Los sím­bo­los nacio­na­les y la gue­rra cultural

Des­de hace varios meses –y esti­mu­la­do por un inci­den­te bochor­no­so — está pre­sen­te en el con­jun­to de medios que cir­cu­lan en la actua­li­dad cuba­na un deba­te acer­ca de la uti­li­za­ción en espa­cios públi­cos de nues­tros sím­bo­los nacio­na­les, la ban­de­ra de Esta­dos Uni­dos y las impli­ca­cio­nes que advier­ten los par­ti­ci­pan­tes en el deba­te. Esto es muy posi­ti­vo, por­que ayu­da a defen­der y exal­tar el patrio­tis­mo en la coyun­tu­ra peli­gro­sa que esta­mos vivien­do e invi­ta a defi­nir­se en un terreno que es favo­ra­ble a la patria, en un momen­to en que el cur­so coti­diano inclu­ye muchas cosas en las que no es nece­sa­rio defi­nir­se, que resul­tan des­fa­vo­ra­bles a la patria y la socie­dad que cons­trui­mos a par­tir de 1959.

Como en tan­tos otros cam­pos y pro­ble­mas, pudie­ra pro­du­cir­se en este una divi­sión entre éli­tes y masa de la pobla­ción. La cues­tión expre­sa­da en los sím­bo­los nacio­na­les tie­ne una lar­ga data –siglo y medio – , e impli­ca una cul­tu­ra acu­mu­la­da que des­de el ini­cio has­ta hoy le apor­ta al mis­mo tiem­po una fuer­za des­co­mu­nal, una gran com­ple­ji­dad y aspec­tos que han sido y pue­den vol­ver a ser con­flic­ti­vos. Des­de hace tres déca­das ven­go publi­can­do mis cri­te­rios sobre ese decur­so his­tó­ri­co y sus expre­sio­nes con­tem­po­rá­neas, y no me repe­ti­ré aquí. Solo reite­ro que la explo­sión liber­ta­ria y de poder revo­lu­cio­na­rio com­bi­na­dos que se des­ató hace casi sesen­ta años logró –entre tan­tas vic­to­rias– des­le­gi­ti­mar y dis­mi­nuir a fon­do las divi­sio­nes cuba­nas entre éli­tes y masa, y resul­ta vital que no per­mi­ta­mos que hoy se vuel­van a levantar.

En torno a la cues­tión de estos sím­bo­los exis­ten actual­men­te reac­cio­nes y opi­nio­nes diver­sas que no creen refe­rir­se a pro­ble­mas tras­cen­den­ta­les. Más vale no tachar­las de super­fi­cia­les, ni sen­tir­se sola­men­te heri­dos ante lo feno­mé­ni­co. Tam­bién pue­den crear­se con­fu­sio­nes invo­lun­ta­rias, por­que las ideo­lo­gías que se van ins­ta­lan­do en cla­ses y sec­to­res socia­les no se basan en la mali­cia, ni en inten­cio­nes y refle­xio­nes. Es impres­cin­di­ble inte­re­sar a la for­mi­da­ble con­cien­cia polí­ti­ca que posee el pue­blo cubano en cuan­to a lo que sig­ni­fi­ca esta cues­tión, para que la resuelva.

Es pre­ci­so acla­rar que esta­mos ante dos pro­ble­mas dife­ren­tes: el del uso y la regu­la­ción de los sím­bo­los iden­ti­fi­ca­dos como nacio­na­les, y el de la bata­lla cul­tu­ral deci­si­va entre el socia­lis­mo y el capi­ta­lis­mo que se está libran­do en la Cuba actual

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. [1] Tra­ta­ré de sin­te­ti­zar aspec­tos, comen­zan­do por el pri­mer problema.

La ley que rige la uti­li­za­ción de esos sím­bo­los pue­de ser muy rígi­da, pero nadie le ha hecho caso nun­ca a esa rigi­dez, y el pue­blo ha expre­sa­do su patrio­tis­mo de todas las for­mas y con todas las accio­nes que ha esti­ma­do con­ve­nien­te. El canon patrió­ti­co popu­lar de uso de los sím­bo­los nacio­na­les tie­ne otras reglas que son dife­ren­tes a las lega­les, y más legí­ti­mas que estas, por­que tie­ne su fun­da­men­to en la con­cien­cia colec­ti­va, los sen­ti­mien­tos, las cos­tum­bres y las tra­di­cio­nes que lle­va ínti­ma­men­te cada per­so­na con­si­go, des­de que comien­za a des­cu­brir­los y asu­mir­los de niño has­ta la muerte.

