Acep­tar el fin de los blo­ques geopolíticos

Tras la Gue­rra Fría y la era de domi­na­ción esta­dou­ni­den­se, ¿hemos entra­do en un mun­do apo­lar? Mien­tras que el siglo XX estu­vo estruc­tu­ra­do por enfren­ta­mien­tos entre «blo­ques» anta­gó­ni­cos, ¿esta­mos asis­tien­do en nues­tro siglo a la des­apa­ri­ción de las alian­zas mili­ta­res y de la lógi­ca del ali­nea­mien­to? Este es uno de los argu­men­tos esgri­mi­dos por Didier Billion y Chris­tophe Ven­tu­ra en Désoc­ci­den­ta­li­sa­tion (Ago­ne, 2023). Hacen un lla­ma­mien­to a tomar con­cien­cia del momen­to «con­trac­tual» actual: una mayo­ría de paí­ses se nie­ga a seguir los pasos de una poten­cia domi­nan­te, en favor de una diplo­ma­cia «no ali­nea­da» o «mul­ti­ali­nea­da». Con una excep­ción impor­tan­te: la Unión Europea.

El siguien­te artícu­lo se basa en un dis­cur­so pro­nun­cia­do en una con­fe­ren­cia orga­ni­za­da por el Ins­ti­tut la Boé­tie y LVSL el 30 de enero de 2023: ¿Es una bue­na noti­cia la desoc­ci­den­ta­li­za­ción del mun­do? Didier Billion inter­vino jun­to a Mar­ti­ne Bulard, Jean-Luc Mélen­chon y Chris­tophe Ventura.

Desoc­ci­den­ta­li­za­ción, Sur glo­bal, Occi­den­te colec­ti­vo, Occi­den­te con­tra el res­to: estas nocio­nes se repi­ten una y otra vez en tele­vi­sión, semi­na­rios y colo­quios. Aun­que es inne­ga­ble que se refie­ren a diná­mi­cas muy reales, tam­bién son insatisfactorias.

La «desoc­ci­den­ta­li­za­ción» es un con­cep­to que hay que mane­jar con cui­da­do. En pri­mer lugar, para evi­tar caer en la tram­pa de una defi­ni­ción estre­cha­men­te geo­grá­fi­ca o cul­tu­ral. Y en segun­do lugar, para evi­tar, en pala­bras de un inte­lec­tual afri­cano, «juz­gar el mun­do y su evo­lu­ción en fun­ción de Occidente».

Por tan­to, es con un enfo­que his­tó­ri­co como pode­mos com­pren­der el sig­ni­fi­ca­do del actual pro­ce­so de desoc­ci­den­ta­li­za­ción. En pri­mer lugar, hay que tener en cuen­ta que las poten­cias occi­den­ta­les impu­sie­ron al res­to del mun­do un modo de pro­duc­ción muy con­cre­to: el capi­ta­lis­mo. Así pues, la desoc­ci­den­ta­li­za­ción no es un con­cep­to eté­reo: está vin­cu­la­da al des­plie­gue y la gene­ra­li­za­ción de un sis­te­ma eco­nó­mi­co que ini­cial­men­te bene­fi­ció a los paí­ses euro­peos y a Esta­dos Unidos.

¿La con­fe­ren­cia de Ban­dung pre­sa­gió el BRICS?

Para com­pren­der el pro­ce­so actual, es impor­tan­te tener pre­sen­tes los pri­me­ros inten­tos de rom­per con este orden capi­ta­lis­ta domi­na­do por unas pocas poten­cias impe­ria­lis­tas. En pri­mer lugar, hay que remon­tar­se a una fecha cla­ve: 1917, que mar­có una revo­lu­ción cuyo obje­ti­vo era derro­car este modo de pro­duc­ción, enten­di­do como un pro­ce­so que des­de el prin­ci­pio inten­tó adqui­rir una dimen­sión inter­na­cio­nal. Tres años más tar­de, los diri­gen­tes sovié­ti­cos con­vo­ca­ron un «Con­gre­so de los Pue­blos del Este», una demos­tra­ción de la dimen­sión pro­fun­da­men­te polí­ti­ca, más que cul­tu­ral, del con­cep­to de «Occi­den­te».

