«Tic libe­ral»: Des­en­mas­ca­ran­do la par­cia­li­dad de la Unión Euro­pea a favor de Israel

La «res­pues­ta pre­li­mi­nar» de Hez­bo­llah al ase­si­na­to en Bei­rut del núme­ro dos del Buró Polí­ti­co de Hamas y fun­da­dor de las Bri­ga­das Al Qas­sam, Saleh al-Arou­ri, así como a la vio­la­ción de la sobe­ra­nía liba­ne­sa que supu­so ese mis­mo ata­que, se pro­du­jo casi de mane­ra inmediata.

Como era de espe­rar, Hez­bo­llah nece­si­ta­ba dar una res­pues­ta rápi­da para res­ta­ble­cer el lla­ma­do «balan­ce de disuasión».

Hez­bo­llah lle­vó a cabo un ata­que con cohe­tes con­tra la base de con­trol aéreo de Meron, ubi­ca­da en la Pales­ti­na ocu­pa­da, el 6 de enero. Según un comu­ni­ca­do del gru­po liba­nés: «Los com­ba­tien­tes de la resis­ten­cia lle­va­ron a cabo una res­pues­ta ini­cial a las 08:10 AM del sába­do, apun­tan­do a la Base de Vigi­lan­cia Aérea de Meron con 62 cohe­tes de diver­sos tipos, logran­do impac­tos direc­tos y con­fir­ma­dos. Esto fue en res­pues­ta al ase­si­na­to del gran líder Sheikh Saleh al-Arou­ri y sus her­ma­nos már­ti­res en el subur­bio sur de Beirut».

El comu­ni­ca­do tam­bién des­ta­ca­ba la impor­tan­cia estra­té­gi­ca de la base mili­tar ata­ca­da: «La base de Meron es res­pon­sa­ble de orga­ni­zar, coor­di­nar y ges­tio­nar todas las ope­ra­cio­nes aéreas hacia Siria, Líbano, Tur­quía, Chi­pre y la par­te nor­te de la cuen­ca del Medi­te­rrá­neo orien­tal», agre­ga el comu­ni­ca­do de Hez­bo­llah. «Ade­más, esta base es un cen­tro pri­ma­rio para ope­ra­cio­nes de inter­fe­ren­cia elec­tró­ni­ca en las direc­cio­nes men­cio­na­das. En esta base ope­ran un gran núme­ro de ofi­cia­les y sol­da­dos de éli­te sionistas».

A raíz de la res­pues­ta de Hez­bo­llah a la agre­sión sio­nis­ta, el alto repre­sen­tan­te para Asun­tos Exte­rio­res y Polí­ti­ca de Segu­ri­dad de la Unión Euro­pea, Josep Borrell, se des­pla­zó a Bei­rut, don­de se reu­nió con una dele­ga­ción del gru­po liba­nés para «dis­cu­tir los esfuer­zos enca­mi­na­dos a con­te­ner las ten­sio­nes en Líbano». Esta lla­ma­da a la con­ten­ción vuel­ve a poner de mani­fies­to los tics libe­ra­les al ana­li­zar el con­flic­to en Pales­ti­na y en la región.

Des­de un pun­to de vis­ta polí­ti­co, cual­quier aná­li­sis que no ten­ga en cuen­ta las dimen­sio­nes colo­nia­les de la situa­ción en Pales­ti­na no pue­de ser toma­do como pun­to de par­ti­da para solu­cio­nar la injus­ti­cia pro­duc­to de esa ocu­pa­ción colo­nial. Este «tic libe­ral» se pue­de obser­var tam­bién en la cons­tan­te movi­li­za­ción del tema de «los dos esta­dos», pro­pues­to por la Unión Euro­pea y por el pro­pio Borrell de mane­ra particular.

