En febrero de 1867, después de más de dos décadas de trabajo hercúleo, Marx finalmente pudo darle a su amigo Friedrich Engels la tan esperada noticia de que había terminado la primera parte de su crítica a la economía política. Posteriormente, Marx viajó de Londres a Hamburgo para entregar el manuscrito del volumen I («El proceso de producción del capital») de su magnum opus y, de acuerdo con su editor Otto Meissner, se decidió que El Capital se presentaría en tres partes. Rebosante de satisfacción, Marx escribió que la publicación de su libro era, «sin duda, el misil más terrible que se haya lanzado hasta ahora contra las cabezas de la burguesía».
A pesar del largo trabajo de redacción antes de 1867, la estructura de El Capital se ampliaría considerablemente en los años siguientes, y el volumen I también continuó absorbiendo energías significativas por parte de Marx, incluso después de su publicación. Uno de los ejemplos más evidentes de este compromiso fue la traducción francesa de El Capital publicada en 44 entregas entre 1872 y 1875. Este volumen no era una mera traducción, sino una versión «totalmente revisada por el autor» en la que Marx también profundizó el apartado sobre el proceso de acumulación del capital, y desarrolló mejor sus ideas sobre la distinción entre «concentración» y «centralización» del capital.
La búsqueda de la versión definitiva del volumen I
Tras algunas interrupciones debido a su mala salud, y de un período de intensa actividad política de la Asociación Internacional de Trabajadores, Marx se puso a trabajar en una nueva edición de El Capital, volumen I, a principios de la década de 1870. Insatisfecho con la forma en que había expuesto la teoría del valor, pasó diciembre de 1871 y enero de 1872 reescribiendo lo que había publicado en 1867. En 1872 salió una reimpresión de Das Kapital que incluía los cambios efectuados por Marx. Ese año fue especialmente importante para la difusión de El Capital, ya que vio aparecer también las traducciones al ruso y al francés. Esta fue encomendada a Joseph Roy, que previamente había traducido algunos textos del filósofo alemán Ludwig Feuerbach, y apareció en entregas gracias al editor Maurice Lachâtre. La primera se publicó hace 150 años, el 17 de septiembre.
Marx estuvo de acuerdo en que sería bueno publicar una «edición popular barata». «Aplaudo tu idea de publicar la traducción […] en entregas periódicas», escribió. «De esta forma, el libro será más accesible a la clase trabajadora y para mí esa consideración supera cualquier otra», argumentó con su editor. Consciente, sin embargo, de que había un «reverso» de la moneda, anticipó que el «método de análisis» que había usado «haría ardua para algunos la lectura de los primeros capítulos», y que los lectores podrían «desanimarse» si eran «incapaces de seguir adelante al comenzar». No creía que pudiera hacer nada en relación con esta «desventaja», «aparte de alertar y advertir a los lectores preocupados por la verdad. No existe un camino real hacia el aprendizaje y los únicos que tienen alguna posibilidad de alcanzar sus picos iluminados por el sol son aquellos que no temen agotarse mientras suben los empinados caminos ascendentes».
Al final, Marx tuvo que dedicar mucho más tiempo a la traducción de lo que inicialmente había planeado para la corrección de las pruebas. Como escribió al economista ruso Nikolai Danielson, Roy «a menudo traducía demasiado literalmente» y le obligaba a «reescribir pasajes completos en francés, para hacerlos más aceptables al público francés». A principios de ese mes, su hija Jenny le había dicho al amigo de la familia Ludwig Kugelmann que su padre estaba «obligado a hacer innumerables correcciones», reescribiendo «no solo oraciones completas sino páginas enteras». Posteriormente, Engels escribió en una línea similar a Kugelmann que la traducción francesa había resultado ser un «verdadero tormento» para Marx y que «más o menos tuvo que reescribir todo desde el principio».
Además, al revisar la traducción, Marx decidió introducir algunas adiciones y modificaciones. En la posdata de Le Capital, no dudó en atribuirle «un valor científico independiente del original» y afirmó que la nueva versión «debería ser consultada incluso por lectores familiarizados con el libro en alemán». El punto más interesante, especialmente por su valor político, se refiere a la tendencia histórica de la producción capitalista. Si en la edición anterior de El Capital Marx había escrito que «el país más desarrollado industrialmente se limita a mostrar a los menos desarrollados la imagen de su propio futuro», en la versión francesa las palabras en cursiva fueron sustituidas por «a los que les síguen en el ascenso de la escala de la industrialización». Esta aclaración limitó la tendencia del desarrollo capitalista exclusivamente a los países occidentales que ya estaban industrializados.
