En respuesta al Diluvio de Al-Aqsa, la operación Tufan Al-Aqsa del 7 de octubre de 2023 y a la escalada de ataques genocidas israelíes contra los palestinos en Gaza en los días y meses posteriores, muchos países africanos, en particular los del África subsahariana, han adoptado una postura a favor de Palestina, con un amplio apoyo en todo el continente a la causa palestina y la condena de los crímenes israelíes en Gaza. Este apoyo se produce en un contexto de cambio de actitudes hacia Palestina en el continente. En los últimos cincuenta años, la evolución de las circunstancias ha reconfigurado los enfoques africanos sobre la cuestión, y los principios históricos de la unidad africana, antaño arraigados en los movimientos revolucionarios de liberación y la solidaridad Sur-Sur, se han visto erosionados. Al mismo tiempo, Israel ha establecido con éxito relaciones diplomáticas con 44 países africanos, lo que ha puesto en tela de juicio el mantenimiento de una postura africana unificada sobre Palestina.
Perspectivas africanas sobre la guerra genocida israelí en Gaza
Tras los atentados del 7 de octubre y el genocidio que continúa perpetrando Israel en Gaza, Sudáfrica, Namibia y Zimbabwe han articulado respuestas africanas oficiales en apoyo de los palestinos.
El 11 de diciembre de 2023, el Ministerio de Asuntos Exteriores de Sudáfrica emitió una declaración en la que instaba a un alto el fuego entre Israel y la resistencia palestina, al tiempo que ofrecía aprovechar su experiencia histórica para mediar entre las partes. La entonces ministra de Relaciones Internacionales y Cooperación, Naledi Pandor, instó además a los movimientos sindicales sudafricanos a boicotear los productos asociados a la ocupación israelí, mientras que el 14 de octubre de 2023, el presidente sudafricano Cyril Ramaphosa, portavoz del gobernante Congreso Nacional Africano (ANC), expresó su solidaridad con el pueblo palestino y denunció los llamamientos del ejército israelí a que 1,1 millones de palestinos evacuen el norte de Gaza. Subrayó que «los palestinos viven bajo la ocupación de un Estado de apartheid».
El 29 de diciembre de 2023, Sudáfrica presentó una demanda contra Israel ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) en La Haya, Países Bajos, por violaciones de la Convención sobre el Genocidio. La solicitud de 84 páginas ante la Corte, escrita en inglés, presenta evidencia de los actos genocidas de Israel y su intención de cometer genocidio contra el pueblo palestino en Gaza. En su sentencia del 26 de enero de 2024, y sentencias posteriores del 28 de marzo y el 24 de mayo de 2024, la CIJ dictó medidas provisionales para proteger a los palestinos en Gaza de las violaciones de la Convención sobre el Genocidio.
La condena de Namibia al genocidio israelí en Gaza fue tan firme como la de Sudáfrica. El 24 de enero de 2024, en una declaración publicada en la plataforma X (antes Twitter), el entonces presidente Hage Geingob criticó al gobierno alemán por apoyar a Israel en el caso ante la CIJ. Geingob señaló que Alemania, de entre todas las naciones, debería haber aprendido de su propia historia genocida y argumentó que Alemania no podía cumplir su compromiso con la Convención sobre el Genocidio (incluida la expiación por su genocidio en Namibia) y al mismo tiempo apoyar las acciones de Israel en Gaza, que equiparó al Holocausto nazi y al genocidio.
La República de Zimbabwe también condenó la guerra de agresión israelí contra la Franja de Gaza y exigió el cese inmediato de las hostilidades, describiendo la acción israelí de cortar el agua y la electricidad en Gaza como un «crimen de guerra». El Ministro de Veteranos y portavoz del buró político del partido gobernante, la Unión Nacional Africana de Zimbabwe-Frente Patriótico (ZANU-PF), Christopher Mutsvangwa destacó durante una conferencia de prensa en Harare que 2 millones de palestinos en la Franja de Gaza estaban bajo bombardeos constantes y brutales por parte de Israel, utilizando aviones suministrados por las potencias occidentales. Afirmó: «Privar al pueblo palestino en la Franja de Gaza de necesidades básicas, como agua, alimentos y electricidad, es un crimen compuesto porque es un crimen de asedio y un crimen de guerra según el derecho internacional. […] Como aliados de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) desde la lucha por la liberación, afirmamos nuestro apoyo al pueblo palestino y condenamos a Israel por no comprometerse con la solución de dos Estados, violar los acuerdos y permitir que los colonos israelíes sigan apoderándose de más tierras con el objetivo de no dejar nada para los palestinos. Ahora, [Israel] quiere desplazarlos por la fuerza nuevamente a Egipto o tal vez empujarlos al mar».
