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Abu Ham­za… el héroe pales­tino y los mitos de Hollywood

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Holly­wood, res­pal­da­da por Esta­dos Uni­dos, siem­pre ha inten­ta­do crear la ima­gen del «super­hé­roe» inven­ci­ble a tra­vés de per­so­na­jes como Super­man, Bat­man y Capi­tán Amé­ri­ca, figu­ras des­ti­na­das a encar­nar el poder abso­lu­to, pro­te­ger al mun­do y sal­var a los inocentes.

En estas pelí­cu­las, el héroe apa­re­ce enmas­ca­ra­do, posee habi­li­da­des sobre­hu­ma­nas y lucha con­tra el «mal» en nom­bre de la jus­ti­cia. Pero lo que Holly­wood nun­ca nos dice es que este «héroe» for­ma par­te de una máqui­na de pro­pa­gan­da dise­ña­da para pro­mo­ver la ima­gen de Esta­dos Uni­dos como una fuer­za del bien abso­lu­to, inclu­so cuan­do arma y apo­ya la ocu­pa­ción matan­do a per­so­nas inocentes.

En cam­bio, a tra­vés del pris­ma de la reali­dad, sur­gió «Abu Ham­za», el por­ta­voz de Sara­ya Al-Quds, o el már­tir Naji Abu Seif. Cuan­do se qui­tó la más­ca­ra, apa­re­ció como un autén­ti­co lucha­dor pales­tino, sin efec­tos cine­ma­to­grá­fi­cos ni super­po­de­res, pero con una deter­mi­na­ción más fuer­te que la ficción.

Cuan­do se qui­tó la más­ca­ra tras su mar­ti­rio, no se reve­ló el ros­tro de un héroe míti­co fabri­ca­do en estu­dios de cine. En su lugar, era el ros­tro de un joven sen­ci­llo que vivía entre su gen­te, lucha­ba por ellos y fue mar­ti­ri­za­do defen­dien­do la cau­sa de su patria.

De mane­ra simi­lar, Abu Obei­da, por­ta­voz de Al-Qas­sam —y de hecho de todas las fac­cio­nes— apa­re­cía enmas­ca­ra­do de tal mane­ra que, según las encues­tas, su apa­rien­cia trans­mi­tía una fuer­za, una anti­ci­pa­ción y un poder de con­ten­ción mayor que las ope­ra­cio­nes de cam­po. De hecho, una pala­bra del hom­bre enmas­ca­ra­do [Al-Mulatham] resul­tó más fuer­te que los cohetes.

Duran­te años, los medios de comu­ni­ca­ción occi­den­ta­les han retra­ta­do al com­ba­tien­te pales­tino como un sim­ple «terro­ris­ta» o «fora­ji­do», mien­tras que al sol­da­do esta­dou­ni­den­se o «israe­lí» lo des­cri­bían como un héroe que lucha por la «liber­tad». Sin embar­go, el pales­tino ha demos­tra­do ser el legí­ti­mo pro­pie­ta­rio de la tie­rra y el ver­da­de­ro narra­dor. En cam­bio, sus supues­tos héroes —pro­duc­tos del papel y el dra­ma— han que­da­do en evi­den­cia como cobar­des, opre­so­res y faci­li­ta­do­res de crí­me­nes con­tra la humanidad.

La reali­dad fue dife­ren­te cuan­do se reve­ló el ros­tro de Abu Ham­za; no coin­ci­día con la ima­gen este­reo­ti­pa­da que se había gra­ba­do en la men­te de la gen­te. Era un joven corrien­te de ras­gos tran­qui­los, alguien que podría haber sido alguien a quien cono­ces: un vecino, un ami­go, un her­mano. Pero eli­gió el camino de la resis­ten­cia, con­vir­tién­do­se en la voz de los que no tie­nen voz.

¿Cuán­tas per­so­nas ima­gi­na­ron que detrás de la más­ca­ra había un gue­rre­ro enor­me con ras­gos fero­ces y una mira­da pene­tran­te, como retra­tan a sus héroes las pelí­cu­las de acción esta­dou­ni­den­ses? ¿Cuán­tos espec­ta­do­res asu­mie­ron que un lucha­dor pales­tino debía ser una bes­tia sin emo­cio­nes? Pero cuan­do se des­ve­ló su ros­tro, vimos unos ojos que con­ta­ban la his­to­ria de un cau­ti­vo que desa­fia­ba a su car­ce­le­ro, un cora­zón que latía con huma­ni­dad por su pue­blo y sus cama­ra­das, y una son­ri­sa ama­ble que recor­da­ba al mun­do que los ver­da­de­ros héroes no nece­si­tan super­po­de­res para ser inmor­ta­li­za­dos en la historia.

