Por Iñaki Gil de San Vicente
Nota: texto base para la charla-debate con el colectivo Arboreá Andaluza realizado el pasado domingo día 21 de enero.
«Sólo por la resistencia desafiante hemos ganado respeto y nos hemos transformado en una potencia. Sólo el poder es respetado, y únicamente mientras seamos un poder seremos respetados por el filisteo. Quien haga concesiones no podrá seguir siendo una potencia y será despreciado por él. La mano de hierro puede hacerse sentir en un guante de terciopelo, pero debe hacerse sentir».
Engels: «Carta a Bebel del 18 de noviembre de 1884». Correspondencia, Edit. Cartago. Argentina 1973, pp. 345 – 346.
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1.- ¿Por qué volver a Lenin y a la cuestión del poder? ¿Por qué comenzamos esta rápida exposición, citando a Engels en un texto de 1884, hace 140 años, cuando estamos en 2024, un siglo después de la muerte de Ilich Ulianov? Tal y como está el mundo en esta tercera Gran Depresión iniciada en 2007, agudizada desde 2015 y llevada al extremo –por ahora- desde 2020, las clases y pueblos oprimidos somos cada vez más conscientes de que necesitamos poder propio, capacidad de autodefensa frente al avasallador poder injusto del imperialismo sea yanqui o franco-español; más aún, cada vez más Estados débiles se alían entre ellos a diversos niveles –multipolaridad, etc. – , para avanzar en otras relaciones mundiales enfrentadas o al menos diferentes a las dictadas por el imperialismo.
2.- Por tanto, la cuestión del poder está en primer lugar a nivel internacional, pero también, dialécticamente, dentro de cada Estado porque sus burguesías endurecen los ataques a «sus» clases explotadas y a las naciones que oprimen para salir lo menos mal posible de algunos de los efectos más duros de la tercera Gran Depresión. Si superamos nuestra credulidad hacia la propaganda capitalista, veremos que la lucha de clases siquiera en sus formas salariales reformistas, sin contenido político radical, tienden a aumentar en los países imperialistas por efecto mismo de la crisis. Otra cosa es que también crezca la derecha y extrema derecha, pero a esto volveremos más adelante. Lo que nos interesa ahora es retomar la lección histórica de que la mejor forma de ascender del sindicalismo reformista a la conciencia política es plantear directamente la cuestión del poder revolucionario en cualquier lucha reivindicativa, por pequeña que aparente ser.
3.- Para las naciones trabajadoras oprimidas todo esto es decisivo, lo que nos lleva a bucear en las lecciones históricas basadas en la objetividad de la lucha de clases, al margen de la malinterpretación y tergiversación subjetiva. Y una de las lecciones vitales es la que Engels resume en la cita de arriba, siguiendo el criterio de que la dialéctica de la praxis es la base del marxismo en general y de la aportación que hizo Lenin en concreto. Por dialéctica de la praxis entendemos la interacción permanente entre crítica y autocrítica bajo las presiones objetivas de la unidad y lucha de contrarios que es la base del movimiento de lo real. La cuestión del poder está en el centro de esta dialéctica como veremos.
4.- Visto esto, debemos contextualizar la cita de Engels: fue la respuesta a una pregunta sobre si la ilegalizada socialdemocracia alemana debía renunciar al derecho a la revolución para ser así de nuevo legalizada a costa de renegar de su identidad, de rechazar el inalienable derecho/necesidad de la violencia revolucionaria, justa, para responder a la violencia injusta, reaccionaria. El Estado veía inquieto que la ilegalización no debilitaba a la socialdemocracia y pensó que dividiéndola podría derrotarla: ofreció cambiar legalidad por arrepentimiento, con lo que esperaba que amplios sectores aceptarían el cambio, rechazando para siempre la «violencia» y asumiendo la «democracia» para siempre. Lo que estaba por tanto en juego era el problema del poder en su contenido crudo y duro: ¿se podía destruir el Estado sin violencia, sólo desde el pacifismo parlamentarista?
5.- La respuesta negativa de Engels sintetizaba toda la teoría marxista sobre el poder elaborada hasta entonces, aplicada a las condiciones de la lucha de clases en Alemania. Lenin la adecuó a la Rusia de entonces pero también a otra fase capitalista mundial, la del imperialismo. Veamos los puntos permanentes en la actualidad de esa cita:
5 – 1.- Hay que imponer respeto, miedo, al opresor, sea el que sea, desde el patrón o marido que abusa de las trabajadoras en todos los sentidos, hasta el imperialismo en su conjunto pasando por el resto de la densa y ágil red de interrelaciones de explotación, opresión y dominación. En estas luchas individuales, cotidianas, sociales, proletarias y nacionales de liberación el objetivo elemental es crear primero un contra-poder en cada una de esas luchas que debiliten al opresor, y, a partir de ahí, impulsar el avance a situaciones de doble-poder como antesala a la destrucción del poder explotador y la instauración del poder liberador. Vemos que esta perspectiva supera en alcance y contenido al pobre tópico de los micropoderes, que teniendo parte de verdad es insuficiente desde la dialéctica del poder.
5 – 2.- Pero desde y para esta concepción del poder liberador, el que sea, es imprescindible organizarse de forma adecuada: el patrón, el marido, por ejemplo, han de saber que sus privilegios desaparecerán porque la explotada se ha organizado de tal modo que puede responderle y vencerle, y que va a hacerlo. De la organización a pequeña escala –asambleas de vecinos, estudiantes, consumidores, enfermos, migrantes… – , hasta el partido comunista pasando por el bello arcoíris de la autoorganización del pueblo trabajador en organizaciones deportivas, culturales, informativas, sindicales, socioecológicas, etc., base de lo que debe llegar a ser el poder de los consejos, soviets y asambleas obreras y populares.
5 – 3.- Sólo así, demostrando voluntad y decisión organizada para aplicar nuestra fuerza, seremos respetados, como primera conquista para impedir ataques más duros del opresor. Pero el respeto del opresor hacia el oprimido, que es la forma suave de llamar al temor y al miedo al oprimido, es sólo el momento defensivo que facilita la autoconfianza, la organización, el aprendizaje para luchas posteriores ofensivas sin las cuales nunca destruiremos el poder dominante y nunca instauraremos el de los y las dominadas.
5 – 4.- Por tanto cualquier cesión, dejadez o claudicación será una muestra de indecisión, desconcierto, división y cobardía nuestra que envalentonará al poder opresor, como ocurre en tantas y tantas huelgas obreras y aún a mayor escala en muchos más intentos previos de movilizaciones populares que son desactivados y derrotados antes de iniciar sus acciones. Aquí es fundamental el desarrollo de la conciencia política revolucionaria en todas y cada una de las resistencias por muy individuales o a muy pequeña escala que puedan ser. Por ejemplo, la lucha ecologista de un barrio popular contra una fábrica, o la liberación personal del opio consumista, etc., tienen contenido revolucionario cuando son guiadas hacia la toma del poder por el pueblo, requisito objetivo e imprescindible para frenar y recuperar el metabolismo socionatural. También es fundamental, por tanto, la conciencia de crear organizaciones para vencer en esas y en todas luchas particulares y singulares contra el poder capitalista, o sea, contra la propiedad burguesa.
