hon­du­ras, Boli­via…, y posi­ble­men­te (¿?) en Colom­bia si Petro (p. 276) sale gana­dor en las siguien­tes elec­cio­nes pre­si­den­cia­les. ¿Y qué decir del Esta­do espa­ñol con los esfuer­zos por crear un «fren­te amplio» al esti­lo del fra­ca­sa­do en Uru­guay bajo la aureo­la pro­pa­gan­dís­ti­ca­men­te crea­da de Pepe Muji­ka? En Nues­tra­mé­ri­ca, Vene­zue­la y Cuba siguen sien­do inde­pen­dien­tes en el pleno sen­ti­do de la pala­bra, por­que ade­más de otros ins­tru­men­tos tie­nen Fuer­zas Arma­das pro­pias, no se des­ar­ma­ron ante el impe­ria­lis­mo. Vol­ve­re­mos a este tema cuan­do vea­mos la entre­ga de armas por las FARC-EP. Maquia­ve­lo dijo que los sui­zos eran libres por­que tenían armas.

Pues bien, las estra­te­gias polí­ti­co-mili­ta­res de la bur­gue­sía tie­nen como uno de sus obje­ti­vos pre­sio­nar e inti­mi­dar tan­to a los par­ti­dos de cen­tro-pro­gre­sis­ta que pudie­ran acce­der al Gobierno, para que ni remo­ta­men­te se les ocu­rra ini­ciar una polí­ti­ca ten­den­te a «meter mie­do» a la bur­gue­sía, decre­tan­do avan­ces socia­les que refuer­cen la auto­or­ga­ni­za­ción y la auto­con­fian­za del pue­blo obre­ro en sí mis­mo, y a la vez, divi­dan a la bur­gue­sía, rom­pan su uni­dad de cla­se de tal modo que no pue­da pasar a la con­tra­ofen­si­va ins­ti­tu­cio­nal y par­la­men­ta­ria, y menos aún orga­ni­zar un gol­pe mili­tar pese a toda la ayu­da que le de Esta­dos Uni­dos para ello.

En Colom­bia, el Blo­que de Poder Con­tra­in­sur­gen­te ha crea­do su pro­pia doc­tri­na mili­tar que se ense­ña en Para­guay, Uru­guay y «en todo el mun­do. Colom­bia no tie­ne nada que envi­diar­le – Esta­dos Uni­dos – » Alber­to Pin­zón se pre­gun­ta: ¿Qué es la Doc­tri­na Mili­tar? Es la expre­sión de una de las rue­das den­ta­das del Blo­que de Poder Con­tra­in­sur­gen­te –pón­gan­lo con mayús­cu­las– que domi­na Colom­bia des­de hace más de sesen­ta años. Que es la estruc­tu­ra mili­tar y para­mi­li­tar, que son dos rue­das den­ta­das de ese blo­que. O sea, la estruc­tu­ra es la que da ori­gen a esa ideo­lo­gía, a ese mili­ta­ris­mo» (p. 391).

Sigue des­gra­nan­do sus «rue­das den­ta­das más impor­tan­tes y efec­ti­vas: medios de comu­ni­ca­ción, inclui­dos los digi­ta­les, las redes socia­les, inter­net, etc. Y lue­go, el Ejér­ci­to y la Poli­cía; las com­pa­ñías mul­ti­na­cio­na­les; las nue­ve bases mili­ta­res yan­quis en Colom­bia; los lla­ma­dos gru­pos eco­nó­mi­cos de la bur­gue­sía colom­bia­na; las aso­cia­cio­nes gre­mia­les; las ramas eje­cu­ti­va, legis­la­ti­va o para­po­lí­ti­ca, y la judi­cial del Esta­do Nacio­nal; el oli­go­po­lio mediá­ti­co de la fami­lia San­tos y los gru­pos espa­ño­les Pri­sa y Pla­ne­ta; los Nar­co­tra­fi­can­tes y el lava­do de dine­ro; las cla­ses subal­ter­nas «como peque­ños comer­cian­tes, emplea­dos, perio­dis­tas, pro­fe­sio­na­les inde­pen­dien­tes, media­nos pro­pie­ta­rios, tras­por­ta­do­res, des­em­plea­dos, rebus­ca­do­res y lum­pe­nes, que se han some­ti­do o han sido coop­ta­dos»; y la cas­ta polí­ti­ca o para­po­lí­ti­ca (pp. 392 – 393). Este Blo­que de Poder pare­ce omni­po­ten­te pero no lo es, por­que empie­za una toma de con­cien­cia crí­ti­ca en la socie­dad colombiana.

