El 5 de abril de 2010, la web WikiLeaks dio a conocer al mundo un vídeo en el cual soldados del ejército de Estados Unidos, el 12 de julio de 2007, desde un helicóptero Apache, dispararon contra personas inocentes en un barrio de Bagdad con el pretexto de que se trataban de terroristas iraquíes que iban a perpetrar un ataque. Esta acción provocó la muerte de 11 personas, entre las que se encontraba el fotógrafo de Reuters, Namir Noor-Eldeen y su conductor, Saeed Chmag. Dos niños también resultaron heridos. Los responsables de ese crimen exteriorizaron su regocijo por lo acontecido en las grabaciones publicadas: «Le hemos dado como a unos ocho individuos. Hay uno que se está arrastrando. Estamos disparando a unos más. Oh sí, mira a esos hijos de puta muertos. Precioso», fueron las palabras de los militares que filmaron lo ocurrido desde la aeronave.
Fundada por Julian Assange en 2006, Wikileaks ha filtrado información confidencial de Estados Unidos a través de la cual se ha puesto en evidencia prácticas brutales y crímenes cometidos por el ejército de ese país y sus aliados en Irak, en Afganistán y en la cárcel de Guantánamo, lugar este último donde se perpetraron crueles torturas contra personas capturadas en distintos lugares de Medio Oriente, acusadas de estar involucradas en actos terroristas o en los atentados del 11 de septiembre de 2001 contra las Torres Gemelas en Nueva York. Privación permanente del sueño, alimentación forzosa a través de las fosas nasales, la aplicación del waterboarding, que consiste en la colocación de un paño en la cara de una persona, mientras se vierte agua por la boca y la nariz para así generar una sensación de ahogamiento, son algunos ejemplos del martirio que vivieron quienes pasaron por ese centro de torturas.
Iguales procedimientos realizó la CIA en innumerables cárceles clandestinas regadas por algunos países del mundo, especialmente de Europa, como es el caso de Polonia, hoy aliada incondicional del régimen de Ucrania.
En Abu Ghraib, en Irak, los soldados estadounidenses atormentaron con perros a los prisioneros iraquíes, además de practicarles torturas físicas, psicológicas y maltratos sexuales de todo tipo, incluyendo violaciones grupales y sexo oral a mujeres.
El Periódico de Catalunya, el 10 de mayo de 2018, publicó el testimonio de Ali al-Qaisi, uno de los prisioneros torturados en Abu Ghraib. Alí contó que le «ataban las manos en el suelo en posiciones incómodas durante unas 10 o 15 horas (…) Siempre había mujeres soldado que nos enseñaban los pechos o se tocaban delante nuestro durante el interrogatorio. Era enfermizo. Una vez incluso trajeron un perro negro que me mordió y me arrancó un trozo del cuello. Otras veces nos colgaban frente a nuestra celda durante días, sin comida, ni agua, delante de todos los presos. Veías a otros morir.» En su relato dijo además que se «orinaban en su cara» y «que le introdujeron escobas y la punta de sus armas por el ano». A Alí le quemaron la piel con químicos y lo sometieron a descargas eléctricas.
La lucha contra el terrorismo fue uno de los argumentos de Estados Unidos para invadir países como Irak y Afganistán. La práctica de «malos tratos», eufemismo utilizado para reemplazar a torturas, se justificó en la necesidad de obtener información de prisioneros, muchos de ellos civiles, entre los cuales también había mujeres, para así evitar atentados.
Estas atrocidades cometidas por soldados estadounidenses y británicos no son el resultado de comportamientos de individuos trastornados. Son parte de la estrategia militar para llevar adelante la guerra y la represión contra las poblaciones consideradas enemigas por parte de los Estados Unidos y Gran Bretaña.
El imperialismo estadounidense, al igual que lo hizo el nazismo y lo hace el sionismo, pretende encubrir sus acciones criminales y justificarlas mediante discursos propagandísticos en los que se declara como defensor de la paz, la libertad y la democracia, imaginándose a sí mismo como una potencia poseedora de una superioridad moral frente a sus contendientes u opositores.
