El pasado 14 de marzo, el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, enviaba una carta al rey marroquí, Mohamed VI, en la que abogaba por re-establecer las relaciones diplomáticas entre ambos países, para lo cual asumía el proyecto de autonomía del régimen marroquí para el Sáhara Occidental, por ser el proyecto “más serio, creíble y realista” puesto sobre la mesa. Este proyecto de autonomía, presentado por Marruecos en 2007, supone la negación del derecho de autodeterminación del Sáhara por parte de la potencia administradora del territorio (España) y por parte del país ocupante (Marruecos), como las resoluciones de la ONU así lo indican. Asimismo, supone dar credibilidad y la iniciativa a Marruecos quien, no sólo ha venido cometiendo asesinatos, abusos, violaciones, encarcelamientos y vulneración de derechos humanos a la población saharaui, como el actual caso de Sultana Jaya, sino que se encuentra en guerra con el Sáhara y el Frente Polisario desde que el 13 de noviembre del 2020 rompiera el alto el fuego y ocupara el paso fronterizo del Guerguerat, en la frontera con Mauritania.
No cabe duda de que esta decisión del ejecutivo español no puede considerarse de otra manera que como una traición al pueblo saharaui y a su legítimo representante, el Frente Polisario. No obstante, es evidente que tampoco puede sorprender el posicionamiento: hace tiempo que el PSOE (así como gobiernos anteriores del PP) apoyan la propuesta de autonomía marroquí, si bien hasta ahora no habían dado el paso de romper la “neutralidad activa” de la diplomacia española a este respecto. Han surgido voces desde diversos espectros ideológicos tildando el movimiento de Pedro Sánchez de cesión ante el chantaje marroquí, de humillación española frente a Marruecos o de insensatez por el previsible empeoramiento de las relaciones con Argelia, principal exportador de gas a España e histórico valedor de la causa independentista saharaui. Varios aspectos cabe precisar en este viraje de posicionamiento y el momento en que ocurre:
1. Como comunistas, debemos una vez más recordar que España es un país que forma parte del centro capitalista y que posee un papel activo, ya sea en las agresiones militares (mediante la OTAN), o en los pillajes neocoloniales, que caracteriza al imperialismo occidental. Para el caso de África, la burguesía española tiene importantes proyectos en la región (como muestra el III Plan África), que se pueden sintetizar en tres frentes: el inversor, el energético y el control migratorio. Esta naturaleza imperialista del capitalismo español contrasta con la realidad marroquí, un país con un pasado colonial, un presente neocolonial (fuertemente vinculado a los capitales franceses) y con un débil PIB (similar al andaluz), que trata de convertirse en potencia regional con aspiraciones expansionistas en el Sáhara y una represiva política interna, como podemos ver con las constantes violaciones de derechos humanos o la respuesta policial y militar al movimiento popular del Rif. El apoyo y sostén que los sucesivos gobiernos españoles desde la Transición han brindado al criminal régimen de Marruecos no sería, pues, una subordinación española ante Marruecos, como algunos “patriotas” españoles de izquierda y derechas defienden, sino la lógica alianza entre la burguesía de la antigua potencia colonizadora, con importantes intereses económicos y estratégicos en la región, y la burguesía de un país que quiere tener una posición fuerte en el Estrecho de Gibraltar, un o geoestratégico de primer orden a nivel mundial. Los pueblos de Marruecos, el saharaui y la población migrante son los grandes perdedores en este pacto neocolonial. De hecho, es de destacar los intereses que tanto España como Marruecos tienen en el Sáhara, para repartirse el pastel de sus ricos recursos: pesca, fosfatos, gas, petróleo e incluso uranio, así como amplias extensiones de desierto en las que las instalaciones de plantas solares son posibles y ya están proyectadas.
2. En todo este contexto, es evidente que la cuestión energética juega un papel central, pero no en el sentido que suele afirmarse. El movimiento de Pedro Sánchez de aceptar el proyecto de autonomía de Marruecos para el Sáhara parece ser una afrenta para Argelia, el que hasta el año pasado era el principal proveedor de gas de España (representando un 45 – 50% del gas que se consumía en España). No obstante, el proyecto de desenganche de España del gas argelino es una realidad desde hace años: ya en 2020 hubo momentos en que se le compró más gas a los EEUU que a Argelia; además, el descubrimiento de bolsas de petróleo y gas natural en Mauritania, hace que este país y su gas natural se conviertan en objetivo estratégico para España (como demuestra la visita del presidente mauritano a España el 16 de marzo, tratando este aspecto), con la posibilidad de que dicho gas entrase en la Península vía Canarias-Huelva. Más allá de esto, el panorama de la energía está cambiando a pasos acelerados y el horizonte que se describe es una mayor diversidad de fuentes energéticas y, en concreto, de gas natural: así, el propio Marruecos se está situando como un socio de primer orden en el futuro comercio de hidrógeno verde (extraído de plantas solares como la de Ouarzazate, al sur del país). El cierre por parte de Argelia del gaseoducto Magreb-Europa el pasado mes de octubre y la intervención militar rusa en la guerra de Ucrania, ha venido a acelerar este proceso, con la caída de Argelia como principal importador de gas, siendo sustituido por EEUU y ascendiendo en importancia Nigeria. Más allá de si Argelia decide cortar el grifo de gas a España (lo cual no parece interesarle, al ser España el segundo mayor comprador de gas argelino), lo que está claro es que España, en medio de la crisis ucraniana, se va a reforzar como principal país de entrada de energía a Europa, mediante Argelia, Marruecos y Mauritania.
3. Con esta realidad de fondo, el gobierno español ha decidido primar la seguridad en las fronteras al respeto de los derechos humanos. Ha sido sin duda éste el elemento central en la decisión tomada por Pedro Sánchez: Marruecos es un actor clave en el control de los flujos migratorios africanos hacia Europa y no podía permitirse la ruptura de las relaciones diplomáticas mientras Europa (y la misma España) se enfrenta a una crisis mayúscula vinculada a la guerra en Ucrania, las sanciones a Rusia, la inflación y la subida de los precios de gas y electricidad. Europa no puede permitirse tener dos frentes de guerra abiertos a la vez y, no lo olvidemos, la guerra que se libra mediante el saqueo neocolonial de África, que causa importantes flujos migratorios que llegan a nuestras fronteras, es uno de ellos, y de vital importancia, como vemos en las políticas migratorias de la UE. Pedro Sánchez lo sabe y, con el visto bueno de la UE, como pone de manifiesto las declaraciones de Nabila Massrali, portavoz europea de Exteriores, aplaudiendo la noticia, ha decidido sacrificar al peón más débil y consumar la traición al pueblo saharaui como el precio menor a pagar por resolver esta crisis.
Desde Andalucía, como parte integrante del estado español, y siendo conscientes de que jugamos un papel clave geopolítico, en la frontera sur de Europa, repetimos alto y claro que la dignidad y autodeterminación de los pueblos no se negocia. Señalamos al imperialismo español y Marruecos, como su potencia aliada, como responsables directos de la perpetuación de la ocupación militar y la colonización del territorio del Sáhara Occidental.
Toda la solidaridad con el Sáhara y el Frente Polisario.
Abajo con el estado español, cárcel de pueblos y agresor imperialista.
Viva Andalucía libre, socialista y feminista