Alber­to Pin­zón hace muy bien en recor­dar­nos el poder reac­cio­na­rio de la Igle­sia cató­li­ca: «La Igle­sia siem­pre fue un alia­do de aque­lla famo­sa con­sig­na de la monar­quía espa­ño­la: el trono y el altar. Pero en Colom­bia, por una espe­cial par­ti­cu­la­ri­dad, la Igle­sia se devino, se con­vir­tió prác­ti­ca­men­te en un par­ti­do polí­ti­co. Has­ta el día de hoy» (p. 394). Hay «hon­ro­sas excep­cio­nes» des­de lue­go, pero la mayo­ría con­ser­va­do­ra o reac­cio­na­ria es aplas­tan­te. Están tam­bién las Igle­sias Evan­gé­li­cas, sec­tas cris­tia­nas finan­cia­das des­de Esta­dos Uni­dos que empe­za­ron a expan­dir­se con pla­nes muy bien orga­ni­za­dos des­de 1960: «Hoy día Colom­bia, jun­to con Bra­sil, son los paí­ses con más sec­tas “cris­tia­nas” de gara­je, ver­da­de­ros nego­cios de la fe y empre­sas polí­ti­cas de cla­ra con­cep­ción ultra­con­ser­va­do­ra» (p. 397).

A las rue­das den­ta­das del Blo­que de Poder Con­tra­in­sur­gen­te que hemos vis­to, hay que aña­dir al menos dos más: una, el aban­dono por el nue­vo «par­ti­do de la rosa» de sus señas de iden­ti­dad, del mar­xis­mo y del bolí­va­ria­nis­mo, y su giro a la social­de­mo­cra­cia (p. 401), lo que obje­ti­va­men­te refuer­za la inte­gra­ción en el orden del capi­tal de sec­to­res ex revo­lu­cio­na­rios. La social­de­mo­cra­cia es una fuer­za socio­po­lí­ti­ca, sin­di­cal y cul­tu­ral obse­sio­na­da por enca­de­nar toda rei­vin­di­ca­ción al loda­zal de la lega­li­dad bur­gue­sa. Y otra es de gran impor­tan­cia para con­tro­lar a las comu­ni­da­des ori­gi­na­rias, afro­co­lom­bia­nas, palen­que­ras, rai­za­les y gita­nas, tan impor­tan­tes en las luchas socia­les por­que «acep­ta­ron con mayor espe­ran­za los pos­tu­la­dos leni­nis­tas y comu­nis­tas sobre la lucha de las mino­rías étni­cas por sus rei­vin­di­ca­cio­nes» (p. 404).

Pues bien esta segun­da rue­da den­ta­da con­sis­te en que «el Esta­do capi­ta­lis­ta moderno tie­ne una doble fun­ción dia­léc­ti­ca para­le­la: unir la cla­se domi­nan­te y divi­dir las cla­ses subal­ter­nas. Esto lo ha veni­do eje­cu­tan­do el Esta­do colom­biano con una efi­ca­cia y efi­cien­cia tre­men­das. A esa frag­men­ta­ción a la que ha con­tri­bui­do el lla­ma­do “ONG-ismo” impul­sa­do des­de los Esta­dos capi­ta­lis­tas desa­rro­lla­dos inclui­dos los de Euro­pa, con ingen­tes sumas de dine­ro y diver­sas espe­cia­li­da­des y sub­es­pe­cia­li­da­des. La izquier­da dada su debi­li­dad físi­ca, no ideo­ló­gi­ca, es poco lo que ha podi­do hacer para enfren­tar dicha ava­lan­cha» (p. 404).

Alber­to Pin­zón tie­ne cla­ro que seme­jan­te cos­mos reac­cio­na­rio se opon­drá con todas sus fuer­zas a que avan­ce la Comi­sión por la Ver­dad: «A no ser que los hechos me con­tra­di­gan: la cla­se domi­nan­te en Colom­bia, ayu­da­da por sus socios esta­dou­ni­den­ses, hará todo lo que sea nece­sa­rio para evi­tar ser lle­va­da a la jus­ti­cia» (p. 398). Pero este libro que los y las lec­to­ras tie­nen en sus manos nos ayu­da mag­ní­fi­ca­men­te a que, por un lado, los ase­si­nos aca­ben ante la jus­ti­cia, por otro lado a desin­te­grar el Blo­que de Poder Con­tra­in­sur­gen­te, y por últi­mo, a que la liber­tar de Colom­bia sea simul­tá­nea a la con­quis­ta de la Patria Gran­de pro­pues­ta por el «genio polí­ti­co pre­coz del liber­ta­dor Simón Bolí­var» (p. 406).

Iña­ki Gil de San Vicente

Eus­kal Herria, 6 de enero de 2022

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