El impe­rio del oro: el cre­cien­te con­trol de los Emi­ra­tos Ára­bes Uni­dos sobre la rique­za mine­ral de África

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Antes de que las armas se acu­mu­la­ran en las are­nas ensan­gren­ta­das de Dar­fur, la his­to­ria comen­zó a media­dos de 2012 con tres jóve­nes que escu­dri­ña­ban la tie­rra cer­ca de Jeli usan­do sen­ci­llos detec­to­res de meta­les. Una débil señal los con­du­jo hacia el oes­te duran­te 20 kiló­me­tros, has­ta lle­gar al pie de Jebel Amer, una mon­ta­ña que más tar­de se cono­ce­ría como la «Mon­ta­ña de Oro» de Sudán.

Su hallaz­go resul­tó deci­si­vo. En cues­tión de días, la noti­cia corrió por toda la región: los cami­nos de tie­rra se lle­na­ron de via­je­ros, las tien­das y las bom­bas se mul­ti­pli­ca­ron por las coli­nas, y miles de bus­ca­do­res de oro lle­ga­ron en masa. Lo que comen­zó como un gol­pe de suer­te alte­ró rápi­da­men­te el equi­li­brio de Dar­fur, des­atan­do recla­mos riva­les, for­tu­nas repen­ti­nas y la vio­len­cia que los ensombreció.

La mon­ta­ña que encen­dió Darfur

Jebel Amer se encuen­tra en la loca­li­dad de Al-Sarif, al nor­te de El-Fasher, en Dar­fur del Nor­te. Pro­du­ce apro­xi­ma­da­men­te 50 tone­la­das de oro al año —uno de los mayo­res yaci­mien­tos del con­ti­nen­te— y con­tie­ne otros mine­ra­les, como hie­rro, alu­mi­nio y platino.

Tras la sece­sión de Sudán del Sur en 2011, que des­po­jó a Jar­tum de apro­xi­ma­da­men­te tres cuar­tas par­tes de sus ingre­sos petro­le­ros, el gobierno impul­só a los ciu­da­da­nos hacia la mine­ría arte­sa­nal como un sus­ten­to eco­nó­mi­co. En cam­bio, la fie­bre del oro pro­fun­di­zó la ines­ta­bi­li­dad y atra­jo a gru­pos arma­dos a una región ya fracturada.

Cuan­do apa­re­cie­ron impor­tan­tes yaci­mien­tos en abril de 2012, la zona se con­vir­tió en un imán de rique­za e influen­cia, y en un cam­po de bata­lla. Las mili­cias Jan­ja­weed se movi­li­za­ron para apo­de­rar­se de las minas, des­pla­zan­do a las comu­ni­da­des loca­les y des­en­ca­de­nan­do el conflicto.

A fina­les de año, la vio­len­cia se había exten­di­do por toda la región, y en enero de 2013, los com­ba­tes abier­tos cau­sa­ron cien­tos de muer­tos mien­tras los pozos de las minas se derrum­ba­ban sobre doce­nas de tra­ba­ja­do­res. Las tre­guas iban y venían, pero cada colap­so y enfren­ta­mien­to deja­ba cla­ro que el con­flic­to ya no era solo tri­bal, sino una lucha por el con­trol de uno de los recur­sos más valio­sos de Sudán.

En 2017, el con­trol casi total de Jebel Amer esta­ba en manos de las Fuer­zas de Apo­yo Rápi­do (RSF) a tra­vés de la empre­sa Al Junaid Hol­ding Com­pany, pro­pie­dad de Moha­med Ham­dan Daga­lo, y el oro se con­vir­tió en su prin­ci­pal fuen­te de poder finan­cie­ro, direc­ta­men­te vin­cu­la­da a su capa­ci­dad para finan­ciar sus acti­vi­da­des mili­ta­res y con­tro­lar la zona.