Por otra parte, varios países africanos, entre los que destacan Kenya, Ghana, Rwanda, Camerún y la República Democrática del Congo, han expresado su apoyo incondicional a Israel. El Presidente de Kenya, William Ruto, emitió una enérgica declaración en la que condenaba los ataques de Hamas contra Israel e instaba a la comunidad internacional a tomar medidas contra los autores, organizadores, financiadores, patrocinadores y partidarios de lo que describió como «actos terroristas criminales». Ghana, miembro temporal del Consejo de Seguridad, adoptó una postura similar, absteniéndose en dos proyectos de resolución a favor de un alto el fuego en Gaza: uno ruso y otro brasileño. De manera similar, los gobiernos de la República Democrática del Congo, Rwanda y Camerún hicieron declaraciones en apoyo de la ocupación israelí. Estos gobiernos condenaron explícitamente las operaciones de resistencia contra la ocupación israelí. Es probable que lo hicieran motivados por consideraciones pragmáticas relacionadas con la seguridad y sus economías: estos países tienen proyectos importantes con Israel en ámbitos como la seguridad, la agricultura, la infraestructura, la tecnología y los armamentos.
Entre estos dos polos, los acontecimientos que han tenido lugar desde el 7 de octubre han revelado lo que puede llamarse un bloque «vacilante», que intenta mantener una postura imparcial debido a sus intereses entrelazados con Israel y los países árabes. Este bloque incluye a naciones que han abogado en común por la adopción de una solución de dos Estados para la situación palestina, basada en las fronteras anteriores a junio de 1967. Entre estos países, los más destacados son Nigeria, Tanzania, Uganda, Guinea-Bissau y Etiopía. Sin embargo, es notable que Etiopía, a pesar de su larga y sólida asociación histórica con Israel, no haya expresado una posición definitiva sobre los acontecimientos que han tenido lugar desde el 7 de octubre.
En lo que respecta a la solidaridad popular con Palestina, el apoyo público a la causa palestina sigue siendo fuerte en toda África, y a menudo supera –y contradice– las reacciones oficiales. A pesar de la disminución del activismo pro palestino y del número de palestinos presentes en muchos países africanos, amplios segmentos de la población africana todavía consideran que el apoyo al pueblo palestino y a su causa es parte de los valores africanos colectivos, incluido el rechazo a la ocupación y la explotación. Este apoyo es especialmente evidente en países de mayoría musulmana, como Senegal, Gambia y Mauritania, pero la población de otros países africanos sin mayoría musulmana también sigue mostrando su apoyo a la causa palestina.
Desde el 7 de octubre, la solidaridad explícita con Palestina y el rechazo al genocidio de Israel en Gaza se han manifestado en numerosas protestas populares en muchos países africanos, entre ellos Kenia, Senegal y Nigeria. También se han celebrado protestas frente a embajadas occidentales. Todo ello contradice la imagen que los medios occidentales presentan de la opinión pública africana como dividida respecto de Palestina.
En Kenia, la postura del presidente Ruto fue rápidamente criticada por las voces solidarias con Palestina, que argumentaron que contradecía la constitución keniana, ya que no había consultado al pueblo keniano sobre el tema. Booker Omole, vicepresidente del Partido Comunista de Kenia, comparó la ocupación israelí de Palestina con la histórica colonización británica de Kenia, mientras que Raila Odinga, líder del opositor Movimiento Democrático Naranja, condenó la postura de Ruto, afirmando: «Debemos condenar en los términos más enérgicos posibles la brutalidad con la que el régimen del señor Netanyahu está brutalizando a niños y mujeres inocentes de Palestina».
En marzo y abril de 2024, la oposición en Nigeria organizó vigilias con velas en solidaridad con los mártires palestinos, mientras que en enero de 2024 algunos movimientos políticos en Senegal llamaron a una campaña de donaciones masivas para apoyar a los residentes de Gaza y aliviar su sufrimiento y exigieron el cese inmediato de la agresión israelí en Gaza y la apertura permanente de los cruces para la ayuda humanitaria.
En Sudáfrica, ya el 23 de octubre de 2023, el partido Luchadores por la Libertad Económica de Julius Sello Malema organizó protestas en varias regiones y realizó una sentada frente a la embajada de Israel en Pretoria.
Como se desprende de lo anterior, el sentimiento anticolonial sigue prevaleciendo en la conciencia africana, aunque no es tan intenso como antes. A este respecto, es importante señalar que el genocidio de Israel en Gaza se ha producido al mismo tiempo que un creciente rechazo popular a la presencia francesa en los países del Sahel. A la luz del apoyo francés al régimen sionista israelí, muchos países africanos y sus pueblos consideran que los objetivos palestinos están en línea con los suyos.
