La izquier­da y el dia­blo – Pablo Bel­tran COCE

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Se com­ple­tan al menos dos déca­das en que ade­más de pro­cla­mar­lo, lo inten­ta­ron y casi lo logran eva­po­rar como suje­to de la his­to­ria. Pero des­de el rin­cón al que lo reple­ga­ron, regre­só y hoy de nue­vo está con noso­tros, el socia­lis­mo como la ruta de izquier­da para la humanidad.

Duran­te su replie­gue, en todo el mun­do, muchos lo vis­tie­ron con ropa­jes libe­ra­les y has­ta neo­li­be­ra­les. Tan reple­ga­do se halla aún en Colom­bia, que la extre­ma dere­cha lo pre­sio­nó a ser cen­tro y has­ta logró con­ver­tir­lo en cen­tro dere­cha, en algu­nos casos.

Lo más gra­ve está en que para no dejar­se matar en la cuna, el socia­lis­mo ha debi­do afir­mar­se tan­to, que algu­nos lo trans­fi­gu­ra­ron en otro dis­cur­so de poder, de esos que a lo lar­go de la his­to­ria, la huma­ni­dad ha teni­do que obe­de­cer sin chistar.

Umber­to Eco afir­ma que los dis­cur­sos de poder son el úni­co Sata­nás que ha exis­ti­do, por­que, “el dia­blo no es el prín­ci­pe de la mate­ria, el dia­blo es la arro­gan­cia del espí­ri­tu, la fe sin son­ri­sa, la ver­dad jamás toca­da por la duda. El dia­blo es som­brío por­que sabe a dón­de va, y siem­pre va hacia el sitio del que procede”.

El malo de la his­to­ria nos posee mucho, poqui­to o nada y exor­ci­zar­lo deman­da revi­sar de cuan­do en cuan­do nues­tras cer­te­zas, para poder decir­nos noso­tros mis­mos unas cuan­tas ver­da­des. Ellas están en la visión alter­na­ti­va, con que enfren­ta­mos las con­tra­dic­cio­nes álgi­das de la lucha con­tra el capi­ta­lis­mo y su imperio.

TIERRA O CAPITALISMO

Des­de nues­tros Andes se alza el recla­mo del socia­lis­mo de raíz comu­ni­ta­ria, con­te­ni­do en el dile­ma más impor­tan­te de los plan­tea­dos, sobre la super­vi­ven­cia del pla­ne­ta y sus habi­tan­tes: “para que viva la tie­rra debe morir el capitalismo”.

El pro­duc­ti­vis­mo, desa­rro­llis­mo, extrac­ti­vis­mo, con­su­mis­mo y el derro­che son hijos de una letal creen­cia, en la que el pro­gre­so, se con­si­de­ra como una línea ascen­den­te sin fin, para domi­nar la natu­ra­le­za, devo­rar­la y ago­tar­la, en un deli­ran­te acto de egoís­mo, caren­te de res­pon­sa­bi­li­dad con el futuro.

LA CONTRACULTURA SOCIALISTA, ¿CUÁNTO RETA?

La esen­cia del capi­ta­lis­mo resi­de en el énfa­sis que da al poseer, en detri­men­to del ser, por ello trans­for­ma todo en mer­can­cía, has­ta las rela­cio­nes huma­nas. Así, a la par­ti­ci­pa­ción polí­ti­ca de los ciu­da­da­nos se le colo­ca un pre­cio, con lo que se tor­na cos­tum­bre la com­pra de votos, pagar la asis­ten­cia a una movi­li­za­ción o afi­liar­se a un par­ti­do para obte­ner bene­fi­cios, que el res­to de la gen­te no disfruta.

Luchar por los cam­bios y la revo­lu­ción sin espe­rar retri­bu­cio­nes mate­ria­les, es fun­dar el buen vivir de las siguien­tes gene­ra­cio­nes, con lo que se apor­ta al desa­rro­llo de una con­tra­cul­tu­ra socia­lis­ta, que reta a la ideo­lo­gía dominante.

Otro aspec­to vital del socia­lis­mo ha esta­do en poten­ciar la fuer­za de lo comu­ni­ta­rio, la colec­ti­vi­dad, lo social, lo públi­co, las mayo­rías y lo nacio­nal, en con­tra­po­si­ción al inte­rés indi­vi­dual, pri­va­do, sec­to­rial y de eli­te. Fuer­za crea­ti­va socia­lis­ta expre­sa­da sobre todo en la pro­duc­ción, el poder y el saber popular.