Los movi­mien­tos de des­co­lo­ni­za­ción son tan ins­truc­ti­vos, si no más, para com­pren­der la diná­mi­ca en cur­so en torno a los BRICS, aun­que exis­ten impor­tan­tes dife­ren­cias que no deben pasar­se por alto. ¿Por qué unir estos dos pro­ce­sos? Por­que la mayo­ría de los par­ti­ci­pan­tes en la Con­fe­ren­cia de Ban­dung esta­ban menos intere­sa­dos en desa­fiar el modo de pro­duc­ción domi­nan­te que en obte­ner un lugar mejor den­tro de él [con­vo­ca­da en 1955, esta con­fe­ren­cia mar­có el sur­gi­mien­to diplo­má­ti­co del «Ter­cer Mun­do», que se negó a ali­near­se con la Unión Sovié­ti­ca o el blo­que euro­atlán­ti­co (nota del edi­tor)]. Ni Gamal Abdel Nas­ser ni Soe­karno que­rían rom­per revo­lu­cio­na­ria­men­te con el capi­ta­lis­mo. Sin embar­go, el mero hecho de que inten­ta­ran ini­ciar una rup­tu­ra polí­ti­ca y geo­po­lí­ti­ca con un orden domi­na­do por las poten­cias impe­ria­lis­tas no fue insig­ni­fi­can­te en la his­to­ria del siglo XX.

El sur­gi­mien­to de los BRICS en un mun­do apolar

Los BRICS no sur­gen en el mun­do bipo­lar de la Gue­rra Fría. Pero tam­po­co sur­gie­ron en la era de la «hiper­po­ten­cia esta­dou­ni­den­se» –por uti­li­zar la expre­sión de Hubert Védri­ne – , que solo duró real­men­te una déca­da, más o menos, tras la caí­da del Muro. Este momen­to uni­po­lar lle­gó a su fin con la deba­cle esta­dou­ni­den­se en Irak y, unos años más tar­de, aún más en Afganistán.

Vivi­mos en un mun­do apo­lar, don­de el equi­li­brio de poder fluc­túa y las alian­zas son volá­ti­les. Un solo ejem­plo bas­ta­rá para ilus­trar­lo: Ara­bia Sau­dí. Recor­de­mos el ase­si­na­to de Jamal Khashog­gi y la pos­te­rior con­de­na esta­dou­ni­den­se. En aquel momen­to, Joe Biden seña­ló a Ara­bia Sau­dí como un Esta­do «paria». Las cosas iban a cam­biar: con la inva­sión de Ucra­nia y la (teó­ri­ca) exclu­sión de Rusia del mer­ca­do del petró­leo y el gas, Joe Biden se diri­gió a Ara­bia Sau­dí para exi­gir un aumen­to de la pro­duc­ción de petró­leo. El rei­no lo recha­zó. En el mar­co de la OPEP+, Ara­bia Sau­dí debía inclu­so deci­dir, con­jun­ta­men­te con Rusia, ¡recor­tar la pro­duc­ción de petró­leo! Así que Washing­ton sufrió una estre­pi­to­sa derro­ta a manos de un país que no es un opo­si­tor acérrimo…

¿Qué nos dice esto? Nos dice que, fren­te al enfo­que de «blo­que» que pre­va­le­ció duran­te tan­to tiem­po, vivi­mos una épo­ca de rela­cio­nes con­trac­tua­les: los Esta­dos con­di­cio­nan su coope­ra­ción a su com­pa­ti­bi­li­dad con sus intere­ses nacio­na­les. Y las alian­zas, tal y como se entien­den gene­ral­men­te, ya no existen.