Israel como puerta de entrada del imperio a África
Es imposible entender las posiciones africanas actuales sobre la causa palestina, tanto oficiales como populares, sin tener en cuenta la penetración israelí en África a lo largo de los años. En primer lugar, la actividad israelí se ha alineado con frecuencia con los esfuerzos neocoloniales en el continente africano, actuando Israel como un puente entre las antiguas naciones industriales coloniales y los países en desarrollo de África. En segundo lugar, esta actividad refleja los esfuerzos sionistas por cultivar aliados y obtener apoyo político para Israel en los foros globales. En tercer lugar, Israel busca fortalecer su economía y asegurar mercados extranjeros en toda África.
Antes de los recientes descubrimientos de reservas de petróleo y gas en el Mediterráneo, Israel no poseía recursos naturales significativos. La riqueza mineral que controla en los territorios ocupados consiste principalmente en cobre, fosfato y sales del mar Muerto (para cuya explotación ha contado con la ayuda tecnológica de Estados Unidos y Europa). África, por otra parte, abunda en tesoros minerales y materias primas, codiciadas por Israel y las antiguas potencias coloniales occidentales. Además, en su afán de expandir su economía posicionándose como un centro industrial que pueda promover sus propios intereses y los de sus partidarios europeos y estadounidenses, Israel ha aprovechado su presencia en África para mejorar las relaciones de estos países con las naciones africanas y explotar a África como mercado para los productos israelíes.
En las dos décadas siguientes a su creación en 1948, Israel se dedicó a absorber, alojar y encontrar empleo a los nuevos inmigrantes, en particular a los procedentes de países afroasiáticos empobrecidos. En términos demográficos, la población judía en Palestina no superaba los 650.000 en 1948. En 1962, esa cifra había aumentado a más de dos millones y en 1966 llegó a 2,3 millones. Durante ese período, Israel fomentó activamente la inmigración de judíos africanos procedentes de países como Nigeria, Etiopía y Lesoto a los territorios ocupados.
Los conocimientos de los judíos africanos que llegaban de varios países africanos ayudaron al Ministerio de Asuntos Exteriores israelí a comprender los desafíos que enfrentaban esas naciones y ayudaron a la inteligencia israelí a identificar a figuras influyentes en los países africanos que podrían apoyar los intereses sionistas. Los sionistas judíos africanos desempeñaron un papel crucial en la promoción de los objetivos políticos de Israel. A través de instituciones como la Agencia Judía, Israel implementó programas especializados que involucraban a los judíos de la diáspora, incluidos los de África. Sus misiones diplomáticas en África organizaron visitas de judíos africanos a los territorios ocupados y atrajeron a voluntarios sionistas que habían terminado su servicio militar en la Fuerza de Ocupación Israelí (IOF) para que fueran y se unieran a grupos mercenarios en varios países africanos.
En este contexto de deseo de ampliar tanto su población judía como su economía, Israel aprovechó la ola de independencia del colonialismo que comenzó en 1960, que se conoció como el Año de África. Las potencias coloniales en retirada dejaron atrás países africanos recién independizados que a menudo se encontraban en una situación de necesidad, escasez y confusión, lidiando con desafíos internos y externos, incluidas disputas fronterizas, las complejidades de la gobernanza moderna, subdesarrollo económico, falta de crecimiento económico, dificultades para integrarse a la comunidad mundial y establecer una personalidad internacional autónoma, y falta de personal capacitado para la construcción de naciones modernas. Israel aprovechó estos desafíos. Buscó rápidamente el reconocimiento de estas nuevas naciones y estableció relaciones diplomáticas con ellas, celebró acuerdos económicos, mejoró la cooperación técnica y cultural y envió expertos para brindar asistencia en diversos sectores. Al mismo tiempo, Israel proporcionó a las antiguas potencias coloniales un medio alternativo para salvaguardar sus intereses restantes en el continente.
Es importante señalar a este respecto que, incluso antes de su partida, estas potencias coloniales habían tratado de vincular a los países africanos con Israel mediante acuerdos económicos y habían fomentado las relaciones personales entre los dirigentes africanos y los representantes israelíes. Permitieron a los funcionarios del gobierno israelí y a la Histadrut (la Federación General del Trabajo de Israel) explotar tierras africanas que anteriormente estaban bajo control colonial y facilitaron los contactos entre los organismos profesionales y las organizaciones estudiantiles israelíes y sus homólogos en África. Este apoyo persistió después de que los países africanos obtuvieron la independencia.
Primeros acontecimientos en las relaciones entre Israel y África
Con el tiempo, el desarrollo de las relaciones de Israel con los países africanos siguió un rumbo singular. Comenzó estudiando las condiciones del continente e identificando las mejores oportunidades para infiltrarse y crear un entorno propicio para la presencia israelí. Gran parte de lo que se proponía se logró en 1967, año en que la actividad israelí alcanzó su punto máximo en África, pero también marcó el comienzo de un deterioro significativo de las relaciones entre los afrosionistas.