Para Estados Unidos, sus guerras (léase invasiones militares) tienen causas justas y lo que han hecho, pese a los miles de crímenes que han cometido, tiene nobles propósitos. Incluso, cuando se trata de hablar de las bestialidades cometidas como el asesinato de civiles, la aplicación de la tortura, los bombardeos indiscriminados, la responsabilidad recae en el otro que, por su condición brutal, ha provocado que se realicen actos despreciables. Es el enemigo cruel el que conlleva a Estados Unidos a responder de forma atroz. Los niños que resultaron heridos el 12 de julio de 2007 por los disparos efectuados desde el helicóptero Apache, fue responsabilidad de quienes estaban con esos infantes en aquel lugar: «Bueno, es culpa de ellos por llevar niños a la batalla», manifestó uno de los soldados estadounidenses.
Donald Rumsfeld, «el carnicero de Bagdad», justificó el secuestro de personas en distintos lugares en Medio Oriente y su posterior encarcelamiento y tortura en Guantánamo, porque se trataban de individuos de «lo peor de lo peor», pese a que a la gran mayoría de quienes pasaron por eso, no se les pudo demostrar ninguna actividad criminal.
Sus actos atroces también pretenden taparlos mediante artimañas lingüísticas que ocultan la realidad de lo sucedido: los crímenes premeditados contra civiles se los presenta como errores no intencionales, los asesinatos de personas como daños colaterales. El bombardeo efectuado en 1999 por un avión F‑16 contra un convoy de civiles albaneses que viajaban entre Prizren y Djakovica, en Kosovo, se asumió como un error por la OTAN, mientras el portavoz civil de esa organización, Jamie Patrick Shea, expresaba en ese momento que «el piloto atacó lo que le pareció que era un convoy de vehículos militares (del ejército de la extinta Yugoslavia). Estaba convencido de que era un objetivo legítimo. Lanzó sus bombas de buena fe». La misma buena fe con la que aviones estadounidenses tipo B‑2 bombardearon la embajada de China en Belgrado.
Accidente, error, buena fe, noble objetivo, así justifican sus crímenes Estados Unidos y sus socios.
El 8 de abril de 2003 en Bagdad, el periodista de la cadena española Telecinco, Javier Couso fue asesinado por el disparo efectuado desde un tanque estadounidense Abrams contra el Hotel Palestina, donde estaban ubicados periodistas de distintos medios extranjeros. El ataque injustificado también provocó la muerte del reportero Taras Protsyuk, de la agencia Reuters. El coronel Bufort Blount argumentó que, desde el hotel mencionado, francotiradores habían hecho disparos de cohetes RPG y armas de pequeño calibre. La culpa, como se desprende de esas declaraciones, no era de los soldados estadounidenses, sino de los iraquíes. Lo que no consiguió explicar es como los soldados provistos de visores térmicos en los tanques, que pueden detectar objetivos a cuatro kilómetros de distancia, no distinguieron que quienes se encontraban en el piso 15 del hotel no eran francotiradores.
El Departamento de Defensa de los Estados Unidos concluyó que los militares que dispararon lo hicieron en legítima defensa. El 30 de octubre de 2005, en el periódico El País, Elsa Granda, en un artículo titulado «¿Has hecho un jodido disparo contra el hotel Palestina?», cita una declaración del coronel Philip de Camp que en una entrevista en Los Angeles Times dijo: «Siento decirlo, pero soy el tipo que ha matado a los periodistas. Me siento mal, pero no tenía opción. Mis soldados estaban en peligro». Victoria Clarke, portavoz del Departamento de Defensa de los Estados Unidos en ese entonces, declaró que lo ocurrido se trató de «un acto de defensa propia» y que «los soldados no solo estaban en su derecho al disparar, sino que era su responsabilidad». La victimización del victimario como mecanismo para justificar el ataque.
Las tropas de la coalición que invadió Irak, liderada por Estados Unidos con George W. Bush a la cabeza y el apoyo de Inglaterra con Tony Blair y de España con José María Aznar, también atacó las sedes de las cadenas de televisión Abu Dhabi y Al Jazzera en la que cayó asesinado el corresponsal Tareq Ayoub.
