Viene de: Coyuntura actual. Análisis desde Andalucía. I. El ámbito global
Desde Andalucía, como pueblo integrante de la Unión Europea (UE), debemos continuar nuestro análisis abordando el marco europeo. Para ello, vale la pena comenzar caracterizando a la UE como un potente mecanismo de disciplinamiento y explotación en tres planos:
a) A nivel internacional, como parte del bloque imperialista, ha sido parte activa en agresiones a pueblos, neocolonización y control migratorio con el objetivo de aumentar los beneficios de sus multinacionales y empresas, así como mantener la mal llamada “paz social” del continente.
b) Entre los países europeos, al reforzar el desarrollo desigual de las distintas economías estatales: las economías centrales (Alemania, fundamentalmente) aprovechan la mano de obra barata de los países periféricos y su potencia industrial para crecer en el mercado internacional; mientras que las periferias (Italia, Grecia, Estado español, Europa del Este…) se mantienen dependientes del centro en lo que a importación de productos de alto valor añadido y de crédito bancario se refiere.
c) A la clase trabajadora europea, agudizando su explotación, ya que las políticas neoliberales obligan a disminuir las políticas sociales de los estados o rebajar los derechos laborales, especialmente en los países periféricos.
Sobre esta realidad, cualquier análisis que se haga de la situación europea en la actual coyuntura no puede ser más que preocupante para los intereses de las clases populares. Aterrizando las tendencias que se viven a nivel mundial, tanto la inflación como la crisis energética o las tensiones en el bloque imperialista se han dejado sentir, con las siguientes particularidades:
Una Europa lanzada a la recesión
Si bien hasta ahora la economía europea había ido consiguiendo capear el temporal, evitando entrar en recesión desde finales del 2019, los acontecimientos del año 2022 lo han cambiado todo. Cabe entender que llegamos al 2022 en plena recuperación del impacto de la pandemia de covid-19. Esta recuperación se había basado en la suspensión de la aplicación del Pacto de Estabilidad y Crecimiento abriendo el grifo del dinero (y la deuda) a los estados miembros para evitar una crisis económica de grandes proporciones. De esta forma, en verano del 2020, se aprobaron los fondos Next Generation UE para conceder a los estados miembros préstamos para recuperar las economías, que se debían ir entregando entre los años 2021 y 2022 en función de los planes presentados por los estados y las reformas estructurales planteadas, en lo que ha supuesto otro claro chantaje de la Comisión europea a los estados miembros, como reflexionamos en este editorial. Es en el contexto de pleno desarrollo de estos fondos, con importantes dudas de cómo se devolverán esos préstamos y qué alcance tendrán realmente, cuando llega la crisis de Ucrania. La decisión europea de aplicar paquetes de sanciones a Rusia ha causado un verdadero efecto boomerang, como adelantamos, que está afectando a la economía europea en cuatro aspectos primordiales:
1) La inflación está golpeando duramente las economías en este comienzo de año. Su origen inmediato son las sanciones a Rusia, con el consiguiente encarecimiento de materias primas y alimentos, lo cual se ha unido a una realidad previa: el descenso de la rentabilidad de las inversiones. Al calor de las recetas neoliberales, el Banco Central Europeo (BCE), de manera más tardía que otros países, ha decidido finalmente subir los tipos de interés en julio y septiembre., comenzando por una subida del 0,25% en julio. Por su parte, en relación a la contención de salarios como solución capitalista a la inflación, cada estado está tomando sus propias medidas, y, por nuestra parte, analizaremos el caso español en la próxima entrega de este análisis.
2) En lo que respecta a la crisis energética, nos detendremos más ya que en Europa se dan una serie de características específicas de gran interés. Estamos asistiendo a lo que parece ser un verdadero cambio de paradigma energético motivado por la intervención rusa en Ucrania. La presión de EEUU y los sectores más otanistas de Europa por activar las sanciones a Rusia ha tensado las posturas y las contradicciones en el seno del proyecto europeo.
Partimos del hecho de que en los últimos años, entre el 35 y el 40% del consumo energético europeo dependía de Rusia. Destaca el caso alemán, que ha generado una gran dependencia de los hidrocarburos rusos, como evidencian los proyectos del North Stream que han estado desarrollando en la última década por los cuales se aseguraba la afluencia de gas ruso barato hacia los centros industriales alemanes, favoreciendo la integración germano-rusa. Esta situación permite explicar las reticencias alemanas, pero también de otros países, como Hungría o Italia, para imponer un embargo instantáneo de los hidrocarburos rusos. Sea como sea, los siete paquetes de sanciones europeas a Rusia no incluyen aún una restricción al comercio de gas, sino sólo al petróleo.