En la bata­lla de sím­bo­los que se está libran­do par­ti­ci­pa una mul­ti­tud de cuba­nas y cuba­nos que sien­ten una pro­fun­da emo­ción al can­tar el himno nacio­nal –como el atle­ta pre­mia­do que lo ento­na llo­ran­do – , o por­tan, vene­ran, pin­tan, salu­dan a la ban­de­ra de la estre­lla soli­ta­ria. Par­ti­ci­pan los que tie­nen a Mar­tí como el padre tute­lar de esta nación, que nos ense­ñó las cues­tio­nes esen­cia­les y nos brin­dó su talen­to, su pro­yec­to y su vida, le tie­nen devo­ción y lo repre­sen­tan, aun­que lo hagan con más unción que arte. Y los que siguen a Maceo por­que supo tras­mu­tar la gua­pe­ría en heroís­mo, renun­ciar al méri­to pro­pio por la cau­sa y pre­si­dir la fami­lia que murió por Cuba. Par­ti­ci­pa el que se tatúa al Che en su cuer­po, el que sien­te orgu­llo de ser cubano y el tra­ves­ti ves­ti­do con la ban­de­ra en la obra de tea­tro polí­ti­co hecha por jóvenes.

Es un error poner las pre­ci­sio­nes y dis­cu­sio­nes sobre la ley en un lugar impor­tan­te, en medio de la tre­men­da pelea de sím­bo­los que ya esta­mos vivien­do. Sería otra de esas dis­cu­sio­nes que pue­den ser lar­gas o abs­tru­sas, pero le intere­san a muy poca gen­te y no sir­ven de mucho.

La ley debe ser­vir, con cla­ri­dad y sen­ci­llez, para defen­der lo que sería el hábi­to externo del patrio­tis­mo, fren­te al avan­ce galo­pan­te de la mer­can­ti­li­za­ción que está envi­le­cien­do tan­tas cosas, y para ayu­dar a hacer acer­ta­das y efec­ti­vas las expre­sio­nes popu­la­res y ofi­cia­les del patrio­tis­mo. Hay que sacar­la de la fría pro­sa y la con­vo­ca­to­ria semes­tral de la Asam­blea Nacio­nal. Los medios de comu­ni­ca­ción y el sis­te­ma edu­ca­cio­nal deben divul­gar­la –insis­to, divul­gar­la – , como un auxi­liar más del patrio­tis­mo, ayu­dán­do­se con algu­nas narra­cio­nes emo­ti­vas y unos cuan­tos datos que casi nadie cono­ce, que sean aje­nos unas u otros a los cli­chés tan repe­ti­dos que no mue­ven a nadie y pro­vo­can abu­rri­mien­to o rechazo.

Paso a la fun­ción de los sím­bo­los en la bata­lla cul­tu­ral, que en la fase actual de Cuba es la principal.

Será muy posi­ti­vo si pode­mos ana­li­zar cada aspec­to dife­ren­te del pro­ble­ma, tenien­do siem­pre en cuen­ta que no exis­ten así, sino como par­te de un todo; que exis­ten mez­cla­dos, en con­flic­to o en para­le­lo con los demás aspec­tos y pro­ble­mas de su pro­pio ámbi­to, pero sobre todo con otras carac­te­rís­ti­cas de la socie­dad cuba­na actual. Habría que ela­bo­rar una com­pren­sión del con­jun­to de la cues­tión de los sím­bo­los nacio­na­les en fun­ción del com­ple­jo y doble con­flic­to actual, entre capi­ta­lis­mo y socia­lis­mo y entre Cuba socia­lis­ta y Esta­dos Uni­dos. Y aten­der tam­bién a los con­di­cio­na­mien­tos a que some­ten a la cues­tión las corrien­tes cul­tu­ra­les prin­ci­pa­les del mun­do actual.