Es impor­tan­te recor­dar que la idea de los «dos Esta­dos» sur­ge como solu­ción a la inca­pa­ci­dad sio­nis­ta de colo­ni­zar con éxi­to toda Pales­ti­na. Es decir, des­de un pun­to de vis­ta epis­té­mi­co, el sio­nis­mo, como ejem­plo de colo­nia­lis­mo de asen­ta­mien­to, bus­ca la abso­lu­ta domi­na­ción de todo el terri­to­rio pales­tino. La idea de «dos Esta­dos», por tan­to, no se ajus­ta a la pro­pia visión colo­nial del sio­nis­mo, sino que res­pon­de a una inca­pa­ci­dad material.

Según la narra­ti­va hege­mó­ni­ca, la lla­ma­da «Solu­ción de Dos Esta­dos» se refie­re al pro­ce­so diplo­má­ti­co que tie­ne sus raí­ces en la déca­da de 1970, el cual abo­ga­ba por el esta­ble­ci­mien­to de un Esta­do pales­tino sobe­rano jun­to a Israel. El pri­mer avan­ce bila­te­ral en este pro­ce­so se mate­ria­li­zó en los Acuer­dos de Oslo, que en ese momen­to eran secre­tos, don­de los pales­ti­nos, repre­sen­ta­dos por la Orga­ni­za­ción para la Libe­ra­ción de Pales­ti­na (OLP), y los israe­líes acor­da­ron una decla­ra­ción de prin­ci­pios que lle­va­ría a la crea­ción de la Auto­ri­dad Pales­ti­na como un gobierno inte­ri­no que supues­ta­men­te alla­na­ría el camino para un acuer­do final. Estos acuer­dos eran prin­ci­pal­men­te una decla­ra­ción de prin­ci­pios que no con­te­nía pará­me­tros sobre cómo se vería dicho Esta­do. De hecho, la pala­bra «Esta­do» en rela­ción con los pales­ti­nos ni siquie­ra se men­cio­nó una vez. Fue dos años des­pués, en lo que se cono­ce como Oslo II, cuan­do las nego­cia­cio­nes comen­za­ron «seria­men­te». En estas nego­cia­cio­nes se dis­cu­tie­ron pará­me­tros más con­cre­tos, así como la logís­ti­ca y los méto­dos para esta­ble­cer lo que sería la pos­te­rior Auto­ri­dad Pales­ti­na sobre el terreno.

De mane­ra más crí­ti­ca, se pue­de afir­mar que la capi­tu­la­ción de la OLP con la fir­ma de los Acuer­dos de Oslo en 1993 fue, según la pro­pia OLP, el pun­to cul­mi­nan­te de la rea­li­za­ción de la «solu­ción de dos Esta­dos» que legi­ti­ma a Israel mien­tras otor­ga un pre­mio de con­so­la­ción a la OLP en for­ma de un mini Esta­do cons­tan­te­men­te postergado.

Para los israe­líes, que bási­ca­men­te redac­ta­ron los acuer­dos, el tra­ta­do de Oslo no fue más que una manio­bra de rela­cio­nes públi­cas para la «solu­ción de dos Esta­dos», mien­tras secre­ta­men­te y no tan secre­ta­men­te anun­cia­ban su fin, en pre­pa­ra­ción para la «solu­ción de un solo Esta­do» final.

Como seña­la el pro­fe­sor de his­to­ria ára­be moder­na, Joseph Mas­sad, lo que los israe­líes tenían y con­ti­núan tenien­do en men­te es un solo Esta­do, simi­lar a lo que los colo­nos blan­cos euro­peos logra­ron en las Amé­ri­cas, Áfri­ca y Ocea­nía des­de fina­les del siglo XVIII; es decir, la domi­na­ción de los nati­vos a tra­vés del robo de tie­rras y una serie de medi­das de segu­ri­dad dra­co­nia­nas legi­ti­ma­das por la fir­ma de una serie de tratados.

