El dilema de un mago que saca conejos del sombrero es la imposibilidad de devolverlos al mismo sombrero, sin que en el proceso no le descubran el truco. Para finalizar el espectáculo, acude entonces a una distracción: casi siempre se vale de una hermosa mujer que, semidesnuda y al compás de vibrante música, graciosamente agarra el animal y lo oculta tras el biombo.
Estados Unidos es un mago sacando conejos, (perdón, noticias) de los medios. Por ejemplo, la guerra en Ucrania le ha servido como distracción para que, de pronto, olvidemos que su deuda pública ya sobrepasa los 30 billones de dólares (130 % de su PIB); que la inflación en su economía es la mayor en los últimos 40 años (7,9 %), y que ya van por el millón de muertos a causa de la COVID-19 (la sexta parte de los fallecidos en el mundo).
Una importante técnica en el ilusionismo es conseguir, de manera orgánica, que el espectador mire hacia otro lado en el momento oportuno. Aparte de las supuestas masacres donde los cadáveres fuman cigarrillos en sus mortajas; las victorias de unos Azov que huyen a la desbandada, o la destrucción de medios rusos, cuyas imágenes son sacadas de videojuegos; quién sabe si hasta los disparates con que nos hacen reír en las redes sociales no forman parte del mismo truco.
Allá vamos a burlarnos cuando la CNN dice que un portaviones sobrevoló los alrededores de Taiwán, o que Dostoievski o Gagarin han sido castigados, mientras a los gatos rusos se les niega el pedigrí; pero quienes más ríen son los ejecutivos de Chevron, la Shell, o la ExxonMobil, que están haciendo su agosto con los altos precios del petróleo.
El llamado «sueño americano» suele adornarse con ideales de justicia, libertad y prosperidad; pero en lo concreto consiste en poseer casa propia en los suburbios, un automóvil vistoso, y suficientes ingresos que permitan una cómoda vida familiar, en la cual no falten vacaciones en una playa tropical, entre mojitos, hamacas y palmeras.
Son estos unos objetivos cada vez más difíciles de alcanzar para el ciudadano medio, pero el presidente Joe Biden ya tiene listo el abracadabra. Dice que un «nuevo orden mundial» se aproxima y, en él, Estados Unidos estará liderando. Suena esto como el eslogan de Trump: «Hacer América grande otra vez»; pero, caramba, ¿y quién lideraba el anterior orden mundial? ¿No era Estados Unidos? ¿Y quién los ha tornado viejos y pequeños?
El truco funcionaría mejor si no fuese porque el espectáculo necesita la complicidad del público. El caso es que los niveles de aprobación general de Biden han caído por debajo del 37 %, mientras el 58 % de los estadounidenses reprocha su gestión en la economía. Cualquier actor sospecharía si de pronto colocan una venduta de tomates a la entrada del teatro.
Es que el circo se vuelve nada sin su compañero el pan, y resulta que esta semana los reputados economistas de Bloomberg han recomendado a la gente usar más el transporte público para ahorrar en gasolina, y comer lentejas en vez de carne. A esto hay que sumar el alto costo de la vivienda, cuyo valor supera máximos históricos, con una tasa de crecimiento anual del 12,9 %, lo cual trae de vuelta el fantasma de las subprime, aquella funesta crisis inmobiliaria de 2007.
Pero el presidente no carece de auxiliares que lo ayuden con la prestidigitación. Recientemente, el economista y político demócrata Robert Reich, quien fuera secretario del Trabajo en el gobierno de Clinton, ha escrito un largo artículo donde pretende demostrar la súbita unidad entre demócratas y republicanos.
O sea, de repente ha desaparecido la gran fractura que divide la sociedad estadounidense, y cuyo punto culminante fue el asalto al Capitolio en enero de 2021. Parece una buena noticia; solo falta que ahora esto se refleje en las cifras, pues según encuestas solo el 10 % de los republicanos aprueba la gestión de Biden.
Otro que intenta ayudar es el economista y profesor de la Universidad de Nueva York, Edward N. Wolff.
Desde su altura académica afirma que la inflación tiene un lado amable –sobre todo para la clase media– lo cual suena como recomendarle a un secuestrado las bondades del síndrome de Estocolmo.
Ello sería posible porque las deudas están reflejadas en dólares que han perdido valor; mientras el patrimonio adquirido se revalúa al ritmo de la inflación: ¿ganancia neta, no? Sobre todo si tenemos en cuenta que en ese país la deuda per cápita ya ronda los 91 000 dólares. Naturalmente, trucos son trucos, y no dice que, en igual magnitud, los ingresos corrientes han perdido su capacidad adquisitiva. En fin, quizá sea mucho pedirle que también intente meter conejos en el sombrero.
En cualquier caso, al día de hoy no paran de llegarnos buenas noticias. De repente leo que el presidente ucraniano Volodímir Zelenski está realizando gestiones para aparecer en la gala de los Oscar. Imaginen, si Hollywood se ocupa de los efectos especiales, será un éxito de taquilla. No, si ya cierro los ojos y me parece estar viendo rugir el león de la Metro-Goldwyn-Mayer.
Autor: Antonio Rodríguez Salvador
Fuente: http://granma.cu/mundo/2022 – 03-27/pasen-senores-pasen-27 – 03-2022 – 23-03 – 35