Pese a esto, muchos periodistas de las cadenas occidentales actuaron como propagandistas de Estados Unidos e Inglaterra. En el documental La Guerra que no se ve, John Pilger expone que en Gran Bretaña algunos periodistas aplaudieron la invasión de Blair y Bush, mientras se ensalzaba y elogiaba su estrategia. Andrew Marr, quien fuera editor político de la BBC News el 9 de abril de 2003 decía unas palabras en homenaje al primer ministro británico, Tony Blair: «dijo que tomarían Bagdad sin provocar un baño de sangre y que los iraquíes celebrarían esa ocupación. Se ha demostrado que ambas afirmaciones eran absolutamente certeras. Sería una descortesía, incluso por parte de sus críticos, no reconocer que esta noche ha demostrado ser un gran hombre y un primer ministro sólido».
Periodistas de la Fox News aconsejando que armas usar, otros enamorados de aviones de guerra o confesando sus preferencias por esos mismos aparatos que luego servirían para acabar con la vida de civiles iraquíes y destruir al país. Para ellos, la guerra no era más que un espectáculo en el que cada bomba lanzada durante horas de la noche, se asemejaba a un festival de luces y fuegos artificiales.
Mientras Estados Unidos y sus aliados asesinaban a periodistas independientes, no sujetos a las directrices del Pentágono, los periodistas empotrados justificaban la invasión, por supuesto sin denominarla así, actuando como reproductores de la propaganda imperialista, para de esa manera «ganar la mente y los corazones» del público, el cual consentiría las agresiones militares de los Estados Unidos en forma acrítica.
En 2007, Pilger, en una conferencia titulada «Geopolítica y concentración mediática», hizo referencia a la periodista del New York Times, Judith Miller, como una pieza clave al servicio del Pentágono para la preparación de la invasión militar contra Irak en 2003.
Ernesto Carmona, en un artículo publicado en Voltairenet.org el 14 de octubre de 2004, expuso que «Miller tuvo un rol importante promoviendo la agenda del equipo presidencial [el de Bush] en Irak. Fue la autora del primer artículo que se publicó sobre un supuesto programa de Armas de Destrucción Masiva (WMD, en inglés) que supuestamente desarrollaba Saddam. Bajo el título «Amenazas y Respuestas: Los iraquíes; EE.UU. dice que Hussein intensifica la demanda de piezas para la bomba atómica», la periodista afirmó que Irak trató de importar miles de tubos de aluminio para obtener uranio enriquecido destinado a fabricar armas nucleares. Todas sus mentiras reforzaron los argumentos de la administración Bush para legitimar la invasión». Judith Miller, la periodista del Pentágono, recibió por parte de la Sociedad de Periodistas Profesionales el premio a la libertad de expresión.
Nada de ello debe sorprender. Las corporaciones mediáticas están al servicio de los poderes fácticos. La manipulación de la mente de las personas es su objetivo, para lo cual no tienen problema en engañar, mentir, estigmatizar, ocultar y tergiversar la realidad y, por supuesto, ensalzar las acciones de las potencias capitalistas, de los grupos oligárquicos, de las estructuras armadas del imperialismo, así como de políticos, hombres de negocio o militares que forman parte del establishment.
Desde el 24 de febrero de 2022, ninguna de las corporaciones mediáticas al servicio de Estados Unidos y la OTAN ha dejado de llamar «invasión» a la operación militar rusa en Ucrania. Sin eufemismos y al unísono, los medios occidentales declararon ese día que Rusia había invadido Ucrania, violando su soberanía y que Putin es un enemigo de la paz, con mentalidad imperialista. De igual manera, el aparato de propaganda otanista no ha dejado de hacer referencia a las víctimas civiles provocadas por la agresión militar rusa al pueblo ucraniano. Por supuesto, para proteger las espaldas del presidente Zelensky, se han cuidado mucho de hablar de las otras víctimas civiles, causadas por los bombardeos del ejército de Ucrania y los batallones neonazis adjuntos a él en la región de Donbass.
El uso del lenguaje está condicionado por los intereses a los que responden los medios de comunicación y sus periodistas, reporteros, así como de la ideología o identificación política de quienes construyen las informaciones, las noticias, los reportajes. No hay neutralidad en el uso de las palabras, las mismas que, en determinados contextos, pueden convertirse en herramientas fundamentales para la propaganda y guerra psicológica dentro de los conflictos sociales y bélicos.
