El gobierno nacional, atendiendo órdenes del Matarife, sigue empujando el país a la total desestabilización, llevando muerte y terror a los campesinos, trabajadores, estudiantes y las organizaciones que reclaman sus justos derechos. Actúa en contravía de lo pactado en el acuerdo de Paz de la Habana, de las recomendaciones de la OMS en momentos de pandemia, del respeto por el vecino y la autodeterminación de los pueblos, del derecho a la vida.
Esta oligarquía incrustada en el poder teniendo como administrador al señor Duque, quiere seguir manteniendo las fuerzas armadas del país persiguiendo, torturando y asesinando a sus propios hermanos de sangre y de clase. Hay un sinnúmero de hechos, sin mencionar los falsos positivos, que dicen mucho de su política de Estado. Destacamos dos como reseña: la tortura, asesinato e intento de desaparición del excombatiente Dimar Torres, el 22 de abril de 2019 en la vereda Carrizal del municipio de Convención y el asesinato del líder social Emérito Digno Buendía Martínez, el 18 de mayo de 2020 en la vereda Vigilancia, zona rural de Cúcuta, ambos en norte de Santander. Con este último, 3 campesinos más resultaron heridos. Esta región es un centro de terror y muerte por parte del Estado colombiano.
Mientras la población trata de mantener la cuarentena, el gobierno lanza las fuerzas armadas en planes de erradicación, violentando el decreto de salud, incumpliendo el acuerdo de paz sobre sustitución concertada de cultivos de uso ilícito y, cuando la gente reclama, les dan plomo, siguiendo el patrón de 1928: «El 5 y 6 de diciembre de 1928, el Ejército colombiano asesinó a miles de mujeres, hombres y niños en Ciénaga, Magdalena, en lo que se conoció como la «Masacre de las Bananeras». La matanza de los militares buscó proteger los intereses de la multinacional United Fruit Company». Es un gobierno traicionero que actúa en defensa del gran capital, no le interesan ni sus mismas fuerzas armadas, exponiéndolas al riesgo de la pandemia. Toda la campaña publicitaria sobre los derechos humanos son mentiras, es para lavarse las manos, mantener la cara limpia, y echarle la culpa a los subalternos de lo que suceda, como ha ocurrido históricamente.
Parece que tener esta poderosa fuente hídrica que serpentea desde la bella cordillera oriental hasta el majestuoso lago de Maracaibo, contemplar el destello de los relámpagos del Catatumbo, mezclarnos en el aroma de la biodiversidad tan protegida por el Barí, y caminar sobre un valle de petróleo y carbón, fueran delitos que nos conducen al destierro y a la muerte: la guerra contra los nativos, las brigadas móviles, el contubernio ejército-paramilitares, los falsos positivos, el conflicto promovido por sus agentes encubiertos, y el asesinato selectivo de líderes como los que acabamos de mencionar, sin sumar los montajes judiciales, el encarcelamiento, las torturas y desapariciones. Ensañamiento y sevicia contra un pueblo que sólo quiere inversión social y vivir dignamente.
En el manifiesto del relanzamiento de las FARC-EP, Segunda Marquetalia, el 29 de agosto del año pasado, dejamos constancia de la perfidia con la que actúa el Estado, las causas que nos llevaron nuevamente a las armas y los objetivos a seguir. Y lo dejamos muy claro: «El objetivo no es el soldado ni el policía, el oficial ni el suboficial respetuosos de los intereses populares; será la oligarquía, esa oligarquía excluyente y corrupta, mafiosa y violenta que cree que puede seguir atrancando la puerta del futuro de un país.»…No vamos a seguir matándonos entre hermanos de clase para que una oligarquía descarada continúe manipulando nuestro destino y enriqueciéndose, cada vez más, a costa de la pobreza pública y los dividendos de la guerra»; por tal razón es que hacemos un llamado a los soldados y policías a detener la guerra contra el pueblo, guerra que solamente afecta a su misma clase social.
Nuestro compromiso con los sueños de paz de los nortesandereanos, los campesinos y los Barí se refuerzan en este 56 aniversario de las FARC-EP. Rechazamos el comportamiento brutal de la fuerza pública contra la población pacífica y desarmada, e invitamos a los soldados a no cumplir aquellas órdenes de sus superiores que constituyan una violación a los derechos humanos, y a no dejarse utilizar en operaciones para agredir a su propio pueblo.
Por la Nueva Colombia, la lucha sigue
Comando Danilo Garcia
FARC-EP, Segunda Marquetalia