«Durante mucho tiempo, Estados Unidos, bajo el disfraz de la «democracia, la libertad y los derechos humanos, ha apoyado a fuerzas pro estadounidenses en todo el mundo, incitado «revoluciones de colores», creado divisiones y enfrentamientos, provocado cambios de régimen en algunos países y hundido a estos en la agitación política, el estancamiento económico y las difíciles condiciones de vida para los habitantes de esos países. Se puede decir que lo hecho por Estados Unidos ha puesto en grave peligro la paz, la estabilidad y el desarrollo mundiales.»1
Entre 1946 y 2000, Estados Unidos intentó 81 veces influir en las elecciones de 45 países. Este no fue sino el largo preludio de lo que vino después, que consistió, citando a Zhang Weiwei, en «dibujar pan para saciar el hambre» , el gran truco utilizado por los Estados Unidos para llevar a cabo lo que se denominó «revoluciones de colores» (un ejemplo grotesco de la cita de Weiwei fue la aparicion de la secretaria de Estado de Estados Unidos, Victoria Nuland, en Kiev repartiendo comida entre los manifestantes, en las revueltas del Maidán-CIA de 2014). Estados Unidos y sus socios occidentales no se conformaron con derrotar a sus enemigos del campo socialista sino que decidieron llevar a cabo una infiltración ideológica y cultural a gran escala en el país objetivo, implantando un gran número indeterminado de elites pro-occidentales para que adoptaran un sistema político al estilo estadounidense o europeo occidental. El instrumento de cooptación más eficaz que han utilizado Estados Unidos ha sido la USAID o Agencia internacional de desarrollo de Estados Unidos, fundada en 1961 bajo la firma de John F. Kennedy. La USAID es considerada una herramienta «blanda» para las políticas expansionistas y agresivas estadounidenses. Pero no solo esa agencia ha sido la responsable de organizar el caos controlado en Europa del Este y otras partes del mundo, sino que la red intrusiva la conforman toda una selva de fundaciones estadounidenses, aledañas a la USAID, algunas de las cuales se citarán en este artículo.
No, la USAID no es un nido de «víboras marxistas» como ha dicho el idiota megalómano Elon Musk, flamante mano derecha del presidente norteamericano Donald Trump. La USAID ha sido a lo largo de su historia un nido de víboras golpistas para servir únicamente a los intereses geopolíticos de Estados Unidos, utilizando la extorsión ideológica y económica y la compra de voluntades políticas a cambio de proporcionar ayuda humanitaria, además de sobornar a «activistas» de «derechos humanos» y periodistas de varios países con el objetivo de desinformar y crear un estado de opinión favorable a Estados Unidos. Que ahora el sionista Trump haya decidido congelar sus fondos (no desmantelar la organización) es una decisión puramente instrumental. La USAID representa perfectamente el injerencismo exterior del american way of life llevado al terreno «humanitario». Y, en todo caso, habría que decir que existen decenas de ONG u organizaciones aún más peligrosas que la ahora victimizada en los medios (por la cuenta que les trae) USAID, como veremos a continuación.
Disuelto el bloque socialista en 1989 – 1990, la USAID, que se creó, no lo olvidemos, para contrarrestar la influencia soviética e nfiltrarse y desestabilizar a muchos países en desarrollo mediante la financiación de una serie de ONG y movimientos locales a base de ayudas masivas, puso el foco de sus actividades en ayudar a esos países en desarrollo buscando imponer su influencia económica y vincular las economías de estos países a la economía estadounidense. La USAID ha logrado esto en buena medida influyendo en figuras locales e instituciones económicas privadas en los países objetivo, lanzando nuevas empresas y ONG a la esfera económica y conectándolas con la economía estadounidense a través de asistencia económica a largo plazo.
La USAID, transcurrido el período de la «guerra fría», se alió con las redes globales del oligarca multimillonario de origen húngaro, George Soros, a través de su red de extorsión global: la Fundación para una sociedad abierta (la Open Society Foundations), que ha recibido la mayor parte de la financiación desde al menos 2009. La cooperación entre estas dos instituciones (USAID y Open Society) comenzó inmediatamente después del colapso de la Unión Soviética y en 1993 firmaron un acuerdo para formar a una serie de personas en técnicas de desestabilización global. Los países de Europa del Este (Bulgaria, Estonia, Polonia, Rumania, Eslovaquia, Ucrania, Moldavia, etc.) estuvieron a la cabeza de los países a conquistar. Después, la cooperación financiera, técnica, ideológica y política siguió dando frutos durante la última década del siglo XX y, en la primera década del siglo XXI, una serie de «revoluciones de colores» se promovieron en Georgia, Ucrania y los países de la ex Unión Soviética que ahora limitan con Rusia.
