Análisis crítico del documento: No al Banco Mundial. Luchemos contra el capitalismo y la destrucción del medioambiente[cite] Este documento se puede encontrar en el siguiente enlace: https://twitter.com/MBankuariEz/status/1654561899374075910?t=Hg_ieMkcnCMxsG7oEOJh0Q&s=19/cite].
¿Por qué se celebra en Euskal Herria, en el BEC de Barakaldo, la convención anual Innovate4Climate, del 23 al 25 de mayo? Esta y no otra es la pregunta decisiva que, hasta donde llega nuestra información, nadie de la izquierda quiere hacerse. Basta entrar en la página web de este nido de depredadores sociales1 para descubrir sus fines. El Banco Mundial es un poder clave en esta organización. Su tarea imperialista es muy conocida y no vamos a extendernos aquí en ella. Fue a finales de la década de 1980 cuando el Banco Mundial se metió de lleno en la batalla contra las cada vez más numerosas y radicales organizaciones que luchaban contra la destrucción de la naturaleza a manos del capitalismo.
La historia vasca, con todos sus errores y limitaciones, rezuma de luchas en defensa de la naturaleza y por tanto de la salud humana en su integralidad. Que muchas o casi todas no tuvieran una visión plena de sus implicaciones directas e indirectas con la naturaleza como totalidad objetiva, no les quita importancia alguna, solamente muestra la ignorancia o desidia de las izquierdas para explicar esas interacciones sistémicas. Ignorarlas es tan grave como silenciarlas y no aprender de ellas, y no hablamos solo de la victoria estratégica contra la nuclearización de Euskal Herria, por ejemplo. De hecho ahora mismo asistimos a un alza de las movilizaciones en defensa de algo tan inseparable de la ecología en el sentido marxista como el sistema de salud pública, que es parte de la lucha de clases que en Euskal Herria tiene una potencia muy superior a la que se libra en el Estado español y en las naciones oprimidas por este.
El Banco Mundial y su «imperialismo ecológico» no solo busca, por tanto, reunirse para multiplicar la explotación de la naturaleza, sino también busca otros dos objetivos: por un lado, intentar demostrar que lo hace en un pueblo caracterizado por su conciencia socionatural y antiimperialista, pueblo trabajador supuestamente «pacificado». La burguesía vasca y el Estado español han hecho grandes esfuerzos para lograr que el evento se hiciera en Euskal Herria porque necesitan debilitar, lo más posible, la honda raíz socionatural que alimenta la cultura popular vasca e imponer la irracionalidad consumista y desarrollista. Y por otro, reforzar la ideología cosmopolita, ese falso universalismo inherente al ecologismo burgués: se trata de aumentar las alienaciones múltiples para debilitar la conciencia nacional de clase del proletariado, junto al reforzamiento del nacionalismo español, a la persecución del euskara, de las represiones de toda índole…
Debemos partir de aquí para saber cómo y para qué ha de ser la denuncia práctica del «imperialismo ecológico» del evento en Barakaldo, y también para ver las grandes deficiencias del documento que hemos citado al principio. Empecemos por esto segundo.
Se trata de un texto vertebrado por la terminología ambigua y tramposa del ecologismo burgués. Términos ambiguos o anticientíficos como «medioambiente», «equilibrio», «sostenibilidad», «desarrollo sostenible», «uso sostenible y relación equilibrada con el medioambiente», «entornos naturales», por citar algunos, fueron elaborados por la ideología burguesa o impuestos directamente por Estados Unidos: Kissinger hizo que se abandonase el término de «eco-desarrollo», impreciso en sí mismo, por el anticientífico e imperialista de «desarrollo sostenible», por no hablar de la moda del decrecimiento.
Pero la dialéctica de la naturaleza nos enseña que el todo socionatural es mucho más que el llamado medioambiente, que la vida en sí y la materia inorgánica son naturaleza, que el pensamiento, la sociedad y la naturaleza son una unidad, pero que los antagonismos creados por la propiedad privada de las fuerzas productivas y definitivamente por la forma burguesa de propiedad, han roto el metabolismo universal de la naturaleza. Desde esta visión integral de la naturaleza referirse al eco-comunismo exige una aclaración en la que no podemos extendernos ahora porque el comunismo es la reintegración de la especie humana en la naturaleza, o sea, se reconstruye la inmanencia materialista y dialéctica de la naturaleza dentro del comunismo, haciendo apenas necesario el prefijo «eco», excepto como explicación pedagógica para reforzar su diferencia cualitativa con respecto a la ecología burguesa.
La ideología burguesa rechaza el concepto marxista de metabolismo universal, escinde lo social de lo natural y limita anticientíficamente la «ecología» a lo natural que ha sido previamente amputado en su contenido, en su esencia de totalidad objetiva reduciéndola a «medioambiente»… ¿y el otro «medioambiente»? Para el marxismo es imposible separar, por ejemplo, las contaminaciones que pudren la vida en un barrio obrero de lo que la progresía verde llama ecología o medioambiente. No se puede separar la mierda de la comida obrera de las ganancias de las agrobusiness y del calentamiento climático que solo es una parte de la ruptura del metabolismo de la naturaleza. El terrorismo patronal –«accidentes de trabajo», «enfermedades laborales»– es objetivamente un ataque capitalista a la naturaleza como totalidad que integra a la humanidad explotada, asesinada por el terrorismo empresarial.