El oro no se detu­vo allí. Su bri­llo se exten­dió mucho más allá de Sudán, atra­yen­do el inte­rés de los Emi­ra­tos Ára­bes Uni­dos, cuyas ambi­cio­nes en Áfri­ca eran cada vez mayo­res. Des­de Dar­fur, el metal se movi­li­zó por rutas de con­tra­ban­do, vue­los comer­cia­les y paque­tes cor­po­ra­ti­vos has­ta los mer­ca­dos y refi­ne­rías de Dubái, ali­men­tan­do una red en la que el con­flic­to de Sudán se con­ver­tía en bene­fi­cio ajeno.

Sudán: el gigan­te del oro del mun­do árabe

Sudán es el mayor pro­duc­tor de oro ára­be, con más de 40.000 sitios de explo­ra­ción y 60 empre­sas de refi­na­ción repar­ti­das en tre­ce esta­dos, cen­trán­do­se en el Nilo, el Nor­te y el mar Rojo.

Los Emi­ra­tos Ára­bes Uni­dos se con­vir­tie­ron rápi­da­men­te en el prin­ci­pal des­tino de expor­ta­ción de Sudán. Los nego­cios fluían a tra­vés de empre­sas vin­cu­la­das a Daga­lo (Hemed­ti) y sus fami­lia­res, el oro se trans­por­ta­ba por tie­rra y aire a Dubái, y las Fuer­zas de Segu­ri­dad Revo­lu­cio­na­rias (RSF) uti­li­za­ban las ganan­cias para adqui­rir armas.

Glo­bal Wit­ness esti­ma que Sudán expor­ta alre­de­dor de 16.000 millo­nes de dóla­res en oro a los Emi­ra­tos Ára­bes Uni­dos cada año. La pro­duc­ción ofi­cial en 2024 alcan­zó las 64 tone­la­das, pero solo 31 tone­la­das se regis­tra­ron como expor­ta­cio­nes lega­les. Casi la mitad sim­ple­men­te des­apa­re­ció en cana­les paralelos.

Los docu­men­tos de expor­ta­ción reve­lan la par­ti­ci­pa­ción de empre­sas emi­ra­tíes como Kalo­ti, que com­pró 57 tone­la­das a Sudán en 2012, una cifra muy supe­rior a la pro­duc­ción ofi­cial del país. En 2018, el Gru­po Al Junaid, facha­da comer­cial de RSF, se aso­ció con Rose­lla, con sede en Dubái, y cuen­ta con cuen­tas en el First Abu Dha­bi Bank.

Cuan­do esta­lló la gue­rra en 2023, el comer­cio del oro pasó de ser un pilar eco­nó­mi­co a un fon­do de gue­rra. Esta­dos Uni­dos san­cio­nó a 11 empre­sas, muchas de ellas regis­tra­das en los Emi­ra­tos Ára­bes Uni­dos, por faci­li­tar la finan­cia­ción de RSF median­te oro.

Las auto­pis­tas del oro de RSF hacia Dubái

Antes de que la gue­rra se exten­die­ra, el oro de Dar­fur via­ja­ba dis­cre­ta­men­te des­de Jebel Amer has­ta Chad por tie­rra, y lue­go a Dubái median­te envíos comer­cia­les y paque­tes cor­po­ra­ti­vos, con­vir­tién­do­se en par­te de una red de con­tra­ban­do que conec­ta­ba las minas del con­flic­to con los mer­ca­dos del Gol­fo Pér­si­co. Las RSF se con­vir­tie­ron rápi­da­men­te en el actor domi­nan­te de esta red, apo­yán­do­se en empre­sas facha­da, rutas que se exten­dían por Chad, Sudán del Sur, Libia y nue­vas rutas hacia Egipto.

El corre­dor cha­diano sigue sien­do el más lucra­ti­vo: el oro sale de Jebel Amer y San­go por rutas secre­tas, cru­za a Yame­na y lue­go se expor­ta como oro «cha­diano». Las empre­sas facha­da de Al Junaid, jun­to con víncu­los pre­via­men­te docu­men­ta­dos con empre­sas con sede en Dubái, ope­ran en el cora­zón de este sistema.