La USAID, por tanto, ha financiado una amplia gama de actividades en Europa del Este, incluidos comités de supervisión electoral, el poder judicial, la fiscalía, el parlamento, los medios de comunicación y organizaciones «no gubernamentales», ya sea directamente o a través de las redes de George Soros como la mencionada Open Society, la Freedom House o la siniestra y «reaganiana» National Endowment for Democracy (NED) o Fundación Nacional para la democracia. Algunas, si no todas, se han convertido en las supervisoras directas de organizaciones «no gubernamentales» que se benefician de la financiación estadounidense y se encuentran en la cima de la pirámide de poder de algunos de los países citados.
En otros países de la antigua órbita soviética, como Moldavia, por ejemplo, muchas organizaciones de medios de comunicación –incluidas las cadenas de televisión «libres» o privadas– reciben fondos extranjeros de las anteriores organizaciones injerencistas. Muchas ONG, la prensa, instituciones educativas, de investigación científica y de formación profesional, así como municipios, autoridades locales y muchas instituciones públicas dependen de la financiación estadounidense a través de la agencia y sus socios. Por su parte Kosovo, el Estado artificial creado por la OTAN, depende totalmente de la financiación extranjera, en particular de la estadounidense.
A pesar de que ha existido una gran campaña de intoxicación proveniente desde la extrema derecha acusando a la Fundación de George Soros de ser algo así como una herramienta «izquierdista» de desestabilización política, la realidad es que la Open Society del magnate norteamericano cooperó con la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) para perpetuar la inestabilidad en países como Guatemala, Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Cuba y otros del Cono Sur latinoamericano que estaban y siguen gobernados por personalidades de izquierdas o antiimperialistas hostiles a Estados Unidos. La clásica intervención militar sangrienta de Washington fue reemplazada por la intervención «suave» a través de la propaganda, los medios de comunicación y la financiación de organizaciones reaccionarias para detener una posible marea comunista o izquierdista emergente.
El mecanismo ideológico que ha utilizado la USAID y fundaciones afines es la «gobernanza», una de las puertas por las que Estados Unidos está intentando entrar para dirigir las economías globales hacia el neoliberalismo. Esta es una puerta que facilita este proceso. A cambio de la «gobernanza», 10.450 millones de dólares anuales se destinan a ayuda humanitaria. En cuanto a sectores productivos como la agricultura, la infraestructura y la educación, reciben, en conjunto, unos 3.100 millones de dólares anuales, lo que indica que Estados Unidos no están interesados en apoyar a los países para hacer sus economías más sostenibles, sino que avanza hacia un apoyo en especie (el llamado humanitario) que pone a los países a merced de esta ayuda.
La USAID ha reconocido su papel directo desestabilizador en cuatro «revoluciones de color» en varios países del Este de Europa, citadas más adelante. Además de la USAID, organizaciónes e instituciones políticas sórdidas como la Fundación Ford, la Fundación MacArthur, el Departamento de Estado de Estados Unidos, el Instituto Republicano Internacional (afin al Partido Republicano estadounidense), el Instituto Nacional Demócrata (NDI), afín al Partido Demócrata de Estados Unidos, el Cuerpo de Paz y el Departamento de Defensa de Estados Unidos han tenido un rol decisivo en todos esos golpes de Estado «blandos». La «ayuda al desarrollo» de la USAID no es otra cosa que un código para el cambio de régimen y para socavar a los gobiernos electos que no se ajustan a la agenda neoconservadora globalista.
Ucrania, a este respecto, es un laboratorio estadounidense en sentido literal (hay laboratorios para probar algunas sustancias químicas) y en sentido figurado como campo minado de pruebas político. Durante la presidencia de Joe Biden, de 2021 a 2024, Ucrania se convirtió en el mayor receptor de subvenciones de USAID por un total de unos 31.000 millones de dólares, es decir, alrededor del 21% de la «ayuda» internacional total de esta organización delictiva. Ucrania, desde el golpe del Maidan (así como a Moldavia, Kosovo, Bosnia y Herzegovina y otros) se ha convertido en un Estado de dependencia financiera de Estados Unidos, además de estar a la sombra de la hegemonía política, ideológica y mediática estadounidense. Por ejemplo, el canal de televisión ucraniano antirruso Hromadske ha recibido importantes donaciones de la Fundación de Soros, la Agencia Canadiense para el Desarrollo Internacional y las embajadas de Estados Unidos y Holanda en Ucrania.