La historia de las relaciones entre Israel y África puede dividirse en cinco fases: la fase de reconocimiento (1948−1956); la fase de penetración y creación de simpatías (1957−1962); la fase de apoyo (1962−1967); la fase de deterioro (1967−1978); y, por último, la fase de retirada árabe, que incluye los acuerdos de normalización. En esta sección se analizan las tres primeras de estas fases.
En sus primeros años, Israel carecía de la influencia política necesaria para abrirse paso en el continente africano. En cualquier caso, en ese momento se centró en fortalecer sus relaciones con las grandes potencias, y los países africanos eran considerados de importancia secundaria. Esto cambió después de la Conferencia de Bandung de 1955, que Israel percibió como un golpe que lo aisló aún más de los países afroasiáticos. La resolución de la conferencia sobre Palestina demostró que estos países apoyaban la visión árabe sobre la cuestión palestina, ya que excluía a Israel de la asistencia. En respuesta a la conferencia, Israel decidió contrarrestar los esfuerzos árabes por aislarlo centrándose en establecer conexiones con países afroasiáticos liberales y naciones que buscaban la liberación nacional.
El peligro de quedar aislado de los países del Sur global se hizo patente para Israel cuando estos países apoyaron a Egipto durante la Agresión Tripartita (crisis de Suez de 1956), y este peligro también se hizo evidente en el acuerdo político y la cohesión que mostró el bloque de Bandung en la ONU, que se puso particularmente de manifiesto en la Reunión de Brioni de 1956. Este bloque veía a Israel como una herramienta que representaba el viejo colonialismo. Además, la postura inequívoca de Egipto contra la política militar estadounidense en Oriente Medio también acentuó los temores de Israel en ese momento, debido a la claridad ideológica de esa postura y al potencial crecimiento de esa oposición en toda la región. De hecho, Israel comprendió que el declive de la influencia occidental en Oriente Medio plantearía una amenaza significativa a su existencia, especialmente durante los primeros años posteriores a su creación.
Sin embargo, a pesar de estas consideraciones, los primeros contactos de Israel con el continente africano fueron poco frecuentes y limitados. Entre ellos figuraron contactos con Liberia y Etiopía, que en ese momento se encontraban bajo un régimen autoritario imperial local, y la firma de acuerdos comerciales con las autoridades coloniales de Kenia, Nigeria, Madagascar y Gabón.
El primer apoyo que recibió Israel de África fue el voto de Liberia en 1947 a favor del Plan de Partición de las Naciones Unidas (con el voto a favor del gobierno del apartheid en Sudáfrica). Israel abrió una embajada en Monrovia en 1954 y siguió penetrando en Liberia a través de relaciones informales. En 1955, se establecieron en Monrovia las dos primeras empresas con capital sionista y liberiano. Se trataba de dos sucursales de Mayer Investments en Tel Aviv: una dedicada a la construcción y reconstrucción y la otra a la inversión de capital. Sin embargo, aunque Liberia fue la primera nación africana con la que Israel firmó un tratado de amistad y cooperación, su postura oficial hacia Israel fue a menudo cautelosa y reservada. No obstante, así como Birmania constituyó la piedra angular de las relaciones sionistas en Asia, Liberia desempeñó un papel similar en África.
Los beneficios que Israel obtuvo de su relación temprana con algunos países africanos fueron significativos: esas conexiones tempranas lo ayudaron a comprender el contexto africano y allanaron el camino para un compromiso más profundo con otros países africanos.
Por su parte, Etiopía se abstuvo de votar la resolución de partición de la ONU en 1947 y demoró el reconocimiento de Israel hasta 1961, pese a la continua cooperación entre ambos países en los ámbitos económico, cultural y científico. La razón fue su conflicto con Eritrea, en relación con el cual esperaba obtener el apoyo de Egipto, Sudán y otros países africanos que apoyaban a Palestina. Solo después de la derrota árabe de 1967 Israel pudo acceder a Etiopía y África Oriental, a través del puerto de Eilat.
Después de la guerra de 1956, la estrategia de Israel se puso a prueba y el país modificó significativamente sus objetivos y posiciones con respecto al continente. En ese período se intensificaron las misiones de alto nivel y las visitas de funcionarios israelíes a África. La ola de independencia que se extendió por los países africanos en 1960 reforzó la diplomacia israelí en el continente. Israel estaba deseoso de fortalecer sus relaciones previas a la independencia con algunos países africanos y de obtener el reconocimiento oficial de los nuevos Estados independientes a través de misiones diplomáticas. Además, Israel trató de establecer nuevas relaciones con países con los que no había interactuado anteriormente.