La hipocresía que hoy domina a partir de la intervención militar rusa contra Ucrania, cuyas causas las ignoran, las ocultan o las minimizan los medios de comunicación occidentales, se pone en evidencia en la forma como las grandes corporaciones mediáticas construyen el discurso informativo para dar a conocer al público lo que acontece en la zona de conflicto.
Estados Unidos y sus aliados europeos han sido responsables de crímenes atroces como resultado de las diversas invasiones militares que han ejecutado contra pueblos en el mundo entero, utilizando siempre argumentos basados en mentiras y engaños. Sin embargo, esto no ha sido impedimento para que el aparato de propaganda imperialista difunda la idea de que ellos luchan por la libertad y la paz mundial.
Jon Piechowski, asesor senior del Departamento de Estado de los Estados Unidos, con total cinismo ha expresado que «Rusia propaga la desinformación, pero que a pesar de esto no ha podido silenciar la verdad de la invasión militar a Ucrania, donde ha cometido atrocidades, mientras ataca a periodistas, bloquea medios de comunicación y restringe las redes sociales».
Este funcionario parece ignorar que Estados Unidos y sus socios europeos han censurado, bloqueado e impedido que Rusia Today y Sputnik Novosti den a conocer al mundo la otra versión de lo que pasa en Ucrania, medidas que corroboran que Estados Unidos y la Unión Europea únicamente defienden la libertad de expresión de sus corporaciones y los discursos que les son favorables a sus intereses.
Youtube cerró definitivamente los canales de Rusia Today en el mundo entero. En América Latina contaba con 6 millones de suscriptores, siendo uno de los canales más vistos en la región. El canal ¡Ahí les va!, de la periodista Inna Afinogenova, con un millón de suscritores, también ha sido censurado por esta plataforma.
En Ecuador, el medio de comunicación «La Posta» festejó a través de un tuit, publicado el 27 de febrero de 2022, la censura de Rusia Today: «¡Por fin una buena noticia! Para alivio de los europeos, la cadena informativa rusa RT saldrá del aire». El mismo día la revista colombiana Semana publicó una noticia con el título «Medio de comunicación que apoya al invasor Putin provoca una ola de indignación» en la cual señala que Rusia Today tiene «un tinte benigno y abiertamente pro-ruso» sobre el conflicto con Ucrania. Semana cita al diario estadounidense The Washignton Post que califica a RT como «el megáfono de propaganda de Rusia al mundo». Lo paradójico es que periodistas de estos medios como Luis Vivanco o Vicky Dávila se han erigido como adalides de la lucha en defensa de la libertad de expresión. El 22 de marzo de 2013 Vivanco escribió en un tuit: «(…) La libertad de expresión es el punto cardinal de los derechos, es la base insustituible para la democracia», mientras que Dávila tuiteó el 8 de septiembre de 2020 que «(…) La libertad de expresión es un derecho humano fundamental».
La doblez de periodistas puestos al servicio de los intereses del imperialismo.
El 23 de enero de 2015 la cadena Telesur, que también ha sido objetivo de los ataques del gobierno de Estados Unidos, publicó que «la BBG, agencia encargada de supervisar todas las transmisiones de radio y televisión no militares del gobierno federal, comparó las actividades del canal de noticias Russia Today (RT), con las desarrolladas por el Estado Islámico». En 2019 el Ministerio de Relaciones Exteriores y de la Mancomunidad de Naciones del Reino Unido prohibió a RT y Sputnik asistir a una conferencia sobre la libertad de los medios en Londres.
Como se evidencia, la ofensiva contra Rusia Today y Sputnik no es de recién. Estados Unidos y Reino Unido desde tiempo atrás han manifestado su preocupación ante la presencia de los medios rusos, debido a que ellos constituyen un contrapeso para confrontar las informaciones alineadas con las políticas de Washington y Londres, las cuales se transmiten a través de las grandes corporaciones mediáticas puestas al servicio de las potencias imperialistas.
