El 17 de octubre de 1961, el Estado francés, a través de su policía, masacró a cientos de trabajadores argelinos en pleno centro de París que se manifestaban con dignidad y paz contra el toque de queda racista que se les había impuesto. Una locura colonial más.
«Se recomienda encarecidamente a los trabajadores argelinos que se abstengan de circular por la noche en las calles de París y sus alrededores», escribió Maurice Papon, prefecto de policía de París.
Los trabajadores argelinos y sus familias decidieron, a pesar de todo, manifestarse en la capital colonial. Era su forma de contribuir a la construcción de la nueva nación argelina.
La policía disparó contra la multitud. Los manifestantes fueron arrojados al Sena, que durante días llevó sus cadáveres. Los heridos fueron llevados sin miramientos al Palais des Sports y al Stade Pierre-de-Coubertin, al igual que, en 1973, en el estadio de Santiago de Chile se hacinaron los opositores al general Pinochet.
El 17 de octubre de 1961 fue quizá la mayor masacre de trabajadores después de la Comuna de París.
Un pesado silencio cayó sobre este crimen de Estado. Libros, testimonios, películas, informes, documentos históricos, expedientes de prensa, archivos, etc. fueron incautados y prohibidos durante décadas. La radio y la televisión estaban restringidas. El recuerdo del 17 de octubre se ha oscurecido para reprimir el conjunto de los crímenes coloniales.
Es posible que la burguesía francesa, responsable de esta masacre, tarde mucho tiempo en atreverse a mostrar su horrible rostro. Como decía Frantz Fanon en Los condenados de la tierra, esta burguesía a la que le gusta tanto hablar del hombre y de los derechos humanos «mientras lo masacra allí donde lo encuentra, en cada rincón de sus propias calles, en cada rincón del mundo».
Mohamed Belaali
17 de octubre de 2022