En 1957, el Jefe del Estado Mayor israelí, Moshe Dayan, visitó Liberia y Ghana, mientras que en 1958, la Ministra de Asuntos Exteriores y más tarde cuarta Primera Ministra de Israel, Golda Meir, visitó Liberia, Ghana, Nigeria, Senegal y Costa de Marfil, en las primeras visitas oficiales israelíes de alto nivel al continente. En las conversaciones que mantuvo con los dirigentes africanos durante estas visitas, Meir destacó el compromiso de Israel de proporcionar ayuda a estas naciones. También invitó a varios jefes de Estado africanos a visitar los territorios ocupados, algunos de los cuales lo hicieron en 1958 y 1959. Estas visitas estuvieron motivadas por el interés de estos gobiernos en conocer la experiencia de desarrollo de Israel, que fue ampliamente discutida en la prensa africana.
Además, Israel mejoró significativamente sus relaciones diplomáticas con Ghana entre 1957 y 1959, y en febrero de 1959 amplió su presencia diplomática en el continente estableciendo un consulado en Senegal y una embajada en Guinea, que en ese momento estaba bajo el dominio colonial francés.
Cuando Guinea declaró su independencia de Francia y abandonó el África Occidental Francesa (Afrique-Occidentale française) en 1958, Israel se enfrentó a un dilema: si bien estaba deseoso de fortalecer su presencia en África, dudaba en reconocer a Guinea por temor a las repercusiones de Francia, que era un aliado y partidario clave. Israel optó por posponer el reconocimiento, aunque hizo hincapié en su dedicación a construir relaciones de cooperación con Guinea en todos los frentes. Los vínculos diplomáticos no se establecieron hasta 1959, después de que los diplomáticos sionistas lograran convencer al gobierno francés de la importancia estratégica de reconocer la independencia de Guinea para la seguridad israelí y reforzar su influencia en África.
Durante este período, gran parte de la prensa africana, que era propiedad de empresas extranjeras y estaba sujeta a la censura colonial y otras medidas autoritarias, expresó una amplia simpatía hacia Israel. Este ambiente favorable movilizó a muchos escritores que estaban ansiosos por promover a Israel, ya que fueron invitados a visitar y reunirse con sus funcionarios. Esta iniciativa, en última instancia, cultivó un segmento de la opinión pública africana que simpatizaba con Israel y estos periodistas fueron fundamentales para contrarrestar la propaganda antiisraelí que emanaba de las embajadas árabes y los países africanos antisionistas en todo el continente.
Las visitas de africanos a Israel se centraron en una serie de ámbitos de especial importancia para los países africanos. Por ejemplo, a principios de 1959 llegaron a Israel misiones de Níger y Chad para observar sus logros en materia de agricultura y trabajo social. En noviembre de 1959, una delegación de sindicatos guineanos visitó Israel para estudiar sus movimientos cooperativos y económicos, y a esto le siguió otra visita de una delegación sindical guineana financiada por Israel, que duró seis meses. Israel fue especialmente bien recibido en los países francófonos de África occidental debido a sus estrechos vínculos con Francia. Esto quedó demostrado por la visita del presidente de Gabón a los territorios ocupados en 1961. La continua cooperación entre Israel y Francia indicó la aprobación tácita de Francia a la participación de Israel en los países francófonos.
El ascenso y la caída de la influencia sionista en África
Las relaciones entre Israel y África alcanzaron su máximo apogeo a finales de los años 1960. Convencido de que esa profundidad estratégica estaba intrínsecamente vinculada a su seguridad y a su capacidad de expansión militar, durante los años previos a la guerra de 1967 Israel hizo esfuerzos importantes por fortalecer sus vínculos con los países del este de África y establecer nuevos contactos y acuerdos con líderes de movimientos nacionales en regiones de África que aún no habían obtenido la independencia. En particular, se centró en las regiones adyacentes al mar Rojo, que percibía como un corredor vital.
Sin embargo, si bien 1967 marcó el auge de la actividad israelí en África, también marcó el comienzo de un declive en las relaciones afroisraelíes. Hubo muchas razones superpuestas para ese declive que contribuyeron a revelar las intenciones expansionistas de Israel en África.
Varios factores económicos y financieros impidieron que Israel alcanzara la influencia que buscaba a fines de la década de 1960. En primer lugar, carecía de fondos: en ese momento, dependía principalmente de la ayuda extranjera para cubrir su déficit comercial, lo que le impedía satisfacer la demanda de los países africanos. La falta de fondos también afectó su capacidad para asumir los gastos financieros de las misiones diplomáticas en África, el envío de expertos, la recepción de aprendices africanos y la concesión de préstamos y subsidios. Después de la Guerra de los Seis Días de junio de 1967, se produjo una disminución de las tasas de turismo y del flujo de capital extranjero e inversión privada, lo que llevó a la acumulación de deudas internas y externas, cuellos de botella industriales e incapacidad para satisfacer las necesidades de exportación, lo que dio lugar a inflación. Los impuestos aumentaron y hubo una escasez significativa de reservas de divisas. Estos problemas financieros impidieron que Israel cumpliera sus contratos y compromisos con los países africanos.