5 – 5.- Durante más o menos tiempo, y dependiendo de las circunstancias, la mano de hierro del pueblo trabajador, la violencia justa, puede estar expectante y preventiva o intervenir con suavidad según las necesidades; se trata de una ley social confirmada por siglos de lucha de clases y de pueblos, según la cual hay que medir el momento, sitio y forma de pasar de la espera a la acción, de organizar y hacer la pequeña protesta vecinal o estudiantil, la huelga parcial o general, la guerra de guerrillas y/o la insurrección revolucionaria. Pero hay dos formas de solucionar las dudas que esta ley social plantea: la reformista, según la cual nunca hay que cruzar el umbral de la democracia burguesa, de su paz obediente y sumisa para no asustar el poder dominante y al electorado alienado; la revolucionaria, que como hemos dicho antes insiste en que toda reivindicación debe organizarse y realizarse mirando a la acumulación sinérgica de fuerzas para la destrucción del Estado del capital y la creación simultánea del Estado socialista.
5 – 6.- Pero tarde o temprano siempre llega el momento en el que se hace imprescindible que esa mano de hierro obrera golpee al opresor, pase de la defensiva a la ofensiva, y entonces se impone la línea reformista o la revolucionaria. También estamos ante una ley social, tendencial por la lógica de la lucha de clases, de modo que el resultado de la lucha se decide por la dialéctica entre la preparación, la realización y el azar. La incertidumbre consustancial a toda lucha extrema puede ser reducida en beneficio del proletariado en la medida en que este haya creado antes contrapoderes parciales, islas muy débiles de cierta libertad o de menos opresión en el enfurecido océano capitalista; y en la medida en que se haya podido avanzar de esos contrapoderes a una situación de doble poder que, por su misma naturaleza, dura muy poco tiempo ya que la burguesía lo aplasta cuanto antes siempre que puede, sobre todo busca abortarlo antes de que nazca.
6.- Como se ve, la cita de Engels de 1884 es totalmente válida en su esencia en 2024. Pero en sus formas externas debe ser enriquecida, tal como hizo Lenin desde sus primeros textos en los que destroza al «marxismo legal», a la sociología burguesa, pero también disecciona lo bueno y lo malo del populismo, haciendo la primera denuncia de la opresión nacional. En 1902 publicó el ¿Qué Hacer?, brillante ejemplo de integración en un todo de lo organizativo, propagandístico, político, estratégico, etc., internamente unidos por un hilo rojo que el reformismo odia a muerte: la dialéctica, método insustituible para el desarrollo del comunismo. Aquí solamente vamos a desarrollarla en su interioridad con el poder, ya que no podemos analizar otras expresiones como la inherente a la teoría del derrumbe que se debatió en aquellos años, por no hablar de la crítica del mecanicismo de la sociología burguesa, etc. Entre 1902 y la revolución de 1905, la cuestión del poder en Lenin empieza a mostrar signos de su grandeza posterior, mejorando en cada texto algo decisivo ya apuntado frecuentemente por Engels y por Marx: la inseparabilidad entre forma organizativa y estrategia para la toma del poder en aquellas condiciones.
7.- Como sucede siempre, la irrupción de las clases y naciones oprimidas en la historia confirma y mejora ciertas teorías a la vez que contradice y hunde otras. Para nuestro tema, 1905 confirmó prácticas decisivas para enriquecer la teoría marxista del poder, prácticas que ya venían desarrollándose desde hacía tiempo pero que dieron un salto en Rusia por las especiales condiciones de este decrépito imperio; de entre ellas destacan la creatividad obrera y campesina mostrada en los soviets, la efectividad de la teoría leninista del partido tal y como estaba elaborada hasta entonces, la interacción de las diversas violencias justas, el debate sobre las etapas de la revolución, la administración popular de los espacios liberados, el papel de las naciones oprimidas, etc.
8.- Viéndolo en su conjunto, la revolución de 1905 aportó tres grandes lecciones para la mejora realizada hasta ese momento por Lenin de la teoría marxista del poder: Una, éste ha de ser democrático en un sentido cualitativo totalmente superior al burgués, poder real del pueblo, consejista, soviético, asambleario, pero muy consciente de que esos logros no sirven de nada si no destruyen el Estado burgués y crean el socialista. Dos, ello se logró, aún con sus limitaciones, gracias a la flexibilidad, adaptabilidad y preparación de la teoría leninista del partido en aquellos momentos, de modo que a pesar de los retrasos, no se tardó mucho tiempo en conquistar la confianza política de las clases y naciones oprimidas organizadas en soviets que en un principio estaban dominadas por el reformismo.
9.- Aun así la revolución fue derrotada, lo que propició la tercera lección autocrítica en su sentido más profundo y radical posible: la concepción del materialismo histórico y dialéctico, la formación filosófica del partido para conocer la unidad y lucha de contrarios que determina el antagonismo entre el poder burgués y el poder proletario. Como en cada derrota grave, la moral de la militancia menos formada cayó en picado, y por esa brecha entró a raudales la forma más actual entonces del idealismo supuestamente «científico» con un contenido reformista mortal. La minoría más formada del partido, con Lenin a la cabeza, se lanzó a una guerra intelectual de vida o muerte divulgando y debatiendo un librito también odiado por los reformistas: Materialismo y empiriocriticismo, de 1908.
10.- Nos resulta imposible resumir lo sustancial de esta obrita gigante en contenido, por lo que sólo vamos a nombrar una de sus cualidades: es imposible saber qué es la política capitalista y en especial el poder intelectual reaccionario que le vertebra sin la lucha permanente entre materialismo e idealismo. Al ignorar la esencia reaccionaria, idealista, del poder intelectual burgués, tal cual dominaba a principios del siglo XX, ignoramos una de las fuerzas irracionales que sustentan su dominación, y por tanto que sustenta al Estado como forma político-militar del capital. Un ejemplo: el pragmatismo es una de las grandes subideologías del reformismo desde finales del siglo XIX, pues bien la crítica demoledora del librito al pragmatismo es hoy más necesaria que en 1908 porque ahora, 116 años más tarde y a pesar de las incontrovertibles lecciones históricas, el pragmatismo sigue siendo una de las excusas ideológicas del reformismo, si no léanse las declaraciones al respecto de EH Bildu.
11.- El desarrollo posterior de la lucha de clases y de la ciencia han dado la razón a esta obrita porque en ella se plantea crudamente el problema ontológico de la realidad, es decir qué es lo que existe, por qué existe y cómo incidir en su desarrollo. La dialéctica marxista es una ontología del capitalismo que razona por qué hay que destruir el Estado burgués creando el poder obrero. El idealismo, sobre todo sus formas más burdas, huye de este problema. Precisamente el debate sobre Materialismo y empiriocriticismo fue uno de los que aceleraron la escisión definitiva entre bolcheviques, mencheviques, centristas, etc., porque habían chocado dos ontologías contrarias sobre el capitalismo: la revolucionaria bolchevique y el reformista menchevique. La teoría leninista sobre la dialéctica del poder había dado así un paso de gigante gracias al estudio crítico de los efectos filosóficos de la derrota de 1905.