Como siem­pre, «Israel» cree que matan­do a una per­so­na pue­de aca­bar con su cau­sa. Sin embar­go, no ha enten­di­do que la voz de Abu Ham­za no des­apa­re­ce­rá. En cam­bio, reso­na­rá en las gene­ra­cio­nes veni­de­ras, lle­van­do ade­lan­te su cau­sa. Su voz no fue sim­ple­men­te una «decla­ra­ción mili­tar», fue el lati­do de la resis­ten­cia, un sím­bo­lo del hom­bre común que se con­vir­tió en una autén­ti­ca leyen­da, no por­que pose­ye­ra super­po­de­res, sino por­que man­tu­vo la fe y la resis­ten­cia fren­te a la ocupación.

A dife­ren­cia de Holly­wood, don­de los héroes se dise­ñan en salas de guio­nes y cobran vida gra­cias a los acto­res ante la cáma­ra, Abu Ham­za sur­gió del pro­pio cam­po de bata­lla, de las calles y calle­jo­nes de Gaza, de los escom­bros de las casas des­trui­das. No nece­si­ta­ba un super­tra­je ni habi­li­da­des extra­or­di­na­rias, solo una volun­tad inque­bran­ta­ble y una deter­mi­na­ción fir­me que lo con­vir­tie­ron en un sím­bo­lo de la resis­ten­cia palestina.

Si Super­man fue crea­do como un mode­lo del poder esta­dou­ni­den­se, Abu Ham­za fue la encar­na­ción de la fuer­za del pales­tino común, que no nece­si­ta efec­tos visua­les ni narra­ti­vas fic­ti­cias para for­jar su legado.

Era real en todos los sen­ti­dos de la pala­bra: lucha­ba sobre el terreno, pro­te­gía a su pue­blo y habla­ba al mun­do con una voz que Israel no pudo silen­ciar, ni siquie­ra des­pués de su martirio.

Al final, Abu Ham­za no será solo otro nom­bre en la lis­ta de már­ti­res pales­ti­nos. Segui­rá sien­do un sím­bo­lo atem­po­ral, ins­pi­ran­do a las gene­ra­cio­nes futu­ras y recor­dan­do al mun­do la ver­dad de esta lucha. La más­ca­ra pue­de haber caí­do, pero el hom­bre no, ni tam­po­co su causa.

Si la ocu­pa­ción cree que pue­de aca­bar con la his­to­ria ase­si­nán­do­lo, aún no se ha dado cuen­ta de que las his­to­rias ver­da­de­ras no ter­mi­nan con la muer­te, sino que comien­zan con ella. El sim­bo­lis­mo de esta figu­ra radi­ca en su super­vi­ven­cia y per­ma­nen­cia, al igual que el artis­ta Naji Al-Ali se ha con­ver­ti­do en un modelo.

Hoy, los pales­ti­nos se qui­tan las más­ca­ras para decir­le al mun­do: «No somos per­so­na­jes de cine. No somos super­hé­roes naci­dos en los estu­dios de Holly­wood. Esta es nues­tra vida real, esta es nues­tra lucha y esta es nues­tra fuer­za fren­te a la ocupación».

¿Ha enten­di­do «Israel» el mensaje?

Abu Ham­za reapa­re­ce­rá una vez más, no con efec­tos visua­les o sono­ros, sino él mis­mo, con su pro­pia voz, sus pro­pios ojos, su más­ca­ra real y una cin­ta negra en la cabe­za bor­da­da con «Sara­ya Al-Quds», su mano dere­cha agi­tan­do una pode­ro­sa pro­me­sa. En ese momen­to, la ver­dad será inne­ga­ble: las escue­las de la his­to­ria han escri­to que el pales­tino debe per­ma­ne­cer ergui­do con honor a pesar de todos los inten­tos de borrado.

Por mucho que la ocu­pa­ción inten­te borrar el ros­tro, olvi­da que el lina­je pales­tino está pro­fun­da­men­te arrai­ga­do y en cons­tan­te expan­sión, y que el vien­tre pales­tino solo da a luz a héroes.

En ese momen­to, fró­ta­te bien los ojos y ase­gú­ra­te de que el heroís­mo es ori­gi­nal­men­te, lin­güís­ti­ca­men­te, palestino.

Tu sol nun­ca se pon­drá, Abu Hamza.

Abdul­rah­man Jamal

Fuen­te: Al-Akhbar

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