Hace casi cinco años, lancé la hipótesis de que Mikel Lejarza nunca fue «el Lobo», ni el mayor infiltrado que tuvo nunca ETA en su historia, sino que fue obligado a colaborar con la Policía en agosto y septiembre de 1975, un par de meses antes de que el dictador Franco muriera en la cama, y tras ello lo mataron e hicieron desaparecer. Puro terrorismo de Estado.
En todo caso, estoy absolutamente seguro de que quien desde hace más de treinta años afirma ser Lejarza no es en absoluto él. Por eso se sirve de la peregrina excusa de que, tras la desaparición de ETA, el riesgo de que lo maten es mayor que nunca, para evitar someterse a una prueba de ADN, o cualquier otra, porque pondría en evidencia su impostura.
La leyenda y el alias de «Lobo» tuvieron su origen en una extensa noticia divulgada por la agencia Europa Press el 31 de julio de 1975, un día después de que la policía localizara en Madrid un mini rojo en el que viajaban cuatro militantes de ETA que estaban ultimando los preparativos para una masiva fuga de presos de la cárcel de Segovia. La policía franquista mató a uno de ellos, Josu Mujika, detuvo a otros dos, el responsable del comando, Felix Egia, Papi, y un legal de Madrid que conducía el mini y no iba armado, Txepe Lara, y el cuarto, Mikel Lejarza, consiguió supuestamente huir.
Según aquella noticia divulgada por Europa Press, uno de quienes viajaba la víspera en el mini rojo entró armado en el domicilio de un alto cargo franquista, «efectuó varias llamadas telefónicas en las que se identificó como “Lobo”» y, tras permanecer hora y media en dicho domicilio, «salió a la calle no sin antes cortar la línea telefónica de un tirón». La película «El Lobo» se inicia con ese supuesto episodio que estoy absolutamente seguro nunca sucedió.
En efecto, tras descubrir por azar esa noticia en la hemeroteca del diario ABC, lo primero que deduje fue que, si la divulgaron en pleno franquismo, estando como estaba controlando muy bien todo lo que se publicaba en relación a lo sucedido la víspera (tardaron más de cinco días en dar los nombres de los detenidos y del militante muerto), tuvo que ser porque la Policía y el Servicio Secreto franquista así lo decidieron.
También deduje que la noticia no pudo ser sino falsa, porque de ser cierta nunca hubiesen permitido su divulgación. Por eso empecé a investigar el tema en profundidad y, tras analizar diversos datos, llegué a la conclusión de que era imposible que hubiese sucedido nada similar. Completamente imposible.
Entonces, decidí lanzar la antes mencionada hipótesis y pedir a diestra y siniestra que la refutasen. Al mismo tiempo, he llevado a cabo una rigurosa búsqueda de datos que no provinieran de fuentes policiales y contradijeran mi hipótesis. El resultado me ha parecido de lo más significativo y misterioso: todos los datos que he podido recopilar o son imposibles de verificar o han resultado ser incorrectos, por no decir falsos.
Es el caso de varios datos que mencionó Ángel Amigo en su libro Las fugas de Segovia. Entre ellos, uno referido a lo que sucedió en la primera cita que tuvo Mikel Lejarza a su llegada a Madrid, en julio de 1975. En todos los artículos, biografías y demás sobre «El Lobo» se afirma que esa primera cita la tuvo con Papi y Wilson, dos importantes dirigentes de ETA, pero en realidad fue con Papi y Txepe, no con Wilson. Y no sucedió en absoluto lo que se afirma en Las fugas de Segovia, que Lejarza «les facilitó unas casas para dormir» a Txepe y Papi.
Ese dato estaba en abierta contradicción con mi hipótesis y por eso le pregunté a Ángel Amigo al respecto (daba por seguro que Lejarza no había facilitado infraestructura alguna en Madrid antes de la primera caída, el 30 de julio de 1975. Después, sí, tras la primera caída y hasta la segunda, que se produjo el 18 de septiembre, «consiguió» muchas infraestructuras y es obvio que colaboró, a mi entender forzado, con la Policía, pero no antes).
Ángel Amigo me respondió que tuvo que ser Txepe o Papi quien le contó lo sucedido en aquella cita, pero he podido comprobar, más allá de toda duda, que Mikel Lejarza no les facilitó casa alguna a ninguno de los dos. Lo que en realidad sucedió en aquella cita fue que Txepe le facilitó una de sus casas a Lejarza, porque este no disponía al parecer de ninguna. Y fue también Txepe quien, en un correo electrónico, me contó que tras ser detenido y llevado a comisaría le sucedió lo siguiente:
Durante el interrogatorio la pasma me enseñó varias fotos que habían sacado esos días en Madrid a Papi con algún militante de la organización. Es decir, ya estábamos controlados y posiblemente sería porque el Lobo era un infiltrado. Desde la cárcel pasé la cantada y conté que nos habían hecho fotos en Madrid, concretamente en el Retiro, y la ropa que llevaba Papi era la de esos días. Recuerdo haber escrito que estábamos controlados.
Ahora bien, ¿por qué habría de interesarle a la Policía franquista mostrar unas fotos que demostraban que tenían a los militantes bajo control, con el evidente riesgo de que ETA sospechara que había un infiltrado? Además, que yo sepa, los detenidos en la segunda caída, en la que resultaron muertos otros dos militantes, nada supieron sobre dichas fotos y, en todo caso, si Txepe advirtió a ETA respecto a las fotos y a que estaban controlados, es evidente que la advertencia le llegó a la organización cuando ya no podía evitar la segunda caída.
No, no tiene ni pies ni cabeza que, encima de que Europa Press divulgara aquella extensa noticia sobre el «Lobo», le enseñaran esas fotos a Txepe. Por eso, mientras nadie me ofrezca una explicación mínimamente lógica sobre esos dos hechos tan extraños, o un dato verificable que refute mi hipótesis, seguiré haciendo todo cuanto esté en mis manos para intentar resolver este misterio.
Xabier Makazaga, investigador del terrorismo de Estado
16 de noviembre de 2020