12.- No fue casual que la escisión definitiva se produjera en 1912 cuando despuntaba una nueva oleada de luchas en Europa. La victoria reaccionaria de 1905 había dado por muerto al marxismo, pero la vuelta al escenario público de la lucha de clases, que nunca había desaparecido del todo, activó las alarmas del poder que redobló sus ataques a la teoría revolucionaria. Por esto, en 1913 Lenin publicó Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo, en el que constataba que el capital odia al marxismo y en el que insistía de nuevo en la necesidad del estudio de la dialéctica para entender por qué siempre resurge la lucha de clases a pesar de las apabullantes derrotas sufridas.
13.- Además, en 1912 – 13 la cuestión de la dialéctica del poder estaba agudizada al rojo vivo en su forma parlamentaria por la fuerza electoral de la socialdemocracia alemana y por la agudización de las reivindicaciones de las naciones oprimidas; como por la reactivación del debate sobre el «derrumbe» del capitalismo que se había iniciado a finales del siglo XIX, debate en el que la dialéctica del «factor subjetivo» es vital. Desde agosto de 1914 la dialéctica del poder en su forma absoluta –guerra imperialista contra guerra revolucionaria – , daría un salto cualitativo sólo explicable según la ley de la negación de la negación.
14.- Por eso, en 1913 Lenin intensificó el estudio de la opresión nacional, cargada de subjetividad/objetividad, al comprender que sería una de las fuerzas decisivas para la revolución mundial, conclusión que se reforzaría con su estudio posterior del imperialismo. Volvemos así al siempre presente problema del poder elevado al máximo de importancia con el desarrollo del capital financiero en su fase imperialista. Las luchas de liberación anticolonial se transformaron en antiimperialistas, lo que unido a la lucha de clases al alza en el interior de Europa llevó a la IGM. Otra vez más, la agudización extrema de las contradicciones se expresó en forma de guerra atroz en medio de la sorpresa generalizada de la izquierda que se dividió y del reformismo que apoyó incondicionalmente al capital.
15.- Con la IGM la cuestión del poder dio otro salto en importancia y solamente muy pequeños grupos de izquierda se mantuvieron firmes, destacando los bolcheviques porque su formación teórico-filosófica les llevó a plantear la única solución válida: transformar la guerra imperialista en guerra civil, es decir, aplicar la dialéctica del salto en calidad de una guerra a su antagónica, de la imperialista a la revolucionaria. Para comprender el enorme potencial emancipador de esta consigna había que dominar la filosofía marxista y su dialéctica, que explican por qué existen dos poderes antagónicos unidos por una lucha permanente entre ellos. Los bolcheviques fueron los que mejor lo entendieron y esa fue una de las razones de la victoria de la revolución de Octubre.
16.- Esta consigna fue expresada en 1915 en el texto El socialismo y la guerra, elaborado en el período de intenso estudio de la realidad nueva puesta al descubierto por la IGM. Desde mediados de 1916 la lucha de clases avanza con extremas dificultades en medio de la guerra imperialista. Además de las huelgas obreras y otras formas de protesta popular, las «huelgas militares» aparecieron con quejas, desobediencias y hasta motines, pero sin llegar aún a insurrecciones: eran inexpertos contrapoderes fugaces y débiles a los que les faltaba experiencia para llegar a ser consejos y soviets. La visión mecanicista y lineal del electoralismo socialdemócrata, pragmático, neokantiano y antidialéctico, era una de las principales responsables de este retraso, responsabilidad reforzada por su apoyo total a la guerra imperialista con lo que legitimaba y reforzaba la represión de esas luchas.
17.- Así, como se vería en pocos meses cuando las clases y pueblos explotados por el zarismo se pongan en pie desde finales de 1916, la dialéctica del desarrollo desigual y combinado inherente al proceso revolucionario estaba menos avanzada en Occidente porque, además, también pesaba mucho la inexistencia de partidos como el bolchevique, con efectos catastróficos por las derrotas sangrientas que ello originó. En este contexto, en 1914 – 18 Lenin estudió rigurosamente al menos siete grandes temas: El derecho de las naciones a la autodeterminación, El socialismo y la guerra, El imperialismo fase superior del capitalismo, El Estado y la revolución, Cuadernos filosóficos, Declaración de los derechos del pueblo trabajador y explotado, y La revolución proletaria y el renegado Kautsky, sin citar infinidad de notas, artículos y borradores.
18.- La dialéctica del poder cimenta la totalidad de esta excelsa obra cuyo punto de bóveda y piedra basal son los decretos dictados en los primeros días de la revolución de Octubre. En ellos se materializan siglos y siglos de aspiraciones de la humanidad explotada desde que se impuso por el terror y la violencia injusta la propiedad privada, por tanto desde que la dialéctica del poder irrumpió en la historia social. El valor de las utopías rojas aparece aquí con su fuerza contradictoria, y a la vez la esencia reaccionaria en última instancia del reformismo que, en los momentos críticos, defiende la propiedad privada activando los mitos idealistas y obedientes de las utopías conservadoras. El reformismo presiona siempre para que las clases explotadas no den el salto del socialismo utópico al comunismo utópico y de aquí al comunismo marxista. La feroz y valiosísima crítica de Lenin a Kautsky en 1918 lo confirma de forma absoluta.
19.- Precisamente en estos momentos, la praxis bolchevique del poder se enfrentó a una de sus pruebas más difíciles con el surgimiento de la burocracia dentro del partido, del Estado y de restantes sistemas de poder, siendo Lenin uno de los primeros que la criticó abiertamente al afirmar que existía «un Estado obrero burocráticamente degenerado» y al preguntar sobre quienes mandaban realmente, los obreros y campesinos comunistas o los burócratas advenedizos. Debemos partir de las destrucciones causadas por la guerra desde 1914 en un imperio débil, agravada por la salvaje agresión entre 1918 – 1923, por el hundimiento de la industria y la muerte de decenas de miles de comunistas en los campos de batalla, por el empeoramiento dramático de las condiciones de vida especialmente en el invierno de 1920 – 21, con sublevaciones reaccionarias de campesinos en medio de la invasión imperialista, la aparición del bandolerismo en favor del zar, etc., culminando en la insurrección de Kronstadt de marzo de 1921, magnificada y tergiversada por todas las fuerzas antibolcheviques.
20.- El bolchevismo sabía que la muy atrasada URSS apenas podría sobrevivir solo por sí misma, sin la ayuda del proletariado internacional. Para evitar ese riesgo casi mortal, brindaron desde el primer día la ayuda internacionalista posible, destacando el año 1919 en el enriquecimiento de la teoría del poder con la creación de la Internacional Comunista y con las relaciones sostenidas con los consejos y soviets que florecieron en muchos Estados europeos corriendo la misma suerte atroz que la sufrida por la Comuna de París de 1871. De entre la impresionante obra teórica sobre la práctica del poder socialista, debemos estudiar con absoluta dedicación el Saludo a la República de los Consejos de Baviera de abril de 1919, obrita que enriquece a El Estado y la revolución de verano de 1917 gracias a lo aprendido en esos casi dos años.