Si bien Europa apuesta por ir realizando una desconexión gradual de las necesidades energéticas europeas del mercado ruso, debemos comprender que ésto traería consecuencias catastróficas, visto el efecto negativo que ya está teniendo en la economía europea las restricciones, y por lo tanto estará por ver si terminan llevando dicha desconexión hasta sus últimas consecuencias. Sólo hay que ver el pánico que ha causado las pretendidas amenazas (de momento motivadas más por las sanciones europeas a Rusia que por el “malvado Putin”) de que Rusia vaya a cortar el North Stream I. En todo caso, Europa se prepara para una reestructuración de su mercado y producción energética. Así, la denominada “transición energética” ha copado el 30% de los fondos NextGeneration del primer semestre del año. Esta transición se está caracterizando por la reactivación de la producción de la energía nuclear, térmica y la explotación de recursos gasíferos europeos o de potencias afines (como Marruecos, Mauritania y territorio colonizado en el Sáhara), las cuales han sido estratégicamente incluidas dentro de las energías verdes y, por lo tanto, susceptibles de recibir inversiones de los fondos europeos.
En paralelo, se están potenciando la energía eólica, solar y, sobre todo, de hidrógeno verde, en lo que puede suponer una verdadera colonización europea en términos energéticos: de los países del sur para la generación energía solar (como analizaremos en el caso andaluz), y de aquellos territorios con más recursos hídricos para el hidrógeno verde, que necesita de agua dulce para su producción. A esto se añade la compra de gas y petróleo más caro de otros destinos (entre ellos, oh! sorpresa, Estados Unidos). Las consecuencias más inmediatas son: la subida de precios de la energía en Europa, afectando tanto a los hogares, como a las industrias (y, por lo tanto, al ciclo inflacionista), así como al valor del euro. A medio plazo, amenaza con causar posibles problemas de desabastecimiento y “sequía” energética, así como el estancamiento económico y posible recesión de la Eurozona a través de su principal economía, e industria: Alemania.
3) La subida del precio de la energía en los mercados internacionales ha conllevado el fortalecimiento del dólar y del rublo ruso, así como el debilitamiento del euro. La caída del valor del Euro que viene registrándose desde finales del año pasado ha provocado que este mes de julio, por primera vez en 20 años, su valor se haya equiparado al dólar. Para entender cómo ha ocurrido esto, y sus implicaciones en el futuro, debemos comprender que la principal economía de la Eurozona, Alemania, ha tenido un déficit comercial, esto es, por primera vez en treinta años Alemania importa más de lo que exporta, lo cual ha estado motivado principalmente por el alza de coste de la energía. Este debilitamiento del euro, implicará previsiblemente una profundización en la inflación y la mayor apuesta europea por la transición energética.
4) Para cerrar el análisis económico, es imprescindible terminar de desarrollar la idea inicial: todo apunta a que el año 2023 estará marcado por el freno del crecimiento e incluso la recesión, como se apunta para el caso alemán. Aplicando a Europa la idea que desarrollamos a nivel mundial, la recesión vendría determinada por dos aspectos cruciales: En primer lugar la caída de los márgenes de ganancia empresarial, que provocarán caída de inversión y producción. Esta caída de los márgenes de ganancias, se da en un contexto de crisis energética, inflación, subida de tipos de interés, así como de descenso de la productividad de la industria europea y sus capitales (lo cual se detecta desde el 2019), dificultando la aplicación de los fondos Next Generation, al desincentivar la inversión por parte de las empresas. En segundo lugar, una deuda privada y estatal en aumento, circunstancia especialmente grave. No sólo porque la deuda europea ya superó el 100% del PIB, sino fundamentalmente por la existencia de países con alto nivel de deuda y débil crecimiento, cuyas primas de riesgo están es escalada. Cabe destacar el caso de Italia, en medio de una crisis política por la reciente dimisión de Draghi. Esta situación supone un quebradero de cabeza para Europa ya que, no sólo Italia es el segundo país que mayor asignación ha recibido de los Next Generation, sino que están implicados otros países, como Grecia o España. Frente a ello, y para evitar una crisis de deuda que afecte a toda la economía de la eurozona, el BCE ya está estudiando la posibilidad de comprar deuda pública de estos países para no fragmentar el mercado europeo, si bien esto está provocando contradicciones con los intereses de los países con menor deuda.