Los programas de la USAID se presentan bajo el pretexto de defender los derechos de los niños, las mujeres y las minorías, y apoyar a la «sociedad civil», la democracia, los derechos humanos y la seguridad ambiental. Sin embargo, los hechos han demostrado que las agencias de desarrollo estadounidenses o europeas han alentado el surgimiento y crecimiento de «organizaciones no gubernamentales» que difunden el pensamiento neoliberal pero no abordan los problemas de la explotación brutal, la desigualdad, el desempleo y la pobreza.
Las «revoluciones de colores» y la USAID
Aunque las «revoluciones de colores» de años pasados pudieran parecer a los ojos de un observador externo fenómenos espontáneos, supuestamente una reacción de ciudadanos activos ante una injusticia evidente, se habían preparado con antelación durante mucho tiempo y con mucho cuidado. En particular:
- Se había procedido a la formación de un grupo de políticos de oposición.
- Se creó, previamente, una amplia red de ONG en los países objetivo no solo para sensibilizar a la opinión pública, sino también para transferir dinero desde fondos extranjeros.
- Se llevaron a cabo la deslegitimación del régimen gobernante a través de acciones regulares y filtraciones de información.
- Se capacitaron a «activistas» en conceptos básicos como la conducción de acciones de protesta y métodos de resistencia.
- Se prepararon acontecimientos desencadenantes capaces de desacreditar definitivamente a gobiernos y llevar la «revolución» a una fase activa.
Según el exdirector de USAID, John Gilligan, la agencia «servía como una especie de escuela de postgrado para agentes de la CIA» y «muchas oficinas de la USAID estaban infiltradas de arriba a abajo por gente de la CIA». Gilligan agregó que «la idea era integrar agentes operativos en todas las actividades que estábamos realizando en el extranjero; «gubernamentales, voluntarios, religiosos, de todo tipo».
La primera gran «revolución de color» en Europa, tras la caída del bloque soviético, se puede considerar que fue la yugoslava. Desde principios de la década de 1990, Estados Unidos y Gran Bretaña suministraron fondos y equipos a los medios de comunicación de oposición y mantuvieron estrechos contactos con partidos políticos opuestos a Slobodan Milosevic. Durante una serie de reuniones a finales de 1998, el presidente estadounidense Bill Clinton y funcionarios de la Casa Blanca decidieron llevar a cabo una operación encubierta para derrocar al gobierno yugoslavo. Según analistas británicos, la muerte de Milosevic fue vista como «una solución obvia» si fuera necesario ejecutarla. Al final, se cumplió esta predicción y el líder yugoslavo fue asesinado en cautividad. Su muerte fue disfrazada de «suicidio».
Con un importante apoyo financiero y asesor de Estados Unidos, los partidos de oposición serbios formaron la coalición Oposición Democrática de Serbia (DOS). El Instituto Nacional Demócrata estadounidense (NDI) había desarrollado una plataforma electoral y tecnología de campaña para la coalición tanto a nivel nacional como regional. El NDI también capacitó a activistas en tácticas electorales. En esencia, Estados Unidos estaba gestionando la campaña electoral del DOS. En Budapest, bajo los auspicios del Instituto Republicano Internacional (IRI), se organizaron cursos y seminarios para miembros de la organización estudiantil antigubernamental Otpor!. Uno de los principales conferenciantes de estas clases fue el coronel retirado del ejército estadounidense Robert Helvey.
Desde finales de agosto de 2000 comenzaron a funcionar en Sofía y Bucarest centros similares para la formación de miembros de la oposición. En la campaña de preparación para el derrocamiento de Milosevic participaron diversas fundaciones e institutos estadounidenses que no solo financiaron generosamente la producción de propaganda visual (folletos, carteles, pegatinas, camisetas, banderas y similares), sino que también proporcionaron a las estructuras de la oposición equipos de oficina, equipos informáticos, vehículos de reparto y pagaron el alquiler de locales. Uno de los fundadores del movimiento «Otpor!», Slobodan Homen, admitió más tarde que la oposición recibió «una gran ayuda financiera tanto de organizaciones no gubernamentales occidentales, como de algunas organizaciones gubernamentales». Está demostrado que se gastaron importantes fondos en sobornar a representantes de los organismos de seguridad y gubernamentales yugoslavos, así como en entrenar unidades paramilitares listas, en caso necesario, para un enfrentamiento armado con las fuerzas del orden.