21.- La URSS sobrevivió en estas condiciones extremas por dos razones fundamentales: por el giro a la Nueva Política Económica en ese 1921 para salir de la pobreza y del hambre, sabiendo los riesgos altos de recuperación de la burguesía que ello conllevaba al readmitir formas económicas capitalistas; y el gran apoyo de masas que el bolchevismo tenía a pesar de la terrible situación, sobre todo en la alianza obrero-campesina que era estratégica para la revolución. Ambas razones tenían mucho que ver con el concepto leninista de hegemonía socialista, muy superior en todo al gramsciano y desde luego al eurocomunista y otros reformismos en boga. La hegemonía leninista se basaba en la ágil interacción entre la democracia soviética en sus muchas expresiones de base, y el actuar del Estado y del Ejército Rojo, de los sindicatos, y en especial el reforzamiento de los soviets campesinos en la dirección del poder soviético. etc., a pesar del cáncer burocrático y del agotamiento que hemos descrito arriba.
22.- Lenin era muy consciente de los peligros internos que facilitaban la vuelta del capitalismo. Decía que «la revolución enseña» insistiendo en el papel crucial que tenía para el bolchevismo la formación teórico-filosófica marxista, en concreto la esencia materialista y dialéctica del conocimiento porque solo ella más la democracia soviética podían garantizar el avance al socialismo, como lo argumentó en El significado del materialismo militante de 1922. De este modo y en condiciones más extremas actualizaba parte del debate iniciado en 1908 sobre materialismo versus idealismo: si entonces se buscaba formar a la militancia para destruir el poder capitalista, ahora se formaba a la militancia para fortalecer y perfeccionar el poder socialista.
23.- Esta obra de 1922 se inscribe con mérito propio en la dialéctica del poder en su esencia liberadora, porque muestra la necesidad absoluta en al menos tres cuestiones: Una, estudiar la dialéctica, incluida la hegeliana, dentro del sistema educativo soviético; Dos, la emancipación total de la mujer trabajadora muy especialmente la campesina, como demuestra Lenin al referirse al cosmos de derecho/necesidad/libertad de la mujer abierto por la revolución, algo nunca logrado ni querido hasta entonces por ninguna burguesía «democrática». Y tres, avanzar en la «revolución cultural» inserta como puntal profundo en la revolución socialista. Hay que admitir la actualidad de estas cuestiones para entender la complejidad de las luchas con el poder capitalista en la actualidad.
24.- Lenin murió el 21 de enero de 1924. A pesar de su primer ataque cerebral en mayo de 1922 solo dos meses después de su conferencia Sobre el significado del materialismo militante, su creatividad intelectual se mantuvo intacta bastante tiempo, como mínimo hasta octubre de 1923, cuando empezó a declinar hasta el rápido declive en ese diciembre. Fueron estas las condiciones en las que libró lo que se ha denominado el «último combate» de su vida, y lo que añade más grandeza a su vida, dedicada a mejorar la dialéctica del poder liberador que debía integrar la lucha para resolver la totalidad de las necesidades, acabando con las opresiones, explotaciones e injusticias.
25.- Nos hemos referido arriba a la ontología de Lenin, y ahora vemos las ventajas de esta visión materialista de la realidad con sus contradicciones objetivas: nada quedaba fuera del proyecto socialista. El materialismo dialéctico, la cultura científico-crítica, era asumida como vital para reforzar el resto de medidas destinadas a salvar la revolución, básicamente reforzar la presencia de comunistas en los aparatos de poder, acabar con la burocracia, fortalecer la planificación socioeconómica de la industria pesada y de sus relaciones con el campesinado, reforzar el papel de las cooperativas, asegurar los derechos de las naciones no rusas, desarrollar la pedagogía socialista, acabar con el derecho burgués y crear el derecho socialista…
26.- Parafraseando a Lenin: el poder lo es todo, el resto es ilusión. Parece una frase dura e inaceptable desde el humanismo burgués y desde sus derechos abstractos, pero es de una crudeza tan objetiva para las clases explotadas que llega a hacerse insoportable: basta ver el retroceso en varios años en la media de vida en Rusia, sobre todo para la mujer trabajadora, tras la implosión de la URSS, la vuelta del capitalismo y la pérdida del poder anterior que lo garantizaba. Es una verdad objetiva, en el sentido materialista del término, que las políticas de «austeridad» dañan la salud obrera en todos los sentidos. Para sostener ese ataque a lo elemental –la salud– la burguesía recurre a los poderes de su Estado y al apoyo reformista que tiene el objetivo central de mantener la ilusión de las y los oprimidos de que podrán resolver sus problemas aun sin poder propio alguno, únicamente por los métodos permitidos por la burguesía.
27.- Vemos cómo la dialéctica del poder de Lenin integra la totalidad de problemas que conciernen a la lucha de clases. No puede ser de otro modo. El método dialéctico actúa siempre en el interior de la lucha de contrarios de la totalidad concreta de la que se trate, en este caso el antagonismo entre el poder burgués y el poder proletario. La ilusión en la bondad de la dictadura del capital es una parte del todo reaccionario al que combate la dialéctica. Existen dos grandes formas de ilusión: la crédula e idealista que carece de toda base de objetividad, de probabilidad y posibilidad, como creer ilusamente en la bondad del capital y en el pacifismo; y la ilusión crítica y materialista basada en el estudio objetivo de la lucha de contrarios, y de las necesidades, posibilidades y probabilidades de victoria que surgen del estudio. Es la ilusión crítica y autocrítica que Lenin expone en el ¿Qué Hacer? cuando dice que «¡¡Hay que soñar!!».
28.- Si Lenin dice en 1902 que hay que soñar, en los Cuadernos filosóficos sostiene que la praxis humana crea la realidad hundiendo así la tramposa crítica a la teoría del conocimiento como supuesto reflejo automático y fiel de lo objetivo, y por último, como hemos dicho, insiste que la revolución enseña. Las primeras acepciones de la palabra dialéctica en lengua griega antigua hacen referencia al proceso de optar por la libertad en un momento crítico, de decidir pasar a la lucha para evitar la esclavización o la muerte, que coincide perfectamente con la idea marxista y de Lenin, en cuya extensa obra abunda el llamado a la coherencia autocrítica e ilusionada entre pensamiento y práctica. La acción, la lucha en el caso de la Grecia Antigua y de toda la historia de la opresión, crea la nueva realidad al conquistar nuevos espacios de libertad.
29.- Todas las formas de dogmatismo, indiferencia e ilusa credulidad reformista niegan la dialéctica del poder y en especial la necesidad objetiva que de ella se desprende de llegar a su momento decisorio: la violencia justa contra, por ejemplo, los crímenes de la explotación, del militarismo imperialista y del fascismo. La historia muestra que estas formas, y su contenido de pasividad, nunca han detenido el avance del fascismo y nunca lo han derrotado. La dialéctica del poder muestra, además, que hay que preparar con antelación, con victorias parciales previas, el momento crítico del enfrentamiento decisivo: las victorias previas, aun siendo pequeñas, refuerzan la autoconfianza porque aportan lecciones y exigen autocrítica de los errores, lo que incrementa la ilusión esperanzada en la victoria: hablamos de la teoría marxista del conocimiento.
