En pleno desarrollo de combate mundial contra el CORONAVIRUS COVID 19, Donald Trump sigue pisoteando de manera inhumana, con sus imperiales patas de patán, los derechos fundamentales de sus propios nacionales y las normas del derecho internacional. Concretamente, en vez de centrarse en resolver los graves problemas sanitarios que le ha generado la pandemia al pueblo estadounidense, a lo que se dedica es a profundizar la violación de principios esenciales del derecho internacional, como el respeto a la soberanía, la no intervención y la autodeterminación de los pueblos, mediante sanciones económicas y bloqueos que desboca sobre países que no se subordinan a sus intereses mezquinos, afectándoles incluso sus sistemas de salud. En las últimas horas por ejemplo, la empresa MEDICUBA, de La Mayor de las Antillas, debido a las restricciones del bloqueo yanqui, no pudo comprar los ventiladores que le proveería una empresa Suiza.
Pero el mandatario yanqui no es el único de conducta reprobable. En Nuestra América lleva la bandera de seguidismo y estulticia el Presidente del Brasil, Jaír Bolsonaro. Este sujeto, además de respaldar cada arrebato criminal de Trump, agregó actitudes que pueden ser calicadas de imprudencia o de supina estupidez, pero también, indudablemente, si juzgamos por la negligencia extrema para atender las críticas, advertencias y recomendaciones sensatas que le hicieron expertos en cuanto a sus graves faltas en el tratamiento de la pandemia, destella algún grado de demencia y un absoluto desprecio por la vida ajena.
La verdad que este sí que se creyó ser el hijo de Pluto y Hebe, criado por la ebriedad y la ignorancia, quien acompañado de la necedad, el desdén, la vulgaridad y la vanidad, en el colmo de su falta de sentido común y desborde de desfachatez, conceptuó que el CORONAVIRUS COVID 19, era sólo una «gripesita» de la cual los brasileños no se contagiarían porque estos son capaces de «bucear en una cloaca». Dicho lo cual, su espectáculo inmediato fue salir a la calle con otra manada de irresponsables, a darse abrazos que hacían burla de las medidas de distanciamiento social que se venían recomendando en el mundo entero para evitar la expansión de la mortal enfermedad.
Denitivamente, el sujeto en mención cada día rearma más y más su condición de desgraciado, porque aparte de homófobo, machista, misógino y racista, no solamente es absolutamente insensible a los problemas más preocupantes de la humanidad, sino que parece satisfacerse con agravarlos.
Recientemente, una de sus extravagancias crimínales y gesto de lacayo más repudiable, es el haberse sumado a Estados Unidos en su desafuero oportunista, en realidad intervencionista, injerensista y colonizador, de amenazar, en plena batalla contra la COVID 19, a la República Bolivariana de Venezuela, desplegando maniobras militares cerca a sus costas después de ponerle precio a la cabeza del Presidente Nicolás Maduro y a otros altos funcionarios de Estado, pretextando la supuesta lucha contra el narcotráco. Acto que cualquier demócrata o persona sensata de este mundo debería rechazar y condenar sin pensarlo dos veces.
El tal Bolsonaro, quien una vez se instaló en la presidencia del Brasil, en poco tiempo subió las tarifas de los servicios básicos y los niveles de hambre y de pobreza del gigante país del continente americano, es todo lo contrario a ser demócrata o sensato. Desde su condición de granuja ruin, ha hecho y deshecho sin que, al parecer, hasta ahora nadie lo hubiera podido meter en cintura. Y lo particular, es que en este caso de gobierno demencial, no ha habido OEA, ni Grupo de Lima, ni voces de los hipócritas mandatarios oligarcas del continente, que eleven protestas o expresen alarma como sí lo hicieron contra Venezuela a pedido de Washington, ara aniquilar al gobierno popular bolivariano que no se rinde ante sus pretensiones.
En esta nota, el propósito central es expresar solidaridad con Venezuela y con todos quienes sufren las consecuencias de personajes siniestros como Trump, Bolsonaro y sus aduladores que hoy por hoy avergüenzan a la humanidad.
Para el caso del mandatario brasileño, el problema se ha agravado tanto que últimamente da la impresión que los militares activos de su país le hubiesen puesto un «tatequieto», al menos mientras pasa la emergencia sanitaria, porque le hicieron echar para atrás la amenaza de destituir o hacer renunciar al Ministro de salud Luis Enrique Mandeta, por los choques frontales y fuertes que había tenido con el mandatario a raíz de las torpezas personales y gubernamentales de este en el manejo de la crisis pandémica.
Se ha sabido que por anuncio del General Antonio Hamilton Morao, Vicepresidente del Brasil, el Ministro en mención seguirá al frente del combate contra la COVID 19, lo cual contradice la voluntad de Bolsonaro al que al parecer los militares lo limitaron a manejar asuntos que no impliquen grandes responsabilidades. Algo así debería ocurrir con Trump mientras, denitivamente, el pueblo estadounidense logra salir de semejante bodrio.
¿Buena o mala noticia? En realidad es un alivio sentir que de una u otra manera al loco del Palacio do Planalto le han puesto freno, pero no es nada grato percatarse que por cuenta de este disparatado, el neoliberalismo retomó fortaleza y los militares activos y en reserva que han tenido un historial de triste y tenebrosa recordación, están nuevamente tomando el mayor control de esta poderosa nación, sobre todo ahora que las predicciones, planes y cuentas alegres del empresariado mundial se están poniendo patas arriba con el agregado de los impactos de ese «cisne negro» que es la COVID 19, a los elementos que marcan el advenimiento de una recesión económica descomunal que seguramente el capitalismo salvaje querrá paliar sacricando más y más a los trabajadores, utilizando sin duda la mano dura del militarismo.
La batalla contra el coronavirus, la cual debemos asumir previniendo con disciplina y responsabilidad, sin duda, no está fuera de la línea de combate contra la pandemia del neoliberalismo que todo revolucionario está en el deber político y moral de librar sin tregua ni descanso.