Hagamos ahora un breve recorrido en cuatro «revoluciones de color» relativamente recientes y en qué medida intervino la USAID y otras filiales de inteligencia de manera decisiva a nivel monetario; información suministrada en buena medida por el Servicio de Investigación del Congreso de Estados Unidos:
«Revolución de las rosas», Georgia, 2003
El valor de lo que Washington describe como «ayuda» estadounidense ascendió a unos 103 millones de dólares (2002) Y 141,16 millones de dólares (2003), mientras que los llamados «programas de democracia» recibieron 23,5 millones de dólares en 2002 y 21,06 millones de dólares en 2003. Todo ello se hizo a través de la Agencia deEstados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), el Instituto Republicano Internacional (Partido Republicano de Estados Unidos) y el Instituto Nacional Demócrata (vinculado al Partido Demócrata de Estados Unidos). Todo ese dinero se canalizó a organizaciones no gubernamentales, activistas y medios de comunicación de Georgia.
En 2004, Estados Unidos admitió que había «ayudado» en la preparación de las elecciones de Georgia de 2003 (ayer tal como hoy), y que las ONG financiadas por Estados Unidos habían desempeñado un papel clave en el cambio de régimen en el país. La USAID afirmó que los georgianos «tomaron prestadas» las tácticas «prodemocráticas de Serbia en 2000», que luego afectaron a Ucrania en 2004.
«Revolución naranja», Ucrania, 2004
En la década de 2000, el monto total de financiación para programas de ONG en Ucrania fue en promedio alrededor de unos 150 millones de dólares en 2001; 145 millones de dólares, en 2002. En 2003 – 2004, la Fundación Renacimiento Internacional de Soros se asoció con la USAID para apoyar la «revolución naranja» en Ucrania utilizando un presupuesto de 173 millones de dólares solo en 2003; en 2004, fue de 143,47 millones de dólares; en 2005, 157 millones de dólares; en 2006, 153 millones de dólares; en 2007, 154 millones de dólares; en 2008, 141 millones de dólares y en 2009, 195 millones de dólares.
En 2010, Occidente destinó 315 millones de dólares para el desarrollo de la sociedad civil ucraniana; en 2011, 289 millones de dólares; en 2012, 282 millones de dólares y en 2013, 256 millones. Después del Euromaidán, el nivel de financiación se redujo drásticamente: en 2014, el tercer sector recibió 138 millones de dólares y, en los primeros seis meses de 2015, solo 45 millones. Tras la creación de un gobierno totalmente controlado por Washington y sus aliados ya no necesitan financiar a la oposición. Sin embargo, la CIA, según Robert F. Kennedy Jr, gastó 5.000 millones de dólares en financiar las protestas de Kiev en 2014.
Los Programas de Democracia para Ucrania, por su parte, recibieron 54,7 millones de dólares (2003) y 34,11 millones de dólares en 2004 a través de la USAID, la Fundación Nacional para la Democracia (NED, una organización aún más injerencista que la USAID) y la Fundación Eurasia.
«Revolución de los tulipanes», Kirguistán, 2005
Siguiendo su experiencia en Georgia y Ucrania, la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) financió en gran medida a organizaciones no gubernamentales locales, activistas y medios de comunicación antes de las elecciones de febrero de 2005 en Kirguistán, que afectaron directamente a la situación política del país. Lo que Washington describió como «ayuda» ascendió a 56,6 millones de dólares en 2003 y a 50,8 millones en 2004, y los «programas de democracia» recibieron 13,5 millones en 2003 y 12,2 millones en 2004. El Open Society Institute de George Soros destinó 5 millones de dólares en 2003 a la Universidad Americana de Asia Central en Kirguizistán.
«Revolución del cedro», Líbano, 2005
Alrededor de un millón de libaneses protestaron en marzo de 2005 exigiendo la retirada del ejército sirio, lo que allanó el camino al líder pro estadounidense Saad Hariri. Un informe de la USAID de 2006 afirmaba que años de trabajo habían sentado las bases para este «levantamiento». Según el informe, la ayuda estadounidense a Líbano se triplicó a principios de la década de 2000, pasando de 15 a 45 millones de dólares.
La USAID en Siria, el arma «humanitaria» de los terroristas de Al-Qaeda
Desde 2011, en paralelo al inicio de la crisis siria, la USAID estuvo inyectando dinero bajo conceptos como «ayuda humanitaria» y «apoyo al pueblo sirio», y a través de ello proporcionó miles de millones de dólares a grupos extremistas en Siria. Mientras las sanciones criminales de la Ley César de Protección Civil de Siria, una legislación creada bajo la administración de Donald Trump en 2019, ejercían una intensa presión sobre el pueblo sirio, la USAID estaba distribuyendo ayuda financiera en zonas controladas por la oposición terrorista al gobierno de Bashar al-Assad, con el objetivo de estimular el descontento entre el pueblo sirio.