En cuan­to a esto últi­mo, ana cada vez más terreno a esca­la mun­dial la homo­ge­nei­za­ción de opi­nio­nes, valo­ra­cio­nes, creen­cias fir­mes, modas, repre­sen­ta­cio­nes y valo­res que son indu­ci­dos por el sis­te­ma impe­ria­lis­ta median­te su colo­sal apa­ra­to cul­tu­ral-ideo­ló­gi­co.g Una de sus líneas gene­ra­les más impor­tan­tes es lograr que dis­mi­nu­yan en la pobla­ción de la mayo­ría del pla­ne­ta –la que fue colo­ni­za­da– la iden­ti­dad, el nacio­na­lis­mo, el patrio­tis­mo y sus rela­cio­nes con las resis­ten­cias y las revo­lu­cio­nes de libe­ra­ción, avan­ces for­mi­da­bles que se esta­ble­cie­ron y fue­ron tan gran­des duran­te el siglo XX. La neu­tra­li­za­ción y el des­mon­ta­je de los sím­bo­los liga­dos a esos avan­ces es, por tan­to, una de sus tareas prin­ci­pa­les. Es obvio que ese tra­ba­jo tra­ta de ser más efi­caz hacia los jóve­nes, que están más lejos de las jor­na­das y los pro­ce­sos del siglo XX. Si logran que les sal­ga bien, la vic­to­ria impe­ria­lis­ta será mucho mayor, por­que se gene­ra­li­za­rá el des­co­no­ci­mien­to y el olvi­do de aquel mun­do de liber­tad, jus­ti­cia social y sobe­ra­nía, y les será más fácil implan­tar el mun­do ideal y sen­si­ble corres­pon­dien­te a su dominación.

En vez de des­con­cer­tar­nos con las anéc­do­tas terri­bles de igno­ran­cias de jóve­nes en este cam­po, y de que se extien­dan las creen­cias en men­ti­ras y abe­rra­cio­nes que son difun­di­das den­tro de la masa cre­cien­te de medios que no con­tro­la­mos, hay que desa­rro­llar ofen­si­vas –no ripos­tas– de edu­ca­ción patrió­ti­ca y socia­lis­ta bien hechas, atrac­ti­vas y efi­ca­ces, exi­gir y lograr la par­ti­ci­pa­ción de los medios nues­tros que deben impli­car­se en esas ofen­si­vas y la eli­mi­na­ción de las actua­cio­nes y omi­sio­nes que se opon­gan a ellas o las debi­li­ten, y orga­ni­zar ati­na­das cam­pa­ñas de con­de­na y des­pres­ti­gio de los aspec­tos bur­dos o menos disi­mu­la­dos del sis­te­ma cul­tu­ral-ideo­ló­gi­co imperialista.

Pero lo esen­cial es que par­ta­mos de que en lo interno a Cuba está lo deci­si­vo en la bata­lla de los símbolos.

Los niños peque­ños y los alum­nos de pri­ma­ria apren­den a sen­tir el patrio­tis­mo y vene­rar los sím­bo­los. Con­flu­yen en ese logro la enor­me tra­di­ción cuba­na que les lle­ga des­de las fami­lias y en la escue­la, por la cual pasa el uni­ver­so infan­til, el esfuer­zo de sus maes­tros, los actos esco­la­res. Des­de hace más de un siglo el patrio­tis­mo ha teni­do una amplia pre­sen­cia en su socia­li­za­ción, y la Revo­lu­ción mul­ti­pli­có las accio­nes, los vehícu­los y las acti­tu­des posi­ti­vas en esa asun­ción más tem­pra­na del patrio­tis­mo. La frac­tu­ra vie­ne poco después.

