Paz para el Cauca, paz para Colombia, óyelo Duque, indolente cobarde; es el clamor herido que brota de las entrañas martirizadas de Colombia. ¿No te has puesto pensar que eres responsable por acción y por omisión de la masacre de más de mil líderes sociales y de excombatientes firmantes de la paz? Denominar esta matanza con el eufemismo cínico de “asesinatos colectivos” no te exonera de culpa ni de responsabilidad. Colombia no tiene piloto ni tiene timonel. ¿Para qué un presidente así? Mejor es que se vaya y le digamos “CHAO DUQUE” a través de un referendo. Ya los colombianos encontraremos la manera de conformar un gobierno alternativo.
Las FARC-EP, Segunda Marquetalia, no están de acuerdo y condenan la matanza irracional de líderes sociales en el Cauca y en toda Colombia, como tampoco lo están, con el asesinato de excombatientes agrupados en el partido político legal de la Rosa. Nuestra solidaridad con las familias dolientes de todos los afectados. Este caos humanitario tiene origen y punto de partida en la determinación del partido de gobierno (Centro Democrático) y del presidente Duque, de hacer trizas el Acuerdo de Paz, odiado y calificado por ellos como «ese maldito papel».
Tienen claro que la guerra, y solo ella, es la única garantía de impunidad para su jefe político, Álvaro Uribe, el más bellaco criminal de guerra que ha victimizado a Colombia, dueño de una reputación escandalosa por sus nexos con los más poderosos narcotraficantes que ha tenido el país. Necesita un río revuelto, una guerra, un caos social, para que nunca brille la verdad sobre el conflicto y para que nadie, ni aquí ni en el mundo, pueda verlo salpicado con la sangre de sus crímenes de lesa humanidad.
Esa es la causa verdadera de su ataque vandálico a la justicia restaurativa y a la verdad plena y exhaustiva que ella demanda a todos los involucrados en el conflicto. El convenio en torno a la justicia restaurativa, recurso jurídico aceptado mundialmente, y que se aparta del derecho penal del enemigo, de la justicia ordinaria, era la única vía que podía allanar el camino para un acuerdo de paz con beneficios tangibles para todos los colombianos.
El problema para ellos, es que esa jurisdicción especial tiene un componente de verdad, y eso es lo que no les gusta. Aborrecen la verdad sobre el conflicto, porque la presienten como un castigo asociado al fin de su impunidad. Aman la justicia ordinaria porque ella ha sido siempre, garantía de impunidad para los detentadores del poder y determinadores de la violencia desde las cumbres del Estado.
Eso es lo que motiva la cantinela destemplada de Iván Duque bautizada por él como «paz con legalidad», un juego de palabras sin forma corpórea, y sin sistema, un sentimiento loco impulsado por un fanatismo que busca la destrucción total de la posibilidad de paz.
¡Por Dios! Que los juristas artífices de la Jurisdicción Especial para la Paz le enseñen a Duque y a sus correligionarios de ultraderecha del Centro Democrático el ABC de la justicia restaurativa, lo eduquen en el respeto al principio de la negociación pacta sunt servanda y le enseñen que cuando un acuerdo de paz, como el de Colombia, es convertido en Acuerdo Especial de los Convenios de Ginebra y en Documento Oficial del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, los Estados adquieren un insoslayable compromiso internacional de cumplimiento.
Es un horror que Duque le dé órdenes a la JEP, y le diga qué es lo que tiene qué hacer, y qué no. No se puede tolerar que un presidente ilegítimo, elegido con dineros de la mafia y el fraude electoral, destruya la independencia de los poderes y destruya la paz, invistiéndose a si mismo con los atuendos de la dictadura y la tiranía. El Ejecutivo, que siempre ha actuado como el gran determinador de la violencia, ahora preso de una veleidad alucinante, pretende convertirse en juez, como si fuera un serafín que nada ha tenido que ver con el conflicto.
La indolencia de los agentes de este narcoestado frente a las masacres de líderes sociales y de excombatientes firmantes del Acuerdo de La Habana, está en sintonía con una estrategia de facción política, enemiga de la paz. Por eso no hacen nada y voltean la espalda a la matanza. Por eso, esa monstruosa ministra del interior, Cecilia Arango, se encoge de hombros ante las masacres, aduciendo que mueren más personas por robo de celulares que por ser líderes sociales.
Si el señor Duque no pone fin a la carnicería, nunca tendremos paz. Si persiste en desfinanciar la Jurisdicción Especial, no será posible la paz. Si sigue impulsando ese sofisma engañoso de «paz con legalidad» para acabar de destruir la JEP, no habrá paz. Mientras se siga masacrando la protesta social, nunca tendremos paz. En tanto no se cumpla la reforma política y la reforma agraria acordadas, no tendremos paz. Mientras el gobierno no escuche al movimiento social y a la minga indígena, no tendremos paz en Colombia.
Cerrados los caminos de la paz por el tirano, por el cabecilla del narco-estado, solo nos queda la vía de la revocatoria de su mandato ilegítimo, como lo propusimos en el mes de mayo, buscando que un nuevo gobierno de coalición democrática levante por amor a Colombia la bandera de la paz con justicia social, democracia y soberanía, y la haga tremolar en el pico más elevado de la conciencia ciudadana. “CHAO DUQUE”, es una consigna apropiada para impulsar el referendo revocatorio.
¡Vamos pa’lante!
Por las FARC-EP, Segunda Marquetalia
Noviembre 3 de 2020