30.- Llegados a este punto, debemos volver al inicio para actualizar las mejoras en la dialéctica del poder que fueron realizando los bolcheviques al marxismo tal cual existía a finales del siglo XIX, sintetizadas en la cita de Engels de 1884 que hemos ofrecido al inicio, que sigue siendo esencial y permanente porque sigue existiendo explotación social. La dialéctica muestra por qué permanece lo esencial de un problema aunque sus formas externas cambien: porque el aumento cuantitativo de los cambios no ha producido aún un salto en cualidad en el problema, no ha transformado su esencia anterior por una nueva. Hoy las leyes y contradicciones del modo de producción capitalistas son las mismas que en 1884 pero más agravadas e interrelacionadas que entonces porque, dicho básicamente, la víbora capitalista ha mudado al menos cinco veces de piel, lo que ha hecho que su veneno sea más letal y asesino que entonces:
31.- Una, el paso de la fase colonial a la fase imperialista entre los siglos XIX y XX, con el desarrollo de poderes burgueses nuevos, entre ellos la militarización como se vio desde la IGM y la nuclearización desde 1945. Dos, la creciente autonomía de la financierización sobre el proceso de producción de valor, proceso ya anunciado en Engels en 1894 que ha seguido avanzando imparablemente. Tres, las nuevas estrategias anticomunistas y pro-imperialistas desde 1917, estudiadas al detalle por el bolchevismo y por la Internacional Comunista. Cuatro, la hecatombe socioecológica que se avecina, el empeoramiento de la salud y las hambrunas, algo que ya preocupaba al marxismo desde siempre y que se ha confirmado. Y cinco, junto a la militarización, autoritarismo y fascismo al alza, también se han desarrollado otras formas de dominación basadas en el consumismo, la guerra cultural, las falsas libertades, la alienación y el fetichismo, etc. y que hoy son mucho más variadas que entonces.
32.- Las categorías de contenido y continente, esencia y fenómeno, etc., en lo relacionado con el antagonismo entre el poder burgués y el proletario, nos explican que lo decisivo es acabar con el contenido, con la esencia, con la propiedad privada en cualquiera de sus continentes, de sus formas. Sabemos que hay una interacción permanente entre causa y efecto, de modo que la forma también incide en el contenido, lo que nos obliga a extremar el estudio concreto de cada forma del poder para descubrir su debilidad específica y destruirlo, pero siempre teniendo en cuenta la totalidad capitalista. Las modas reformistas sostienen que no existe una totalidad estructurante –el capital– que une de modo objetivo –el mantenimiento de la propiedad privada– a esas luchas aunque no sean conscientes de ello; también niegan la dialéctica de la concatenación universal, operativa en este caso en el aparente aislamiento absoluto de las luchas y sus objetivos, lo que refuerza al capital; además niegan que pueda haber un salto revolucionario de la opresión a la libertad, en todo caso una mejora cuantitativa que suavice la explotación.
33.- La antidialéctica del reformismo se plasmó en el auge del neokantismo, en la demagogia postmoderna y en otras divagaciones destrozadas por la objetividad de las contradicciones del capital, inocultables desde al menos la crisis financiera de 2001, anuncio de la de 2007-08 que a su vez generó la brutalidad imperialista desde 2011 hasta ahora. Los micropoderes foucaultianos; la multidiversidad de los movimientos; el «imperio» y la «multitud» negrista; el no posicionarse frente a las atrocidades del capital –ni-nismo– con la excusa del pacifismo absoluto de los DD.HH. burgueses; la «alternativa verde eco-pacifista»; el renunciar al concepto-fuerte de socialismo para difuminarse en el etéreo «post-capitalismo»; el concepto reaccionario de «policrisis» antagónico con la dialéctica marxista basada en la contradicción inconciliable entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de propiedad capitalista; la reactivación del pragmatismo –fijémonos en EH Bildu – , y del posibilismo, etcétera, nos conducen en directo al rechazo frontal y explícito de la ley de la negación de la negación.
34.- La ofensiva reformista y reaccionaria contra la dialéctica en su conjunto y en especial contra la del poder, nos plantea la vigencia de lo que los bolcheviques llamaron «revolución cultural» que integraba la emancipación sexo-afectiva, familiar, de una política del deseo/necesidad, etc., desarrollando en sus condiciones las ideas al respecto que ya aparecían en el marxismo anterior. Pero los bolcheviques eran conscientes que para ello necesitaban el poder obrero basado en la democracia soviética y protegido por el pueblo en armas, como salto cualitativo sin el cual era imposible desarrollar todo el potencial de pedagogía socialista inserto en el materialismo dialéctico e histórico. Ahora bien, ello no impide sino que exige que la formación teórico-filosófica de la militancia y de cada vez más franjas oprimidas, se inicie cuanto antes, nada más comenzar sus pinitos en la vida sociopolítica.
35.- Por esto es fundamental que la izquierda también luche por una pedagogía socialista enfrentándose a su sistema alienador llamado «educación». Para vencer a medio plazo el cosmos de irracionalidad religiosa, patriarcal, racista, fascista… la izquierda debe reiniciar la lucha pedagógica en el sentido de los objetivos bolcheviques arriba vistos, y de las ricas experiencias anteriores reprimidas, olvidadas o desprestigiadas por el reformismo. Tal lucha global, estructurada alrededor de la conquista de la propiedad socialista de los medios de producción como objetivo universal, debe concretarse en lo particular y singular de cada reivindicación.
36.- La dialéctica del poder nos lleva así a la necesidad de, uno, aplicar contra el capitalismo actual la estrategia actualizada del contrapoder o de la hegemonía obrera y campesina, que viene a ser lo mismo en este texto, elaborada en fases desde mediados del siglo XIX. Sabemos que siempre será muy limitada e incompleta, débil y cercada, y aniquilable por la represión burguesa; dos: toda reivindicación ha de autoorganizarse como contrapoder efectivo para atemorizar y vencer o neutralizar al opresor de turno; tres, esa lucha debe inscribirse en la lucha universal por el socialismo; cuatro, por tanto, ha de prepararse para lo peor y/o para lo mejor: la represión y la revolución; y cinco, educar siempre y en todo momento en que es imprescindible destruir el poder del capital e instaurar el poder del proletariado.
IÑAKI GIL DE SAN VICENTE
EUSKAL HERRIA 16 de enero de 2024
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Y AHORA SE ACUERDAN DE LENIN… CUANDO TRUENA
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«Repetir a Lenin al pie de la letra es la mejor manera de traicionarlo […] Lenin nunca se repitió a sí mismo […] es un hombre que se hace autocríticas en la medida en que la realidad critica su teoría»1
¿Ha estado tan ausente Lenin en la lucha de clases mundial y sobre todo de los pueblos oprimidos, como para verlo ahora, en el centenario de su muerte, como un ser raro, estrambótico o maldito al que, después de años de olvido y ataques, basta dedicar algunos artículos de autores que apenas conocen nuestra historia o la desconocen totalmente al margen de los tópicos al uso? ¿O se quiere presentar un Lenin con nula o poca ‘utilidad’ para nosotros?