Hay que actuar mucho y bien en la for­ma­ción de los ado­les­cen­tes y jóve­nes, por­que ahí se unen la defi­cien­te cali­dad de la edu­ca­ción secun­da­ria y la ava­lan­cha de mate­ria­les aje­nos o des­fa­vo­ra­bles al patrio­tis­mo nacio­nal que cae sobre ellos, en una eta­pa de la vida en la que el ser humano expe­ri­men­ta una mul­ti­tud de cam­bios, moti­va­cio­nes e influen­cias. El peso de la fami­lia dis­mi­nu­ye en esa eta­pa, es insu­fi­cien­te el tra­ba­jo o la influen­cia en ellos de ins­ti­tu­cio­nes y orga­ni­za­cio­nes de la Revo­lu­ción, y se topan cada vez más con dife­ren­cias socia­les, por­que ellas han veni­do cre­cien­do. Esas dife­ren­cias impac­tan su sen­si­bi­li­dad y su com­pren­sión de la socie­dad cuba­na, lle­gan a obli­gar a una par­te de los ado­les­cen­tes y jóve­nes a hacer elec­cio­nes y renun­cias, y tien­den a sec­to­ria­li­zar­los y disgregarlos.

Sin embar­go, no debe­mos con­for­mar­nos con gene­ra­li­za­cio­nes super­fi­cia­les, ya sean triun­fa­lis­tas o pesi­mis­tas. Es impres­cin­di­ble ana­li­zar y lle­gar a cono­cer la situa­ción, con rigor y con hones­ti­dad. Esto nos per­mi­ti­rá, por ejem­plo, encon­trar muchos miles de jóve­nes en disí­mi­les situa­cio­nes y de dife­ren­tes sec­to­res, a lo lar­go del país, que se iden­ti­fi­can con el patrio­tis­mo popu­lar de jus­ti­cia social, o que lo harían si se repre­sen­tan que eso es nece­sa­rio. Qué los moti­va, cómo lo entien­den, cómo lo for­mu­lan, mere­ce estu­dio más que preo­cu­pa­ción. Y es posi­ble que los más cons­cien­tes no parez­can muy ten­ta­dos a decir lo dicho, hacer siem­pre lo que se espe­ra ni hacer mucho caso a los con­se­jos. Las gene­ra­cio­nes que empren­die­ron las revo­lu­cio­nes que ha vivi­do Cuba tenían esos mis­mos rasgos.

Por su par­te, la cre­cien­te con­ser­va­ti­za­ción de nues­tra socie­dad no inclu­ye un cho­vi­nis­mo cubano, sino más bien la imi­ta­ción de mode­los extran­je­ros. Poner­se al día con los con­su­mos mate­ria­les e idea­les, hacer lo que se espe­ra que uno haga, alter­nar, ocu­par un lugar social deter­mi­na­do, no pri­vi­le­gia lo nacio­nal, sino lo «de afue­ra», y Esta­dos Uni­dos ten­drá cada vez más pre­sen­cia en esto. Pero no se tra­ta de una sub­es­ti­ma­ción abier­ta de lo pro­pio, como expe­ri­men­ta­ban los colo­ni­za­dos has­ta el siglo pasa­do: aho­ra vie­ne envuel­ta en su dis­fraz neo­co­lo­nial. Lo que abun­da es una supues­ta com­pren­sión de que las nacio­nes y lo nacio­nal no tie­nen tan­ta impor­tan­cia, y que la vida coti­dia­na, la diver­si­dad de iden­ti­da­des e incli­na­cio­nes huma­nas y socia­les de los indi­vi­duos, gran par­te de las preo­cu­pa­cio­nes y las ideas sobre el medio ambien­te, la vida cívi­ca y otras cues­tio­nes se pue­den y se deben com­par­tir sin nin­gu­na reser­va por las per­so­nas de «todas» las naciones.

Detrás está la estra­te­gia impe­ria­lis­ta de des­na­cio­na­li­za­ción de la pobla­ción de la mayo­ría de las nacio­nes, para des­ar­mar­las y domi­nar­las más fácil­men­te, pero este peli­gro mor­tal no es obje­to de polé­mi­cas polí­ti­cas ni ideo­ló­gi­cas. Los com­por­ta­mien­tos des­ar­man­tes pare­cen algo natu­ral, «nor­mal», y pue­den lle­var a con­si­de­rar anti­cua­do, obce­ca­do y has­ta caver­ní­co­la al que insis­te en fas­ti­dio­sos dis­cur­sos políticos.