Además, la intervención de Israel en África tropezó con otros problemas. Algunos proyectos agrícolas (como los de Gabón, Côte d’Ivoire y Liberia) similares a los aplicados en los territorios ocupados fracasaron porque no se adaptaban bien a las condiciones sociales, políticas y ambientales de África. La ejecución demasiado rápida también provocó importantes fracasos en algunos proyectos israelíes, lo que dañó la reputación de las empresas e instituciones sionistas y, en ocasiones, llevó a que no se renovaran los contratos con los países africanos. Por ejemplo, durante la construcción del aeropuerto de la capital ghanesa, Accra, Israel no siguió las especificaciones acordadas. Una situación similar ocurrió con respecto a la construcción del edificio del Parlamento y el ayuntamiento en Monrovia. Además, Israel se vio incapaz de satisfacer la creciente demanda de expertos técnicos, especialmente ingenieros y enfermeras, de los países africanos, mientras que, al mismo tiempo, las economías africanas carecían de mano de obra capacitada, equipo moderno y comunicación interna, lo que obstaculizó algunos proyectos conjuntos. Además, los expertos israelíes que trabajan en países africanos enfrentan dificultades para adaptarse al clima social y a los desafíos de la vida diaria: además de la barrera lingüística, manifiestan racismo, se retraen y no se integran socialmente.
Además, después de 1967, los países africanos empezaron a darse cuenta de la verdadera postura de Israel sobre muchas cuestiones africanas, incluida la independencia. Por ejemplo, Israel apoyó los movimientos secesionistas y separatistas en Nigeria, Congo, Angola y Mozambique, y cooperó con los regímenes de apartheid en el sur de África (Angola, Botswana, Eswatini, Lesotho, Malawi, Namibia, Sudáfrica y Zimbabwe). La opinión pública africana empezó a condenar las posiciones incoherentes de Israel sobre las cuestiones africanas, considerándolo cómplice de las fuerzas contrarrevolucionarias que se oponían a los movimientos de liberación en el continente.
Posturas antisionistas en África
La actual normalización de las relaciones con Israel adoptada por algunos países africanos, tras un período anterior de boicot, y sus posiciones retrógradas no son predeterminadas ni espontáneas: son opciones políticas que resultan de la ideología, la composición y la orientación de clase de las clases dominantes africanas.
La Organización de la Unidad Africana (OUA) desempeñó un papel progresista en el apoyo a la causa palestina. El 5 de junio de 1967, inmediatamente después de la agresión sionista contra los países árabes vecinos, el dirigente guineano Ahmed Sékou Touré convocó al buró político del Partido Democrático de Guinea, que tomó la decisión de romper las relaciones diplomáticas con Israel y expulsar al embajador israelí, junto con los expertos y técnicos sionistas. Esta postura tuvo eco entre los dirigentes de otros Estados miembros de la OUA y el Consejo Ministerial de la OUA en Addis Abeba pidió posteriormente a todos los Estados miembros que proporcionaran apoyo material y moral a Egipto y otros países árabes, describiendo a Israel como una entidad beligerante. Esta decisión provocó una reacción violenta en los círculos sionistas, que pidieron que se cortara la ayuda a los países africanos que apoyaban la postura de la OUA.
La Sexta Conferencia de la OUA, celebrada en Argelia en septiembre de 1968, exigió la retirada de las fuerzas extranjeras de todos los territorios árabes ocupados en junio de 1967, de conformidad con la Resolución 242 del Consejo de Seguridad. La conferencia también hizo un llamamiento a todos los Estados miembros de la OUA para que ejercieran su influencia para garantizar la aplicación de la resolución. Al año siguiente, en Addis Abeba, la Séptima Conferencia incluyó por primera vez la crisis de Oriente Medio como tema independiente del programa. Subrayó la necesidad de aplicar la decisión adoptada en la sesión de Argelia de 1968 y reafirmó este compromiso en sesiones posteriores. En el Noveno Congreso, celebrado en 1971, la OUA intensificó sus esfuerzos estableciendo un comité de diez países africanos dedicado a resolver la crisis de Oriente Medio. La OUA instó a todos los Estados miembros a apoyar a Egipto y a movilizarse en foros internacionales, incluidos el Consejo de Seguridad y la Asamblea General, para la retirada inmediata e incondicional de Israel de los territorios adicionales ocupados en 1967.