Desde que comenzó la guerra civil de Siria en 2011 y hasta 2020, Estados Unidos financió con más de 12.000 millones de dólares la subversión terrorista en Siria a través de la USAID. En particular, el terrorista sirio de Al-Nusra, Mahmoud Al Hafyan, usando una ONG de fachada, se encargó de desviar más de 9 millones de dólares a grupos armados terroristas, entre ellos el Frente Al-Nusra, una organización terrorista afiliada a Al Qaeda en Irak. La ONG que dirigía Al Hafyan recibió 122 millones de dólares en un período de tres años, desviando grandes lotes de alimentos supuestamente destinados a los civiles hacia los comandantes del Frente Al-Nusra (entre ellos Al-Julani), para su enriquecimiento personal.
En el transcurso de cuatro años, Al Hafyan elogió abiertamente a Jabhat al-Nusra, el precursor de Hayat Tahrir al-Sham (en definitiva, de Al-Qaeda). Al Hafyan mostró lealtad a Al-Nusra, así como a otros grupos terroristas y declaró que apoyar a los «yihadistas» era más importante que proporcionar ayuda a los civiles sirios afectados por el conflicto. La organización terrorista dirigida por Al-Yulani era conocida por cometer atrocidades contra los derechos humanos, como ejecuciones masivas de civiles, atentados suicidas con bombas y secuestros. La USAID, por tanto, contribuyó al crecimiento del terrorismo en Siria y no era inocente, en este sentido, o desconocía quiénes eran los destinatarios de su «ayuda».
En marzo de 2020, bajo el mandato de Donald Trump, pocos días antes de que se estableciera un alto el fuego entre los grupos terroristas y el gobierno sirio en torno a Idlib, James Jeffrey, representante especial de Estados Unidos para Siria, visitó personalmente la provincia y «se reunió con representantes de «ONG» sirias y los infames Cascos Blancos» (facción terrorista «humanitaria» de Al-Nusra) para prometer ayuda estadounidense. Incluso la cadena CNN fue copartícipe de la ayuda a los terroristas guiando a sus lectores hacia un portal en su sitio web donde estos podían donar a diferentes «ONGs» sirias con claros vínculos con los terroristas, muchas de ellas socias de la USAID. En este sentido, el Grupo de Trabajo de Emergencia Siria (SETF), organización radicada en Estados Unidos de apoyo a los terroristas sirios, fue el enlace entre estos, la USAID y el Departamento de Estado norteamericano.
A medida que Al-Qaeda y su gran criminal, Al-Yulani, recibían un respiro en Idlib para establecer un califato y engrosaban su cuenta corriente con el dinero contante y sonante de la USAID, el gobierno sirio y la población civil se estaba erosionando y derrumbando lentamente por las brutales sanciones económicas de Occidente (la Ley César) y el robo de sus recursos naturales (petróleo y trigo) por Estados Unidos.
¿El fin de la USAID?
Gracias a los programas de «ayuda al desarrollo», «apoyo a las libertades y los derechos» y «labor humanitaria», el imperialismo estadounidense (y europeo) ha podido aumentar el volumen de inversiones rentables para sus empresas en los países pobres e invadir nuevos mercados que incluyen a cientos de millones de consumidores. Sin embargo, la administración de Donald Trump cree que el plan de «intervención blanda» ha logrado su objetivo, o que ya no es adecuado para promover los intereses del imperialismo estadounidense y sus empresas transcontinentales, por lo que ha decidido congelar la ayuda exterior de la USAID (a excepción de su gran amigo y aliado «Israel» y Egipto). Una vez más, hay que decir que esta operación propagandística del «cierre» de la USAID no va a suponer la abolición de la injerencia de Washington en el mundo: decenas de organizaciones de matriz norteamericana, algunas de ellas citadas en este artículo, están operando activamente en los países señalados anteriormente y usan el mismo manual de contrainsurgencia o modus operandi que la USAID.
En palabras de Robert F. Kennedy Jr., y aun teniendo las reservas máximas sobre este personaje de claras filiaciones sionistas, «la USAID nunca ha estado involucrada en la democracia porque la CIA no está involucrada en la democracia». Como alguien ha dicho acertadamente, «la USAID es un instrumento de dominación, no un instrumento de asistencia».
Berlín Confidencial
2 de marzo de 2025