Muchos nos acordamos de F. Fanon cuando describe la mentalidad del colonizado que se desprecia así mismo, que admira la ‘superioridad teórica’ de intelectuales foráneos y se obsesiona en copiar sus abstracciones generalistas sin apenas engarce práctico con la realidad concreta del proletariado de la nación oprimida. ¿Está sucediendo esto ahora, con el centenario de la muerte de Lenin? Pudiera ser que sí al ver esa especie de obsesión por traer a Euskal Herria personas de izquierda para que nos ilustren sobre lo que parece que nosotros ignoramos. Sean bienvenidas por sus necesarias aportaciones, desde luego, pero lo fundamental es el análisis concreto de la realidad concreta, tal cual insistía Lenin, y quien mejor puede analizar su situación concreta es el proletariado vasco que lleva más de un siglo adecuando el marxismo a la lucha de liberación nacional de clase.
La presencia de Lenin en Euskal Herria se remonta a la creación de la Internacional Comunista en 1919. Incluso un sindicato entonces amarillo y claramente pro-burgués como era ELA ya planteó hacia 1922 la necesidad de estudiar las aportaciones de Lenin sobre el derecho de las naciones a la autodeterminación aunque el debate fue abortado por el golpe militar de Primo de Rivera de 1923. La represión si bien retrasó la rápida penetración del leninismo en el proletariado vasco, no evito que, desde 1931, se recuperara su influencia pública hasta el punto de surgir una organización comunista que luchaba por la amnistía y la salida del ejército de ocupación español de Euskal Herria.
Luego, tras la masacre franquista y los explosivos cambios sociales acaecidos, desde mediados de los ’60 el leninismo empezó a recuperarse dentro de las izquierdas vascas, llegando a mimetizarse en la práctica y en la teoría en la VI Asamblea oficial de ETA de 1973 que se declaró comunista, y en las reflexiones de grupos dentro de la amplia izquierda abertzale del momento sobre la necesidad de teorizar lo que en la práctica aparecían como los embriones del «marxismo vasco», lo que escandalizaba al sanedrín de la ortodoxia sobre todo a su sección españolista.
La dialéctica del desarrollo desigual y combinado ayuda a comprender por qué el marxismo vasco tiene una base material, social, objetiva de existencia que se comprueba comparando la historia y el presente de la lucha de clases en Euskal Herria con las de los pueblos circundantes; también explica por ello mismo las dificultades a las que se enfrenta para su desarrollo, que no vienen sólo de la lógica represión burguesa y su antimarxismo furibundo, sino a la vez tanto del obstruccionismo y boicoteo reformista como de la oposición tenaz de las izquierdas estatalistas y de las que han abandonado la teoría leninista de la opresión nacional. Lenin es un antídoto imprescindible para superar estas represiones, obstrucciones, boicoteos y oposiciones reaccionarias unas, dogmáticas todas y hasta irracionales algunas.
No deben sorprendernos por tanto los vaivenes en el avance del marxismo vasco, proceso que no podemos detallar aquí pero durante el cual la figura de Lenin actúa internamente, en especial en la permanente crítica y autocrítica que le caracteriza como hemos visto en la cita que encabeza este artículo: la historia de la izquierda vasca desde su recuperación allá por los ’50 pero incluso antes, cuando aparecen los primeros comunistas que luchan legal o clandestinamente por la independencia en la década de los 1920, rebosa crítica y autocrítica; basta leer los muchos y gruesos tomos e investigaciones de documentos de los debates en las sucesivas ETAs para confirmarlo.
Los altibajos en el desarrollo del marxismo en general y de sus formas concretas de plasmación dependen de la lucha de clases, y más en las guerras de liberación nacional. Cuando J. L. Acanda sostuvo en 2004 que «Lenin nunca se repitió así mismo», lo hizo en el contexto marcado por el tenaz avance del bolivarianismo desde, al menos, 1999 derrotando el golpe de Estado de 2002 y la guerra petrolera posterior además de otros muchos conflictos, lo que confirma que las necesidades de enriquecimiento teórico se agudizan en situaciones duras, que no en simples onomásticas. El no repetirse así mismo nunca, es una cualidad necesaria del método dialéctico porque éste se mueve a la vez que el movimiento cuantitativo y cualitativo de la realidad, de su unidad y lucha de contrarios. Aquí, como siempre, el salto a la novedad cualitativa es lo decisorio por razones obvias, y es una de las múltiples razones que hunden el pragmatismo.
Durante la lucha contra la explotación patriarcal, de clase y nacional sostenida en una primera fase desde finales del siglo XIX hasta la década de 1920, después hasta la década de 1950, y desde aquí hasta el presente, durante este tiempo el grueso de las izquierdas vascas que de un modo u otro tenían a Lenin como un referente, el rechazo del posibilismo –nombre europeo del pragmatismo a comienzos del siglo XX– y del oportunismo ha sido constante incluso en aquellas minorías que aceptaron la constitución monárquica en 1978 y la trampa de la descentralización administrativa española llamada «autonomía».
Pero la socialdemocracia soberanista aceptó el «pragmatismo transformador»2 (¿?) hace unos años y lo ha vuelto a reafirmar recientemente, en 2022. Aunque Lenin critica el pragmatismo también en lo filosófico y epistemológico, defendiendo el materialismo, ahora sólo lo hacemos en lo político. En 2007 se publicó un texto que actualizaba a Lenin y que fue editado en español en 2010, en el que hablando sobre Ilich, leemos:
«… su decisión de intervenir en la situación, no en el sentido pragmático de ajustar la teoría a las demandas realistas por medio de los necesarios compromisos, sino por el contrario de eliminar todos los compromisos oportunistas, de adoptar la posición inequívocamente radical desde la que sólo es posible intervenir de tal manera que nuestra intervención cambie las coordenadas de la situación»3.
La elaboración de este libro colectivo fue hecha en medio de un ascenso de la lucha de clases internacional, como se indica directamente4. La «política de la verdad», según el subtítulo de la obra citada, conlleva en sí misma la permanente crítica/autocrítica, unidad dialéctica revitalizada por Lenin en su enfrentamiento con las muchas formas ideológicas burguesas y reformistas, entre ellas la del pragmatismo/posibilismo. La crisis de 2007 sorprendió a todas las instituciones burguesas que no esperaban ni remotamente tamaña catástrofe aunque venía anunciada por las sucesivas sub-crisis que azotaban en capitalismo desde al menos el hundimiento de los «tigres asiáticos» en verano de 1997, luego la crisis del puntocom del 2000 y en 2001 la argentina y de las bolsas internacionales, y otras menores. El debilitamiento económico de fondo que se estaba produciendo exigía endurecer la guerra social contra el proletariado que reaccionaba ante el aumento de las muertes por sobreexplotación laboral según se constató en verano de 2002 y por el aumento de los despidos masivos y la caída del empleo cualificado en 2003. Ese mismo año el G‑8 decidió endurecer la disciplina laboral para asegurar que no habría resistencias a la decisión de incrementar la «flexibilidad».
Este contexto explica, por ejemplo, las huelgas australianas, belgas, italianas y los motines de la juventud obrera francesa y un largo etcétera sobre todo desde 2005, que asciende en 2006 con la gran movilización francesa contra el «contrato basura» en medio de una lenta pero imparable reorganización del movimiento obrero internacional, ascenso silenciado y tergiversado por la prensa, frenado por el sindicalismo amarillo y reprimido por las policías. Para 2009 la lucha de clases en Euskal Herria había alcanzado tanta fuerza que dio el salto a varias huelgas generales masivas.