Ned Price, portavoz del Departamento de Estado de los Estados Unidos ha dicho que el «ataque al derecho a la información debe parar» ante la decisión de un tribunal de Moscú de designar a Meta, incluido Facebook e Instagram, como «extremistas». Días antes Facebook había autorizado difundir en algunos países mensajes con llamados como «muerte de los invasores rusos» o publicaciones en las que se pide la muerte de Putin y del presidente bielorruso Lukashenko. Algo impensable para los ciudadanos de Irak o Libia que han sufrido la invasión de tropas estadounidenses.
El mundo visto al revés por Estados Unidos, la OTAN, la Unión Europea, sus grandes corporaciones mediáticas y sus aliados en otros rincones del mundo.
Mientras, el aparato de propaganda y guerra psicológica puesto a las órdenes del régimen ucraniano, dirigido por la CIA y la Open Society Foundations, de George Soros, no cesa un solo instante la difusión al mundo de lo que calificado como «la barbarie rusa» en Ucrania. Su objetivo es lograr que a nivel internacional la imagen de Putin y del ejército ruso esté relacionada con crímenes de lesa humanidad, bombardeos a poblaciones, destrucción de infraestructura civil y muerte de personas inocentes.
El periodista Dan Cohen ha puesto en evidencia la existencia de una red de asesores extranjeros, expertos en relaciones públicas y manejo de propaganda, cabilderos, millonarios, funcionarios estadounidenses, la CIA y sus organizaciones fachadas, medios de comunicación, redes sociales como Facebook para llevar adelante la campaña de relaciones públicas y propagandística a favor de Ucrania. En la investigación de Cohen, publicada en la página web de la organización MintPress News bajo el título «La guerra de propaganda de Ucrania: empresas internacionales de relaciones públicas, cabilderos de DC y recortes de la CIA», el autor devela los vínculos del régimen de Zelensky con «una legión internacional de empresas de relaciones públicas que trabajan directamente con el Ministerio de Relaciones Exteriores de Ucrania para librar una guerra de información.» La estrategia propagandística hace referencia a uso del lenguaje, difusión de noticias falsas, con contenidos impactantes y de mensajes con lenguaje xenófobo, racista y con simbología nazi en los que se exalta además la figura del colaborador de las SS, Stepán Bandera.
Entre las mentiras difundidas está la publicación de un vídeo de la Islas de las Serpientes en el cual unos guardias fronterizos ucranianos dicen a unos soldados rusos que se «vayan a la mierda» cuando les inducen a rendirse, luego de lo cual fueron asesinados. Zelensky habló en una conferencia en la que dijo que los condecoraría con la medalla Héroes de Ucrania. Los soldados en realidad estaban vivos y bien, pero a nivel internacional se dijo otra cosa.
Otro ejemplo que expone Cohen es el de un supuesto ataque ruso contra el teatro de Mariúpol, el 16 de marzo de 2022, donde se refugiaban cerca de 1.300 civiles. Los medios occidentales han acusado a Rusia de haber efectuado un bombardeo contra esa instalación, sin plantearse otra posibilidad. Los Angeles Times publicó ese día la noticia bajo el título «Lo último: Rusia bombardea teatro de Mariúpol», la agencia EFE también difundió al mundo la información con el título «Rusia bombardea un teatro de Mariúpol donde había cientos de refugiados».
¿Fue Rusia la responsable de ese ataque?
David Cohen menciona al periodista estadounidense Max Blumenthal quien puso en duda la versión oficial, puesto que la explosión habría sido resultado de una operación de falsa bandera llevada a cabo por el batallón neonazi Azov. Blumenthal escribió en Monthly Review online que «el supuesto bombardeo tuvo lugar justo cuando el presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, apeló al Congreso de Estados Unidos por una zona de exclusión aérea, alimentando el coro para la confrontación militar directa con Rusia y aparentemente inspirando al presidente Joe Biden a calificar a Vladimir Putin, el presidente ruso, como un “criminal de guerra”».
El 12 de marzo de 2022 el Ministerio de Relaciones Exteriores de Ucrania acusaba a Rusia de haber perpetrado un ataque contra la mezquita del sultán Suleiman el Magnífico, donde se encontraban 80 refugiados, entre ellos ciudadanos turcos. El ministro de Relaciones Exteriores de Turquía, Mevlut Cavusoglu, desmintió la noticia sobre el bombardeo. No obstante, diversos medios en el mundo se hicieron eco de la información difundida por el régimen ucraniano. La revista Vistazo de Ecuador publicó el 13 de marzo un tuit con una imagen en la que se lee: «Rusia bombardea una mezquita en la que había 80 civiles en Mariúpol. “la peor catástrofe humanitaria del planeta”».