Con una excep­ción, y no menor: la Orga­ni­za­ción del Tra­ta­do del Atlán­ti­co Nor­te (OTAN). A con­tra­co­rrien­te de la his­to­ria, esta super­vi­ven­cia se expli­ca por el deseo del impe­ria­lis­mo esta­dou­ni­den­se de seguir exis­tien­do: man­te­ner esta alian­za es una for­ma de per­pe­tuar el some­ti­mien­to del Vie­jo Con­ti­nen­te por par­te de Washington.

El esqui­vo hori­zon­te de los BRICS y el autis­mo occidental

Pero, ¿quie­ren los miem­bros de los BRICS cam­biar el orden mun­dial? Es dudo­so. ¿Están uni­dos? Igual de dudo­so. ¿Tie­nen Chi­na e India un hori­zon­te común, apar­te de su deseo de labrar­se el mejor lugar posi­ble den­tro del actual sis­te­ma domi­nan­te? Del mis­mo modo, la com­pa­ti­bi­li­dad de los hori­zon­tes geo­po­lí­ti­cos res­pec­ti­vos de Emi­ra­tos Ára­bes Uni­dos, Irán y Ara­bia Sau­dí, tres nue­vos miem­bros del club BRICS, es cues­tio­na­ble. Su míni­mo deno­mi­na­dor común es su deseo de desa­fiar el pre­do­mi­nio de Occi­den­te. No sin éxi­to: el decli­ve de la hege­mo­nía euro­pea y nor­te­ame­ri­ca­na es evidente.

Pero el futu­ro sigue abier­to. Aun­que el pro­ce­so de desoc­ci­den­ta­li­za­ción ya está en mar­cha, los paí­ses occi­den­ta­les inten­tan fre­nar­lo. Los enfren­ta­mien­tos en torno a la Cor­te Inter­na­cio­nal de Jus­ti­cia (CIJ), por ejem­plo, cris­ta­li­zan estos anta­go­nis­mos geo­po­lí­ti­cos [remi­ti­da por Sudá­fri­ca, la CIJ es la encar­ga­da de pro­nun­ciar­se sobre la dimen­sión geno­ci­da de los bom­bar­deos israe­líes de Gaza; su pri­me­ra sen­ten­cia, que alu­de a la exis­ten­cia de un «ries­go de geno­ci­dio», supo­ne un revés para Israel (nota de la redacción)].

El hecho de que Sudá­fri­ca haya remi­ti­do el caso al Tri­bu­nal con­fie­re a este jui­cio una fuer­te car­ga sim­bó­li­ca: el Con­gre­so Nacio­nal Afri­cano (ANC, par­ti­do en el poder) se bene­fi­cia del aura gene­ra­da por la lucha con­tra el apartheid, y la uti­li­za como ban­de­ra para denun­ciar el ali­nea­mien­to occi­den­tal con Israel. Los abo­ga­dos suda­fri­ca­nos encar­nan el pun­to de vis­ta de la mayo­ría de los paí­ses sobre el con­flic­to; la deci­sión del Tri­bu­nal, que refle­ja este esta­do de cosas, les ha dado la razón.

Sin embar­go, la par­ti­da no ha ter­mi­na­do: aun­que las sen­ten­cias del Tri­bu­nal son jurí­di­ca­men­te vin­cu­lan­tes, el gobierno israe­lí no tie­ne nin­gu­na inten­ción de cum­plir­las. No hay más que ver la cam­pa­ña lan­za­da con­tra la UNRWA [la agen­cia de la ONU encar­ga­da de pres­tar ayu­da a los refu­gia­dos pales­ti­nos, acu­sa­da por Israel de emplear a miem­bros de Hamas [acu­sa­ción que ha sido des­men­ti­da en nume­ro­sas oca­sio­nes] que, por bur­da que sea, no ha resul­ta­do inefi­caz. ¿Ha redu­ci­do la deci­sión de la CIJ la inten­si­dad de los bom­bar­deos? En abso­lu­to. En este caso, la polí­ti­ca va por detrás de la ley. Prue­ba, por si hicie­ra fal­ta, de que el nue­vo orden de cosas no sur­gi­rá por sí solo: será fru­to de una lucha política.

Didier Billion

13 de mayo de 2024

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