Simultáneamente cogía brío el debate sobre Lenin que nunca había desaparecido del todo. En verano de 2010 se celebraron varios sobre el libro de Jean Salen Lenin y la revolución5, y un Lenin Eguna6. A finales de 2012 Boltxe editó Lenin, Txabi y Argala, La actualidad del V Biltzar, de Petri Rekabarren7. A finales de 2013 Boltxe publicó un texto de Petri Rekabarren sobre el porqué se editaba el ¿Qué Hacer? en Euskal Herria8. Era unos años en los que se reforzaba el giro a la socialdemocracia soberanista de una parte de la izquierda abertzale, ya absolutamente irreversible desde 2015 año en el que Boltxe publico El Estado y la revolución9, con una larga explicación previa de por qué y para qué se editaba en esos momentos. También se organizaba el Lenin Eguna anual con una charla-debate, un acto público y una comida popular. Nos alargaríamos detallando los textos que han seguido publicándose y trabajándose.
No hacía falta que viniera el centenario de la muerte de Ilich Ulianov para seguir esta línea, al menos por izquierdas independentistas. Pero ahora, a raíz del evento y con la que está tronando en el mundo, sí hay colectivos que abandonaron a Lenin o lo ignoraron que no pueden permanecer callados, industrias culturales ansiosas de abrir un nuevo mercado ideológico, sectores de la casta académica necesitadas de llenar su currículo e intelectuales progres que no pueden seguir silbando a la Luna.
Pero son más que truenos, son bombazos, misiles, masacres, huelgas y manifestaciones reprimidas a golpes y con gases, cuando no a tiros; son programas de rearme imperialista a marchas forzadas, como ese 13% de aumento de los gastos de la OTAN, por no hablar de la multiplicación exponencial de los gastos en represión social: con el llamado «gobierno más democrático» de la historia del Estado español, las fuerzas represivas han llegado a su número más alto con un incremento salarial del 38% desde 2018, y con ese mismo gobierno se han añadido más de 15.000 millones-€ al presupuesto militar de 2024 que es el más abultado en toda la historia del Estado, incluidos los 45 años de «democracia», y tengamos en cuenta que las cifras oficiales son engañosas, tienen trampa. Además, desde 2021 la Legión española empezó a entrenarse en el «control de masas».
¿Por qué y para qué de esta militarización de las fuerzas represivas y policialización del ejército bajo una fiel sumisión a la OTAN que arma a los ucronazis, refuerza por lo bajo el genocidio sionista contra Palestina, bombarda a Yemen, y con un ministro de represión española con turbias conexiones con la tortura? ¿Tendrá algo que ver con el hecho de que el 1% de la población, la alta oligarquía, concentra el 22,4% de la riqueza del Estado en 2022 según estimaciones muy benevolentes con la burguesía, y que el 10% tengan el 53,8%? ¿Tendrá también algo que ver con la desesperación del imperialismo y del amo yanqui porque cada vez más países empiezan a romper la dictadura del dólar?
A finales de 2023 había casi 190 guerras y conflictos antes de que el pueblo yemení empezara su solidaridad armada antiimperialista con Palestina en el Mar Rojo, sin contar las violencias represivas en la guerra social que se agudiza por momentos. La cifra más alta en este último tercio de siglo. La caracterización del imperialismo y de la opresión nacional, y por tanto del internacionalismo antiimperialista, adquiere ahora una urgencia superior a la de la época de Lenin porque la letalidad de la industria de la matanza humana es cualitativa y cuantitativamente muy superior a la de entonces. Del mismo modo lo es también la importancia de la caracterización de la lucha de clases dentro de los Estados burgueses y del mundo en su conjunto.
En su informe de 2023 Oxfam, nada sospechosa de bolchevismo, sostiene que 5000.000.000 de personas están hoy más empobrecidas que antes, pero en otra prensa para ricos nos enteramos que se han batido todos los records en la venta de coches de superlujo, destacando Lamborghini con más de 10.000 ventas. ¿Quiénes los compran? El bloque social representado por las cinco personas más ricas del mundo que en solo tres años, desde 2020, han duplicado sus increíbles propiedades. ¿Cómo saber por qué sucede todo esto? De entrada, leyendo en primer lugar el Capítulo XIII del Vol. I de El Capital: La ley general de la acumulación capitalista, y después la Sección Tercera del Vol. III de El Capital: Ley de la tendencia decreciente de la cuota de ganancia.
¿Qué tiene que ver Lenin, la persona más odiada por la civilización burguesa, en todo esto? Para entender la hondura de esta interrogante debemos comprender primero por qué Ilich suscita un odio tan visceral e irrefrenable no solo en lo político y teórico, sino también en lo ético-moral. Perdónesenos la transcripción de una carta de Lenin a la República de los Consejos de Baviera de Febrero de 1919, pues pensamos que es la mejor síntesis del leninismo realizada además por el propio Ilich:
«Expresamos nuestro agradecimiento por el saludo recibido y, por nuestra parte, saludamos de todo corazón a la República de los Consejos de Baviera. Les rogamos encarecidamente que nos comuniquen más a menudo y de modo más concreto qué medidas han adoptado para luchar contra los sicarios burgueses Scheidemann y Cía., si han formado los Consejos de los obreros y sirvientes por sectores de la ciudad, si han armado a los obreros, si han desarmado a la burguesía, si han aprovechado los almacenes de ropa y otros artículos y productos para ayudar inmediata y ampliamente a los obreros, sobre todo a los braceros y a los campesinos pobres, si han expropiado las fábricas y las riquezas a los capitalistas en Múnich, asimismo las haciendas agrícolas capitalistas de sus alrededores, si han abolido las hipotecas y el pago del arriendo para los pequeños campesinos, si han duplicado o triplicado los salarios a los braceros y a los peones, si han confiscado todo el papel y todas las imprentas con objeto de editar octavillas populares y periódicos para las masas, si han implantado la jornada de seis horas para que los obreros dediquen otras dos o tres a la gestión pública, si han estrechado a la burguesía de Múnich para alojar inmediatamente a los obreros en casas ricas, si han tomado en sus manos todos los bancos, si han tomado rehenes de la burguesía, si han fijado una ración de comestibles más elevada para los obreros que para la burguesía, si han movilizado totalmente a los obreros para la defensa y para hacer propaganda ideológica por las aldeas de los contornos. La aplicación, con la mayor prontitud y en la mayor escala, de estas y otras medidas semejantes, conservando los Consejos de los obreros y de los braceros, y, en organismos aparte, los de los pequeños campesinos, su iniciativa propia, debe reforzar la situación de ustedes. Es necesario establecer un impuesto extraordinario para la burguesía y conceder a los obreros, a los braceros y a los pequeños campesinos, en seguida y a toda costa, una mejoría real de su situación.
Nuestros mejores saludos y deseos de éxito.»10.