La lista de ejemplos al respecto es inagotable, aunque en el documento solo aparece esto: «Es necesario subrayar que el origen de la emergencia climática es la organización económica social capitalista, por sus necesidades de producción irracional y acumulación incesante». ¿Acaso no hay otras subcrisis tanto o más destructivas que la «emergencia climática» que forman parte de la catástrofe que se avecina? Resulta esclarecedor que en menos de hoja y media, 3.452 caracteres sin espacios, el documento cite cinco veces la «emergencia climática», una vez la «crisis climática» y otra la de «cambio climático», tres veces el «medioambiente»…, como si fueran las únicas o en todo caso las expresiones fundamentales de una crisis, mejor decir que hay un antagonismo insoluble mientras subsiste el modo de producción capitalista: el que enfrenta a muerte la naturaleza y la tasa de ganancia.
Es cierto que el documento afirma que «es imprescindible acabar con el capitalismo. Es decir, organizar la producción al margen del poder del mercado, construir una sociedad que permita un uso sostenible de las materias primas y una relación equilibrada con el medio ambiente. Otra forma de organizar la sociedad: en equilibrio con el medio ambiente y superando las desigualdades sociales. Para ello, es necesario que los trabajadores combatamos el poder de los oligarcas, para que el control de los recursos productivos no dependa de intereses egoístas y privados, sino de intereses sociales generales».
Estamos ante una de tantas muestras del ecologismo reformista que no plantea ninguna medida revolucionaria concreta: ¿qué implica aquí y ahora «organizar la producción al margen del poder del mercado»? Desde una perspectiva marxista implica cargar sobre la burguesía un montón de impuestos directos, leyes restrictivas, controles obreros de la producción, racionalización del proceso productivo de cara a la reducción drástica de las emisiones de CO2 y de otros gases y residuos contaminantes, métodos científicos de reciclaje de residuos y un largo etcétera. Tanto el eco-socialismo como el eco-comunismo y el llamado «socialismo ecológico antiimperialista», por citar algunas corrientes, y sin hablar del imprescindible «leninismo ecológico», tienen propuestas socioeconómicas, políticas y culturales a aplicar mediante la lucha de clases a nivel táctico e inmediato, a nivel transicional y a nivel estratégico y de avance al socialismo y al comunismo, términos que no aparecen en el documento que analizamos.
¿Qué quiere decir «construir una sociedad que permita un uso sostenible de las materias primas y una relación equilibrada con el medio ambiente»? El documento no dice nada sobre lo decisivo: el antagonismo inconciliable entre el capital y la naturaleza, el agotamiento de los recursos en un mundo finito, así como la objetividad de las leyes de la termodinámica y de la entropía en cuanto demostración científica de que la rotura del metabolismo de la naturaleza nos enfrenta a un problema cualitativamente más grave que el de simple «emergencia climática». No negamos su importancia, afirmamos que es parte de un problema mucho más grave, solo resoluble mediante el socialismo y comunismo, que no se citan en el documento.
Es científicamente imposible el bien intencionado cuento del «uso sostenible de las materias primas», como también lo es la «relación equilibrada con el medio ambiente». Lo impiden las leyes del movimiento de la materia como categoría filosófica que hace referencia a lo objetivamente existente. Solo es posible reducir el consumo de recursos y controlar los desequilibrios mediante una planificación inaceptable por el capital, a la vez que se hace una extensa e intensa pedagogía por una forma de vida cualitativamente superior a la burguesa. Todo ello requiere poder obrero y es aquí cuando aparece la necesidad del debate sobre el «leninismo ecológico», por ejemplo.
Es verdad que la frase «es necesario que los trabajadores combatamos el poder de los oligarcas, para que el control de los recursos productivos no dependa de intereses egoístas y privados, sino de intereses sociales generales» tiene un aire revolucionario, pero una cosa es el control de los recursos productivos y otra muy distinta es su socialización bajo un Estado obrero defendido por el pueblo el armas. La diferencia entre ambos términos es aún más abismal cuando la analizamos desde y para una nación obrera oprimida y ocupada militarmente, en un contexto de pavorosa depresión nunca vista antes y en medio de una feroz contraofensiva imperialista a escala mundial.
Absolutamente nada de esto aparece en el documento que flota en el vacío cosmopolita de total ausencia de opresiones e injusticias nacionales, de un imperialismo salvaje. La pasmosa abstracción no se llena citando seis veces la «oligarquía financiera», dos la «oligarquía» a secas y una la «oligarquía financiera internacional», sin mayores precisiones en un texto de 3.452 caracteres sin contar espacios.
Se nos podrá responder que en imposible abarcar mucho en un texto tan pequeño, pero es una pobre excusa solo subsanable abriendo un debate verdaderamente democrático entre los colectivos que luchamos contra el «imperialismo ecológico» como elemento básico de la liberación nacional de clase. Tal y como está el panorama, Euskal Herria necesita dotarse de una estrategia internacionalista de lucha contra el «imperialismo ecológico» tal cual nos golpea en concreto, como marco autónomo de lucha de clases. Pero también, y por ello mismo, una estrategia muy consciente de que solo el internacionalismo y la visión programática de que la lucha por el comunismo es mundial, solo este criterio puede guiarnos en la decisiva praxis de reintegración de nuestra especie en la naturaleza.
Hay que divulgar y enriquecer masivamente este debate entre el proletariado y el pueblo trabajador vasco, porque de su resultado depende nuestro futuro y, a mucha mayor escala, el de nuestra especie.
Petri Rekabarren
19 de mayo de 2023
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