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Secre­tos de Estado

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Duran­te déca­das, las auto­ri­da­des fran­ce­sas han ocul­ta­do hechos y datos que, sin duda, hubie­sen ayu­da­do a escla­re­cer e impe­dir nume­ro­sas accio­nes de gue­rra sucia. Voy a des­cri­bir un par de ellos y que cada cual saque sus pro­pias conclusiones.

El pri­me­ro suce­dió en París a media­dos de los años seten­ta y nada se supo al res­pec­to has­ta que se publi­có, en febre­ro del 2004, la bio­gra­fía auto­ri­za­da de José Anto­nio Sáenz de San­ta­ma­ría, un gene­ral, ya falle­ci­do, que sabía muchí­si­mo sobre el terro­ris­mo de Estado.

Fue el cono­ci­do perio­dis­ta Die­go Car­ce­do quien escri­bió aque­lla bio­gra­fía en la que se men­cio­na lo que les ocu­rrió a dos agen­tes de inte­li­gen­cia des­ti­na­dos en una ofi­ci­na secre­ta del SECED fran­quis­ta en París. Se tra­tó de un sub­ofi­cial y de Manuel de la Pas­cua «Paso», coman­dan­te de Esta­do Mayor.

Car­ce­do con­tó en la bio­gra­fía que ambos agen­tes del SECED fue­ron sor­pren­di­dos en un cine recu­pe­ran­do la metra­lle­ta Mariet­ta «que unos mer­ce­na­rios habían uti­li­za­do en un aten­ta­do. La poli­cía fran­ce­sa los detu­vo y solo fue­ron expul­sa­dos a Espa­ña des­pués de lar­gas nego­cia­cio­nes y del cie­rre de la ofi­ci­na que man­te­nían de mane­ra subrepticia».

Aque­lla Mariet­ta era de un lote que la poli­cía espa­ño­la com­pró en Esta­dos Uni­dos. Otra fue uti­li­za­da para ase­si­nar al juez anti­te­rro­ris­ta ita­liano Vit­to­rio Occor­sio, el 10 de julio de 1976. Los espa­ño­les no se habían dado cuen­ta de que las Mariet­tas lle­va­ban una doble nume­ra­ción, en el exte­rior del cañón y en el inte­rior del mis­mo. Borra­ron la del exte­rior del cañón, pero no la de su inte­rior, y fue gra­cias a esa últi­ma cómo los poli­cías ita­lia­nos supie­ron que el arma uti­li­za­da para ase­si­nar al juez anti­te­rro­ris­ta ita­liano había sido com­pra­da en Esta­dos Uni­dos por la poli­cía española.

En todo caso, tuvie­ron que pasar casi trein­ta años, des­de que tuvo lugar en París el «inci­den­te» con una de aque­llas Mariet­tas has­ta que en 2004 se men­cio­nó por pri­me­ra vez en la bio­gra­fía auto­ri­za­da del gene­ral Sáenz de San­ta­ma­ría. Pos­te­rior­men­te, el hecho ha sido reco­gi­do en más obras, como la publi­ca­da en 2005 Espía en el País Vas­co del gene­ral Ángel Ugar­te, res­pon­sa­ble duran­te años del Ser­vi­cio de Inte­li­gen­cia en Eus­kal Herria.

Tal y como reco­no­ció en su libro, «Paso» «había teni­do que salir pre­ci­pi­ta­da­men­te de París por un pro­ble­ma con las auto­ri­da­des fran­ce­sas deri­va­do de su tra­ba­jo». De lo que se dedu­ce que uno de sus «tra­ba­jos» era el de recu­pe­rar una Mariet­ta uti­li­za­da por mer­ce­na­rios en un aten­ta­do. A buen entendedor…

La ver­da­de­ra labor de «Paso» que­dó al des­cu­bier­to tras aquel «inci­den­te» que las auto­ri­da­des espa­ño­las y fran­ce­sas se encar­ga­ron de ocul­tar a toda cos­ta. Y en ver­dad lo con­si­guie­ron, por­que pasa­ron casi trein­ta años has­ta que se supo algo al res­pec­to. Lo que mues­tra has­ta qué pun­to dis­po­nen de medios para ello. ¡A saber cuán­tos «inci­den­tes» per­ma­ne­ce­rán ocul­tos para siem­pre en tan­to que secre­tos de Estado!