La Undécima Conferencia, celebrada en mayo de 1973, marcó un cambio significativo en las relaciones entre los países afroárabes. Durante esta sesión, la OUA reconoció que el respeto de los derechos del pueblo palestino es esencial para cualquier solución justa y equitativa a la crisis del Oriente Medio. Además, advirtió a Israel que sus políticas y prácticas podrían obligar a los Estados miembros de la OUA a adoptar medidas políticas o económicas contra él, ya sea de manera individual o colectiva, a nivel africano.
Posteriormente, el movimiento de boicot africano se amplió a Guinea, Uganda, la República Popular del Congo, Malí, Chad, Níger, Burundi, Togo y Zaire (actualmente la República Democrática del Congo). Cada país tenía sus propias razones para romper relaciones con Israel, además de su posición sobre la causa palestina. Por ejemplo, el Gobierno de Uganda consideraba que la embajada israelí en su capital, Kampala, era responsable de actividades subversivas contra él, incluida la introducción ilegal de un gran número de sionistas en el país, así como la venta de armas defectuosas. En la República Popular del Congo, el régimen político marxista veía a Israel como un bastión del imperialismo estadounidense en Oriente Medio, mientras que el Chad temía que la presencia de israelíes en su territorio pusiera en peligro no solo su propia seguridad sino también la de los países africanos vecinos. Por su parte, Burundi estaba convencido de que Israel apoyaba a los rebeldes que habían tratado de tomar el poder en mayo de 1973.
Cinco décadas después, todavía observamos dinámicas similares, aunque menos pronunciadas ideológicamente. El 20 de febrero de 2024, por iniciativa de Argelia y Sudáfrica, la Comisión de la Unión Africana (CUA), sucesora de la OUA, retiró a Israel el estatus de miembro observador, prohibiéndole de forma permanente su participación, apenas dos años después de que se le concediera ese estatus, tras una década de gestiones diplomáticas. El presidente de la CUA, Moussa Faki Mahamat, calificó la situación en la Franja de Gaza como la «más flagrante violación» del derecho internacional humanitario y acusó a Israel de intentar «exterminar» a los habitantes de Gaza.
Los revolucionarios africanos y la cuestión palestina
En 1965, durante la Segunda Conferencia de las Organizaciones Nacionalistas de las Colonias Portuguesas (CONCP) en Dar es Salaam, Amílcar Cabral abordó la cuestión de Palestina. Hablando en nombre del Frente de Liberación de Mozambique (FRELIMO), el Movimiento Popular para la Liberación de Angola (MPLA), el Partido Africano para la Independencia de Guinea y Cabo Verde, el Frente de Liberación Nacional Portugués y el Comité para la Liberación de Santo Tomé y Príncipe, declaró: «Apoyamos firmemente a los países árabes y africanos en sus esfuerzos por ayudar al pueblo palestino a recuperar su dignidad, su independencia y su derecho a la vida».
Dos décadas después, el 4 de octubre de 1984, en la Asamblea General de las Naciones Unidas, el dirigente revolucionario burkinés Thomas Sankara pronunció un discurso en solidaridad con el pueblo palestino: «Pienso en el valiente pueblo palestino, en las familias que se han dividido y desmembrado y que vagan por el mundo en busca de asilo. Valientes, decididos, estoicos e incansables, los palestinos nos recuerdan a todos la necesidad y la obligación moral de respetar los derechos de un pueblo».
Nelson Mandela también apoyó la causa palestina. Condenó el régimen de apartheid de Israel y afirmó que la cuestión de Palestina era «la cuestión moral más importante de nuestro tiempo» y que la «libertad de Sudáfrica [estaba] incompleta sin la libertad del pueblo palestino».
Walter Rodney, el historiador afroguyanés, también apoyó a Palestina. Mientras vivía en Tanzania, escribió un artículo para la revista The Standard sobre los secuestros de aviones llevados a cabo por el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP). Sostuvo que estos secuestros elevaban la moral de los oprimidos y conseguían que la comunidad internacional prestara atención a su causa. En su artículo, Rodney elogió a la joven guerrillera Leila Khaled, que dirigió varios secuestros en nombre del FPLP, describiéndola como «un ejemplo de mujer liberada a través de la lucha». Rodney vio los secuestros como una táctica utilizada por las guerrillas palestinas para llamar la atención sobre su demanda de una solución de un solo Estado, que estaba siendo ignorada por Occidente e opuesta por Israel. Los comentarios de Rodney son muy relevantes hoy en día: brindan una idea del razonamiento detrás de las recientes acciones del movimiento de resistencia palestino.