Todo este escenario con multitud de variables, nos conduce irremediablemente a una agudización de la lucha de clases en el seno de la Unión Europea, marcada por la inflación, la deuda y la agonía del capital europeo por su falta de rentabilidad. Frente a ello, los ejes de la política económica europea son claros: profundizar en la moderación salarial y aplicar nuevas reformas estructurales que recorten el gasto público (privatizaciones y merma de derechos), todo lo cual hará que la recuperación de la crisis capitalista recaiga en la clase trabajadora y, especialmente, la de sus países periféricos. Asimismo, cabe destacar que asistiremos a nuevas iniciativas de saqueo y expolio de los países neocoloniales, así como el reforzamiento de la “frontera Sur” para evitar la llegada de migrantes que desestabilice aún más las economías europeas.
Europa ante el espejo
Frente al discurso dominante de explicar esta situación en base a Putin o la guerra ucraniana, tenemos que subrayar una vez más que es más bien el resultado del propio proyecto europeo y su posicionamiento internacional. En la actual coyuntura, la Europa capitalista se ha visto abocada a mirarse al espejo y decidir: reeditar la histórica alianza imperialista entre sus capitales y EEUU, o romper con el mismo y apostar por una integración euroasiática con la afluencia de fuentes de energía y materias primas baratas y abundantes. Y la Unión Europea ha elegido lo natural: profundizar en su alineamiento con EEUU, consolidando el bloque imperialista occidental. Las implicaciones son evidentes: asumir el relato del régimen nacionalista y filo-fascista de Kiev, dictado por los EEUU, ha arrastrado a una serie de sanciones a Rusia cuyo efecto en la economía hemos analizado. ¿No había alternativas? Esto merece una explicación.
A la hora de entender esta decisión sin apenas voces críticas, debemos atender a tres factores: a) El factor histórico, tiene que ver con la dependencia de las clases capitalistas dominantes en Europa con el capital y proyecto estadounidense, que le ha brindado desde la Segunda Guerra Mundial (Plan Marshall) reconstrucción material, defensa de sus intereses de clase frente al avance del comunismo (integración en la OTAN) y un acceso a crédito y estabilidad financiera. Fue esta integración imperialista de los capitales europeos los que le permitieron alcanzar altas cotas de beneficios y crecimiento en las décadas de 1950 y 1960, posibilitando el aplacamiento de la lucha de clases gracias al estado del bienestar, y el propio proyecto de la Unión Europea. b) Esto nos conecta con el factor económico, y es que no sólo hay una enorme integración del capital europeo con el estadounidense, sino que no debemos olvidar que EEUU sigue siendo la potencia económica del mundo con mayor PIB y una potencia financiera (dolar), industrial, agrícola y energética. c) Por último, a nivel militar, la dependencia europea de los EEUU es total (como vemos en las numerosas bases militares), y romper con él sería muy contradictorio para los poderes políticos y económicos.
Habiendo aclarado esto, destacamos dos implicaciones de la gestión de la guerra de Ucrania:
1) Una Europa más atlantista. Europa ha terminado de volcarse a la OTAN y EEUU y, el mayor ejemplo han sido los actos en el marco de la Cumbre de la OTAN en Madrid en junio. Por primera vez en la historia, se ha realizado una reunión de trabajo entre la Alianza y los líderes de la UE, en la que se ha apostado por la complementariedad de ambas instituciones y los intereses comunes en materia de seguridad. Esto lo hemos venido viendo desde el inicio de la intervención rusa en la guerra de Ucrania, en la que los líderes europeos secundaron a EEUU en su relato y estrategia pro-gobierno ucraniano, con importantes consecuencias. Más allá de las económicas, esto supone un definitivo distanciamiento de la Unión Europea (y en concreto, Alemania) con Rusia y el bloque asiático. No obstante, debemos advertir que este posicionamiento no ha sido ni homogéneo ni monolítico. Así, encontramos resistencias y discrepancias: Hungría (enfrentada a Ucrania desde el 2017 con las políticas discriminatorias hacia las minorías, entre ellas la húngara), junto con Eslovaquia y República Checa, altamente dependientes del petróleo ruso, han llegado a bloquear el sexto paquete de sanciones; o, más velado, países como Italia, Francia y Alemania, quienes son más partidarios de una finalización rápida de la guerra y una salida negociada atendiendo a sus intereses económicos y de protagonismo político. Es fundamental comprender estas contradicciones y vincularlas a posibles crisis en el seno de la Unión Europea, máxime cuando el discurso militarista surgido del nuevo “concepto estratégico” de Madrid implica un compromiso de aumento del gasto militar (3% del PIB) por parte de los miembros de la OTAN, cuya aplicación podría disparar crisis políticas. Asimismo, en clave interna, en distintos países europeos están surgiendo tensiones entre distintas formaciones políticas que, representando los intereses de sectores populares o de fracciones de las burguesías nacionales contrarias al dominio del capital financiero internacional, expresan rechazo a esta ruptura hacia el gigante ruso, conscientes de la debilidad económica europea en el caso de aislarse del potente mercado asiático y la consiguiente merma de los márgenes de beneficios de las empresas. Debemos ser conscientes que estas posiciones políticas pueden ganar peso al calor de la crisis, si bien cabe alertar sobre su monopolización por exponentes de extrema derecha como vemos en el caso de Le Pen en Francia.