CONSENSO SI, IMPOSICIÓN NO

La izquier­da al con­ver­tir­se en artis­ta de tejer con­sen­sos, deja atrás la épo­ca de tra­tar en vano de con­ver­ger alre­de­dor de una supues­ta ver­dad úni­ca, den­tro de la cual los demás siem­pre se nos debían sumar.

Lograr uni­dad de acción alre­de­dor de pun­tos comu­nes, mien­tras se deja para ense­gui­da el deba­te de las dife­ren­cias, no sola­men­te es tener sen­ti­do de la tác­ti­ca, es ante todo implan­tar una cul­tu­ra de nego­cia­ción, en la que cada cual repre­sen­ta unos intere­ses, que pac­tan y saben cum­plir acuerdos.

Luchar con­tra la gue­rra impe­ria­lis­ta, es que­brar su anti­quí­si­ma con­sig­na de impo­ner su volun­tad a los pue­blos, para reem­pla­zar­la, como lo ense­ña Einstein:

«(..) toda cla­se de coope­ra­ción pací­fi­ca entre los hom­bres está basa­da, en prin­ci­pio, en la mutua con­fian­za y sólo en segun­do lugar en ins­ti­tu­cio­nes tales como los tri­bu­na­les de jus­ti­cia y la poli­cía. Esto vale para las nacio­nes y los indi­vi­duos. Y el fun­da­men­to de la con­fian­za es la lealtad».

LUCHAR POR LA PAZ Y RESISTIR A LA GUERRA IMPERIALISTA

Si la razón de ser de los impe­rios está en impo­ner­se por medio de la gue­rra, la razón de vida de los pue­blos ha esta­do en defen­der­se y resis­tir; para aque­llos, la paz equi­va­le a paci­fi­ca­ción, mien­tras que para el grue­so de la huma­ni­dad, la paz es jus­ti­cia y libertad.

Dos­cien­tos años de apa­ren­te vida repu­bli­ca­na en Colom­bia, han sido sos­te­ni­dos por la inin­te­rrum­pi­da agre­sión de la eli­te con­tra el pue­blo, has­ta lle­gar a per­fec­cio­nar el actual régi­men de terror de Esta­do, nutri­do por múl­ti­ples vías des­de la con­tra­in­sur­gen­cia impe­ria­lis­ta. Ésta, es la úni­ca for­ma como han podi­do man­te­ner vivo su mode­lo capi­ta­lis­ta neoliberal.

Luchar por la paz es lograr otro mode­lo eco­nó­mi­co social, den­tro de un régi­men demo­crá­ti­co; la eli­te y el impe­rio, son quie­nes esco­gen la vía para que el pue­blo los obtenga.

TENSIÓN ENTRE DIVERSIDAD E IDENTIDAD

En la izquier­da cre­ce la con­cien­cia sobre el valor de la unión, ya que sin ella no habrá fuer­za y sin ésta no se pro­du­cen cam­bios, revo­lu­ción ni paz. Así, ha apren­di­do, que la con­fluen­cia es un con­cier­to de plu­ra­li­dad y diver­si­dad, com­po­si­ción de esfuer­zos, en que el lide­raz­go es compartido.

La armo­nía y vigor de la diver­si­dad resi­de en la exce­len­cia de cada uno de sus com­po­nen­tes, que resul­ta tan­to de la cali­dad de su iden­ti­dad, como de su habi­li­dad para ser con otros.

La unión no pue­de redu­cir­se a la uni­for­mi­dad, así como la cons­truc­ción del con­sen­so no riñe con res­pe­tar a la opi­nión mayo­ri­ta­ria. De la mis­ma for­ma, que para garan­ti­zar la uni­dad se esta­ble­cen nive­les de auto­no­mía, que es algo dife­ren­te a que cada uno haga según su mero cri­te­rio individual.

PULSO ENTRE ESTADO Y SOCIEDAD

En la lucha por un mun­do mejor, muchos pue­blos logran esta­ble­cer Gobier­nos Demo­crá­ti­co Popu­la­res, des­de los que avan­zan hacia mayo­res nive­les de Poder Popu­lar. Sus Pro­gra­mas de izquier­da reco­gen intere­ses plu­ri­cla­sis­tas, mate­ria­li­za­dos des­de el Esta­do, los que satis­fa­cen unas veces de mejor for­ma y otras de mane­ra más pre­ca­ria, las aspi­ra­cio­nes de las cla­ses populares.