Tras la des­truc­ción del aero­puer­to de Jar­tum y la pér­di­da del con­trol de Puer­to Sudán por par­te de las Fuer­zas de Segu­ri­dad Revo­lu­cio­na­rias (RSF), la mili­cia adop­tó nue­vas tác­ti­cas. Las moto­ci­cle­tas trans­por­tan oro a tra­vés de las fron­te­ras. Los car­ga­men­tos aéreos par­ten de Nya­la en con­te­ne­do­res eti­que­ta­dos como pro­duc­tos agrí­co­las y gana­de­ros. Los vue­los noc­tur­nos, de menos de 90 minu­tos de dura­ción, evi­tan ser detectados.

Un panel de exper­tos de la ONU expu­so una cade­na logís­ti­ca afri­ca­na que vin­cu­la los envíos de oro con la entre­ga de armas: armas que lle­gan des­de el aero­puer­to de Um Girass, via­jan por tie­rra has­ta las posi­cio­nes de las Fuer­zas de Segu­ri­dad Revo­lu­cio­na­rias (RSF), con el apo­yo del dine­ro recau­da­do por la ven­ta de oro suda­nés en Dubái. Una eco­no­mía de gue­rra inte­gra­da se extien­de aho­ra des­de las minas de Dar­fur has­ta las refi­ne­rías emiratíes.

El ape­ti­to con­ti­nen­tal de Abu Dhabi

Las ambi­cio­nes de los Emi­ra­tos Ára­bes Uni­dos en Áfri­ca se empie­zan a dis­cu­tir con Sudán, el ter­cer mayor pro­duc­tor de oro del con­ti­nen­te y la segun­da mayor reser­va pro­ba­da, con unas 1.550 tone­la­das. Pero Sudán no es un caso ais­la­do, ya que el pano­ra­ma se extien­de a todo el continente.

Una inves­ti­ga­ción de Reuters reve­ló que los Emi­ra­tos Ára­bes Uni­dos impor­ta­ron 446 tone­la­das de oro de 46 paí­ses afri­ca­nos en un solo año, por un valor de 15.100 millo­nes de dóla­res. Sin embar­go, los datos de Com­tra­de de la ONU reve­lan fla­gran­tes incon­sis­ten­cias: 25 de esos paí­ses no pro­por­cio­na­ron cifras de expor­ta­ción, mien­tras que 21 indi­ca­ron can­ti­da­des muy infe­rio­res a las que los Emi­ra­tos Ára­bes Uni­dos regis­tra­ron como impor­ta­do­ras. Los exper­tos esti­man que entre el 32% y el 41% del oro afri­cano no se decla­ra, gran par­te del cual es absor­bi­do por las redes emi­ra­tíes, segui­das por Tur­quía y Suiza.

En Gha­na, un infor­me de Swis­sAid reve­ló un défi­cit de 229 tone­la­das en cin­co años: 11.400 millo­nes de dóla­res en oro sin con­ta­bi­li­zar. Las auto­ri­da­des gha­ne­sas con­fir­man que el 75% de las expor­ta­cio­nes de oro del país se des­ti­nan a los Emi­ra­tos Ára­bes Unidos.

En Mali, el 81% de la pro­duc­ción es extraí­da por empre­sas vin­cu­la­das a los Emi­ra­tos Ára­bes Uni­dos. El Minis­te­rio de Minas de Bur­ki­na Faso reco­no­ce el con­tra­ban­do gene­ra­li­za­do hacia los Emi­ra­tos Ára­bes Uni­dos; el valor de las expor­ta­cio­nes solo en 2024 alcan­zó los 2.000 millo­nes de dóla­res. Libia ha per­di­do entre 50 y 55 tone­la­das de oro, con un valor cer­cano a los 3.000 millo­nes de dóla­res, en las rutas de con­tra­ban­do que ali­men­tan a Dubái des­de 2011.