En tér­mi­nos colo­nia­les, se pue­de afir­mar que el obje­ti­vo últi­mo sio­nis­ta es simi­lar al de Esta­dos Uni­dos: un Esta­do úni­co al esti­lo esta­dou­ni­den­se, supre­ma­cis­ta blan­co. Al no poder lograr ese obje­ti­vo, a pesar de todos los esfuer­zos por expul­sar y erra­di­car a la pobla­ción nati­va pales­ti­na, Israel movi­li­zó y con­ti­núa movi­li­zan­do, aun­que cada vez menos, la idea de los dos Esta­dos, que en reali­dad es una copia del apartheid suda­fri­cano: ence­rrar a los nati­vos en su Ban­tus­tán, a la espe­ra de expul­sar­los defi­ni­ti­va­men­te o des­ha­cer­se de ellos poco a poco.

En este sen­ti­do, es impor­tan­te seña­lar que des­pués de los suce­sos del 7 de octu­bre, el Esta­do colo­nial sio­nis­ta, ame­na­za­do por la res­pues­ta anti­co­lo­nial lide­ra­da por los gru­pos de resis­ten­cia pales­ti­nos, dejó a un lado la más­ca­ra de demo­cra­cia con la que solía jus­ti­fi­car su opre­sión para abo­gar por el colo­nia­lis­mo en sus for­mas más duras y puras.

En este pun­to, es nece­sa­rio regre­sar a Borrell y su res­pal­do al dis­cur­so de los «dos Esta­dos». Este dis­cur­so, como se ha seña­la­do, está refle­ja­do en los cono­ci­dos Acuer­dos de Oslo y es insu­fi­cien­te para corre­gir las injus­ti­cias his­tó­ri­cas, ya que se cen­tra en las fron­te­ras ante­rio­res a 1967 como pun­to de par­ti­da, las cua­les son en sí mis­mas pro­duc­to de esta colo­ni­za­ción y no la cau­sa fun­da­men­tal de la mis­ma. Todas las «solu­cio­nes» que pro­ven­gan de este dis­cur­so nun­ca abor­dan la raíz del pro­ble­ma, que no es otra que el colo­nia­lis­mo sio­nis­ta y la lim­pie­za étni­ca de los palestinos.

Es decir, el res­pal­do dado por la Unión Euro­pea, a tra­vés de las decla­ra­cio­nes de Borrell, a la solu­ción de dos Esta­dos impli­ca que los pales­ti­nos deben renun­ciar a cual­quier dere­cho o espe­ran­za para sus millo­nes de refu­gia­dos, y tam­bién sig­ni­fi­ca que deben renun­ciar a sus dere­chos para vivir en más del 80% de la tie­rra de la que fue­ron obje­to de lim­pie­za étni­ca. Ade­más, impli­ca que la dis­tri­bu­ción de recur­sos, des­de el agua has­ta la tie­rra fér­til, esta­rá fuer­te­men­te incli­na­da a favor de Israel.

El «tic libe­ral» de Borrell pidien­do a Hez­bo­llah «con­ten­ción» tam­bién for­ma par­te de todo este estra­ma­do dis­cur­si­vo que no apun­ta nun­ca a la raíz colo­nial del pro­ble­ma. Si bien es cier­to que la Unión Euro­pea y Josep Borrell han con­de­na­do la vio­len­cia con­tra los pales­ti­nos, no han deja­do, al mis­mo tiem­po, de con­de­nar la res­pues­ta de Hamas así como con­ti­nuar apo­yan­do el supues­to «dere­cho de Israel a defen­der­se». Es decir, la con­de­na a la vio­len­cia ejer­ci­da por Israel es vis­ta como un «exce­so en su dere­cho a defen­der­se» y nun­ca como una nece­si­dad de su pro­pia fun­ción polí­ti­ca como colo­nia de asen­ta­mien­to. Igual­men­te, la con­de­na a la vio­len­cia de Hamas o de Hez­bo­llah se hace des­co­nec­tan­do esta res­pues­ta de la lucha anti­co­lo­nial a la que obedece.

Xavier Villar

8 de enero de 2024

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