Los principios de orquestación y exageración de Joseph Goebbels, utilizados con precisión por el aparato de propaganda de Zelensky. Mentir sobre las acciones del ejército ruso, crear una comunidad entre las personas que convencidas de las mentiras que se repiten una y otra vez, sienten rechazo hacia quienes consideran están masacrando al pueblo ucraniano, mientras se continúa difundiendo un sinnúmero de ideas negativas que, amplificadas, provocan una constante indignación contra Rusia.
Hablar de lo que pasa en Ucrania como «la peor catástrofe humanitaria del planeta» deja de lado, ya sea por cuestiones propagandísticas y también ideológicas, racistas, los crímenes del imperialismo estadounidense y sus aliados en otros lugares del mundo donde se viven situaciones más graves y dolorosas que en la propia Ucrania, como la que se vive en Yemen sometida a una cruenta invasión militar por parte de Arabia Saudita, con armamento suministrado por Estados Unidos, situación que los medios occidentales callan. Las Naciones Unidas señalan que 17,4 millones de personas necesitan asistencia alimentaria en Yemen, mientras 7,3 millones están en situación de emergencia alimentaria.
Pero ¿por qué debería importar Yemen? En fin de cuentas, no está en Europa.
Las agresiones militares de Estados Unidos contra Irak, Afganistán, Libia, Siria han provocado millones de personas desplazadas en el mundo. Igual sucede con el pueblo palestino atacado permanentemente por régimen criminal sionista de Israel.
A la Europa del capital solo le interesan los migrantes, cuando necesita mano de obra esclava o barata. Europa practica un humanitarismo barato e hipócrita, tal como dice Basem Tajeldine, porque a más de ser responsable de los conflictos que se dan en África y Medio Oriente con el financiamiento a grupos terroristas que han desatado conflictos militares en beneficio de las transnacionales capitalistas, impide el ingreso a sus territorios o expulsa a miles de migrantes, refugiados que provienen de esas regiones mientras no les sean necesarios para sus fines económicos.
Esta hipocresía, acompañada de racismo, ha quedado en evidencia con los mensajes emitidos por reporteros de varias cadenas occidentales indignados ante la situación que viven los refugiados ucranianos de ojos azules y que no forman parte de esos países subdesarrollados que poco o nada les importa: «Lo impensable ha sucedido… Esta no es una nación en desarrollo, del tercer mundo. ¡Esto es Europa!» (Lucy Watson, ITV News), «Solo para decirlo sin rodeos: estos no son refugiados de Siria. Son refugiados de la vecina Ucrania. Y eso, francamente, es parte de ello. Estos son cristianos, son blancos. Son muy similares a las gentes que viven en Polonia» (Kelly Cobiella, NBC News); «Esto no es un lugar, con todo respeto, como Irak o Afganistán que tienen conflictos décadas, este es un país relativamente civilizado y relativamente europeo, debo elegir las palabras con cuidado» (Charlie D’Agata, CBS News); «No estamos hablando aquí de sirios que huyen de los bombardeos del régimen sirio respaldado por Putin, estamos hablando de europeos que se van en autos que se parecen a los nuestros para salvar sus vidas» (Philippe Corbe, BFM TV); «Es gente como tú y como yo. He visto bolsos de Dolce y Gabbana, ropa de Louis Vuitton. Gente que podría estar en Madrid perfectamente, como nosotros. Y vive en condiciones deplorables. Hacinados en centros comerciales que se convierten en campos de refugiados» (Íñigo Palomar, 13tv).
La política racista del régimen de Ucrania y sus aliados también ha quedado de manifiesto con las declaraciones del fiscal adjunto jefe de ese país, David Sakvarelidze a la cadena BBC News: «Esto es muy emocional para mí porque veo a gente europea con ojos azules y cabello rubio siendo asesinados, niños asesinados todos los días con los misiles de Putin».