Solidaridad africana: apoyo popular e institucional a Gaza/Palestina
Los 54 países africanos constituyen un bloque de votación importante en todos los foros internacionales, incluido el Consejo de Seguridad y la Asamblea General de las Naciones Unidas, como se ha visto en las diversas resoluciones propuestas y adoptadas desde el 7 de octubre de 2023 relativas a un alto el fuego/tregua humanitaria en Gaza. A pesar de que una minoría de estos 54 países se opone a la resistencia de Hamás y apoya al ejército de ocupación israelí, este bloque, en su abrumadora mayoría, votó a favor de varias resoluciones de la Asamblea General que piden una tregua humanitaria o un alto el fuego y que mejoran los derechos de Palestina en las Naciones Unidas como Estado observador. Es importante destacar que, con la excepción de Liberia, ningún país africano ha votado en contra de ninguna resolución de las Naciones Unidas relacionada con un alto el fuego, la declaración de una tregua humanitaria y la entrega sin trabas de ayuda humanitaria a Gaza.
Estas votaciones se han producido en el contexto de un movimiento en ascenso, que comenzó en 2021, en defensa de los valores africanos y el panafricanismo en el Sahel y África Occidental, que ha dado lugar a protestas tanto contra la presencia occidental (en particular de Francia y Estados Unidos) en esos países como contra la normalización de las relaciones con Israel. Cabe destacar que las protestas en Senegal en 2023 y 2024 se centraron en lograr una mayor soberanía económica y monetaria y la solidaridad con Palestina. Un enfoque específico de este movimiento ha sido reconsiderar las relaciones con Francia, en particular en lo que respecta a la dependencia de la zona del franco, que está controlada por Francia. Al mismo tiempo, la guerra en curso en Ucrania ha puesto a prueba los recursos financieros de Occidente, lo que subraya el papel crucial de África en la economía mundial y su potencial para influir en futuras alianzas internacionales. De hecho, esto ha llevado a las potencias mundiales a hacer esfuerzos para volver a comprometerse con los países africanos y mitigar sus pérdidas por la guerra mediante acuerdos de cooperación energética y armamentística con esos países.
En este contexto, el genocidio en Gaza ha provocado una reconsideración de la opinión pública africana respecto de la causa palestina, lo que ha llevado a una creciente oposición a la normalización de las relaciones con Israel y a una creciente ola de ira pública en los países africanos contra Israel, los Estados Unidos y sus aliados occidentales involucrados en el genocidio en Gaza. Como resultado, se han suscitado preocupaciones sobre posibles ataques a intereses e individuos occidentales en el continente por parte de manifestantes y grupos descontentos. Por ejemplo, el Departamento de Estado de los Estados Unidos, a través de la Embajada de los Estados Unidos en Abuja, ha emitido una advertencia de viaje para los estadounidenses que planean viajar a Nigeria, advirtiendo sobre posibles ataques de multitudes hostiles.
Conclusión
La gran ola de solidaridad con Palestina en muchos países del Sur Global ha estado acompañada de un fuerte reconocimiento de la vacuidad y la bancarrota del «orden internacional basado en reglas» imperial, lo que ha socavado aún más cualquier legitimidad restante del Norte Global en lo que respecta a la aplicación del derecho internacional. En concreto, las potencias europeas, en particular el Reino Unido y Alemania, se encuentran cada vez más aisladas –junto con Estados Unidos– por apoyar abiertamente la guerra genocida de Israel contra Gaza. A pesar de algunas diferencias internas dentro del bloque occidental, sus estrategias geopolíticas se están distanciando cada vez más de las de la mayoría mundial, un hecho que ha quedado claramente evidenciado por el constante apoyo político y moral demostrado por la mayor parte del Sur Global hacia la causa palestina.
Esta divergencia también se manifiesta en los propios países occidentales. La decisión de Estados Unidos de vetar sistemáticamente todas las resoluciones del Consejo de Seguridad (hasta la del 25 de marzo de 2024, en la que se abstuvo) y de proporcionar 17.000 millones de dólares adicionales en ayuda militar a Israel contradice las voces nacionales cada vez más numerosas que se oponen a ese apoyo, incluido el poderoso y extendido movimiento estudiantil pro-Palestina en los campus universitarios estadounidenses. Estos acontecimientos internos han socavado las percepciones dominantes sobre la democracia liberal occidental.
La historia de los pueblos del Sur global y de los movimientos obreros y estudiantiles globales ilustra cómo los esfuerzos colectivos, aunque sean graduales, fortalecen una solidaridad cada vez mayor con Palestina. Estos movimientos, arraigados en experiencias compartidas y en el compromiso de enfrentar las injusticias históricas, desafían la autoridad moral que se atribuye Occidente y prometen cambios transformadores en todo el planeta, de Norte a Sur.
Kribsoo Diallo
3 de agosto de 2024
Traducido del árabe por Bisan Samamreh
Editado por Ashley Inglis, Amr Khairy y Hamza Hamouchene