El mis­mo patrón se ha pre­sen­ta­do en Yemen. Empre­sas emi­ra­tíes como Tha­ni Dubai Mining se han esta­ble­ci­do en Hadh­ra­maut, rica en recur­sos, mien­tras que imá­ge­nes sate­li­ta­les mues­tran una inten­sa acti­vi­dad en Jabal al-Nar, en Taiz, tras el cie­rre y la mili­ta­ri­za­ción de la zona. La extrac­ción de oro está aho­ra direc­ta­men­te vin­cu­la­da al pro­yec­to polí­ti­co de los EAU a tra­vés del Con­se­jo de Tran­si­ción del Sur (CTS).

Por qué los Emi­ra­tos Ára­bes Uni­dos nece­si­tan el oro de África

Los Emi­ra­tos Ára­bes Uni­dos cuen­tan con pocas reser­vas nacio­na­les, pero un vas­to eco­sis­te­ma aurí­fe­ro: refi­ne­rías, comer­cian­tes, empre­sas de logís­ti­ca, zonas fran­cas y mar­cos regu­la­to­rios fle­xi­bles. Dubái se pre­sen­ta como la cuna natu­ral del comer­cio mun­dial de lin­go­tes, y man­te­ner este papel requie­re un sumi­nis­tro con­ti­nuo de oro en bru­to, espe­cial­men­te de regio­nes con poca supervisión.

El oro suda­nés ofre­ce a los Emi­ra­tos Ára­bes Uni­dos dos ven­ta­jas. En pri­mer lugar, pro­por­cio­na la mate­ria pri­ma nece­sa­ria para man­te­ner la ren­ta­bi­li­dad de la indus­tria refi­na­do­ra de Dubái. En segun­do lugar, amplía la influen­cia polí­ti­ca de Abu Dabi en los sis­te­mas eco­nó­mi­cos de África.

Tam­bién exis­te una dimen­sión mone­ta­ria. Ante las fluc­tua­cio­nes de la con­fian­za en el dólar esta­dou­ni­den­se, los ban­cos cen­tra­les mun­dia­les están diver­si­fi­can­do su car­te­ra hacia acti­vos no deno­mi­na­dos en dóla­res. Los datos de OMFIF mues­tran que un ter­cio de los ban­cos cen­tra­les pla­nea aumen­tar sus tenen­cias de oro en los pró­xi­mos dos años, mien­tras que el 40% pre­ten­de refor­zar sus reser­vas a lar­go plazo.

El oro se ha con­ver­ti­do en un pilar fun­da­men­tal en una eco­no­mía glo­bal en cons­tan­te cam­bio. Para 2023, los Emi­ra­tos Ára­bes Uni­dos supe­ra­ron al Rei­no Uni­do y ocu­pa­ron el segun­do lugar, des­pués de Sui­za, como cen­tro mun­dial de lin­go­tes. Su ingre­so al gru­po BRICS en 2024 con­so­li­dó aún más esta posi­ción, posi­cio­nan­do a los Emi­ra­tos Ára­bes Uni­dos como el prin­ci­pal canal de oro de Asia.

Para man­te­ner este papel, los Emi­ra­tos Ára­bes Uni­dos nece­si­tan oro afri­cano, no oca­sio­nal­men­te, sino de mane­ra cons­tan­te y a gran escala.

Impe­ria­lis­mo del oro: cons­truir un cen­tro sin minas

En tan solo dos déca­das, los Emi­ra­tos Ára­bes Uni­dos han pasa­do de ser un impor­ta­dor mar­gi­nal a un peso pesa­do en el comer­cio mun­dial de oro. Actual­men­te, repre­sen­tan apro­xi­ma­da­men­te el 11% de las expor­ta­cio­nes mun­dia­les de oro, con más de 4000 empre­sas de joye­ría y 1.200 tien­das mino­ris­tas que emplean a unas 60 000 personas.

Antes de 1996, los Emi­ra­tos Ára­bes Uni­dos ni siquie­ra figu­ra­ban entre los 100 prin­ci­pa­les impor­ta­do­res de oro. Hoy, se encuen­tran entre los cua­tro pri­me­ros, superan­do a Esta­dos Uni­dos y Hong Kong. Once gran­des refi­ne­rías ope­ran en Dubái a pesar de la esca­sez de sumi­nis­tro interno.