Un mode­lo eco­nó­mi­co y un régi­men al ser­vi­cio de las mayo­rías, sigue depen­dien­do de la par­ti­ci­pa­ción del pue­blo en estos pro­ce­sos de trans­for­ma­ción, la que no siem­pre es pro­mo­vi­da des­de las ins­ti­tu­cio­nes esta­ta­les, quie­nes por iner­cia tien­den a mono­po­li­zar tales pro­ce­sos. Por el con­tra­rio, des­de el Esta­do, muchas veces se absor­be a las orga­ni­za­cio­nes socia­les y polí­ti­cas del pue­blo, impi­dien­do que el cam­bio y la revo­lu­ción se pro­ta­go­ni­cen des­de estos espa­cios de la sociedad.

La pre­dis­po­si­ción casi espon­tá­nea hacia exa­ge­rar la fun­ción de las ins­ti­tu­cio­nes esta­ta­les en los pro­ce­sos revo­lu­cio­na­rios, pue­de con­tra­rres­tar­se con la cons­truc­ción del Poder Popu­lar, entre otros com­po­nen­tes, por medio de la Fuer­za Polí­ti­ca de Masas, fun­da­men­tal­men­te por fue­ra de tal ins­ti­tu­cio­na­li­dad. Es la ense­ñan­za que dejan las debi­li­da­des del mode­lo cons­trui­do en el vie­jo mun­do, en don­de la lucha socia­lis­ta se con­fi­nó en el ‘Trian­gu­lo de oro’ del sin­di­ca­to, el par­ti­do y el par­la­men­to, según cri­ti­ca de Ist­van Meszaros.

CONTRAPOSICIÓN ENTRE NACIÓN Y PUEBLO 

La gene­ra­ción de un Pro­yec­to de nación a par­tir de una Alian­za plu­ri­cla­sis­ta, un Pro­gra­ma de izquier­da y un Gobierno Demo­crá­ti­co Popu­lar, es una carac­te­rís­ti­ca sobre­sa­lien­te de los pro­ce­sos de cam­bio y revo­lu­ción, que se cons­tru­yen en Latinoamérica.

Des­de este Pro­yec­to se están recrean­do ele­men­tos de iden­ti­dad nacio­nal, en fun­ción de intere­ses pro­pios de cada país, de Nues­tra Amé­ri­ca y de los pue­blos del Sur del planeta.

Es posi­ble lograr un rum­bo socia­lis­ta para este Pro­yec­to de nación en el mediano y lar­go pla­zo, afian­zan­do el Poder Popu­lar, en el que real­men­te la sobe­ra­nía resi­da en el pue­blo y los trabajadores.

COLISIÓN ENTRE MOVIMIENTOS SOCIALES Y ORGANIZACIONES POLÍTICAS 

Por la fuer­za de la cos­tum­bre, muchas veces la lucha social de las masas por obje­ti­vos inme­dia­tos trans­cu­rre por un carril para­le­lo, de la lucha de los par­ti­dos y movi­mien­tos de izquier­da, redu­ci­dos a la puja elec­to­ral. El reto de hacer­los con­fluir está requi­rien­do que des­de la lucha social se abar­quen pro­pó­si­tos de poder, más allá de lo pura­men­te gre­mial y sec­to­rial; jun­to al esfuer­zo hecho des­de los par­ti­dos por acom­pa­ñar, arti­cu­lar y cua­li­fi­car la lucha social; ade­más de la indis­pen­sa­ble con­ver­gen­cia de ambas ver­tien­tes de lucha, en un común Pro­yec­to de nación, que garan­ti­ce los intere­ses de las gran­des mayorías.

La con­fluen­cia de estos dos esfuer­zos de lucha ha par­ti­do del reco­no­ci­mien­to mutuo, de la espe­ci­fi­ci­dad, diná­mi­ca pro­pia y nece­si­dad de exis­ten­cia de cada uno, para lograr el avan­ce del cam­bio y la revolución.

El fra­ca­so de las for­mas de repre­sen­ta­ción polí­ti­ca pro­pias de dos siglos de repú­bli­cas oli­gár­qui­cas, tam­bién afec­ta a la izquier­da, un ejem­plo de ello está en el des­cré­di­to de nume­ro­sos diri­gen­tes gre­mia­les ante sus bases, a quie­nes ya no todos res­pal­dan, cuan­do se pos­tu­lan para car­gos de elec­ción popular.

La solu­ción de fon­do está en pro­mo­ver la auto­ges­tión en las orga­ni­za­cio­nes popu­la­res, con un nue­vo tipo de lide­raz­go fun­da­do en la con­sig­na de “man­dar, obe­de­cien­do”. Lo que sig­ni­fi­ca una cons­truc­ción de diver­sas expre­sio­nes de van­guar­dia colec­ti­va des­de de las orga­ni­za­cio­nes socia­les, movi­mien­tos, par­ti­dos e inte­lec­tua­les de izquier­da, que encar­nan una genui­na sobera

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