Un 2 de agosto de 1980 unos grupos neofascistas italianos pusieron una bomba en la estación de Bologna, causando 85 muertos y más de 200 heridos. Era uno de los últimos capítulos de la «estrategia de la tensión», organizada y llevada a cabo por la «Red Gladio».
Gladio fue una red de contra-insurgencia organizada por Estados Unidos y la OTAN, con el objetivo de desestabilizar la política de los países de Europa occidental, llevando a cabo atentados de falsa bandera contra la población civil y acciones de guerra sucia (para saber más sobre Gladio ir a http://www.nazanin.es/?p=17177).
Pero la contrainsurgencia anti-comunista no fue solo una cuestión de atentados y terrorismo de Estado, fue también una guerra ideológica y cultural, un borrado de la memoria y un ejercicio de revisionismo histórico. Un ejemplo de ello lo tenemos con la «masacre de Bologna»:
Hace unos años hicieron una encuesta entre los jóvenes y más de la mitad respondió que los autores fueron las Brigadas Rojas. El revisionismo y la desmemoria burguesa fueron, durante décadas, conscientemente producidos por el Estado y los partidos que asumieron la legalidad.
En este sentido hay que subrayar el legado reaccionario que dejó el Partido Comunista (PCI). Junto con el de la estrategia de la tensión, en esos años se empezó a asumir otro relato, que acompaño todos los episodios de violencia política de la época: el de los «años de plomo».
Los años setenta, según esta narrativa e imaginario burgueses, fueron años de «violencia descontrolada», violencia que venía «de todos los bandos». Así, empezó esa comparación según la cual la violencia del Estado era (éticamente y materialmente) equiparable a la violencia proletaria. Es decir, es igual la violencia estructural ‑la violencia de la dominación- que la autodefensa de las desposeídas; no hay diferencias entre una huelga en la fábrica, una revuelta de plaza, las acciones armadas comunistas y las torturas o las bombas de fascistas contra civiles.
Allí empezó la derrota de la izquierda revolucionaria italiana, una derrota no solo (y no tanto) política, sino ética ‑de la que el Partido Comunista y su eurocomunismo fueron los actores principales-. Si la guerra sucia y la represión del Estado desarmó militarmente al movimiento comunista, la asunción del relato demócrata y pacifista operó una desposesión mucho más potente y estratégica: desposesión de la historia y desposesión del relato que convirtieron unos años de lucha de clases revolucionaria en «los años del terror político».
Hilo de Iñurri Gorria
2 de agosto de 2024
Fuente: https://x.com/TxindurriG/status/1686720734150660096?t=h7ZlrVN0YvQygalStb3-fQ&s=19