Pero este ascen­so se basa en bases opacas.

Solo en 2024, los Emi­ra­tos Ára­bes Uni­dos impor­ta­ron 1.400 tone­la­das de oro, con un valor de 105.000 millo­nes de dóla­res. Más de la mitad pro­vino de paí­ses afri­ca­nos como Sudán, Chad, Libia y Egip­to, gran par­te de ellos vin­cu­la­dos a acto­res en con­flic­to como las Fuer­zas de Res­ca­te de la Repú­bli­ca Ára­be Siria (RSF). Flu­jos adi­cio­na­les des­de Ugan­da, Ruan­da y Togo refuer­zan la pro­fun­di­dad de las redes de con­tra­ban­do que ter­mi­nan en Dubái.

Entre 2012 y 2022, los Emi­ra­tos Ára­bes Uni­dos impor­ta­ron 2.569 tone­la­das de oro afri­cano ile­gal, valo­ra­das en apro­xi­ma­da­men­te 115.000 millo­nes de dóla­res. Inclu­so Sui­za sufrió el impac­to: impor­tó 316 tone­la­das de oro de Dubái en 2025, por un valor de 27.000 millo­nes de fran­cos, el doble del volu­men anual habitual.

Las lagu­nas regu­la­to­rias en los EAU lo hacen posi­ble. Los pasa­je­ros que entran con oro no están suje­tos a nin­gún requi­si­to de divul­ga­ción; bas­ta con que el com­pra­dor com­ple­te los for­mu­la­rios corres­pon­dien­tes. Las adua­nas no pre­gun­tan por el país de ori­gen. Gran­des can­ti­da­des de oro ilí­ci­to se ven­den abier­ta­men­te en los mer­ca­dos de Dubái mucho antes de lle­gar a las refinerías.

Las iden­ti­da­des de los com­pra­do­res extran­je­ros que adquie­ren oro refi­na­do per­ma­ne­cen pro­te­gi­das, lo que per­mi­te a los Emi­ra­tos Ára­bes Uni­dos situar­se en el cen­tro de un meca­nis­mo de lava­do de dine­ro glo­bal que inte­gra el oro en con­flic­to a la cade­na de sumi­nis­tro internacional.

Estas prác­ti­cas con­tri­bu­ye­ron a la inclu­sión de los Emi­ra­tos Ára­bes Uni­dos en la lis­ta gris del Gru­po de Acción Finan­cie­ra Inter­na­cio­nal (GAFI) en mar­zo de 2022. Aun­que fue eli­mi­na­da dos años des­pués, per­sis­ten las preo­cu­pa­cio­nes de que la rever­sión se debió más a la influen­cia geo­po­lí­ti­ca que a la refor­ma regulatoria.

Los Emi­ra­tos Ára­bes Uni­dos se bene­fi­cian de las gue­rras que se pro­lon­gan, los gobier­nos que se debi­li­tan y las mili­cias que se con­vier­ten en socios eco­nó­mi­cos. En este mode­lo, el oro es capi­tal polí­ti­co, una fuen­te de influen­cia y una vía de acce­so a las vul­ne­ra­bi­li­da­des más pro­fun­das de los esta­dos africanos.

Lo que se les qui­ta a las regio­nes más pobres regre­sa en for­ma de influen­cia a manos de uno de los esta­dos más aser­ti­vos de la región.

Des­de las minas de Dar­fur has­ta las torres de Dubai, el oro aho­ra se mue­ve a tra­vés de un sis­te­ma cons­trui­do sobre un poder des­igual, refor­mu­lan­do los con­flic­tos, for­ta­le­cien­do a quie­nes se bene­fi­cian de la ines­ta­bi­li­dad y dejan­do su hue­lla en los cami­nos polí­ti­cos y eco­nó­mi­cos de África.

Mawad­da Iskan­dar es perio­dis­ta e inves­ti­ga­do­ra espe­cia­li­za­da en asun­tos del Gol­fo; ha rea­li­za­do varios docu­men­ta­les y publi­ca­do investigaciones.

28 de noviem­bre de 2025

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