Ahora era plenamente consciente de que el esquema de progresión lineal a través de los «modos de producción asiático, antiguo, feudal y el moderno modo de producción burgués», que había perfilado en el Prefacio a Una contribución a la crítica de la economía política, en 1859, era inadecuado para comprender el movimiento de la historia y que, en efecto, era aconsejable alejarse de cualquier filosofía de la historia. No vio el desarrollo histórico en términos de un progreso lineal inquebrantable hacia un fin predefinido. La concepción multilineal más pronunciada que Marx desarrolló en sus últimos años lo llevó a mirar aún más atentamente las especificidades históricas y la desigualdad del desarrollo político y económico en diferentes países y contextos sociales. Este enfoque ciertamente incrementó las dificultades a las que se enfrentó en el ya accidentado curso de completar el segundo y tercer volumen de El Capital. En la última década de su vida, Marx emprendió investigaciones exhaustivas de sociedades fuera de Europa y se expresó sin ambigüedades contra los estragos del colonialismo. Es un error sugerir lo contrario. Marx criticó a los pensadores que, al tiempo que destacaban las consecuencias destructivas del colonialismo, utilizaban categorías propias del contexto europeo en su análisis de las áreas periféricas del globo. Advirtió varias veces contra aquellos incapaces de observar las distinciones necesarias entre los fenómenos y, especialmente después de sus avances teóricos en la década de 1870, desconfiaba mucho a la hora de transferir categorías interpretativas a campos históricos o geográficos completamente diferentes. Todo esto es más claro gracias a Le Capital.
En una carta de 1878, en la que Marx sopesaba los aspectos positivos y negativos de la edición francesa, le escribió a Danielson que contenía «muchos cambios y adiciones importantes», pero que «también se había visto obligado a veces –principalmente en el primer capítulo– a simplificar el asunto». Engels era de esta opinión y no incluyó todos los cambios hechos por Marx en la cuarta edición alemana de El Capital que publicó en 1890, siete años después de la muerte de Marx. Marx no pudo terminar una revisión final de El Capital, volumen I que incluyera las correcciones y añadidos con los que pretendía mejorar su libro. De hecho, ni la edición francesa de 1872 – 1875, ni la tercera edición alemana –que se publicó en 1881 – , pueden considerarse la versión definitiva que a Marx le hubiera gustado que fuera.
Marx a través de Le Capital
Le Capital tuvo una importancia considerable para la difusión de la obra de Marx en todo el mundo. Se utilizó para la traducción de muchos extractos a varios idiomas, el primero en inglés, por ejemplo. De manera más general, Le Capital representó la primera puerta de acceso a la obra de Marx para lectores de varios países. La primera traducción al italiano –publicada entre 1882 y 1884– se hizo directamente de la edición francesa, al igual que la traducción aparecida en Grecia, en 1927. En el caso del español, Le Capital permitió sacar algunas ediciones parciales y dos traducciones completas: una en Madrid, en 1967, y otra en Buenos Aires, en 1973. Dado que el francés era más conocido que el alemán, fue gracias a esta versión que la crítica de la economía política de Marx pudo llegar a muchos países de Hispanoamérica más rápidamente. Casi lo mismo ocurría con los países de habla portuguesa. En el mismo Portugal, El Capital circuló solo a través de la pequeña cantidad de copias disponibles en francés, hasta que apareció una versión abreviada en portugués poco antes de la caída de la dictadura de Salazar. En general, a los activistas políticos e investigadores tanto en Portugal como en Brasil les resultó más fácil acercarse a la obra de Marx a través de la traducción al francés que la original. Las pocas copias que llegaron a los países africanos de habla portuguesa también estaban en ese idioma.
El colonialismo también dio forma en parte a los mecanismos por los cuales El Capital estuvo disponible en el mundo árabe. Mientras que en Egipto e Irak fue el inglés el idioma que más se utilizó en la difusión de la cultura europea, la edición francesa desempeñó un papel más destacado en otros lugares, especialmente en Argelia, que en la década de 1960 fue un centro importante para facilitar la circulación de ideas marxistas en los «países no alineados». La importancia de Le Capital se extendió también a Asia, como lo demuestra el hecho de que la primera traducción vietnamita del volumen I, publicado entre 1959 y 1960, se realizó a partir de la edición francesa.
Esta, además de ser consultada a menudo por traductores de todo el mundo y ser cotejada con la edición de 1890 publicada por Engels, que se convirtió en la versión estándar de Das Kapital, la traducción francesa ha servido de base para traducciones completas de El Capital a ocho idiomas. Ciento cincuenta años después de su primera publicación, continúa siendo una fuente de debate estimulante entre académicos y activistas interesados en la crítica de Marx al capitalismo.
En una carta a su antiguo camarada Friedrich Adolph Sorge, el propio Marx comentó que con Le Capital había «consumido tanto [de su] tiempo que no volvería a colaborar de ninguna manera en una traducción». Eso es exactamente lo que sucedió. El esfuerzo y las molestias necesarios para producir la mejor versión francesa posible fueron realmente notables. Pero podemos decir que fueron bien recompensados. Le Capital ha tenido una circulación significativa, y los añadidos y cambios realizados por Marx, durante la revisión de su traducción, contribuyeron a la dimensión anticolonial y universal de El Capital que está siendo ampliamente reconocida hoy en día gracias a algunas de las más novedosas y perspicaces contribuciones en los estudios de Marx.
Marcello Musto
16 de septiembre de 2022