Nadine White, en el «Independent en español», en un artículo publicado el 21 de marzo de 2022 expone la política selectiva, discriminatoria y racista por parte de Ucrania y Polonia con las personas negras que huyen del conflicto.
Esta es la doble moral de Europa y del régimen ucraniano, la cual también se evidencia en las informaciones sobre las acciones militares rusas.
Los medios occidentales difundieron el lunes 21 de marzo de 2022 la noticia sobre un bombardeo perpetrado por Rusia contra un centro comercial en Kiev. DW publicó: «Ataque ruso contra centro comercial deja 8 muertos en Kiev», RTVE hizo lo mismo: «Rusia intensifica los ataques a civiles con el bombardeo a un centro comercial en Kiev». Nótese que en este último titular el sentido que se transmite es el de que el ejército ruso ataca permanentemente a civiles.
¿Qué sentido tendría atacar un centro comercial? Las informaciones divulgadas tienen como propósito generar en la mente de las personas un rechazo a las acciones de Rusia que estaría lanzando ataques contra instalaciones civiles, lo cual demostraría su crueldad. La realidad es que el centro comercial había sido convertido en una instalación militar, en cuyo estacionamiento, como lo evidencian imágenes difundidas a través de las redes sociales, se encontraban vehículos militares y en sus inmediaciones sistemas de lanzacohetes.
El pasado 12 de marzo de 2022 Rusia destruyó con armas de alta precisión un centro de capacitación de las Fuerzas Armadas de Ucrania ubicado en la provincia de Leópolis, cercana a la frontera con Polonia, en el cual donde se entrenaban mercenarios de distintos países. Según informaciones del Ministerio de Defensa Ruso, 180 mercenarios fueron abatidos en esta acción. Los medios al servicio de Kiev hablaron de la destrucción de un «Centro Internacional para el Mantenimiento de la Paz y la Seguridad» donde se encontraban «instructores extranjeros» y no mercenarios.
Negar la muerte de civiles en Ucrania como resultado de las operaciones militares de ambos bandos, sería faltar a la verdad. Sin embargo, los medios occidentales, alineados con el régimen de Zelensky, a más de que únicamente difunden las versiones oficiales de Kiev, pretenden instalar en la mente de las personas la idea de que solo el ejército ruso ha provocado crímenes contra el pueblo ucraniano.
Elizabeth Throssell, portavoz de la Oficina de Derechos Humanos de la ONU, se ha hecho eco de las acusaciones de Kiev y la propaganda otanista contra Rusia. «Los ataques de Rusia a los civiles en Ucrania pueden constituir crímenes de guerra», ha dicho. La ONU señala que existen 564 civiles muertos y 982 heridos, aunque la cifra podría ser mayor. «Recordamos a las autoridades rusas que dirigir ataques contra civiles y objetos civiles, así como los llamados bombardeos de área en pueblos y aldeas y otras formas de ataques indiscriminados están prohibidos bajo el derecho internacional y pueden constituir crímenes de guerra», expuso Throssell.
Lo extraño es que dicha funcionaria no haya expresado preocupación alguna por los crímenes documentados del ejército ucraniano y los batallones neonazis contra Donbass, la utilización de civiles como escudos humanos y de instalaciones médicas, edificios de apartamentos, escuelas, como centros de operaciones militares para lanzar ataques contra las tropas rusas, poniendo en riesgo la vida de las personas que permanecen retenidas en esos lugares.
Una vez más, el doble rasero. Mientras se culpabiliza a Rusia de crímenes de guerra, se silencian los cometidos por Ucrania. El aparato de propaganda al servicio de Estados Unidos, la OTAN y el régimen ucraniano no cesará en afirmar que el ejército ruso mata a civiles inocentes, lo cual lo repetirá una y otra vez para de esa manera penetrar en el subconsciente de las personas que terminarán convencidas de la afirmación hecha, aunque no existan elementos probatorios certeros que permitan corroborar que hay una política deliberada para matar a civiles por parte de Rusia en Ucrania.
