En la legalidad o en la clandestinidad, si somos verdaderos comunistas, nuestra lucha frente un régimen caracterizado por el terrorismo de Estado y agregados como la ilegitimidad que le viene al actual gobierno por todas las trampas que usó para comprar votos y favores con dineros de mafiosos para hacerse al poder (caso Ñeñe-política y Memo-fantasma), debe ser por un cambio social radical, revolucionario, o al menos encaminado a la extirpación de la corrupción y a sentar bases para el establecimiento de la justicia, la paz y la reconciliación en vías de la construcción del socialismo y más allá. Pero si la ruta de lucha que se escogiere fuera en específico la de la política abierta, en la legalidad, eso no obliga a descalificar a quienes asuman otras vías y formas, sobre todo si consideramos el carácter violento del régimen que pretendemos cambiar.
En todo caso, una política encaminada a subvertir el orden de injusticias que impera, para establecer el buen vivir de los colombianos, no puede convertirse en una política puesta al servicio de la contrainsurgencia, menos si dentro del reconocimiento que hemos hecho del derecho que tienen los pueblos a la rebelión armada, nos hemos impuesto el deber de buscar la reconciliación con todos los actores del conflicto o tenemos una línea estratégica de búsqueda de paz con quienes permanecen en confrontación contra un régimen que efectivamente traicionó el Acuerdo de La Habana y los intereses nacionales.
Los comunistas tenemos el deber ético y político de respetar y considerar las razones de quienes creen en el camino de la rebelión armada, sin perder de vista que no han sido los rebeldes quienes en Colombia generaron las causas de la confrontación ni tampoco fueron quienes traicionaron lo acordado, y por tanto es un canalla quien les sindique de ser «desertores de la paz».
La determinación de continuar en la clandestinidad o la de seguir en lucha por otras vías que no sean las de la legalidad, no obedece a un capricho de la guerrilla o de los comunistas que vemos cerrados o demasiado restringidos los espacios para la lucha abierta. Y tal posición que deriva de una necesidad impuesta por el carácter del régimen, no nos resta la condición política que inspira nuestras razones. Menos cuando cada día no solo se multiplican las causas de origen del alzamiento armado sino que son más evidentes y desbordadas la guerra sucia o la persecución contra quienes no coinciden con las políticas del establecimiento. Por ello, en este aniversario del movimiento revolucionario fariano, el Partido de los comunistas que permanecen en la clandestinidad, el Partido de Jacobo Arenas, de Hernando González Acosta y Manuel Marulanda Vélez, el de Alfonso Cano, de Mariana Páez y Lucero Pal- mera, el de la herencia de los marquetalianos y resistentes que creen en la combinación de las formas de lucha y en el internacionalismo solida- rio, el PC3, saluda y felicita a todas y todos los insurgentes de Colombia en el 56 Aniversario de la fundación del Ejército del Pueblo, realzando el nombre de las FARC-EP, sus símbolos e historia, con orgullo de la herencia recibida de los antecesores, con orgullo de lo que hemos sido y de lo que seguimos siendo en medio de errores, vicisitudes y perseverancia, porque en todo ello está la sangre derramada de los que ofrendaron sus vidas o su libertad para construir una patria sin cadenas.
Nuestro deber es el de luchar mediante la forma que mejor se nos brinde sin desfallecer, sin derrotismos ni desánimo, sin pasar por alto que hoy más que nunca el neoliberalismo es un modelo de hegemonía económica y cultural que sigue causando ruina y adormecimiento de los pueblos, ante problemas tan graves que los aquejan por causa directa de la acción del gran capital, aparte de la represión legal y de hecho que acompaña siempre las respuestas del poder.
Hoy más que nunca la ideología neoliberal del emprendimiento individual, la libre empresa y la libertad de hacer cada uno lo que quiera, está en el fondo de ese adormecimiento extendido de la mente de los explotados y los desposeídos golpeando en buena medida la actividad y la lucha colectivas. Hoy más que nunca se evidencia la quiebra del sindicalismo y la desorganización de la clase obrera y de los trabajadores en general, y tal panorama no puede llamarnos menos que a re- doblar esfuerzos por la emancipación, porque claro debemos tener también en cuenta que en medio de las dificultades anotadas, cada día se desnudan más y más las propias crisis estructurales del capitalismo y del progresismo pese al arreciamiento de la propaganda de los grandes medios de comunicación, del internet y las redes sociales, invadiendo los espacios, para difundir entre las nuevas generaciones los valores de la hegemonía cultural del Bloque de Poder Dominante, sobre los que se levanta el orden social establecido y su forzado statu quo social, político y económico, que se pretende lo asumamos como natural e inevitable.
Hoy, entonces, cualquier forma de resistencia a las tiranías es válida para avanzar. Pero, sin pasar por alto que las metas a alcanzar por un movimiento revolucionario deben ir más allá del reformismo sin dejarnos obnubilar por el posibilismo, sin transigir ni claudicar, militando con audacia en la radicalidad contra-hegemónica, así sintamos que el proceso de lucha es más largo de lo que parecía, o que el trabajo ideológico, político y organizativo que se demanda de los revolucionarios, es mucho más grande, necesario, intenso y comprometido de lo que pensamos y que obligados estamos a superar la dispersión y cualquier debilitamiento de los propósitos políticos claramente revolucionarios, bregando por construir y consolidar proyectos unitarios de carácter nacional, regional y mundial.
Superar el orden social establecido en tiempos de globalización capitalista debe implicar negar el capitalismo como única manera de entender el desarrollo de la especie humana, plantear una alternativa de cambios estructurales que apunten a la construcción del socialismo. Y en eso, la tarea de los revolucionarios es batallar para apresurar el desmoronamiento del capitalismo, poniendo énfasis en la organización y la movilización, con ideas que nos permitan luchar cohesionadamente contra la descomunal máquina de desinformación y alienación que posee el sistema imperial.
Como ya se ha reiterado desde las FARC, también desde el PC3 en este aniversario de rebeldía y esperanza decimos que una estrategia anti neoliberal insurgente, una estrategia para enfrentar al imperialismo en crisis, no puede ir a tono con las «melodías moderadoras», que derivan en la reproducción del sistema y postergación de la rebelión, entablando la conciliación con el verdugo.
¡Proletarios y desposeídos de todos los países, uníos!
Fraternalmente,