El segun­do «inci­den­te» que mues­tra y demues­tra la cola­bo­ra­ción fran­ce­sa en la gue­rra sucia se pro­du­jo en 1983, cuan­do se empe­za­ron a pro­du­cir los aten­ta­dos rei­vin­di­ca­dos usan­do la sigla GAL. El ins­pec­tor José Ame­do, orga­ni­za­dor de muchos de aque­llos aten­ta­dos, cuen­ta en su libro Cal Viva que la poli­cía fran­ce­sa detu­vo a varios poli­cías espa­ño­les a sus órde­nes, que iban a secues­trar a un refu­gia­do vas­cos. Fue­ron libe­ra­dos poco des­pués, pese a que iban ile­gal­men­te arma­dos, gra­cias a las ges­tio­nes diplo­má­ti­cas que rea­li­za­ron las auto­ri­da­des españolas.

Como los poli­cías espa­ño­les ya no podían regre­sar arma­dos a Ipa­rral­de, «se tomó la deci­sión de recla­mar la pre­sen­cia en Bil­bao de tres miem­bros de los GEO exper­tos en ope­ra­cio­nes espe­cia­les». Pocos días des­pués, fue­ron dete­ni­dos en Hen­daia. Los pilla­ron in fra­gan­ti, cuan­do esta­ban a pun­to de con­su­mar el secues­tro de Joxe Mari Larretxea. Esa vez, ya no fue­ron pues­tos de inme­dia­to en libertad.

Varios medios de comu­ni­ca­ción reci­bie­ron fil­tra­cio­nes sobre lo ocu­rri­do. El dia­rio Deia situó el pri­mer inten­to de secues­tro jus­to un día antes de la des­apa­ri­ción en Baio­na de Josean Lasa y Joxi Zaba­la, que fue­ron tor­tu­ra­dos en un edi­fi­cio ofi­cial en Donos­tia, La Cum­bre, tras lo cual los tras­la­da­ron a un remo­to para­je en la cos­ta medi­te­rrá­nea don­de fue­ron ase­si­na­dos y ente­rra­dos en cal viva.

Una de las per­so­nas que fue a denun­ciar a la jus­ti­cia fran­ce­sa la des­apa­ri­ción de ambos refu­gia­dos sacó a relu­cir ante el juez de Baio­na las deten­cio­nes de poli­cías espa­ño­les arma­dos que habían men­cio­na­do algu­nos medios de comu­ni­ca­ción. El juez dijo des­co­no­cer que se hubie­sen pro­du­ci­do aque­llas deten­cio­nes y se mos­tró intere­sa­do en ave­ri­guar más datos sobre el tema.

Es obvio que los datos por los que dijo inte­re­sar­se el juez esta­ban en poder de la poli­cía fran­ce­sa que detu­vo a aque­llos poli­cías espa­ño­les arma­dos. Segu­ro que regis­tró tan­to sus iden­ti­da­des, como las carac­te­rís­ti­cas de las armas que por­ta­ban, antes de con­du­cir­los a la fron­te­ra por órde­nes superiores.

¿No cabe sos­pe­char que, muy pro­ba­ble­men­te, algu­nos de quie­nes fue­ron dete­ni­dos en el pri­mer inten­to de secues­tro, par­ti­ci­pa­ron mes y medio des­pués en el secues­tro de Segun­do Marey, en Hen­daia? ¿Quié­nes orde­na­ron que fue­ran pues­tos en liber­tad y se ocul­ta­ra su iden­ti­dad cuan­do los detu­vie­ron en Ipa­rral­de ile­gal­men­te arma­dos? ¿Quié­nes fue­ron los res­pon­sa­bles de que pudie­ran seguir prac­ti­can­do la gue­rra sucia finan­cia­da con los fon­dos reser­va­dos del gobierno espa­ñol y la com­pli­ci­dad del francés?

Si Marey hubie­ra sido «el teso­re­ro de ETA» que creían era, segu­ro que hubie­se ter­mi­na­do ente­rra­do en cal viva, como Lasa y Zaba­la. E idén­ti­co final hubie­ra teni­do Joxe Mari Larretxea de haber­se con­su­ma­do su secues­tro. Sin duda algu­na, le espe­ra­ba una inter­mi­na­ble sesión de tor­tu­ras, has­ta que can­ta­ra todo lo que sabía, sos­pe­cha­ba o inclu­so ima­gi­na­ba. Y tras aquel cal­va­rio sin fin, en el que implo­ra­ría a la muer­te para que vinie­ra a res­ca­tar­lo, aca­ba­ría en una remo­ta tum­ba, cubier­to de cal viva.

Xabier Maka­za­ga, inves­ti­ga­dor del Terro­ris­mo de Estado

3 de mar­zo de 2025

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