En 2016 la periodista y documentalista francesa, Anne-Laure Bonnel, estrenó el documental Donbass. En el filme la realizadora expone la vida de los habitantes de esa región sometida a los ataques del ejército ucraniano y las fuerzas ultranacionalistas, intensificados desde el golpe de Estado ejecutado en 2014 contra el presidente Víktor Yanukóvich, conocido como el Euromaidán.
El 1 de marzo de 2022, en la cadena de televisión francesa, CNews, Anne-Laure señaló que el ejército ucraniano había lanzado ataques contra la población civil en Donbass. «Ayer estuve en una escuela donde dos maestras fueron cortadas en dos por una bomba», dijo la periodista francesa que ha sido censurada por el periódico Le Figaro, mientras el diario Libération la acusó de «apegarse a los argumentos de las autoridades rusas».
La descalificación como un arma para desacreditar a quien ha mostrado el verdadero rostro del ejército ucraniano y los batallones de neonazis en Donbass, constituye un instrumento de quienes se ponen del lado del régimen ucraniano y de la OTAN.
Desde 2014 el régimen ucraniano ha provocado la muerte de civiles en Donetsk y Lugansk. En mayo de ese año, estas regiones, ubicadas al este de Ucrania, proclamaron su independencia, tras aprobarse en un referéndum la separación de Ucrania. La mayoría de la población habla ruso y son zonas mineras e industriales fronterizas con Rusia. La respuesta de Kiev ha sido la de llevar adelante bombardeos indiscriminados, el asedio y bloqueo de las ciudades, la privación del suministro de agua, así como el asesinato de civiles y combatientes que han sido torturados y luego ejecutados. Tanto en Donetsk como en Lugansk se han encontrado fosas comunes con los cuerpos de personas asesinadas por el ejército ucraniano y los batallones neonazis.
A 14.000 asciende el número de víctimas en Donbass, mientras 1,5 millones de personas han sido desplazadas desde el inicio del conflicto hace 8 años.
En 2016 se dio a conocer que miembros del batallón Tornado, un grupo ultranacionalista ligado al Ministerio del Interior ucraniano, habían grabado en sus teléfonos celulares las violaciones cometidas contra mujeres, niñas e incluso bebés en la región de Donbass. La información fue publicada inicialmente el 8 de agosto de 2016 por el diario español ABC, que la ha eliminado de su página web para no ensuciar la imagen del régimen ucraniano. No se debe olvidar que Zelensky concedió libertad a presos con experiencia militar, muchos de ellos neonazis, para que combatan al ejército ruso.
En el distrito de Kalininsky, en el bulevar Shevchenko, en Donetsk, en homenaje a los niños asesinados por el ejército ucraniano y los ultranacionalistas se colocó una placa conmemorativa. El lugar se conoce como «El Callejón de los Ángeles».
El 15 de marzo de 2022 el presentador del canal ucraniano, «24 Channel», Fajrudin Sharafmal, hizo un llamado a matar a todos los niños rusos, citando una frase del criminal de guerra nazi, Adolf Eichmann: «Si ya nos están llamando nazis y fascistas en Rusia, entonces me tomo la libertad de citar a Adolf Eichmann. Dijo que tienes que matar a los niños para destruir una nación. Porque si solo matas a los adultos, los niños crecerán y se vengarán. Si los niños fueran asesinados, nunca crecerían y la nación perecería», manifestó.
En 2014 el periodista ucraniano, Bogdán Butkévich, en un mensaje cargado de odio, de corte filonazi, expresó en «hromadske.tv» que «en Donbass existen 1,5 millones de personas absolutamente inútiles» y que «lo principal que hay que hacer, por cruel que suene, es que existe una cierta categoría de personas que, sencillamente, deben ser asesinadas».
Zelensky parece haber tomado nota de estas declaraciones puesto que el 14 de marzo de 2022 el ejército ucraniano lanzó un misil balístico táctico Tochka‑U contra un área residencial de la ciudad de Donetsk, provocando la muerte de 21 civiles y 37 personas heridas.
Desnazificar Ucrania es una necesidad imprescindible, pero Estados Unidos y la OTAN prefieren mantener a un régimen amparado por grupos neonazis, enviando millones de dólares en ayuda militar para alargar el conflicto y que su aparato militar industrial seguir obteniendo ganancias.
Dax Toscano Segovia
27 de marzo de 2022