Como se aprecia, esta carta es la quintaesencia del leninismo en los momentos decisivos, en las situaciones de crisis revolucionaria que comprimen decenios y hasta siglos de historia abriendo horizontes de libertad o ahogándolos en terror y en sangre durante varias generaciones. La República de los Consejos de Baviera fue exterminada con los mismos métodos de salvajismo inhumano aplicados contra la Comuna de París de 1871 y, ahora mismo, contra el pueblo de Palestina, por citar dos ejemplos de la inagotable lista de exterminios de las clases expropiadas que caracteriza a las clases propietarias. ¿Cuál hubiera sido la historia posterior de Alemania y de Europa si hubiese triunfado la oleada revolucionaria iniciada con los motines de soldados en los frentes a mediados de 1916? No podemos analizar ahora esta interrogante que se remonta, como mínimo, a los tiempos de tortura y liquidación atroz de las primeras resistencias de los y las oprimidas desde hace cinco milenios: uno de los héroes de Marx era Espartaco, el esclavo que codirigió la rebelión del siglo ‑1 que tanto asustó a Roma.
La centralidad de la praxis de Lenin gira alrededor de la dialéctica del poder. Dado que, según él mismo, la dialéctica es la unidad y lucha de contrarios, su praxis se orientó siempre hacia la destrucción del poder explotador en cualquiera de sus múltiples formas y la construcción de un poder liberador en cada una de esas formas, pero, como unidad de contrarios, todas ellas respondiendo a la necesidad de crear un Estado socialista defendido por el pueblo en armas y articulado alrededor de la democracia de los soviets. Recordemos que Rosa Luxemburgo y otros muchos camaradas fueron asesinados por sus antiguos compañeros socialdemócratas desde el 15 de enero de 1919, por lo que para febrero de ese año estaba a la orden del día la organización de la violencia proletaria defensiva y justa, que confirmaba con tortura y sangre la corrección histórica de la teoría marxista del poder, y de la inmoralidad del pacifismo.
Además la Carta muestra el dominio de la dialéctica por Lenin con la interacción de lo universal, lo particular y lo singular de aquél heroísmo. Esa dialéctica se ve también en el choque mortal entre la belleza ética de la democracia obrera armada y fealdad inmoral de la dictadura del capital. De igual modo, es brillante el dominio de la complejidad que hay que resolver para avanzar en la hegemonía de los Consejos en momentos críticos en los que la unidad de la hegemonía socialista es vital. También hay que reseñar su maestría en el manejo de la dialéctica de lo concreto: la Carta destila concreción en cada tema que plantea, como es el objetivo de reducir la jornada laboral para aumenta el tiempo libre dedicado a la lucha revolucionaria.
Las muchas aportaciones de Lenin —organización y partido, filosofía, guerra, sociología, economía e imperialismo, opresión nacional e internacionalismo, política, cultura, prensa, sindicalismo, democracia y dictadura, Estado, ética y moral, cooperativismo, etc… – , que las izquierdas vascas hemos intentado analizar a lo largo de los años, se sintetizan en esta Carta lo que hace de ella una especie de examen para someter al «criterio de la práctica» nuestra praxis. Es por esto el que el reformismo y la burguesía huyen con especial pánico de este texto y si pudieran lo quemarían.
Al resumir lo esencial de la dialéctica del poder, la Carta expone también lo que puede definirse como «leninismo» sin adulteraciones dogmáticas y posibilistas: es tan directa y concreta que no deja espacio alguno a la manipulación oportunista. Desde hace tiempo, corrientes reformistas hablan del «Marx sin ‘ismos’», ahora, con el centenario, vuelve a hablarse de «Lenin sin ‘ismos’», con lo que se descontextualiza, se saca da la historia social a los autores cayendo en el individualismo metodológico de la ideología burguesa. ¿Alguien puede entender el Manifiesto Comunista desde el «Marx sin ‘istmos», o el ¿Qué Hacer? desde el «Lenin sin ‘ismos’», y por no extendernos La Historia me absolverá sin el supuesto «Castro-‘ismo’». Según esta propuesta no podríamos hablar del comunismo, sino a lo sumo de «Común –‘ismo’», si nos atenemos al texto sobre lo «Común»11 que supone un retroceso a la demagogia pacifista del socialismo utópico, como mínimo. Según esto, a lo máximo que podríamos llegar es a elucubrar sobre el «postcapitalismo», que nadie puede saber lo que es aunque muchos floten en esa nube.
Llevamos aún poco tiempo alrededor del 21 de enero de 1924⁄2024 así que veremos todavía formas más descaradas o sibilinas de negar o mermar la vigencia de Ilich para el capitalismo del siglo XXI. Ni la burguesía ni el reformismo pueden permitir que resurjan las condiciones para una nueva República de los Consejos de Baviera en el centro del imperialismo. Pero todo se andará si logramos que las famosas «condiciones subjetivas» se vayan poniendo a la altura de las «condiciones objetivas». Y para lograrlo debemos actualizar ese marxismo vasco que se empezó a hablar desde la década de los ’70, como lo han hecho todos los pueblos trabajadores que luchan por su liberación socialista, parecida a lo que Nación Andaluza define como «socialismo indígena»12.
Muchos revolucionarios rusos, incluido Trotsky en 1920, vieron a Lenin como el «tipo nacional ruso»:
«El internacionalismo de Lenin no necesita recomendación. Y sin embargo, el propio Lenin es nacional en grado sumo. Su espíritu arraiga profundamente en la historia rusa, la hace suya, le da su más honda expresión, y alcanza por añadidura el nivel de una acción y una influencia internacionales.»13.
La dialéctica de lo nacional y de lo internacional comprensible sólo desde la ley del desarrollo desigual y combinado, es consustancial al marxismo, y como es sabido aunque rechazado por los estatalismos, las revoluciones triunfantes y/o que más han durado en la historia han sido guerras revolucionarias de liberación: leamos La patria socialista en peligro de 1918.
El centenario de Lenin se produce cuando la tercera Gran Depresión se adentra en la fase de máxima agudización de sus contradicciones por ahora. La opresión nacional ha adquirido un alcance, profundidad e intensidad nunca visto, incluso Estados formalmente independientes están siendo esclavizados por el capital financiero transnacional, por la deuda impagable, por las amenazas militares, por la dominación tecnocientífica, etc., o ya lo han sido del todo. Las clases explotadas de estos Estados deben empezar a pensar en un programa de real independencia socialista en un marco internacional libre del imperialismo; tienen a su favor el contar aunque sea con la independencia meramente formal pero que es mejor que nada. Otro Estados grandes se coordinan cada vez más al margen y/o contra el imperialismo. Las naciones oprimidas no tenemos ni eso, peor aún. tenemos como mínimo tres enemigos que vencer: nuestras burguesías colaboracionistas, los Estados que nos oprimen y el imperialismo que actúa en defensa de los dos anteriores porque aceptan su dominación y la aseguran: son sus sátrapas.
La Carta a la República de los Consejos de Baviera nos ilumina la segunda parte de nuestro futuro: cómo asegurar la independencia ya conquistada; pero la parte primera y decisiva, la conquista revolucionaria de esa independencia de los Consejos Obreros solo la podemos hacer desarrollando nuestra praxis, nuestra forma palestina, saharaui, vasca, andaluza, mapuche, galega, bretona, catalana…, de aplicar lo universal a nuestros contextos particulares y singulares.
IÑAKI GIL DE SAN VICENTE
EUSKAL HERRIA 23 de enero de 2024
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