Per­mí­tan­me usar un mate­rial de hace dos meses para aña­dir cri­te­rios acer­ca de los sím­bo­los. En los pue­blos que han logra­do avan­zar en la lucha con­tra el colo­nia­lis­mo que el capi­ta­lis­mo le ha impues­to a la mayo­ría del pla­ne­ta, nume­ro­sos aspec­tos de su uni­ver­so sim­bó­li­co adquie­ren una impor­tan­cia excep­cio­nal. Son fuer­zas inmen­sas con las que cuen­tan, muy supe­rio­res a sus esca­sas fuer­zas mate­ria­les, por­que son capa­ces de pro­mo­ver la emo­ción, exal­tar los valo­res y guiar la actua­ción has­ta cotas de esfuer­zos, inclu­so de abne­ga­ción, heroís­mo y sacri­fi­cios, que serían impo­si­bles sin ellas, y pro­pi­cian triun­fos que pue­den ser asom­bro­sos. Al mis­mo tiem­po, esos sím­bo­los son el san­to y seña cívi­co de una comu­ni­dad nacio­nal, las can­cio­nes, las telas, los nom­bres, los luga­res que iden­ti­fi­can y reúnen a las hijas y los hijos de un pue­blo orgu­llo­so de su historia.

Por eso los sím­bo­los cuba­nos son hoy tam­bién un fren­te en la gue­rra cul­tu­ral. Pero lo que a mi jui­cio será deci­si­vo es si enfren­ta­re­mos o no nues­tros pro­ble­mas fun­da­men­ta­les como revo­lu­cio­na­rios cuba­nos socia­lis­tas, con la mayor par­ti­ci­pa­ción real que sea posi­ble en cada caso, con hones­ti­dad ante los datos de los pro­ble­mas, la ape­la­ción al con­sen­so y la crea­ti­vi­dad de los impli­ca­dos, la mayor fle­xi­bi­li­dad tác­ti­ca y el más férreo ape­go a los principios.

Hay que defen­der y difun­dir la cau­sa del patrio­tis­mo socia­lis­ta, la hija de la revo­lu­ción de los humil­des, por los humil­des y para los humil­des, hay que hacer con­cien­cia y movi­li­zar, hay que vivir y com­par­tir las emo­cio­nes y los sen­ti­mien­tos, las ideas y las actua­cio­nes que han lle­va­do a este pue­blo a ser admi­ra­do en el mun­do. Los sím­bo­los nacio­na­les no son cosas fijas que deben ser hon­ra­das según un rece­ta­rio esta­ble­ci­do, son algo que no vive por sí, sino cuan­do lo hace­mos vivir. Son una rela­ción ínti­ma de cada uno y del pue­blo ente­ro con una dimen­sión que las per­so­nas revo­lu­cio­na­rias y la nación libe­ra­da con­vir­tie­ron en algo entra­ña­ble. Son la cam­pa­na de La Dema­ja­gua de hoy, que apues­ta a un futu­ro de liber­tad, sobe­ra­nía y jus­ti­cia social.

Fer­nan­do Mar­tí­nez Heredia

Publi­ca­do ori­gi­nal­men­te 26 de sep­tiem­bre de 2016

Vuel­to a publi­car el 21 de enero de 2023 por https://​cul​tu​ray​re​sis​ten​cia​blog​.word​press​.com/​2​0​2​2​/​1​0​/​2​0​/​l​o​s​-​s​i​m​b​o​l​o​s​-​n​a​c​i​o​n​a​l​e​s​-​y​-​l​a​-​g​u​e​r​r​a​-​c​u​l​t​u​r​a​l​-​p​o​r​-​f​e​r​n​a​n​d​o​-​m​a​r​t​i​n​e​z​-​h​e​r​e​d​ia/

  1. Por cier­to, ven­go uti­li­zan­do el con­cep­to de gue­rra cul­tu­ral y aler­tan­do en públi­co acer­ca de ella des­de hace más de vein­te años. Ver «Anti­ca­pi­ta­lis­mo y pro­ble­mas de la hege­mo­nía», de febre­ro de 1997, en Fer­nan­do Mar­tí­nez Here­dia, En el horno de los 90. Edi­ción 2005, Edi­to­rial de Cien­cias Socia­les, La Haba­na, 2005, pp.242 – 245.

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