2) El proyecto europeo en clave neoliberal tiene en su ADN la utilización del fascismo y la extrema derecha para imponer su proyecto político (económico y social). A la utilización de las redes Stay Behind (Operación Gladio) por parte de la OTAN en el contexto de la Guerra Fría, debemos sumar la utilización sistemática de antiguos miembros nazis, grupos de extrema derecha o fascistas para la defensa de los intereses capitalistas allí cuando les ha hecho falta, fundamentalmente en la lucha contra la clase obrera organizada y el ascenso de la influencia comunista o de organizaciones revolucionarias. En la actual coyuntura, esta tendencia se ha vuelto a poner sobre la mesa con la normalización y blanqueamiento del discurso neonazi, racista y supremacista en íntima vinculación con la introducción de Ucrania al proyecto europeo. En un juego discursivo fascinante, los grupos o líderes pro-neonazis ucranianos se han vinculado con la democracia y la soberanía nacional en confrontación con el autoritarismo “imperialista” de Moscú o, más aún, los “separatistas pro-rusos”. Esta realidad sitúa a la Unión Europea, sus medios de comunicación y la gran mayoría de los partidos políticos que avalan este discurso, en una situación de clara degeneración ideológica, ética y política, desnudando su sumisión a los intereses del imperialismo occidental, del que forman parte. Un buen termómetro de esta situación lo encontramos en las reacciones a la comparecencia del presidente ucraniano V. Zelensky en los parlamentos europeos, aplaudido y saludado por todos los arcos parlamentarios, incluida la mayoría de la “izquierda”, con honrosas excepciones como el Partido Comunista griego o portugués.
La Europa del capital y de la guerra se precipita a una situación de progresiva decadencia, no sólo en el plano económico, sino político, vinculado a una potencia en declive como EEUU, y moral, a pesar de su relato avanzado de tierra de derechos, libertad e igualdad. El último drama y actuación criminal en la frontera de Melilla, con decenas de asesinados por las fuerzas policiales en connivencia con el estado español y bajo el auspicio de las políticas fronterizas de la UE, nos lo muestra claramente. Frente a esta Europa que, no lo dudemos, va a profundizar en los recortes, la militarización y la explotación de la clase trabajadora, no parece surgir un movimiento de contestación desde el tejido social y popular. El relato único y el adoctrinamiento (no sólo a manos de los medios de comunicación, sino en cada nueva reforma educativa de los distintos países miembros) en torno a las bondades de la Europa “social, democrática y de derecho” como único futuro para los pueblos europeos, que ahora se ha armado de un discurso rusófobo, es la clave ideológica que sigue ofreciendo legitimidad a los poderes políticos para seguir cediendo soberanía a las instituciones europeas, arrastrarnos a una guerra o empobrecer a las clases populares. No obstante, todo apunta a que las contradicciones y la lucha de clases van a florecer en los próximos meses, provocando no sólo tensiones dentro de los poderes económicos, lo cual se va a reflejar en crisis políticas (como ya hemos visto en Italia), sino estallidos populares al calor de la degradación de las condiciones de vida, ante lo cual será fundamental insistir en el precipicio hacia el que nos aboca la Unión Europea a las clases populares europeas.
Pacto que impone a los estados un límite en la deuda (60% del PIB) y déficit (3% del PIB).
https://www.youtube.com/watch?v=ZuBMU84yHDU
https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-61140526
https://es.euronews.com/next/2022/07/06/mercados-dolar
https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-61140526