La tensión ha alcanzado cotas impredecibles a la par que preocupantes, tras casi 30 años de bloqueo, el ejército de ocupación marroquí incursionó en la madrugada del 13 de noviembre de 2020 en la brecha ilegal de El Guerguerat y abrió el fuego de sus cañones contra manifestantes saharauis que se encontraban en el lugar. Entonces, el Ejército de Liberación Saharaui respondió con ráfagas de artillería pesada al ataque marroquí. Se intercambiaron misiles y se reanudó la guerra, Marruecos rompe el alto el fuego y el Frente Polisario anuncia el inicio de la lucha armada.
El ejército saharaui lleva tres años atacando posiciones del ejército marroquí sin que este responda, salvo algunos intercambios de disparos de artillería o el lanzamiento, desde drones israelíes o turcos, de misiles contra objetivos civiles matando a ciudadanos saharauis, mauritanos y argelinos.
Evidentemente Marruecos sabe a que se expone si deja salir de sus muros sus fuerzas armadas para ocupar nuevos territorios de la República Saharaui. Desde el día 20 de octubre de 2023, Marruecos lleva concentrando tropas cerca del muro, en concreto en varios puntos de las regiones de Guelta Zemmur y Mahbes. El Frente Polisario tomó nota.
Marruecos es consciente del poder de difusión que tiene el Frente Polisario; una acción militar ilegal marroquí centrará de nuevo toda la atención de la comunidad internacional en el Sáhara Occidental, por lo que se podrían precipitar actuaciones contrarias a los intereses de la fuerza ocupante simplemente por aparentar la imagen de estado democrático, pacifista y cooperador.
Para entender la hoja de ruta del régimen marroquí, es necesario situarse en el contexto de acción en el que se encuentra sumergido Marruecos. El país norteafricano atraviesa una grave y profunda crisis económica y social que está teniendo como protagonista el alza de los precios que se incrementaron en casi el 50% en los productos básicos y de primera necesidad; la deuda externa de Marruecos alcanzó los 83.220 millones de euros con un crecimiento de 6.401 millones de euros con respecto al año anterior, lo que equivale a aproximadamente el 70% del PIB.
Por otro lado está Francia, contacto de Marruecos en el Consejo de Seguridad de la ONU y asesor primordial en el conflicto saharaui. En los últimos meses, París recuperó lentamente sus relaciones con Argelia, rehusó apoyar a Marruecos en la renovación de la MINURSO, ha retirado sus tropas de Mali, Níger y Burkina Faso. Además vive un conflicto secreto con Rabat debido al espionaje realizado a sus funcionarios, incluido el presidente Macron.
No hay que olvidarse que el bloqueo de El Guerguerat y la posterior guerra, ha surgido y está desarrollándose durante el transcurso de una de las mayores crisis económicas del último siglo, los flujos dinámicos de capital global están cambiando de forma agresiva. El contexto actual está marcado por el frenético derrumbe de las economías capitalistas más desarrolladas con el posterior shock en todas las regiones del mundo y la prolongada depresión del capitalismo europeo, lo que posibilita su salida al exterior para complementar las pérdidas.
Partiendo de este contexto que ha derivado en un clima social alterado, donde el pueblo europeo pide respuestas y soluciones a sus gobiernos sin el manido argumento de culpar a Rusia, Marruecos conoce las oportunidades que le brinda mantener el territorio ocupado y seguro para las empresas que saquean. Usará de nuevo este escenario como arma de presión y concesión. Realmente es un juego de suma cero donde se retroalimentan tanto la fuerza ocupante como las corporaciones, ya que mientras se explotan ilegalmente los recursos se profundiza la ocupación en favor de Marruecos y las multinacionales elevan sus ingresos. Esta es quizás la opción más favorable para el régimen de Mohamed VI, de hecho ya ha comenzado a ofrecer el fosfato saharaui debido a la reducción de importaciones rusas de este mineral esencial.
Aún así, en las actuales circunstancias, casi que se podría afirmar que ni Francia ni otra potencia se someterá a una larga guerra en el Sáhara Occidental, por el coste económico de la misma, por las inclemencias que ofrece el desierto saharaui y por la inestabilidad en la que sumiría a la región norteafricana. De aquí se desprende que la frágil economía de Marruecos, embestida por la pandemia y agravada por la guerra de Ucrania y la crisis energética, no soportaría una guerra abierta, y en caso de serlo, produciría efectos sociales, políticos y económicos completamente devastadores en el país monárquico.
Todas estas variables confluyen en una posible solución y cada una posee un diferente grado de implicación. Dichas contingencias generan un marco donde se expresan numerosas contradicciones entre poderes e intereses vitales susceptibles a alteraciones del paradigma dominante y posibilitando nuevos cursos de acción. Sin embargo, Marruecos teme dar pasos en falso, su cautela es manifiesta, demuestra no actuar de forma autónoma y siempre a la espera de terceros actores que orienten su proceder. El principal objetivo del Frente Polisario debe pasar por evaluar minuciosamente todas estas variables de modo que se pueda predecir, adelantar o aprovechar de cualquier hipotética eventualidad.
Salem Abdelhay
27 de noviembre de 2023